Desde muy joven, entendió que si quería algo más, tendría que salir a buscarlo. Criado en Villa Domínico, Avellaneda, en un hogar de esfuerzo y sacrificio, a los 15 años decidió empezar a trabajar. “Nunca nos faltó un plato de comida ni un techo, pero si querías algo más, había que salir a laburar”, recuerda Javier Carrizo, fundador de GEA Logistics, en diálogo con La Escalada de Infobae.
Con esa convicción, hizo de todo: bañó perros, trabajó de noche en una fábrica, vendió perfumes en la calle. Su última experiencia antes de ingresar al mundo empresarial fue como vendedor de cursos de computación en el interior del país. “Nos íbamos 15 días, volvíamos un día y medio, y otra vez a la ruta. Si no vendías, no comías. La lucha era diaria”, recuerda Carrizo. Así, Javier recorrió Argentina de Ushuaia a La Quiaca.
En busca de su propio destino
Fue en ese momento cuando tomó conciencia de su situación: “No tenía estudios, ni estructura económica, ni habilidades específicas. Estaba complicado”. Decidió repartir currículums por todos lados, dispuesto a aceptar cualquier oficio. La casualidad lo llevó al mundo de la logística y el comercio exterior. “Repartía currículums por todos lados buscando un oficio. Si alguien me llamaba de una zapatería, bueno, quizás hoy estaría haciendo zapatos. Y bueno, caigo en el mundo de la logística y el comercio exterior de casualidad. Y empiezo a trabajar en una empresa”, relata Carrizo.

El ascenso fue rápido. Pasó de aprendiz a operador portuario y, poco después, a una multinacional. “Primera vez en una oficina, primera vez con una computadora, primera vez con un traje”, cuenta Carrizo. Sin embargo, quería más. No se conformaba solo con un salario estable, sino que deseaba independencia y crecimiento. Un día, mientras tomaba un café con leche y medialunas, tuvo una revelación: “Esto que hago para la empresa, puedo hacerlo yo”, pensó mientras revolvía la infusión.
Se propuso optimizar la gestión logística, incorporando herramientas tecnológicas y un servicio al cliente personalizado. Y funcionó. Consiguieron grandes clientes y el negocio despegó. Durante los primeros años, trabajó incansablemente, sacrificando tiempo personal y asumiendo riesgos financieros enormes.
Con valentía, alquiló una pequeña oficina en Corrientes y 9 de Julio, compró computadoras con tarjeta de crédito y fundó su primera empresa. El negocio era claro: mejorar el servicio de transporte terrestre y venderlo. “En ese momento, hace más de 15 años, las empresas de transporte no tenían página web ni buena comunicación. Ahí vi la oportunidad”.

El éxito, sin embargo, no estuvo asegurado. En 2011, todo se derrumbó. “Fundimos, pero fundimos mal. Perdí todo, quedé endeudado, en la lona”. La caída fue abrupta y las secuelas, profundas. “Todo el mundo romantiza la resiliencia, pero a mí me costó la salud: ataques de pánico, ansiedad, problemas con mis vínculos y conmigo mismo”. Durante meses, enfrentó un panorama desolador, sin saber cómo salir adelante.
Tras un paso en falso, refundó la compañía que pasó a llamarse GEA Logistics, su empresa actual. “Le puse mucha garra. Sabía que si me iba bien, podía salir adelante, y si no, me iba a ir terriblemente mal”. Esta vez, el enfoque fue distinto: planificación más sólida, alianzas estratégicas y una visión a largo plazo. Se rodeó de un equipo confiable, implementó sistemas más eficientes y diversificó su cartera de servicios. Aprendió a delegar, a priorizar su salud mental y a construir un negocio con bases más sólidas.

En la actualidad, su empresa ha logrado posicionarse en el sector, ofreciendo soluciones logísticas innovadoras. Pero el camino del emprendedor nunca es fácil. “Uno siempre ve el éxito desde afuera, pero nadie ve las noches sin dormir, las preocupaciones, el miedo al fracaso. Hay que estar dispuesto a pagar el precio”.
Más allá de los logros empresariales, su mayor satisfacción es haber demostrado que la adversidad puede ser un motor de cambio. Su historia es testimonio de esfuerzo, caída y resurgimiento. Un camino que demuestra que el éxito no siempre es lineal y que, aunque la resiliencia no se trata solo de triunfar, a veces es la única opción para seguir adelante. “Aprendí que la clave no es sólo resistir, sino adaptarse y evolucionar”. Ahora, dedica parte de su tiempo a compartir su experiencia con nuevos emprendedores, convencido de que el aprendizaje y la perseverancia son las claves para alcanzar cualquier meta.
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