Le dispararon en un robo, volvió a caminar y 10 años después quedó en silla de ruedas: hoy actúa en El Eternauta con Darín

En 2002, cuando tenía 26, un hecho de inseguridad marcó el destino de Juan Pablo Regalado. Pese a las secuelas, logró retomar su rutina, hasta que una década más tarde su cuerpo volvió a colapsar. En esta entrevista cuenta cómo reconstruyó su vida y su debut como actor en una de las series más vistas del año

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Juan Pablo Regalado tiene 48
Juan Pablo Regalado tiene 48 años y vive en Avellaneda

Si esta fuera una historia de “Elige tu propia aventura”, habría dos comienzos posibles:

Uno empieza en una calle de la localidad bonaerense de Wilde, en diciembre de 2002. Un joven de 26 años al que acaban de asaltar recibe un disparo en la parte baja de la espalda. Tirado en el asfalto, da órdenes a los gritos desde su teléfono celular: pide que llamen a la policía, a la ambulancia, a los bomberos. También dicta la contraseña de su correo electrónico. Siente que se está muriendo y no quiere dejar nada librado al azar. Termina en el hospital de Wilde y, al poco tiempo, vuelve a su rutina. Seis meses más tarde, para mediados de 2003, un dolor lumbar lo obliga a hacerse nuevos chequeos. Tras varias intervenciones —con una meningitis y múltiples infecciones incluidas— y un año de rehabilitación, el joven vuelve a caminar.

El otro arranca más de una década después, en 2015. Aquel joven, ya convertido en un hombre de casi 40 años, decide hacer una consulta por un dolor lumbar que apenas le permite ponerse de pie. Pasa dos años internado: primero en un hospital, luego en un centro de neurorehabilitación. Cuando recibe el alta, regresa al departamento que compartía con su pareja en Avellaneda, pero lo hace solo y en silla de ruedas. Esta vez, sabe que no volverá a caminar.

En la colección de “Elige tu propia aventura”, cada decisión del lector conduce a un destino distinto. En esta historia, sin embargo, ambos caminos desembocan en el mismo lugar: una participación en el segundo episodio de El Eternauta donde interpreta a uno de los sobrevivientes de la nevada mortal, refugiado en un vagón de tren. El actor es Juan Pablo Regalado y su historia de vida también podría ser una serie.

Su nombre cobró notoriedad en los últimos días, después de un llamado al programa Vuelta y Media (Urbana Play FM 104.3) para contestar una consigna sencilla: “¿Cuál fue el pico de tu vida?”. Juan Pablo se comunicó y contó que había tenido un bolo en la serie producida por Netflix y protagonizada por Ricardo Darín. Al buscar su perfil en redes, el conductor —Sebastián Wainraich— descubrió que detrás de la participación en la ficción del momento, había una historia mayor: la de un hombre que sobrevivió a un disparo, atravesó más de 30 operaciones de médula, dos meningitis, unas cuantas infecciones y que —desde una silla de ruedas— volvió a empezar.

La historia de Juan Pablo Regalado cobró notoriedad después de un llamado al programa “Vuelta y Media” de Urbana Play

“Yo daba órdenes”

Juan Pablo Regalado nació el 5 de agosto de 1976. Sin embargo, desde 2002, celebra su cumpleaños dos veces al año: el 16 de diciembre, fecha en que recibió un disparo en la parte baja de la espalda, es el día que volvió a nacer. Locutor y periodista, hasta ese momento, su vida estaba dedicada al trabajo: conducía eventos, trabajaba en una radio y hacía prensa.

Aquel lunes caluroso de fin de año, Regalado llegó a su casa en Wilde, bajó del auto y decidió dejarlo en la vereda. “Por seguridad, mejor lo estaciono acá. No voy a meterlo en la cochera”, recuerda haber pensado antes de entrar al domicilio en el que vivía junto a su madre y su hermana. Segundos después, dos hombres armados quisieron asaltarlo. Se resistió. Hubo un forcejeo y, mientras intentaba escapar a los gritos, le dispararon a traición. “El proyectil quedó alojado en el huesito dulce. Entró casi por arriba del glúteo y se incrustó en el segmento L5-S1 de la columna vertebral: la zona que está entre la última vértebra lumbar (L5) y la primera vértebra sacra (S1)”, explica Juan Pablo a Infobae.

Quedó tirado en el piso, pero no perdió la conciencia. “Estaba lúcido, dando órdenes desde mi teléfono celular. A mi hermana le decía: ‘Llamá a la policía, a la ambulancia, a los bomberos. Si no te contestan, te paso otros contactos. No pierdas el tiempo’. A lo mejor fue un shock de adrenalina, pero así era yo en ese momento. Siempre coordinando cosas. Multitasking a mil. Recuerdo que hasta llegué a darle la clave de mi correo electrónico. Sabía que me estaba muriendo”, cuenta.

