
A Natalia Gaitán le decían “Pepa”. En el barrio Parque Liceo Segunda Sección de Córdoba la conocían por su bondad, por ser muy futbolera y, sobre todo, por “pirata” —fanática del Club Atlético Belgrano—, motivo que la hacía no perder la oportunidad para cargar a los rivales de su equipo. Para ella, la cancha era un lugar seguro, el espacio donde podía olvidarse de todo lo que le dolía del mundo.
Pero si hubo algo que a Pepa le llenaba el corazón, eso era ayudar a sus vecinos y vecinas del humilde barrio que compartían: colaboraba activamente en el comedor comunitario de la ONG que había fundado su madre, Graciela Vázquez de Gaitán, quien dedicó su vida a ayudar a las personas con necesidades de la periferia norte de la ciudad de Córdoba.
En esa tarea, lo que más disfrutaba la joven era tener un espacio para divertir a las personas, sobre todo a los niños y niñas que iban al comedor. Pepa encontraba siempre alguna ocasión para transformarse en payasa y montar sus números. Le gustaba que los más chiquitos, a los que también les daba clases de Educación Física, le dijeran “Seño Nati”.
Toda esa energía fue apagada cuando tenía 27 años: el padrastro de su novia, que se oponía a la relación, la mató en 2010 de un disparo a quemarropa. El crimen de Pepa y la deuda de la justicia al no considerar la violencia por cuestión de genero llevó a la instauración del Día de la Visibilidad Lésbica en Argentina, conmemorado cada 7 de marzo, para recordar su historia y visibilizar la violencia que siguen sufriendo las mujeres lesbianas.

La vida de Pepa
“Desde los 12 años, Pepa tenía en claro quién era. En casa siempre la aceptamos tal como era. Entraba y salía siendo ella misma, sin esconderse. Siempre fue muy protectora con su familia, amaba profundamente a sus padres y era muy familiera. También adoraba a sus sobrinos y a todos los que iba conociendo en la calle, porque para ella la familia no era sólo de sangre”. Así la recuerda hoy su hermana, Yamila Gaitán, al cumplirse 15 años de su lesbicidio.
Pepa —como pedía que la llamaran en casi todos lados— “era fanática de Belgrano, una hincha pirata de corazón”, le cuenta Yamila a Infobae. Sigue: “A donde iba, intentaba de convencer a todos de ser de Belgrano. Tenía un corazón enorme, siempre dispuesta a ayudar a los demás, sin importarle si eso significaba quedarse sin nada. En la asociación, además de ser la profe de Educación Física y ayudar en el comedor, se preocupaba por cada persona que llegaba hasta allí”.
“La Pepa” —como aún la llaman en casa— nació el 11 de diciembre de 1982. Fue una joven criada en un entorno humilde, con una personalidad fuerte y una identidad que defendía con orgullo. Además del fútbol, le gustaba la música, trabajaba en una cooperativa y tenía una familia elegida que la apoyaba, sus amistades.

El faro de luz en su mundo era la Asociación Lucía Pía, una organización que había fundado y liderado su madre, para asistir a los sectores vulnerables de la zona. Su tarea también consistía en distribuir alimentos a los vecinos que llegaban hasta allí por un poco de comida. Y era tal el compromiso social de Pepa, que siempre encontró la manera de brindar empleo en el comedor a personas que necesitaban un trabajo y hasta le ofreció ayuda a la familia de Daniel Torres, quien tiempo después se convirtió en su asesino.
De niña, había contado su madre en una de las audiencias ante el Tribunal, Pepa elegía los pantalones de gaucho antes que las polleras y a los 12 años tomó una tijera y se cortó el pelo hasta dejarlo bien corto... Sucedió que en la vida de la joven que buscaba sacar sonrisas, no siempre hubo momentos de verdad felices: a causa de la discriminación que padecía, sufrió depresión y estuvo un tiempo con tratamiento psiquiátrico “porque a ella le gustaban las nenas y no los nenes”, contó su mamá durante el juicio por su crimen. “Sufría porque tenía que enfrentar a la sociedad para que la entendieran y la aceptaran”, agregó.
Cuando entró en la adolescencia, Pepa se dedicó al deporte: primero al boxeo y por último, al Vale Todo. Su madre también contó que debido a su “apariencia masculina”, a su hija le costaba conseguir trabajo y que cuando cruzaba caminando el peaje siempre le pedían el documento de identidad. Pepa solo sacudía la cabeza, tratando de entender.

