Leonardo, el genio del Renacimiento: su dieta vegetariana, los secretos de La Gioconda y sus inventos más impactantes

Durante el siglo XV, además de ser un excepcional artista, creó máquinas y artefactos de todo tipo. A 506 años de su muerte, su legado sigue vivo en museos, laboratorios y estudios de arte con una vigencia que trasciende el tiempo

Guardar
Leonardo Da Vinci y algunos
Leonardo Da Vinci y algunos de sus inventos

Cuando Leonardo Da Vinci nació, el 15 de abril de 1452, Europa comenzaba a dejar atrás los siglos oscuros del medioevo. En Florencia, en la región Toscana, la vida transcurría entre campos de olivos, talleres de oficios y surgía una efervescencia intelectual que comenzaba a transformar el modo de ver el mundo. Italia no era un país unificado, sino un mosaico de ciudades-estado independientes y en permanente tensión, cosa que alentaba la competencia cultural entre ellas, y las familias poderosas —como los Médici— patrocinaban a artistas, científicos y pensadores, a modo de mecenazgo que tenía como fin otorgarles prestigio, dentro de sus dominios como frente a sus rivales.

En ese contexto, nació Leonardo, hijo ilegítimo de un notario y una campesina. No hay escritos que cuenten si ser “ilegítimo” le significó algo en particular, pero su infancia transcurrió al margen de lo que debía saber. Por el contrario, su espíritu de búsqueda incansable lo llevó a ser parte de esa revolución cultural, donde destacó de manera singular. Tanto fue lo que su mente creó que, cinco siglos después, su nombre sigue siendo sinónimo de creatividad y curiosidad.

Fue pintor, anatomista, ingeniero y arquitecto. Además de haber pintado obras como La última cena o La Gioconda, también se destacó por diseñar máquinas voladoras, prototipos de vehículos blindados y sistemas hidráulicos que anticiparon desarrollos técnicos de siglos posteriores. Tres de sus inventos más significativos fueron una máquina voladora inspirada en el vuelo de los pájaros, un tanque de guerra con tracción manual y un sistema de canales con compuertas móviles.

Desde lo filosófico, Leonardo expresó una sensibilidad poco habitual para su época: practicaba una alimentación vegetariana y rechazaba la violencia contra los animales: “Llegará el día en que los hombres miren al asesinato de los animales como ahora miran el asesinato de los hombres”, anotó en uno de sus escritos el hombre que murió a los 67 años, el 2 de mayo de 1519 en el castillo de Clos-Lucé, en la ciudad de Amboise, Francia.

El ornitoptero, la máquina voladora
El ornitoptero, la máquina voladora Leonardo

El niño de Vinci que quiso saberlo todo

Leonardo nació en Vinci, una aldea entre colinas de olivares y viñedos. Lejos de los privilegios de la clase noble, creció rodeado de naturaleza, la que más tarde estudiaría con devoción. No se instruyó en escuelas formales y esa libertad, justamente, fue la que le permitió desarrollar un pensamiento original y alejado de los dogmas.

De pequeño solía pasar el rato observando insectos, el movimiento del agua, las nubes y el vuelo de los pájaros. Todo lo que veía lo maravillaba. Según las notas que él mismo dejó, deseaba comprender cómo funcionaba la naturaleza y descubrir sus leyes, que consideraba ocultas. Esa fascinación la tradujo en una curiosidad innata que abarcó desde la observación de las estrellas hasta los músculos del cuerpo humano. Quería saberlo todo.

Fue el acercamiento al arte el primer paso de su largo camino: comenzó a tomar clases en el taller de Andrea del Verrocchio, en Florencia, pero muy pronto superó al de su maestro. Leonardo se convirtió en una mente tan inquieta que no distinguía fronteras entre las distintas disciplinas. Para él, el arte era ciencia, y la ciencia, una forma de arte: dibujar un cuerpo humano y diseñar una máquina eran ejercicios similares para él. Estudiaba el vuelo de los pájaros por interés naturalista y para aplicar esos principios a sus prototipos de máquinas voladoras, por ejemplo.

