Quiso jugar al fútbol con varones en los 90 y desató un debate nacional: la deportista que enfrentó el rechazo de la AFA

En 1995, con apenas 14 años, María Clara Mantilaro fue fichada para jugar en un equipo masculino del Club Pacífico de Neuquén. Su caso provocó un revuelo mediático en todo el país y derivó en una negativa oficial de la Asociación del Fútbol Argentino. Treinta años después, recuerda el hostigamiento que sufrió y cuenta cómo siguió su vida

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El caso de María Clara Mantilaro llegó a medios locales y nacionales. "Usted, ¿qué opina? ¿Una mujer puede jugar al futbol en un equipo de varones?", preguntaba un presentador de tevé

El año 1995 estuvo marcado por una seguidilla de acontecimientos en la Argentina. En febrero, los Rolling Stones desembarcaron por primera vez en el país y ofrecieron cinco recitales en el estadio de River ante casi 300.000 personas. Un mes después, el 15 de marzo, Carlitos Menem Jr., el hijo del presidente, murió en un accidente de helicóptero a los 26 años. En medio de la conmoción, dos meses más tarde, Carlos Menem fue reelecto en primera vuelta con el 49,94 % de los votos. En el mundo del espectáculo, Natalia Oreiro protagonizaba su primera telenovela, Dulce Ana, por la pantalla de Canal 9. El resto del año estuvo atravesado por las muertes de figuras emblemáticas como Juan Manuel Fangio, Osvaldo Pugliese, Arturo Frondizi y Carlos Monzón.

Mientras tanto, en una provincia del sur argentino, una adolescente llamada María Clara Mantilaro se convertía, de manera inesperada, en el centro de una discusión nacional. Tenía 14 años, jugaba de número 9 en una categoría masculina del Club Pacífico de Neuquén, y su fichaje generó una controversia que excedió los límites de la cancha. Sin buscarlo, su nombre empezó a circular en los medios locales y nacionales, y se volvió el eje de un dilema: ¿Podía una mujer jugar al fútbol con hombres en un torneo oficial?

“Usted, ¿Qué opina?”, preguntaba un presentador de televisión a la audiencia, antes de mostrar un informe sobre el caso. “Hay una chica en el área”, titulaba Clarín en su tapa del 30 de mayo junto a una foto de Clara luciendo una camiseta deportiva. Los medios por entonces recorrían las calles en busca de la opinión de la gente. “Está bien que quiera jugar al fútbol. Si le gusta jugar, que lo haga”, decía un comerciante neuquino. “Físicamente, tiene lugares delicados donde la podés golpear —los pechos, por ejemplo—. Pero supongo que habrá algún protector especial para resguardarlas”, señalaba otro. “Si los muchachos usan aro y colita, ¿por qué una mujer no va a poder jugar al fútbol?”, resumía un tercero.

“Fue una locura”, asegura Mantilaro, tres décadas más tarde, desde el living de su casa, ahora en Viedma. “De golpe tenía a todos los canales de televisión en la puerta de mi casa y no paraba de sonar el teléfono. Me tuve que instalar en lo de una amiga por una semana”, recuerda en charla con Infobae.

¿Quién era esa chica que desató una polémica nacional? ¿Cómo empezó su vínculo con el fútbol? ¿Por qué su caso generó tanto “revuelo” mediático? Qué pasó después, cuando se apagaron las cámaras? ¿Siguió jugando a la pelota? Esta entrevista intenta responder esas y otras preguntas.

"Hay una chica en el
"Hay una chica en el área", titulaba Clarín en su portada del 30 de mayo de 1995 para contar la historia de Clara

Una pasión temprana

María Clara Mantilaro (45) nació en una familia numerosa. Fue la menor de siete hermanos —cinco varones y dos mujeres—, hija de un pediatra muy reconocido en Neuquén, al que todos conocían como “Coco”. A su madre, ya fallecida, la llamaban “Brasa”. “Mis viejos eran cero deportistas, pero como vieron que me gustaba jugar al fútbol, me regalaron una pelota”, recuerda.

Sus primeros pasos los dio en el colegio Don Bosco, donde se hacía un lugar entre sus compañeros, aunque reconoce que no siempre era bienvenida. “Los recreos eran cortos, las canchas pocas y ellos no siempre querían jugar con mujeres”, explica. Ella no se daba por vencida. “En mi barrio había una cancha de fútbol y ahí jugaba con mis vecinos”, agrega Clara que, por aquellos años, también practicaba hockey en el Neuquén Rugby Club.

