“Ante todo, maternidad real”, dice en la descripción de su cuenta de Instagram, Vicky Gils, mamá y creadora de contenido en un orden aleatorio, porque así lo define en el podcast que comparte con Juana Repetto y que se titula “Más minas que mamás”. En sus redes sociales, donde acumula más de 170 mil seguidores, Vicky habla de situaciones cotidianas de la maternidad, a la que enseña desde una perspectiva real, sin edulcorantes ni filtros románticos. Tiene tres hijos: Ramón de nueve años, Vicente de seis y Margarita de diez meses. Pero su camino hacia la maternidad empezó tumultuosa.
“Me puse de novia con mi actual marido y nos casamos muy jóvenes. Yo tenía 23 años y él 25. Y muy precozmente también, decidimos ser papás y nos enfrentamos en ese momento a un camino que nunca nos hubiésemos imaginado: un diagnóstico de infertilidad -relata-. Cuando tenía 25 años, que fue cuando empezamos a buscar a nuestro primer hijo, nos dan un ese diagnóstico terrible. Entonces nuestro camino empezó con un traspié terrible. Nos dijeron cosas como ‘ustedes nunca van a poder tener hijos. Si ustedes intentan tener hijos, nunca van a poder lograr un embarazo espontáneo’. Después de eso perdí un embarazo, tuve una pérdida gestacional, un bebito de doce semanas. Y después de un tratamiento llegó naturalmente y mágicamente mi bebé arcoíris, que es Ramón. Así que fue un bebito muy deseado, muy esperado por los dos que trajo mucha alegría. Yo era muy joven en ese momento y siento que fue un camino que empezó complicado y poniéndome a mí en un lugar de mucha seriedad”.

-¿Por qué infertilidad? ¿Qué diagnóstico les daban?
-No sabían. Supuestamente era un problema de la calidad del esperma de mi marido. Nosotros caímos en un centro de fertilidad medio por desesperación y mi marido se hace un espermograma después de que tantos meses buscando, habían pasado creo que siete u ocho meses. Nos dicen que nunca íbamos a lograr un embarazo espontáneo. Después nos cambiamos de centro de fertilidad, cuando las cosas parecían medio raras, y se hizo otro estudio, donde le dio todo normal. O sea que fue un falso diagnóstico, pero terrible.
-¿Y Ramón llegó inesperadamente?
-Ramón llegó después de un tratamiento que nos hicimos de fertilidad, que resultó en un test negativo de embarazo. Un momento de tu vida que decís “voy a mandar al carajo todo lo que sea maternidad”. Nos fuimos de viaje lejísimos, tomé alcohol, hice todo lo que no podía hacer, hice hasta buceo, que me acuerdo de que me preguntaron “¿no estás embarazada?”. Y yo dije “no estoy embarazada ni voy a estarlo. Me voy a meter 600 metros bajo el mar”. Volví de viaje y fui a ver a la médica de fertilidad, porque estaba programado otro tratamiento. Y ella, me acuerdo una divina, me dijo “fijate si no estás embarazada porque capaz que te fuiste de viaje y estás embarazada”. “No hay posibilidades”, contesté. Y a los dos días, ¡pum!
-¿Eso suele pasar, no?
-Es una frase mortal. Yo siempre digo que no hay cosa peor que te digan cuando estás buscando un embarazo: relájate, que ya va a llegar. ¿Cómo querés que me relaje si lo que más quiero quedarme embarazada? Pero bueno, lamentablemente lo que pasa es que uno relaja la cabeza y un poco que las cosas fluyen, ¿no?

En esos primeros años como mamá de Ramón es que surge la necesidad de contar y de mostrar sensaciones que no circulaban. Así surge @mammaminas. “Tenía 26 años y no tenía alrededor mío nadie que fuera mamá, porque mis amigas estaban de joda en el boliche. Yo ya había atravesado una pérdida, un embarazo, venía de atravesar momentos muy intensos, muy sola. Y Mammaminas surge un poco de ‘che, queremos acompañar a la gente y contarle al mundo lo que nos está pasando’. Y al principio surgió mucho desde un lugar de dar información. En ese momento no había información circulando tan fácil en las redes y nos brotaba mucho esto de comunicar y contar nuestras experiencias y lo que creíamos sobre distintas cosas. En ese momento había mucha bajada de línea. Hoy creo que el tono es otro.
-¿Qué información compartían?
-Compartíamos mucha información sobre parto respetado, sobre alimentación consciente, muchos tips de crianza respetuosa, que en su momento a mí me dieron mucha seguridad como mamá, porque yo era muy joven, estaba maternando casi que sola, porque obvio que estaba con mi marido, pero mis hermanas ya habían tenido hijos hacía muchos años, de mis amigas ninguna tenía hijos y yo necesitaba apoyarme en algo. La información me daba seguridad en ese momento. Mis papás me acompañaban, pero en ese momento uno necesita un par, alguien que esté al lado tuyo, pasando por la misma que estás pasando vos. Entonces un poco que surgió de ahí, de esa necesidad de compartir y de ayudar a los demás y también nutrirnos de los otros.

