Fotos con Mussolini, un libro dedicado a Perón y un documental que desentierra una herencia incómoda: “Mi abuelo era fascista”

Toia Bonino es nieta de Antonio, ex secretario del Partido Fascista Italiano y autor de “Mussolini mi ha detto” (“Mussolini me ha dicho”). Tras encontrar siete negativos fotográficos, la cineasta emprendió una investigación personal que se transformó en “L’addio”, una película donde su historia familiar se entrelaza con sucesos que marcaron a toda una época

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Trailer L'Addio

Todo comenzó con el hallazgo de siete negativos de vidrio que mostraban una escena tan precisa como inquietante: Antonio Bonino, su abuelo paterno, abrazado al dictador Benito Mussolini. A esas imágenes se sumaron otros indicios: varios ejemplares de un libro que el propio Antonio había escrito —Mussolini mi ha detto (Mussolini me ha dicho)— y un retrato de “El Duce” dedicado a él. Fragmentos dispersos de una historia que en su familia nadie se había animado a revisar. “Siempre supe que el nonno era fascista, pero nunca terminé de entender qué relevancia había tenido dentro del partido”, le cuenta Toia Bonino a Infobae.

Esa primera curiosidad se transformó en una investigación que se extendió durante una década y derivó en L’addio (El adiós): un documental que cuenta la historia de su abuelo, quien fue secretario del Partido Fascista Italiano y muy cercano a Benito Mussolini. Tanto fue así, que pidió ser velado con la camisa negra (emblema del régimen al que adhirió hasta el final), deseo que la familia cumplió.

El film, de poco más de una hora de duración, se estrena este jueves 15 de mayo en el Cine Gaumont (Av. Rivadavia 1635) y reconstruye cuatro generaciones familiares a través de material de archivo doméstico (películas de la vida cotidiana que el padre de Toia había filmado en Súper 8), cinematográfico e histórico. En ese entramado, la directora examina las formas heredadas de la masculinidad y los vínculos de poder al interior de su propio clan.

“En algún lugar leí que lo más revolucionario que puede hacer una mujer es hablar de su vida como si importara. Esta película es un intento por comprender cómo mi historia personal se trama con sucesos que definieron toda una época y cómo un período de la historia italiana y de la historia argentina encuentran un hilván secreto en el itinerario vital de mi abuelo”, dice Toia acerca de su tercer cortometraje. Antes había dirigido Orione (2017), premiado en el BAFICI y en el FIDBA, y La sangre en el ojo (2020), que recibió el galardón al mejor guion documental en el Festival de Mar del Plata.

Uno de los negativos de
Uno de los negativos de vidrio donde aparece Antonio Bonino junto al dictador Mussolini

Los Bonino

Toia nació en Buenos Aires en 1975. Estudió psicología en la UBA, artes visuales en el IUNA y llegó al cine de manera tardía, cuando ya había cumplido 40 años. “No provengo del mundo audiovisual. Me acerqué al cine de manera azarosa, pero ahí encontré una herramienta para contar desde otro lugar y con otras formas”, explica.

La reconstrucción del pasado de su abuelo no fue sencilla. Aunque en la familia sabían de su adhesión al fascismo, nadie conocía en detalle su trayectoria política ni la dimensión de sus vínculos. “En mi casa de política no se hablaba”, asegura.

Tras la caída del régimen, Antonio Bonino pasó tres años escondido en las montañas del sur de Italia criando cabras. Segura de que había muerto, su esposa llegó a buscar su cuerpo en la Plaza Loreto, donde fue exhibido el cadáver de Mussolini, tras su ejecución el 28 de abril de 1945. Al descubrir que estaba vivo, comenzó a visitarlo en secreto, temiendo ser perseguida. Luego se instalaron en Nápoles con sus dos hijos mayores; mientras los menores, entre ellos el padre de Toia, quedaron al cuidado de una tía.

En 1949, convencido de que el fascismo no volvería a gobernar Italia, Antonio Bonino emigró a la Argentina. Poco después, fundó junto a otros inmigrantes italianos la fábrica de autopartes BOPAVI, que llegó a proveer a empresas como Fiat y Zanella. Esa actividad le permitió, entre otras cosas, adquirir un campo en San Vicente. Fue en ese período, apenas instalado en el país, que escribió Mussolini mi ha detto: un ejemplar de 206 páginas, escrito en italiano, que Toia encontró en ese campo, décadas más tarde.

Era un libro del que se tenía conocimiento, pero que nadie en la familia había leído. Fui la primera en hacerlo. Cuando lo arranqué, supuse que tal vez me aportaría datos más concretos. Pero en realidad es una crónica personal: no narra grandes hechos históricos, sino un relato íntimo que deja entrever un enamoramiento hacia Mussolini. No esboza una sola crítica. Ni siquiera al final, cuando ya era imposible no cuestionarlo, mi abuelo seguía convencido de que ‘El Duce’ había sido lo mejor para Italia”, explica.

Tras abandonar Italia e inmigrar
Tras abandonar Italia e inmigrar a la Argentina, Antonio escribió "Mussolini mi ha detto".