Cuando empezó la secundaria, a los 12, se sinceró con sus padres: “Les pedí que me anotaran en una escuelita. A mí me gustaba más jugar con chicos que con chicas, porque tenían una técnica diferente”, dice. Finalmente, los Mantilaro encontraron una escuela masculina donde su hija pudo sumarse sin problemas. Al tiempo, esa categoría se disolvió y, por una cuestión económica, Coco y Brasa le pidieron a Clara que eligiera entre el hockey y el fútbol. “Elegí el fútbol”, cuenta.

La búsqueda de un club no fue fácil. “Todos nos cerraban las puertas porque jugaban en la Liga Provincial y no querían una mujer”, relata. Hasta que llegaron al Club Pacífico, el club más antiguo de la ciudad de Neuquén. Allí, la respuesta fue distinta. “Me aceptaron y enseguida empecé a entrenar en la sexta división. Aunque era la única mujer del club, jamás me dejaron de lado”, recuerda.

Los Mantilaro hoy: Papá "Coco",
Los Mantilaro hoy: Papá "Coco", Ignacio, Nicolás, Belén, Francisco, Esteban, Clara y Máximo.

Un época diferente

Hasta ese momento, Clara tomaba con naturalidad el hecho de querer jugar a la pelota con varones. “No lo vivía como algo raro. Tampoco pensaba: ‘Estoy molestando’ o ‘No debería estar acá’”, dice. A sus 14, cuando el Club Pacífico decidió ficharla para que pudiera disputar partidos en la Liga Provincial, la adolescente se ilusionó.

Pero la solicitud escaló, y entonces comenzaron las trabas.

Néstor Roque Mathus, periodista que durante décadas cubrió la actividad deportiva en la provincia de Neuquén para el diario Río Negro, siguió de cerca lo que sucedió en 1995 en las reuniones de la Liga de Fútbol del Neuquén (LIFUNE), donde el caso de Clara fue tratado. Según recuerda, las autoridades de la LIFUNE —entonces presidida por el abogado Julio Argentino Frete— abordaron el tema desde distintos ángulos. “No hubo una negativa tajante: se armó un debate”, le cuenta a Infobae 30 años después. “El argumento principal fue que no había posibilidades de incorporarla reglamentariamente. Uno de los planteos, por ejemplo, se basó en que no existía la infraestructura adecuada: no había vestuarios para mujeres, y ella era la única chica”, señala.

La decisión final llegó semanas después desde las más altas esferas. “El que dijo que no fue (Julio) Grondona”, afirma Clara. De acuerdo con publicaciones de entonces, el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) fundamentó su decisión señalando que la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) no ponía reparos en la conformación de equipos mixtos con jugadores de hasta 12 años, pero no admitía conjuntos mixtos con futbolistas mayores de esa edad. “Si me dejaban jugar a mí, sentaban un precedente difícil de revertir”, agrega.

La periodista deportiva Carolina Magnalardo, autora del libro Pioneras con pelotas. La historia del fútbol femenino de Neuquén y Río Negro, aporta una mirada más amplia sobre el contexto de aquella época. “Una cosa era lo que pasaba el interior del país y otra en Buenos Aires. Ahí, desde 1991, se disputaba el Campeonato de Fútbol Femenino de Primera División con aval de la AFA. Pero en el resto de las provincias era otra la realidad. No había una estructura federal. En Neuquén y Río Negro había mujeres que jugaban desde la década del 70, pero siempre entre varones", explica. “A todas las que jugamos a la pelota en ese momento nos pasó lo mismo: eras la única de la escuela o del barrio. Estábamos solas porque no nos conocíamos”, agrega.

“Lo de Clara fue una lucha tremenda en soledad, con el acompañamiento de sus padres. Ella era buena. Yo la vi jugar en un campamento para el Día del Estudiante: le pegaba un paseo a todos los pibes”, suma Magnalardo.

“El que dijo que no
“El que dijo que no fue (Julio) Grondona”, afirma Clara

Acoso mediático

Cuando la noticia del fichaje de Clara llegó a los medios, la exposición fue inmediata y abrumadora. “Me acuerdo patente: estaba preparando un guiso de lentejas con mi hermano y vinieron de un canal de televisión a hacerme un reportaje”, recuerda. “Me hicieron poner una camiseta y después me sacaron fotos. Al día siguiente, explotó todo”, dice.