-Fueron como unas de las primeras influencers sobre maternidad. ¿Notabas la repercusión? ¿Te sorprendió?
-Recontra. En su momento creo que yo no dimensionaba. Juana (Repetto) venía más del palo, de saber el impacto que generaba ella. Tuvimos un impacto superpositivo en un montón de personas. Hoy, con el diario del lunes, te puedo decir que con el paso de los años, a mi primer hijo lo tuve a los 26 y a Margarita a los 34, pasó mucha agua bajo el puente. Entonces yo creo que esa información que en ese momento a mí me daba estabilidad emocional y me daba seguridad para poder criar a mi hijo de una manera respetuosa o de la forma que en ese momento creía segura, también siento que me desvinculó y me sacó el enchufe que yo tenía de ese instinto maternal, de lo que yo creía que era mejor para mi vida y para mí. Tuvo su lado buenísimo y su impacto súper positivo, y también uno negativo, porque cuando uno da información, también de cierta forma como que estás bajando una línea y estás diciendo ‘esto sí, esto no’. Y con el pasar de los años me di cuenta de que no hay una forma correcta de ser mamá. Cada uno es mamá como puede, desde donde puede, con las herramientas que puede y con el humor también que maneja ese día. Yo creo que en ese momento a mí la sobreinformación me generaba muchísima culpa, porque yo sentía que nunca llegaba al estándar de mami perfecta. Entonces, si bien creo que por un lado está buenísima la información porque ayuda un montón a tomar decisiones informadas, también la sobreinformación creo que genera bastantes efectos adversos.
Victoria habla de ese “instinto maternal” como una glándula que a veces parece apagada por falta de confianza, por falta de seguridad, por falta de valoración, porque la comparación con el otro siempre devuelve un déficit personal. “Tenés que estar conectada con vos misma para poder escucharlo, porque no siempre podemos. Muchas veces hay voces que nos tapan”, dice y agrega que le costaba encontrar un equilibrio “entre lo correcto y lo posible”.

Ese equilibrio se flexibilizó con el tiempo. El podcast “Más minas que mamás”, una reversión de @mammamina, surge de una liberación, de una necesidad de seguir quitándole el filtro a la corrección. “Antes nos pasaba que nos convocaba brindar información, ayudar a la gente. Ahora nos vuelve a convocar la maternidad, pero desde el lugar de: 'esto no salió como tenía que salir’. Más desde el compartir el lado B de la maternidad y todo lo que antes no podíamos decir, no nos animamos a decir o no reconocíamos de la propia maternidad y de las de los demás.
-¿Qué se animan a decir ahora, que antes no se animaban?
-Yo me castigaba un montón con que no podía ser que mi hijo coma así, el parto, que la lactancia no fluyó tanto como yo quería, o la dormida de mi hijo… y ahora me animo a decir sí, esto no me sale bien o no elijo que me salga de esa forma. No elijo ser un diez en todos los aspectos de mi vida de maternidad. No elijo que mis hijos sean un diez tampoco. Me animo a decir que ser mamá es agotador, que te cansa, que te frustra, que un día le gritas a tu hijo y no tenés ganas gritarle y que a veces haces las cosas muy mal y está bien hacerlas muy mal porque creo que también es liberador para el otro, más que ver a una persona atrás de la pantalla escuchando a una persona que nunca se confunde. Yo lo que quiero hoy es comunicar y decir: “yo me confundo un montón”. Mis hijos también se confunden. Les pido perdón todo el tiempo porque me estoy confundiendo todo el tiempo. No te sientas sola porque no sos la única que hace las cosas mal. Yo también las hago mal. Yo también estoy cansada. Yo también no me banco a mis hijos a veces.

Sus tres embarazos, sus tres partos, sus tres puerperios presentan semejanzas y diferencias. En términos de malestares -dice-, todos fluyeron sin complicaciones. Pero a nivel emocional, mostraron diferencias por factores externos, como la enfermedad de Fernando, su marido. “A Ramón lo tuve bastante aferrada a la información. Con muchos miedos también, porque yo ya había perdido un embarazo. El embarazo de Vicente lo viví con mucha determinación de lograr tener un parto natural, que no había logrado tener con Ramón, y siento que eso me nubló un poco el camino, me obsesioné con lograrlo, pero después me llené de frustraciones porque tuve una cesárea de urgencia, donde las cosas no salieron como me hubiese gustado y eso me generó muchísima culpa. Después, entendí que no soy ni menos ni más, por no lograr tener un parto sin cesárea. Margarita fue ya programada y ese embarazo me tocó atravesarlo con la enfermedad de Fernando, que tuvo una leucemia bastante complicada. Así que emocionalmente las energías estuvieron puestas en un poco en sostener a mi familia.
-¿Te enteraste primero de lo de la leucemia?
-No, me enteré en diciembre que estaba embarazada de Margarita, mi tercera hija. A finales de enero, principios de febrero, me enteré de que era mujer. Tenía dos varones, entonces me ilusionaba mucho el hecho de tener una hija mujer. Y el 24 de febrero a Fernando le detectaron esta leucemia. Entonces atravesé todo el embarazo desde la semana 12 hasta la 39 con su enfermedad. Por suerte tuvo un buen desenlace y Fernando logró trasplantarse y entrar en remisión antes de que nazca Margarita. Pero bueno, emocionalmente no estuve muy conectada con ella durante el embarazo porque no me lo permitía la cabeza ni el corazón. Así que fue un embarazo que pasó un poco desapercibido.
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