Un test positivo, el miedo a googlear y un prejuicio que duele: “Nos hicieron creer que las personas con VIH somos peligrosas”

Cristela Ragusa tiene 38 años y fue diagnosticada hace una década. Durante mucho tiempo lo vivió con culpa y vergüenza, hasta que se rodeó de pares y empezó a militar. Hace dos semanas, el video del cantante “El Villano” la hizo reflexionar y entendió que era momento de hablar. En esta entrevista cuenta su historia y expone la falta de información que todavía perpetúa estigmas en la sociedad

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Cristela y su marido Alejandro
Cristela y su marido Alejandro son payasos de hospital y así vestidos pasaron por el Registro Civil para dar el "Sí, quiero" en 2024

Ocurrió el 4 de mayo de 2015. Era un lunes cuando un médico residente de un centro de salud de Rosario tocó el timbre en el domicilio de Cristela Ragusa. Como ella no estaba en su casa, la llamaron por teléfono y le pidieron que se acercara al establecimiento. Cuando llegó, la estaban esperando una ginecóloga y un infectólogo. Los gestos en sus rostros la hicieron pensar que podía tener cáncer. Pero no: el test de VIH que se había hecho —en el marco de un estudio de rutina— había dado positivo.

“El diagnóstico fue una piña”, dice. “Lo primero que me dijeron fue: ‘No googlees nada’. Y yo, no por obediente, sino por miedo, les hice caso. Además de asociarlo con la muerte, sentí culpa, pero sobre todo, vergüenza”, agrega.

Aunque pasó una década desde aquel día, Cristela tuvo una especie de flashback cuando, el pasado 28 de abril, encendió la televisión y vio al cantante Jonathan Müller, conocido como “El Villano”, contar en un video que vive con VIH. Más abajo, un graph decía: “La dura confesión de ‘El Villano’”. Esa palabra —confesión— y el modo en que, aún hoy, se aborda el tema en los medios, la impulsaron a dar esta nota.

“Durante más de 40 años nos hicieron creer que las personas con VIH somos peligrosas, y eso no es real. Lo que hizo ‘El Villano’ no debería considerarse un acto de valentía. Las personas con virus de inmunodeficiencia humana no estamos en pecado, no tenemos nada que confesar”, dice en charla con Infobae.

"Lo que hizo ‘El Villano’
"Lo que hizo ‘El Villano’ no debería considerarse un acto de valentía. Las personas con VIH no estamos en pecado, no tenemos nada que confesar”, dice Cristela acerca del abordaje que se le dio a la noticia en distintos medios

“Para mí, VIH era igual a muerte”

Cristela tiene 38 años y es la mayor de cuatro hermanos. Nació en Rosario, pero desde 2019 vive en Ushuaia, donde se mudó junto a su marido. Futura comunicadora social, trabaja de masajista integral y, además, es payasa de hospital en la fundación “Sonrisas Congeladas”.

Hace diez años, cuando tenía apenas 28 y recibió su diagnóstico de VIH, su vida era muy distinta. En ese tiempo trabajaba en una panadería y, aunque no estaba en pareja, había tenido relaciones ocasionales. Fue en un chequeo ginecológico de rutina cuando la médica —después de detectar una inflamación en los ganglios— le sugirió hacerse el test de VIH. El resultado, positivo, fue un balde de agua fría. “Hasta ese momento pensaba: ‘VIH igual a muerte’. Hoy, todavía mucha gente lo sigue asociando con eso”, dice.

La primera persona a la que llamó fue su mamá. “Ella fue un pilar, junto a otras amigas que me acompañaron desde el comienzo. Eso estuvo bueno, porque no todas las personas tienen red. Me sentí contenida y, al mismo tiempo, con mucho miedo. No solo por el virus, sino también por la reacción de los demás”, cuenta.

Desde 2019 vive en Ushuaia
Desde 2019 vive en Ushuaia

Para Cristela, el temor a que la discriminaran o estigmatizaran tenía raíces profundas: “Cuando era chica, había un amigo de la familia que contrajo VIH y murió de SIDA. Con los años, por desconocimiento, le dieron vuelta la cara. No solo mi familia, sino un montón de otras personas. Si bien yo no entendía bien lo que pasaba, me había quedado ese recuerdo”, dice. “No los culpo. Tenían miedo, muy poca información del tema, y los medios de comunicación tampoco ayudaban a que eso se transformara”.

El diagnóstico la obligó a hacerse muchas preguntas, entre ellas, quién le había transmitido el virus. Pero con el tiempo, y sobre todo con información, entendió que no había culpables. “La sociedad tiene que cambiar la narrativa. Solemos culpar a las personas con VIH, pero el virus existe en todo el mundo y hay personas que no saben que lo tienen. Si llevás una vida sexual activa, estás expuesto a contraerlo, tengas o no pareja estable, porque la monogamia tampoco es un método de barrera”, dice.

Las estadísticas la respaldan. En Argentina, se estima que 140.000 personas viven con VIH, aunque un 13% —unas 18.200— lo desconoce. La cifra se desprende del último boletín epidemiológico nacional, publicado en diciembre de 2024. Según el mismo informe, cada año se notifican más de 6.000 nuevos diagnósticos y casi la mitad de ellos son tardíos. La vía principal de transmisión sigue siendo sexual, y la mayoría de quienes reciben el diagnóstico tiene entre 25 y 34 años. Frente a este escenario, y para quienes llevan una vida sexualmente activa, los especialistas recomiendan hacerse el test al menos una vez al año. La detección temprana es clave no solo para garantizar el acceso a tratamientos oportunos, sino para prevenir nuevas transmisiones.

