
Sucedió casi a mediados de febrero de 2022. Karina López llegó a la casa central de Generación Zoe, ubicada en el barrio porteño de Belgrano, y notó algo extraño. Había ido, como en otras ocasiones, a retirar su dinero. Desde que había comenzado a invertir, en octubre del año anterior, siempre le habían pagado en tiempo y forma. Pero esta vez, el ambiente era distinto. La espera se alargaba, los empleados evitaban las miradas y las respuestas eran cada vez más vagas. No lo sabía aún, pero ese día marcaría el inicio de su peor pesadilla.
“De un momento a otro, las personas que nos recibían y nos pagaban, apagaron las computadoras y desalojaron el lugar. Se fueron y nos dejaron ahí, abandonados. Nadie nos daba ningún tipo de información. Solo nos pasaron un número de teléfono con la promesa de que nos iban a contestar por esa vía”, cuenta a Infobae.
La desesperación escaló cuando alguien le avisó que las cuentas de la empresa habían sido congeladas. Días después, esas líneas de contacto dejaron de funcionar y todas las sucursales cerraron. Karina estaba en shock. Parte del dinero de la venta de la casa de sus padres y la cifra para costear la cirugía de su madre de 81 años, que debía realizarse en marzo, había quedado atrapado en Zoe. “¿Cómo llegué a esto?”, se preguntaba.

“Te daban el dinero en el momento”
Karina López tiene 48 años, tres hijos de 29, 24 y 22, y trabaja como administrativa en una pyme. A Generación Zoe llegó a través de una recomendación del algoritmo de Instagram, tentada ante la posibilidad de hacer crecer el dinero que le dejó la venta de la casa de sus padres, un matrimonio de adultos mayores a los que cuida desde hace años. “Como ellos vivían en San Martín y yo en San Fernando, con mis hermanos decidimos vender su casa para mudarlos cerca mío. Para cubrir sus gastos, empecé a invertir en distintos lugares. Mi objetivo era costear su alquiler de su vivienda y sus necesidades a base de intereses. Al principio lo hacía en pesos, pero la inflación me comía bastante las ganancias”, relata.
En aquel entonces, su cuenta de Instagram comenzó a mostrarle videos de un chico que vivía en Mendoza y que promocionaba Generación Zoe. “Vos ponías 2.000 dólares para entrar y, sobre esa inversión mensual, te daban un 7%. Empecé a averiguar y me pareció serio. Decían que tenían respaldo del Banco Central y del ex juez Héctor Luis Yrimia. Todo eso me dio seguridad”, recuerda.
Decidida a comprobar la “solidez” de Generación Zoe, Karina se acercó a la sede de Belgrano, ubicada en la calle Crisólogo Larralde al 1800. “Era impresionante. El edificio tenía tres pisos con gente entrando y saliendo todo el tiempo. Había una sala con computadoras y personal de seguridad en la puerta. Yo veía cómo la gente cobraba en efectivo y se llevaba los dólares en la mano. Incluso yo misma retiré dinero de esa manera: me sentaba en un escritorio con un referente, ingresaban mi DNI en la plataforma, verificaban mi cuenta y me entregaban el dinero en el momento”, cuenta.

El primer mes Karina cobró sus intereses sin problema. En diciembre de 2021, le ofrecieron una nueva inversión: el “robot navideño”. “Si ponía 5.000 dólares, en seis meses lo recuperaba con un 20% de interés. Además, me regalaban un viaje en crucero. Lo acepté y, en enero, volví a invertir. Ahí puse bastante más dinero”, recuerda.
La confianza era total: “Había sucursales en todo el país, conocía gente que también había puesto plata y, al igual que yo, cobraba. Incluso cuando mis hijos me advirtieron: ‘Mamá, vos estás loca’, para mí no había chances de que se viniera todo abajo. ‘En tres o seis meses recupero todo’, pensaba”. Pero eso que creyó imposible, pasó.

La debacle
Faltaban menos de dos semanas para la operación de su madre y el dinero para costear la cirugía estaba atrapado en Zoe. Desesperada, Karina le envió una carta a Leonardo Cositorto, con quien se había cruzado varias veces e, incluso, intercambiado algún saludo. “Le escribí explicándole mi situación. Él mismo había dicho que se encargaría de ayudar en casos urgentes. Le envié las facturas de la cirugía y pedí que me devolvieran el dinero. Nadie me respondió. Terminé endeudándome y sacando un préstamo bancario para pagar la operación”, cuenta.
López invirtió 30.000 dólares en Generación Zoe. “No solo era plata de mis padres, sino también mía. Cuando todo se destapó, entré en una depresión profunda. Lloraba todo el día. ‘¿Cómo llegué a esto?’, pensaba”.
—¿Llegaste a recomendarle a alguien que invirtiera dinero en Generación Zoe?
—No. Yo lo único que hacía era ir, invertir y retirar mi plata. No me interesaba otra cosa.
—¿En qué momento te diste cuenta de que habías caído en una estafa?
—En el momento en que estaba ingresando a mi mamá al quirófano y las personas que me decían que me iban a ayudar me soltaron la mano. Me sentí abusada. Fue una situación muy desesperante y horrible porque si yo no hubiese podido sacar el préstamo, ¿de dónde iba a sacar la plata para pagar la cirugía? Yo tomé la decisión de invertir para mantener a mis viejos y era la responsable de haber cometido una equivocación enorme.

“La unión hace la fuerza”
Para salir del bajón, Karina decidió ponerse en movimiento. “Empecé a contactar a otras víctimas y a organizarnos. Junté más de 600 personas y encontramos un abogado, Gustavo D’Elía, para presentar una demanda colectiva”, explica acerca de la causa que busca conocer el paradero de los millones de dólares que los ahorristas pusieron en Zoe.
La lucha, sin embargo, sigue en un limbo judicial. “La justicia se mueve lento. Aún no hay un juez designado”, denuncia.
—Pasaron tres años. ¿Te repusiste de este golpe, no solo económico, sino también emocional?
—Creo que uno nunca se repone del todo. Pero al menos pude ayudar a otras personas que estaban en mi misma situación y no sabían para dónde disparar. Con Gustavo D’Elia logramos reunir a más de mil inversores y presentamos una demanda colectiva. Estar unidos me dio la fuerza para salir de la depresión. Mi familia me entendió, obviamente, porque antes de ingresar a Zoe yo había hablado todo con mis hermanos, pero bueno... El primer año y medio estuve haciéndome cargo yo sola de todos los gastos de mis papás: alquiler, impuestos, médicos. En paralelo pagando el préstamo. Fue terrible. Hoy, por suerte, mis hermanos me ayudan a seguir cubriendo los gastos de mis padres.
—El 4 de abril de 2022, detuvieron y metieron preso a Leonardo Cositorto. ¿Qué te pasó cuando te enteraste de la noticia?
—Sentí un alivio porque yo dije: “Bueno, este tipo no va a seguir estafando a nadie”. Al final, después abrió otra plataforma digital para atraer a inversores desde la cárcel. Ese fue otro disgusto.
—El viernes pasado, fue declarado culpable de asociación ilícita y estafa. Este martes se define la pena. ¿Cuántos años de cárcel quisieras que le den?
—Mientras siga preso, no me interesa la pena que le den. Yo sigo en pie con demanda colectiva. No voy a bajar los brazos porque soy muy creyente. Tengo la convicción de que la justicia, tarde o temprano, tiene que llegar.
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