Los ladrones no escaparon enseguida: quisieron meterse adentro de su casa, pero al final huyeron. “Cuando se fueron, tuve que arrastrarme, porque si no me pisaban con el auto”, asegura. La secuencia terminó con Juan Pablo en el hospital de Wilde. Allí, los médicos analizaron el caso y resolvieron no sacarle el proyectil. Semanas más tarde, luego de reponerse de una meningitis leve, Regalado volvió a su casa caminando.

Juan Pablo (de perfil con
Juan Pablo (de perfil con anteojos) es parte del capítulo dos de El Eternauta: "Salgan al sol"

Dolor, dolor y más dolor

A mediados de 2003, unos estudios revelaron que el proyectil se estaba moviendo. Juan Pablo, que ya caminaba con algo de molestia, fue derivado de urgencia al hospital Fiorito, donde se lo extrajeron. La operación fue compleja, pero exitosa. La recuperación, breve. En una resonancia de control, a fines de ese mismo año, le detectaron aracnoiditis. “Es una inflamación de la aracnoides, la membrana que protege la médula espinal y las terminaciones nerviosas”, explica.

Volvió a quedar internado, pasó por múltiples cirugías y contrajo varias infecciones. “Estuve boca abajo tres meses con la herida abierta, perdiendo líquido cefalorraquídeo. Ese líquido —que es transparente— en mi caso salía negro y con olor a podrido”, cuenta. Una segunda meningitis complicó el cuadro. “Sentía que me estallaba el cerebro. Lo único que me ayudaba a bajar la inflamación eran bolsas de hielo de cinco kilos. Me las ponían en la cabeza y eso me calmaba”, dice.

Aunque los recuerdos de aquellos días son poco nítidos, hay algo que Juan Pablo no olvida: el dolor. “Era como si me estuvieran clavando agujas o pellizcando los nervios constantemente desde la punta del pie hasta la cabeza. Hablar me hacía doler. Llorar me hacía doler. Respirar me hacía doler. Gritar me hacía doler. Lo único que hacía era apretar una pelotita”, cuenta.

Como el cuadro era cada vez peor, lo trasladaron a terapia intensiva. “Estuve a punto de morirme. Llegué a pesar 32 kilos. Varias veces le dijeron a mi familia: ‘De esta noche no pasa’. Pero yo siempre pasaba”, cuenta. Hasta que un día, sin explicación médica concreta, su cuerpo reaccionó. “Las defensas empezaron a subir. Salí de terapia, me pasaron a una sala común y volví a casa con internación domiciliaria”.

Entre mediados de 2004 y 2005 comenzó la rehabilitación. Aprendió a caminar de nuevo, primero con andador, luego con bastón. “Nunca acepté la silla de ruedas. Dije: ‘Vuelvo a caminar’. Además, sentía las piernas, sentía todo. ¿Qué hice? Rehabilitación tres veces por semana. En paralelo, como había vuelto a trabajar, empecé a moverme por la calle con el andador y, cuando me animaba, soltaba una mano y me agarraba de las paredes. Después conseguí un trípode y me iba poniendo pequeñas metas. Hacía una cuadra y volvía. Al día siguiente, dos. Después cinco, y así”, cuenta.

Juan Pablo es locutor y
Juan Pablo es locutor y periodista

Diez años de pie

El 2005 lo arrancó con un viaje. “Agarré una mochilita y me fui a vacacionar solo a Bariloche. Me hospedé en un hostel en El Bolsón e hice caminatas. Entre ellas, la de El Cajón del Azul, que son varios kilómetros”, recuerda.

Durante una década, su vida continuó como antes, o al menos eso parecía. “Seguí trabajando, me puse de novio, me separé, viajé, cambié de trabajo, volví a ponerme en pareja y a convivir”, repasa. “El disparo y las operaciones quedaron como una anécdota”, agrega.

Pero a fines de 2014, algo empezó a fallar. Fue durante un evento en Tecnópolis. Juan Pablo, que vestía traje y zapatos de suela, notó que se tropezaba con frecuencia. “Pensé que los alfombristas habían hecho mal su trabajo, pero después me di cuenta de que eran secuelas”, dice.

De inmediato consultó con un neurocirujano. Los estudios confirmaron lo que no quería escuchar: había que volver a operar. Y no había alternativa. “Me dijeron: ‘O te operás, o te operás’. También me explicaron que había muchas chances de que no saliera bien: ‘Podés quedarte en el quirófano o, en el mejor de los casos, irte en silla de ruedas’”.

La primera cirugía fue apenas el inicio de una serie interminable de intervenciones. En siete meses lo operaron más de una decena de veces: “Entraba por una hora y me quedaba diez. Las operaciones duraban nueve, diez, doce horas. Se complicaba todo. No me agarré meningitis, pero sí herpes zóster —culebrilla— y otras infecciones”.

Otra vez su cuerpo no respondía. Perdía peso, fuerza, movilidad. Y la perspectiva era cada vez más sombría. “Salí del hospital Británico en camilla y me derivaron a un centro de neurorehabilitación, donde pasé ocho o nueve meses. Yo no quería saber nada. Pero no había opción”, cuenta.

