Hasta hace unos días, Adrián Coccia (37) era un veterinario conocido entre los vecinos del barrio Macrocentro de Bahía Blanca por su trabajo en “Unisan”, la Unidad de Sanidad Animal ubicada en la calle Belgrano 536. Hoy, lo reconoce todo el país. Su imagen, con una jaula en una mano y un palo en la otra, caminando con el agua hasta la cintura para rescatar a un perro y un gato que habían quedado atrapados en su veterinaria, se volvió viral.
“Perdimos todo. Por suerte en mi casa no pasó nada, pero la veterinaria está destrozada. Me parte el corazón porque es el trabajo de muchos años”, le contó a un cronista de TN, con la voz entrecortada, en la tarde del viernes 7 de marzo.
Horas antes, la ciudad donde Adrián nació y crió a sus dos hijas de 2 y 4 años sufrió el peor temporal de su historia: en pocas horas cayeron 350 milímetros de agua, provocando inundaciones masivas que dejaron un saldo de 16 fallecidos, 963 evacuados y 100 personas desaparecidas, según el último parte. En medio de ese desastre, la veterinaria que montó hace más de una década junto a unos compañeros de la universidad quedó completamente destruida. “Comparado con lo que vi, la pérdida de mi local no es nada”, dice Adrián a Infobae y se dispone a repasar lo vivido.

Adrián se enteró de la tormenta cuando se levantó a las 7.30 de la mañana. En su teléfono tenía mensajes de Victoria, una de las veterinarias que estaba de guardia en “Unisan”, avisando que había entrado agua al local. “Tranquila, siempre pasa cuando llueve mucho”, le respondió. Minutos después, la situación se agravó: el agua ya no estaba solo en el patio, sino que había llegado hasta los consultorios y la sala de espera.
Mientras Adrián se preparaba para salir de su casa, otro mensaje lo alarmó. Diego, un compañero que vive cerca de la veterinaria y que logró llegar antes que él, le advirtió acerca del panorama en la calle. “No vengas porque no vas a poder llegar: esto está cada vez peor“, le dijo.
En la veterinaria, —donde hay servicio de internación nocturna para los animales— el panorama tampoco era alentador: antes de las 9, el agua ya había alcanzado los 20 centímetros en las paredes. Adentro había un gato y tres perros. Aunque estaban a resguardo, Adrián nunca se enteró porque, como consecuencia de la tormenta, la comunicación se interrumpió en toda la ciudad y su compañero, no llegó a avisarle.
“A partir de ese momento, todo fue incertidumbre. No sabía si Victoria y Diego habían logrado irse, si seguían ahí, si habían podido salvar algo o si la veterinaria estaba completamente inundada. Fueron horas de muchas dudas”, recuerda.

Cuando el reloj marcó las 13, Adrián intentó acercarse de nuevo a la veterinaria. “El agua seguía corriendo prácticamente como un río por arriba de la calle. Había unos voluntarios con lanchas tratando de rescatar gente. Era todo un caos”, describe. A las 16, cuando el caudal bajó un poco, decidió intentarlo de nuevo.
“Lo vi medio complicado, pero di como un rodeo y terminé llegando por el lado opuesto. Caminé como una hora con el agua hasta la cintura. Fui con un palo para tantear el piso porque no se veía nada”, recuerda. En el trayecto vio desde rescates con palas mecánicas hasta familias que estaban abandonando sus casas con mochilas y carritos de bebés. “Fue muy fuerte ver todo eso”, dice.
Cuando por fin llegó, se encontró con un escenario devastador. “Estaba todo tirado en el piso, los muebles abiertos, las heladeras volcadas. Los caniles se habían movido por la cantidad de agua. Sentí una angustia total, porque era mi trabajo de toda la vida y estaba todo destruido”, cuenta.
Tras revisar el local, Adrián encontró cuatro animales que seguían internados. Revisó las fichas médicas, evaluó riesgos y decidió llevarse solo a dos de ellos: un gato y un perro. Los metió en una jaula transportadora y se fue. En el trayecto de vuelta se cruzó con el móvil de TN y rompió en llanto. “Nunca imaginé que iba a tener ese nivel de exposición, porque realmente lo que hice fue algo muy personal y que tenía más que ver con conmigo”, dice.
Y sigue: “En ese momento me preocupaban dos cosas: mis compañeros y los animales internados. Necesitaba asegurarme de que Victoria y Diego no estuvieran atrapados y, si podía, hacer algo por los ‘bichitos’. No sabía cuántos eran, ni en qué estado estaban, pero en la veterinaria siempre hay pacientes. Mi prioridad era poder ayudarlos o, al menos, llevarme a alguno a mi casa. Lo que no sabía era que Diego había estado ahí hasta las 17, encerrado. Yo llegué apenas una hora después de que se fue. Por suerte, los animales no estuvieron solos en todo el día”.
¿Qué pasó con los que se llevó? “El cachorro lamentablemente terminó falleciendo en casa. Hubo que ir a darle la noticia a los dueños. Eso fue triste, pero nos agradecieron mucho. El gato está bien. Los otros dos perros, que habían quedado adentro, se fueron al día siguiente y están en perfecto estado”, cuenta.
La veterinaria, en tanto, quedó arrasada. “Los muebles se abrieron y los insumos quedaron flotando. Perdimos muchas medicaciones y todo el mobiliario, salvo las camillas, tuvimos que tirarlo. Ahora el local está casi vacío, parece una casa en alquiler. Hasta los pisos, que eran flotantes, hubo que levantarlos y descartarlos”, dice.

Aunque la historia de Adrián conmovió a todo el país y muchas personas le ofrecieron ayuda económica para reconstruir la veterinaria, él insiste en que hay otros bahienses que lo necesitan más.
“Nosotros podemos reponernos. Tenemos unos consultorios anexos en otra parte de la ciudad y vamos a seguir trabajando. Hay familias que están mucho peor, que perdieron absolutamente todo. No me parece justo recibir donaciones cuando hay personas que se quedaron sin casa”, sostiene. “Con el temporal de 2023, los damnificados estaban como mucho más repartidos. Acá, caminás por el Macrocentro y no se salvó nadie”, agrega.
A pesar del desastre, Adrián rescata cierta belleza de todo el caos. “Hay mucha fortaleza en la ciudad. Todos quieren ayudar. Y capaz que están peor que vos. ¡Es una cosa de locos! Nosotros, al día siguiente, estábamos sacando el barro del local con un montón de compañeros y excompañeros que vinieron a ayudarnos. Honestamente, solo queda agradecer. También a la familia: a mi mujer, Miguelina, y a mis hijas, Alba y Margarita, que me acompañaron de manera incondicional", se despide.
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