Cifras del VIH en Argentina
Cifras del VIH en Argentina (Fuente/Boletín Epidemiológico N°41, publicado en diciembre de 2024)

Un alivio

Al principio, Cristela siguió la recomendación de sus médicos y evitó buscar información en Internet. “Si googleás ‘persona con VIH’, lo primero que aparece son imágenes de cuerpos enfermos y personas convalecientes. Algo similar pasa en los medios o en las películas, donde suelen mostrarnos como peligrosas o enfermas. Me hubiera gustado poder verme representada de otra manera”, dice.

Con el tiempo, y ya más informada, conoció uno de los conceptos más transformadores en el universo del VIH: “Indetectable es igual a intransmisible”. En palabras simples, eso significa que una persona con VIH en tratamiento puede reducir tanto su carga viral que el virus deja de detectarse en los análisis convencionales. Y si no se detecta, no se transmite. Es un hecho comprobado.

“A mí me transformó saber eso. Lo viví como un alivio enorme porque, durante mucho tiempo, me sentí responsable por otras personas. Saber que yo, siendo indetectable, no transmitía el virus, me cambió la forma de vincularme sexoafectivamente”, asegura. Y aclara enseguida: “No tiene que ver con el deseo de dejar de usar preservativo, sino con el hecho de saber que no hay situación de riesgo para la otra persona. Eso cambia todo. Por otro lado, ‘indetectable es igual intransmisible’, solo aplica para el VIH, pero no al resto de las infecciones de transmisión sexual, que existen y son muchas. Para eso siguen siendo necesarios el preservativo y el campo de látex”.

Alejandro y Cristela están juntos
Alejandro y Cristela están juntos hace ocho años

Después de ese “alivio” Cristela comenzó una relación con Alejandro. Según recuerda, se cruzaron en un hospital de Rosario: él estaba haciendo la residencia médica, y ella había ido por una consulta. Si bien ya se conocían del mundo del clown —ambos habían pasado, en distintos momentos, por la escuela Piripincho— y tenían amigos en común, a partir de ese día empezaron a hablar por WhatsApp. Esa semana fueron a tomar una cerveza, y desde entonces, no se separaron. “Hace ocho años que estamos juntos. Nos casamos en 2024. Él tiene 35, es médico y también es de Rosario”, cuenta.

Ella le contó que tenía VIH casi de inmediato. “Obvio que tuve miedo. Un montón. Por un lado, sabía que no tenía la obligación de decírselo; pero por el otro, no quería empezar una relación ocultando algo tan importante. Así que se lo dije. Para ese momento, yo venía haciendo un trabajo interno profundo. Había entendido que, si la otra persona tenía miedo, no era alguien para estar conmigo. Y lo iba a aceptar. Pero Ale estaba informado. Y no por ser médico, porque incluso en el sistema de salud hay muchos prejuicios. El famoso: ‘Se lo habrá buscado’ todavía está muy presente”, agrega.

Hoy, Cristela y Alejandro forman una pareja sero-discordante: uno tiene VIH, el otro no. Pueden tener relaciones sexuales con o sin preservativo, sin riesgo de transmisión del virus.

El pasado 28 de abril, el cantante Jonathan Müller, conocido como “El Villano”, contó en un video que tiene VIH

Un cambio de aire y de conciencia

La mudanza a Ushuaia marcó un antes y un después en la vida de Cristela. Pasó de la Rosario urbana a una ciudad que, aunque según el último Censo Nacional tiene más de 80 mil habitantes, se maneja como un pueblo. En ese entorno más pequeño, cuenta ahora, vivir con VIH comenzó a pesarle de otra forma.

“A la hora de ir a buscar mi medicación tenía que recorrer lo que denominé ‘El laberinto del terror’. Cada vez que lo atravesaba pensaba: ‘Que nadie me vea yendo a Infectología, que nadie se entere de que tengo VIH’. Me di cuenta de que, sin querer, había empezado a vivirlo como un secreto. Y eso me enojó. Me pregunté: ‘¿Por qué estoy escondiéndome? ¿Por qué en Rosario no me pasaba y acá sí?’”, cuenta.

Fue durante la pandemia que se cruzó en las redes con la Asociación Ciclo Positivo (@ciclo.positivo), un colectivo de activistas, militantes, estudiantes y profesionales de la salud que brinda asistencia integral a poblaciones diversas, entre ellas, personas con VIH. “Ahí encontré un refugio a la distancia y empezó mi militancia. Conocí a otras personas que hablaban del tema sin miedo. Pensé: ‘Si ellos pueden, yo también puedo’. Y empecé a hablar de esto que tanto callamos”, dice.

Cristela es militante en la
Cristela es militante en la Asociación Ciclo Positivo

El video de “El Villano”, además de recordarle su historia —y la de tantos otros—, la hizo reflexionar. “Cuando lo vi, automáticamente pensé: ‘Entendió todo’. Ojalá más personas que tengan ese alcance hablen del tema, para que podamos visibilizar aquello que se invisibiliza. No digo de ir a todos lados con un cartel que diga ‘Tengo VIH’, pero ¿por qué no poder contarlo con naturalidad, como cualquier otra condición de salud? ¿Y por qué tener que decirlo, incluso? Porque si no lo decís, parece que estás ocultando algo. Y si lo decís, te miran distinto”.

“Hoy soy distinta a la Cristela de hace diez años”, asegura. “Me informé, encontré una red, me vinculé con pares. Por eso elijo hablar. Porque durante más de 40 años fuimos discriminados, estigmatizados y criminalizados. Y eso no puede seguir pasando”.