Preguntas y respuestas

Después de leer Mussolini mi ha detto, Toia empezó a hacer preguntas dentro de su familia. Se acercó a sus tías, las hermanas de su padre, pero ellas tampoco tenían demasiada información. En paralelo, comenzó a revisar las películas en Súper 8 que había filmado su papá durante su infancia. Allí, en escenas domésticas, volvía a aparecer la figura del nonno, tal como lo recordaban: un hombre cariñoso, carismático y buen mozo. “Era muy fácil quedar obnubilado con su imagen”, dice.

Pero esa imagen tenía otra cara, más oculta, casi desconocida para el resto de los Bonino. Estaba vinculada a los lazos que Antonio había tejido en la Argentina y que daban cuenta de que seguía codeándose con el poder. Mientras investigaba, Toia fue encontrando algunas pistas. La primera llegó de boca de un economista que, durante su juventud, había trabajado como secretario de su abuelo en BOPAVI. Fue él quien le mencionó, por primera vez, el trato directo con Juan Domingo Perón: “Me contó que hablaban por teléfono. A partir de ese dato, después pude confirmar que, en la biblioteca de Perón, está el libro de mi abuelo, dedicado a él”.

Toia en brazos de su
Toia en brazos de su abuelo Antonio. "Él murió cuando yo tenía 5 años", cuenta

Durante esa misma etapa de la investigación, la directora leyó que durante la última dictadura militar al menos tres empleados de la fábrica de su nonno habían sido secuestrados desde su lugar de trabajo y liberados días después. De la mano del abogado Pablo Llonto, especialista en derechos humanos, Toia logró contactar a uno de ellos. El hombre le contó que Antonio habría intervenido para que los dejaran en libertad. El testimonio, aunque revelador, dejó abiertas muchas preguntas: “No quedó claro si mi abuelo tuvo ese gesto heroico de rescatarlos a través de un llamado o si, por el contrario, como dueño de la fábrica, sabía que iban a llevárselos”.

Otra figura que apareció en la reconstrucción que realizó Toia fue la del padre Eusebio: un cura ligado al fascismo, que había sido confesor de Mussolini y que pintó los cuadros que decoraban el departamento donde los Bonino veraneaban en Pinamar. “Me enteré por mi tía de que ese sacerdote había sido muy cercano a mi abuelo. Después, hablando con mi mamá, supe que fue él quien casó a mis padres, a mis tíos y bautizó a los primeros nietos de la familia. Fue un flash: todavía tengo el recuerdo de estar en Pinamar y ver esos cuadritos”.

El padre Eusebio, un cura
El padre Eusebio, un cura ligado al fascismo, que había sido confesor de Mussolini, pintó los cuadros que decoraban el departamento donde los Bonino veraneaban en Pinamar. Además, casó a los padres de Toia

El fin del linaje

Según Toia, en la familia Bonino, las expectativas siempre estuvieron puestas en los hombres. Eran ellos quienes debían sostener el apellido y reproducir una forma de masculinidad basada en la autoridad. Las mujeres de quienes no esperaba nada fueron las que lo sorprendieron. “Cuando mi tía se recibió de médica, mi abuelo le dijo: ‘Dio peras el olmo’”, recuerda.

Ese mandato no fue gratuito para los varones. Los hijos de Antonio, entre ellos el papá de Toia, quedaron a la sombra de su legado. Sus nietos partieron demasiado pronto: uno murió a los cinco años y otro, el hermano de la directora, falleció de cáncer a los 33 sin descendencia. Con ellos, se extinguió la línea de herederos varones. “Durante mucho tiempo, como familia de inmigrantes, estábamos orgullosos de ser Bonino. Hoy, después de todo este recorrido, darme cuenta de que mis hijos no llevan ese apellido, es un alivio. Fue como cortar con esa idea de masculinidad y ese peso que cargaron los varones de la familia”, dice.

Toia nació en 1975. L'addio
Toia nació en 1975. L'addio es su tercer cortometraje. Antes dirigió Orione (2017) y La sangre en el ojo (2020)

En ese contexto, el nombre que eligió para el film no es azaroso: L’addio no solo es un “Adiós” al apellido, sino a una forma de entender la vida. “Esta película es una oportunidad para repensar los vínculos patriarcales, las relaciones entre potencia y fragilidad, entre fascismo y feminismo, tal como estos se manifiestan, no en los grandes discursos de la esfera pública, sino en los pequeños gestos cotidianos”, dice Toia y pide leer una cita del filósofo y escritor Franco “Bifo” Berardi:

“El fascismo tiene miedo a la impotencia (...) y la reacción ante esa impotencia es violenta”.

Leerlo, dice, le sirvió para entender que esas exigencias inhumanas son imposibles de sostener para los varones: “Me gusta pensar en la potencia de educar en la fragilidad y no para sostener determinados ideales a toda costa. Hay algo en eso que también termina poniendo a los varones como víctimas de estos roles tan estereotipados”, se despide.

*L’addio estará en cartelera entre el jueves 15 al miércoles 21 de mayo (excepto el domingo 18) a las 12.45; 14.15 y 21 horas, en el cine Gaumont, Av. Rivadavia 1635, CABA.