En cuestión de días, su historia ocupaba portadas de diarios locales y nacionales y su rostro aparecía en los programas de televisión. “Los periodistas iban a buscarme hasta la puerta de la escuela. En mi casa no paraba de sonar el teléfono. Al final, mis papás tuvieron que improvisar una conferencia de prensa”, cuenta Clara.

El interés periodístico no giraba únicamente en torno a ella, sino también en lo que su caso podía habilitar. Si la AFA le daba el visto bueno, abría la puerta para que otras chicas de su edad también reclamaran jugar en equipos masculinos. “Empezaron a especular y se armó una bola: se preguntaban qué pasaba si me pegaban en una parte íntima, cómo iba a hacer si tenía que intercambiar camisetas al final de un partido o si iba a compartir el vestuario con mis compañeros”, recuerda. “Todas cosas que podían resolverse”, agrega.

En retrospectiva, Clara no duda en calificar lo que vivió como un caso de hostigamiento. “Buscaban show”, dice. La presión mediática fue tal que incluso rechazó una invitación al programa de Susana Giménez. “Llamaron de la producción y mi mamá les dijo que no. Le respondieron: ‘Pero nadie le dice que no a Susana Giménez’”, cuenta, sobre lo que hoy se transformó en una anécdota de sobremesa familiar.

De aquella exposición mediática quedaron recuerdos, titulares y reportajes, pero ninguna imagen propia: Clara no conserva fotos de su paso por el fútbol. Por eso no hay imágenes suyas jugando a la pelota en esta nota.

Clara es mamá de Agustín
Clara es mamá de Agustín (16) y Morena (17). Él juega al fútbol, ella al vóley

La retirada

La negativa de la AFA marcó un límite para Clara. Todavía era 1995 cuando decidió dejar el Club Pacífico y buscar opciones en el fútbol femenino. “Me fui a un equipo de mujeres, pero no existían las categorías. Yo tenía 14 años y jugaba con mujeres de 30 o 40 que, en el entretiempo, se sentaban a fumar un pucho o a tomar una cerveza. Las que tenían mi edad, me discriminaban porque era la rubia y la hija del médico”, recuerda.

Después de pasar por tres clubes, desistió: “No jugué más”, dice.

La frustración no vino por no haber llegado a algo grande: Clara nunca se lo propuso. Lo que le dolió fue no haber tenido la posibilidad de intentarlo. “Quizás si hubiera seguido... No sé. Lo único que puedo decir es que tenía otra mirada del juego. Me gustaba parar la pelota, mirar, pasarla. No era patear porque sí, como se jugaba entre las mujeres en esa época. Por eso prefería jugar con los varones, sentía que aprendía de ellos”, dice.

Cuando cumplió 20, dejó Neuquén y se mudó a Viedma, Río Negro, para estudiar el profesorado de Educación Física. Aunque no llegó a recibirse ni ejerció como docente, el deporte nunca dejó de formar parte de su vida. Primero, porque formó pareja con Javier Correa, exintegrante de la Selección nacional de Canotaje, padre de sus dos hijos: Morena (17) y Agustín (16). Después, porque durante quince años jugó al hockey, disciplina en la que encontró continuidad y pertenencia. “Ahí sí te puedo decir que era buena. Siempre jugué de titular y fui capitana del equipo”, dice con una sonrisa.

Durante 15 años, Clara se
Durante 15 años, Clara se dedicó a jugar al hockey en Viedma. "Siempre jugué de titular y fui capitana del equipo”, dice

Con el fútbol, en cambio, la relación quedó suspendida. Probó en el Futsal, jugó algunos partidos informales y, actualmente, colabora en el club de su actual pareja, Ulises Basualdo, presidente del Centro de Entrenamiento Formando Futuro (CEFF). Su hijo varón compite allí en la liga local y ella lo acompaña. Pero el deseo de jugar, aquel que se encendió cuando era una niña, nunca volvió del todo. “Abandoné el querer seguir aprendiendo o jugando al fútbol”, reconoce.

La huella de lo que vivió no es amarga, pero tampoco indiferente: “Lo recuerdo como algo que me pasó, muy irrisorio, casi tragicómico. El fútbol era un deporte que a mí me gustaba y que quería aprender. Si hubiera sido fanática capaz que lo hubiera vivido de otra manera. Quedó ahí, digamos, medio truncado”.

Hace algunos años, Clara recibió un mensaje inesperado: “El que fue mi entrenador en el Club Pacífico, Henry Prado, me escribió para contarme que iban a hacer unos vestuarios de mujeres en el club y que querían ponerles mi nombre. Yo le dije que sí, que no tenía problema. Pero después no supe nada más”.

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