Un día, que se presentaba como uno más en la asociación, conoció a Dayana Sánchez, una joven de 17 años, con la que inició una relación sentimental y se pusieron de novias. Ese fue el motivo de conflicto con Daniel Torres, pareja de Silvia Suárez y padrastro de la chica, quien rechazaba con violencia la orientación sexual de Pepa y su vínculo con su hijastra. Desde hacía tiempo la hostigaba, culpándola de “desviar” a la adolescente, y llegó a amenazarla de muerte a viva voz.
Meses después del crimen de Pepa, se inició el debate por la ley de Matrimonio Igualitario, aprobada el 15 de julio de 2010. Entonces, los médicos y psicólogos patologizaban la homosexualidad. Pese a eso, Argentina se convirtió ese año, en el primer país de América Latina en reconocer el derecho a matrimonio entre personas del mismo sexo a nivel nacional. Pepa militaba por el reconocimiento de sus derechos.
Por eso, dejó marcas profundas en quienes la conocieron: “La recuerdo como mi hermana, la Pepa Gaitán, la de un corazón gigante. Súper sociable, porque donde pasaba, la conocían y la querían. También la recuerdo como la Pepa que llegó al mundo con una misión: dejar un mensaje fuerte para la sociedad. No merecía irse de este mundo como sucedió. Su asesino, Daniel Torres, la mató de manera despiadada”, lamenta Yamila y no deja de extrañarla.

Un tiro por la espalda
El 6 de marzo de 2010, cerca de las 7:30 de la tarde, Daniel Torres le disparó a Pepa con una escopeta calibre 16 a la altura del hombro derecho. La bala la atravesó. Pepa hizo unos pasos hacia atrás y cayó en la vereda, donde quedó tendida hasta que llegó una ambulancia. Fue trasladada al Hospital de Urgencias, pero a las 2:25 del día siguiente murió. La autopsia determinó que la causa fue una herida de arma de fuego en el tórax y la axila, que le ocasionó una hemorragia producto de una lesión de la arteria y vena subclavias derechas.
Unos minutos antes del disparo, Pepa, cansada de las amenazas y habladurías del Torres, fue a buscarlo a la casa para hablar con él y aclarar la situación a la que la exponía cotidianamente.
“Silvia, madre de la última novia, también estaba enamorada de Pepa, por eso se produjo la discusión con Daniel Torres. Cuando Pepa ya estaba volviendo al lugar donde vivía, la Asociación, Torres entró a su casa, agarró la escopeta, la llamó y le disparó. Él actuó como un asesino. Eso es lo que es y nunca le voy a sacar esa caratula”, dice con firmeza Yamila Gaitán al recordar el momento en que su hermana fue baleada.

Tras dispararle a Pepa, Torres intentó huir y esconder el arma, pero finalmente se entregó a la policía. Al día siguiente, durante el velorio de la joven, el grupo de activistas de Encuentro por la Diversidad se presentó junto a la abogada Natalia Milisenda, que se convirtió en representante de Graciela en la causa de Pepa.
Al cumplirse once días del crimen, el jueves 18 de marzo, se realizó una marcha multitudinaria por las calles del Barrio Parque Liceo II en la que vecinas y vecinos exigieron justicia para Pepa. Graciela estuvo al frente de la movilización que recorrió los lugares donde la chica pasaba sus días. Los cánticos denunciaban la lesbo-homo-travestifobia y demandaron el fin de la violencia y el odio hacia quienes viven fuera de la heteronormativa, reclamando el derecho a construir sus vidas libremente.
La causa
El 26 de julio de 2011, comenzó el juicio penal contra Daniel Esteban Torres por homicidio agravado por el uso de arma de fuego en el Tribunal de la Cámara 7ª del Crimen de Córdoba que estuvo compuesto por los jueces Víctor Vélez, Ricardo Iriarte y Carlos Ruiz. El 9 de agosto, Torres (que en el inicio del juicio se negó a declarar) fue condenado a 14 años de prisión.
Durante las audiencias contra Torres, la defensa del acusado quiso construir el perfil de Pepa como “una lesbiana que daba miedo” e intentó convertir a la victima en victimaria. César Lapascua no dejó de preguntarle a los testigos si Pepa los atemorizaba hasta que el tribunal lo amonestó. A Pepa (representada en las fotos que llevó su madre) se le cuestionó los detalles de su vida, se la puso bajo la lupa para intentar morigerar la imagen de Torres. Como si eso fuera poco, Pepa recibió otro disparo por la espalda cuando el Tribunal se negó a tomar en cuenta el agravante que solicitó la familia de “crimen por orientación sexual”: entendió que el disparo de Torres no estuvo influenciado por el odio hacia su identidad lesbiana.
Por eso, su madre, Graciela Vázquez, que murió el 10 de abril de 2018, repitió hasta su último día que a su hija la mataron por ser lesbiana. Así lo expresó en el juico con absoluto dolor: ”La mataron por ser chonga, por ser la negra de pelo corto que recorría el barrio en su moto de enduro verde, la profesora de educación física de la ONG Lucía Pía, donde trabajaba a una cuadra de su casa, donde a veces también se disfrazaba de payasa y dejaba que los chicos la llamaran ‘seño Nati...’”.

