
Una mujer despliega una lona y tres reposeras. En la heladerita se enfrían dos botellas de champagne y hay un paquete de papas fritas y otro de tostaditas con sabor a queso esperando que alguno de los cuatro comensales rompa el hielo. Dos adolescentes se besan sentadas en el cordón de la vereda: una llegó al encuentro con el bolso matero; la otra, con un budín casero. Un nieto pide permiso entre la gente para que la silla de ruedas de su abuela quede instalada con la mejor visibilidad posible.
Cuatro o cinco nenes juegan a la pelota en el pedacito de calle que queda disponible, al menos hasta que les digan que por favor ahí no, que puede dañarse algún equipo. Un amigo llega último a la reunión con los demás y saca un tesoro de la riñonera: una bandejita de queso roquefort que acaba de comprar en el supermercado que está a una cuadra de esta picada callejera. Todos esperan lo mismo: que se abran las puertas del balcón.
El balcón no es cualquier balcón. Es uno largo y cada vez más conocido entre los vecinos de Temperley. Parece un simple espacio en el que recuperar algo de vitamina D y compartir una charla, unos mates o una cerveza.

Pero, además de todo eso, cada dos meses se convierte en el escenario de “Música en el Balcón”, un proyecto en el que un grupo de siete u ocho músicos deleitan al barrio con algo más de una hora de jazz en vivo. Y, sobre todo, una propuesta que logra que la cuadra entera se vuelva un gran auditorio a cielo abierto, en el que se recupera el uso del espacio público para lo comunitario. Gratis.
Volver a disfrutar en la calle
“Hace varias semanas estaba paseando con Juan, mi perro. Y resulta que empiezo a ver que mucha gente caminaba como para el mismo lado, algunos con el mate, algunos con la reposera. Soy vecina del barrio de toda la vida y caminaban en dirección de ningún lado especialmente destacado, pero seguí a alguno y empecé a escuchar que se sentía primero como un barullo y después resulta que ese barullo era una música hermosa”, cuenta Mercedes.
Como si la música fuera la pista a seguir, finalmente encontró a cientas de personas escuchando atentas lo que pasaba en la anteúltima edición de “Música en el balcón”. “Pero llegué y enseguida terminó, así que busqué toda la información por Instagram y me anoté la fecha para no perderme una nueva presentación. Y ahí armé el operativo”, le dice a Infobae, y señala. Tiene lona, tres reposeras, la heladerita en la que el champagne se mantiene a la temperatura ideal y cuatro copas servidas y listas para brindar.
“Mi mamá tiene problemas grandes de salud desde hace muchos años, está postrada. Y mi papá no se mueve de al lado suyo. Pero hoy me organicé con mi hermana, así ella cuida a nuestra mamá y yo podía traerme a mi papá a que disfrute de esto”, cuenta Mercedes. Bocha, su papá, tiene 84 años y sigue los estándares de jazz que bajan desde el balcón con entusiasmo. “Me hace acordar a los tugurios a los que íbamos cuando éramos jóvenes, sonaba esta música”, describe.

Charo, la hermana de Bocha, fue cómplice de su sobrina Mercedes para concretar el plan, que no le revelaron a él hasta último momento. Ella tiene 87 y la música que escucha la hace llorar: “Mi hijo vive en Europa desde hace más de veinte años. Es saxofonista, y esto le encantaría. Me hace pensar mucho en él y eso me emociona, podría ser cualquiera de estos músicos”, cuenta, y agrega: “Seguramente sea la primera de muchas veces viendo esto. Es hermoso compartir con tanta gente y disfrutar de algo que ocurre en la calle, donde últimamente la gente grande como yo no quiere estar porque nos puede dar miedo por todo lo que pasa”.
“Sentimos que los espacios culturales se cerraban”
La idea de que el balcón se convierta periódicamente en el centro de una reunión colectiva fue de Carla Castro y Fran Orozco, los habitantes de esa casa desde hace tres años. “Siempre tomamos mate en el balcón y en algún momento empezamos a empezar ese espacio y esa esquina como un lugar desde el que se podía hacer algo artístico. Arrancamos en enero de 2024, post asunción del actual gobierno, con una necesidad muy fuerte de compartir la música y lo artístico que hacemos y de abrir las puertas de nuestra casa para que tenga espacio algo cultural en un momento en el que sentimos que esos espacios se cerraban”, describe Carla, que es productora general de cada presentación y se ocupa también de la pata audiovisual del proyecto.
Desde esa primera presentación hasta la última, que fue este sábado y a la que asistieron más de mil vecinos según estimaron desde la organización, nunca se conformó una banda fija para tocar en vivo. “Se organiza casi como un partido de fútbol entre amigos: se pone la fecha y el que puede estar, avisa que estará. Y si hace falta, rotamos de músicos en una misma fecha”, suma la productora. A veces hay dos bateristas, o dos bajistas, o más de un saxo, varias voces, trompetas más estables y otras invitadas. El equipo más o menos frecuente es de once músicos: “Somos todos amigos y nos conocemos desde hace años por tocar jazz acá en Lomas de Zamora”, explican los organizadores.
No hay un repertorio fijo: “Tocamos estándares clásicos, que justamente al ser estándares nos permiten tocar combinándonos nosotros de distintas formas porque todos sabemos esas composiciones básicas y el jazz permite que haya variaciones. A la vez, tocamos canciones de artistas muy populares que puedan resultarles familiares al público”, cuenta Fran. Este sábado suenan melodías de Charlie Parker, Dizzie Gillespie y Stevie Wonder, entre varios.
Multiplicar el público por cien
La primera vez que tocaron, en enero de 2024, hubo diez o quince personas en el público. Eso se multiplicó al menos por cien hasta la edición de este sábado. El boca en boca en el barrio y las redes sociales fueron el combustible de ese crecimiento exponencial. “A mí cuando hay espectáculo en el balcón me conviene venir acá y no a la plaza”, sostiene Enzo, que se llama así por Trossero, ídolo de Independiente.