La Última Cena y el
La Última Cena y el detalle del rostro craquelado de "La Mona Lisa", excepcionales obras de Leonardo

Como artista, capturó el alma y el tiempo. Sus obras no eran simples retratos o representaciones, sino que buscaba mostrar la emoción, la expresión y la profundidad del alma humana. Lo dicen sus obras célebres como La Gioconda, La Última Cena —pintada en un convento de Milán—.

Pero fue su faceta de inventor la que lo muestra como un genio innovador que pensó siglos por delante. Leonardo fue un ingeniero adelantado a su tiempo. En sus cuadernos —escritos en un código especular, de derecha a izquierda— plasmó cientos de diseños e ideas que no podían ser construidos en su época, por eso hoy asombra tanto su visión futurista.

A la izquierda, el Hombre
A la izquierda, el Hombre de Vitruvio, dibujado alrededor de 1490. En el centro, la máquina para pulir espejos. A la derecha, el tornillo aéreo (arriba), 1486, considerado el antecesor del helicóptero y un experimento sobre la fuerza de sustentación de un ala (abajo)

Los inventos futuristas

Diseñó máquinas voladoras inspiradas en el vuelo de los murciélagos, un helicóptero primitivo, un paracaídas, un traje de buceo, un tanque de guerra, una bicicleta, sistemas de riego automáticos y hasta un robot humanoide, llamado “el caballero mecánico”, fue diseñado en 1495.

Las máquinas voladoras fueron el resultado de que Leonardo estudió minuciosamente el vuelo de aves y murciélagos, especialmente la estructura de sus alas. A partir de estas observaciones, diseñó varios artefactos voladores, como el ornitóptero, una máquina que imitaba el batir de alas, pensada para ser propulsada por fuerza humana. Aunque no llegó a construirla, sus principios anticiparon conceptos clave de la aerodinámica.

También diseñó una máquina de vuelo vertical conocida como “tornillo aéreo”, considerada un antecedente del helicóptero. Estaba compuesta por una espiral de lino rígido que, al girar rápidamente, generaría sustentación. Si bien no hubiera funcionado con los materiales de su época, el diseño anticipa la lógica del vuelo helicoidal.

El tanque blindado de Leonardo
El tanque blindado de Leonardo

En sus cuadernos sorprende el diseño de un paracaídas con forma piramidal, hecho de lino y sostenido por listones de madera. La inscripción que lo acompaña afirma que permitiría a una persona lanzarse desde cualquier altura sin peligro. En pruebas modernas, el modelo ha demostrado funcionar correctamente.

Además, durante su estancia en Venecia, Leonardo diseñó un traje de buceo hecho de cuero, con tubos conectados a una campana flotante que proporcionaba aire. También incluyó una vejiga para regular la flotabilidad. Pensado para operaciones militares submarinas, fue un intento temprano de desarrollar tecnología para la exploración bajo el agua.

No se quedó allí: ideó un vehículo blindado con forma de disco y ruedas móviles, armado con cañones en su perímetro. El diseño permitía avanzar en cualquier dirección y proteger a sus ocupantes. Aunque contenía errores técnicos que impedían su funcionamiento, se considera un precursor de los vehículos acorazados modernos.

Otro elemento destacado entre sus bocetos es un diseño rudimentario de una bicicleta con pedales, cadena y ruedas, aunque algunos estudiosos discuten su autenticidad y atribuyen el dibujo a uno de sus discípulos. De todas formas, la idea de un vehículo de tracción humana ya estaba planteada en su entorno.

La ballesta gigante serviría para
La ballesta gigante serviría para intimidar a sus enemigos

También desarrolló mecanismos para facilitar la distribución del agua en cultivos o edificaciones, incluyendo dispositivos de válvulas, canales con compuertas y bombas de tornillo. Estos sistemas combinaban principios hidráulicos y mecánicos para optimizar el uso del agua.