La cobertura del caso de Pepa fue tapa de todos los diarios. “La ley antidiscriminatoria no contempla la discriminación por orientación sexual o identidad de género para agravar un hecho penal”, contó en una crónica la periodista feminista Marta Dillón en Página/12. Lo explicó: “Esto es un hecho y dificulta la tarea de los jueces para ponderar las motivaciones del asesino. (...) Pero nosotros y nosotras estamos poniendo en agenda un conflicto social sobre el que es urgente trabajar, porque es obvio que para una parte de la sociedad ser gay, lesbiana o trans es ser menos persona”.
También lo contó Florencia Gordillo, que cubrió el caso para la página de periodismo feminista LatFem: “La Justicia no quiso o no supo nombrar la violencia de género en la sentencia. En la penúltima página del fallo, el vocal Víctor María Vélez reconoció que Torres había causado ‘la innecesaria muerte de Natalia Gaitán, una joven de 27 años que cargaba con el peso enorme de la discriminación que debía soportar por su condición sexual y que bregaba por sus derechos y trabajaba en pro de la comunidad’. Sin embargo, concluyó que no hubo una situación de lesbofobia ni una relación directa entre su orientación sexual y el crimen”.
Antes del fallo condenatorio, la madre de Pepa sostuvo: “Sí hay una parte de la sociedad que rechaza a personas como mi hija y son también responsables de este crimen. Pero hay otra parte de la sociedad que no nos rechaza y con esos vamos a trabajar primero para que nuestro mensaje llegue a todos y que algo como esto no vuelva a pasar. Así vamos a tener justicia”. En marzo de 2019, Daniel Torres recuperó la libertad.

El legado
El asesinato de Pepa Gaitán generó una profunda conmoción en la sociedad argentina y dejó en evidencia la violencia estructural que sufrían y siguen sufriendo las mujeres lesbianas en el país. Su muerte no quedó en el olvido: el 17 de febrero de 2011, el Concejo Deliberante de la Ciudad de Córdoba aprobó de manera unánime la Ordenanza Nª 11.906 que establece el 7 de marzo como el Día Municipal contra la Discriminación por Orientación Sexual e Identidad de Género, con el objetivo de “generar una política preventiva desde el Estado municipal respecto de los actos de violencia y discriminación hacia el colectivo de lesbianas, gays, bisexuales y trans”.
Esta fecha luego se conmemoraría en todo el país como el Día de la Visibilidad Lésbica con el objetivo de recordar su historia, denunciar la violencia y exigir justicia por todas aquellas que son perseguidas por amar libremente. Desde entonces, cada año, organizaciones y militantes de la comunidad LGBTIQ+ conmemoran este día con marchas, intervenciones artísticas y actividades para reivindicar la existencia de las lesbianas en el espacio público, y para seguir luchando contra el odio por cuestiones de género y la discriminación.
En 2015, en el paredón lateral de la cancha de Club Atlético Belgrano, junto a la puerta marcada que lleva el número 1085, se realizó un mural con cientos de mosaicos blancos y negros que representan el rostro de la Pepa y lleva la inscripción “Pepa Gaitán, hincha pira7a”. En la parte inferior, la frase “asesinada por lesbiana”.
El recuerdo de “la Pepa” es ahora un acto político porque la memoria feminista es un pacto contra el olvido y la promesa de reescribir la historia en la que Pepa es una pieza clave y un símbolo de resistencia y reivindicación, que perdura en cada una de las acciones y movilizaciones que buscan erradicar la violencia, promover la igualdad y el respeto hacia todas las identidades sexuales. Su nombre, que alguna vez fue sinónimo de dolor, hoy es un símbolo de resistencia y orgullo.
“Pepa siempre vivirá presente en mí corazón y en el de muchos que tuvieron la suerte de conocerla; como también vivirá en aquellas personas a las que les tocó conocerla de una forma triste, pero que hoy sabe cómo fue Pepa”, finaliza su hermana.
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