Es el pochoclero del barrio, y los días que hay “Música en el balcón” vende un 30% más que una jornada promedio en su ubicación cotidiana. La panadería de la calle Juncal también celebra cada convocatoria: allí también suben los pedidos. “Acá es como cualquier día en cuanto a ventas. Mucha gente se viene ya con algo preparado en su casa, con el mate, con algo que compra en el supermercado. Pero es tan lindo ver que la gente la pase bien en la calle, como cuando éramos chicos”, dice la kiosquera de la cuadra.
Los vecinos que viven sobre Juncal o sobre Lucio V. López, que es la otra calle en la que el público instala su silla plegable, su lona o su reposera cada vez que hay “Música en el balcón”, se enteran por los organizadores de cada nueva fecha. En la recorrida de Infobae, varios contaron que la propuesta genera “una alegría que la cuadra nunca había conocido” aunque también advirtieron sobre la importancia de que, a medida que crece el público, se contemple la posibilidad de instalar algún baño químico y se evite el vuelo de drones que puedan invadir la privacidad de las viviendas.
“Yo vivo a la vuelta y ya vine varias veces con mi marido. Traigo a mi mamá y mi hijo viene con los amigos, son adolescentes. Es una idea maravillosa, mi vieja está maravillada porque dice que así era su juventud, con los vecinos compartiendo. Incluso cuando yo era chica andábamos más en la calle, pero ahora no tanto, y esto es como una recuperación de compartir juntos un momento lindo, dulce, dejar todo limpio cuando nos vamos y volver la próxima y por ahí traer a más gente para que conozca esto tan lindo”, dice Mariana, de 46 años. Ella, su marido y su mamá disfrutan desde tres banquitos desplegados en el asfalto de Juncal: la calle está cortada, de eso se ocupa el Municipio de Lomas de Zamora cada vez que hay fecha en el balcón.
Desde allí bajan solos de batería, de guitarra, de trompeta y de saxo. Las luces de ese balcón en el que casi siempre se toman mates y cada tanto se toca música en vivo se van prendiendo a medida que baja el sol. Los músicos se miran para entenderse en medio de esos estándares a los que cada intérprete les suma su estilo propio.

“Creo que esto generó una sensación comunitaria muy distinta a la habitual, que es la que aparece cuando surge una necesidad. En esa situación la comunidad siempre reacciona de manera colectiva, pero aquí aparece la instancia de compartir un espacio de disfrute, un rato cada uno o dos meses, y eso está creciendo y fue parte del objetivo que nos gusta pensar que tenemos”, dice Carla.
Además del pochoclero y de la mesa de algún feriante, en las fechas de “Música en el balcón” se reúnen alimentos no perecederos que la organización Aconcagua, de Lomas de Zamora, usa para alimentar cada sábado a unas 150 personas de distintas zonas vulnerables de ese distrito bonaerense. “Con todo lo que juntamos hoy tenemos para 300 porciones, la gente se copa trayéndonos algo siempre así que está bueno estar acá”, le cuenta Carolina, una de las coordinadoras de esa organización, a Infobae. Tiene la mesa de donaciones instalada justo debajo del balcón.
En un rato por acá pasarán la gorra destinada a sostener el proyecto que crece con cada convocatoria. Ahora todo es un silencio hecho de más de mil personas que escuchan atentas las melodías que bajan desde ese escenario que les creció en medio del barrio. Sólo lo interrumpen para aplaudir al final de cada solo de alguno de los músicos o cuando termina una canción.
Después, el aplauso final, plegar la reposera, levantar la basura para cada uno tirarla en su tacho y hasta la próxima. Bocha aplaude fuerte, sonríe, está contento. Levanta la copa de champagne como si pudiera brindar con todos los músicos al mismo tiempo. Mercedes, su hija, está emocionada. “Cuesta muchísimo sacarlo de la casa, no se quiere mover de al lado de mi mamá. Pero hoy disfrutó, la pasó lindo, así que misión cumplida”, dice, y llora un ratito.
Desde el balcón agradecen a todos los vecinos que se acercaron y a los que comparten cuadra y se bancan la muchedumbre. Y se despiden hasta que el balcón se vuelva a convertir en el escenario que sorprende a Temperley cada vez que la música pone al barrio a no pensar en nada más que en pasarla bien.
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