Finalmente, “el caballero mecánico” que podía realizar movimientos articulados como sentarse, mover brazos y girar la cabeza. Funcionaba mediante un sistema de poleas, engranajes y cables ocultos dentro de una armadura. En reconstrucciones contemporáneas basadas en sus planos, ingenieros en robótica comprobaron su operatividad básica, lo que convierte al autómata de Leonardo en uno de los primeros diseños funcionales de robot en la historia.

Codex del vuelo de las
Codex del vuelo de las aves, redactado con escritura especular, 1485-1490

Además, se ocupó de disecar cadáveres humanos para estudiar la anatomía con una precisión nunca vista. Hizo dibujos del feto en el útero, del corazón y su sistema de válvulas, del cerebro y los nervios. Descubrió —cuatro siglos antes de la medicina moderna— que el corazón es un músculo e interpretó cómo funcionaban sus válvulas. Estudió la óptica, la acústica, la botánica y la hidráulica. Sus estudios sobre la erosión de las montañas lo llevaron a intuir la antigüedad de la Tierra, siglos antes de Darwin.

Hoy, sus cuadernos —también conocidos como códices— están dispersos en diferentes instituciones y colecciones privadas de Europa y América. Aunque originalmente eran más de 13.000 páginas, actualmente quedan unos 7 mil, muchas reunidas en volúmenes o fragmentos. Médicos, físicos y naturalistas los estudian no solo por sus descubrimientos, sino por su forma de pensar: Leonardo unía datos, arte, emoción y lógica.

Un humanista con sensibilidad animal

Leonardo no era solo un genio. Era también un hombre profundamente sensible y fue uno de los primeros en defender el respeto por los animales. Es conocido que compraba pájaros enjaulados en el mercado para liberarlos. Se conmovía con el sufrimiento animal y sostenía que la vida de los animales merecía consideración moral.

Posible autorretrato realizado entre 1512
Posible autorretrato realizado entre 1512 y 1515. Dibujo sobre el estudio de un caballo de Leonardo

Llevaba una alimentación mayormente vegetariana —inusual en su tiempo— y escribió: “Llegará el día en que los hombres verán el asesinato de un animal como ahora ven el de un hombre”. Esta frase revela una filosofía ética y espiritual que sostenía y que fue muy adelantada a su época y respetada siglos posteriores.

También creía en la unidad del universo. Para él, no se diferenciaba entre el cuerpo y el alma, entre el arte y la ciencia, entre el hombre y la naturaleza. Decía que todo estaba interconectado. Su filosofía de vida estaba basada en la curiosidad, sobre todas las cosas y escribía constantemente frases que revelan su modo de ver el mundo: “La simplicidad es la máxima sofisticación”, “El conocimiento nunca es suficiente”, “Aquel que no valora la vida, no la merece”, pensaba.

Nunca se casó, no tuvo hijos y vivió rodeado de discípulos y aprendices. Sus relaciones más importantes fueron intelectuales y su pasión por el saber lo acompañó hasta el último día de su vida. Murió en 1519, en el castillo de Clos Lucé, en Francia, bajo la protección del rey Francisco I.

El puente plegable de Leonardo
El puente plegable de Leonardo

El legado eterno

A 506 años de su muerte, puede afirmarse que Leonardo da Vinci es más que una figura histórica: es un símbolo del potencial humano y de lo que puede lograrse a través de la observación de lo que nos rodea. En los museos del mundo se difunden sus obras: en Italia hay cuatro dedicados íntegramente a sus obras, y uno en Francia.

En la actualidad, se usó la Inteligencia Artificial para analizar sus cuadernos y cientos de escuelas, universidades, empresas tecnológicas y misiones espaciales llevan su nombre.

Traer a Leonardo a este presente tecnológico no parece ilógico. Seguramente se hubiera hecho un festín de inventos con tantísimos avances en sus terrenos. ¿Cuál sería un invento de Leonardo hoy? Quizás un dron inspirado en el vuelo de un colibrí; o una ciudad inteligente diseñada para ser autosuficiente.