Durante la rehabilitación
Durante la rehabilitación

Volver a empezar

En 2017, tras casi dos años de internación, Juan Pablo regresó a su departamento en Avellaneda. Lo hizo con un diagnóstico definitivo: ya no volvería a caminar. La vuelta fue dura: “Cuando me fui de mi casa todavía convivía con alguien y caminaba. Cuando volví, estaba separado y en silla de ruedas”.

Le ofrecieron asistencia domiciliaria, pero la rechazó. “No quise saber nada. Hice algunas modificaciones en el baño para sentirme seguro y listo”, dice. Lo que siguió fue un proceso largo de adaptación, aprendizaje y, sobre todo, de volver a hacer cosas por cuenta propia. “Al principio solo me movía acompañado y por el barrio, hasta que un día dije: ‘Bueno, ya está’, y empecé a salir solo. Aprendí a subir y bajar la silla del auto y arranqué a andar por mi cuenta. Incluso, más de una vez, hice viajes en ruta”, agrega.

Ese fue también el momento en que comenzó a repensar su lugar en el mundo laboral. Si bien siguió trabajando como locutor y en prensa; durante la pandemia, se animó a probar algo distinto: actuar. Se asesoró, se sacó fotos y empezó a enviar su material a distintas agencias. De a poco, dice, empezaron a llamarlo para algunos castings. Hizo varias publicidades, una tapa de revista y algunas piezas institucionales. Hasta que, en 2023, lo convocaron para un bolo en una ficción. No sabía que se trataba de El Eternauta.

En pleno rodaje. "Grabamos tres
En pleno rodaje. "Grabamos tres días: el 23, 24 y 25 de mayo de 2023", cuenta

—¿Cómo te llegó la propuesta?

—Por mensaje. Me escriben y me dicen: “Tenemos un casting”. Justo ese día yo me estaba yendo a laburar a Córdoba. Les respondí: “No estoy”. Me dijeron: “Bueno, vení en tres días”. Hoy lo pienso y digo: “No puedo creer que dije que no podía”. (Risas). Pero bueno, en ese momento, no sabía que era para El Eternauta.

—¿Qué te acordás del día del casting?

—Yo estaba en Córdoba, me desperté a las cinco de la mañana, manejé hasta Avellaneda, me bañé y me fui al casting, que era en Villa Urquiza. Lo hicimos en una salita chica. Éramos varios en una escena cerrada, unos gritaban, otros se peleaban. Hoy, con el diario del lunes y siendo que filmamos en un vagón, entiendo todo. Del otro lado estaba la directora de casting, María Laura Berch, y el director de la serie, Bruno Stagnaro. Yo no lo vi, pero después supe que pidió imágenes de todo.

—¿Eras el único en silla de ruedas?

—Sí, el único. Buscaban a alguien en silla. Y eso está buenísimo. Lo loco es que, al principio de la escena, eso casi no se nota. Es como que se me ve desde abajo. ¿Por qué quedó ese plano? No lo sé. Pero sí recuerdo que, mientras filmábamos, el director dijo: “Ahora vamos con Juan Pablo”. Y me indicaban: “Mirá acá, mirá allá”. Hice todo lo que me pidieron, pero hasta que no salió, dos años después, no tenía idea de qué era lo que se iba a ver. Cuando me vi no podía creerlo: es mi primera ficción.

Con sus compañeros de escena
Con sus compañeros de escena

—¿Cuándo fue el rodaje?

—Grabamos tres días: el 23, 24 y 25 de mayo de 2023. Había contrato de confidencialidad. No podíamos contarle a nadie.

—Vos sos el que le pide agua a Ricardo Darín y, después, te quedás mirándolo hasta que se va. ¿Cómo fue compartir set con él?

—Ricardo es tal cual se lo ve. Me acuerdo de que, en una de las jornadas, estaban por subirme al vagón para filmar, pero parecía que no iba a salir en plano. Entonces él mismo dijo: “Si no va a salir, ¿para qué lo van a subir y bajar, si es complicado?”. Subieron todos menos yo, y nos quedamos charlando abajo. Fue como si nos conociéramos de toda la vida. Hablamos de accesibilidad, de discapacidad, me preguntó por qué era usuario de silla de ruedas. Le conté lo que me pasó, del episodio de inseguridad en la puerta de casa, y seguimos hablando de todo, de cosas personales también. Fue muy natural, muy genuino.

Juan Pablo y Ricardo Darín
Juan Pablo y Ricardo Darín conversando en el set

Además de su faceta actoral, hoy Juan Pablo conduce un ciclo de podcast llamado “Al Ruedo Podcast”, un espacio en el que comparte su experiencia como usuario de silla de ruedas y reflexiona sobre los desafíos cotidianos vinculados a la accesibilidad, la autonomía y la inclusión.

También se animó a probar el tenis de mesa y, actualmente, corre carreras en silla de ruedas. En octubre próximo, viajará, por primera vez, tres meses solo a Europa. “Nunca pensé que se me terminaba la vida por estar en la silla ruedas. Siempre dije: ‘Yo puedo hacer más’”, se despide.

Juan Pablo en una de
Juan Pablo en una de las tantas carreras que corrió en silla de ruedas