
[El podcast”Medio siglo de teatro” puede escucharse clickeando acá]
Después de 50 años haciendo teatro, en los que presentó más de 1000 obras e interactuó con cientos de actores, directores, autores y coreógrafos, Carlos Rottemberg asegura que tiene “una relación maravillosa con los artistas”, aunque aclara: “Solo con un par de personas con las que me crucé no volvería a trabajar”.
En el décimo episodio del podcast “Medio siglo de teatro”, Rottemberg cuenta cómo es el particular vínculo con las estrellas más famosas del mundo del espectáculo, esas que el público ve muy lejanas y, en cambio, con él tienen trato cotidiano.
“Yo aprendí desde muy chiquito que la materia prima de este negocio son los seres humanos. Me di cuenta de que, para dedicarse a esta profesión, más que empresario hay que ser teatrista. Y más que teatrista hay que ser psicólogo”, asevera y explica: “Hace falta ser teatrista por aquello de ir contra natura. En horarios, en días de trabajo, en problemáticas. O sea, hay que tener paciencia, ganas y convencimiento sin que te cueste mucho atender un artista un sábado de madrugada entre las tres y las cuatro del domingo, porque terminó de trabajar, fue a comer y ahí tiene el problema. El problema fue esa noche, a la una de la mañana. No le puedo pedir que vaya a la oficina el lunes a las ocho porque el lunes a las ocho ese artista seguramente esté durmiendo y yo también, vamos a destiempo del resto de la gente”.
Para precisar el concepto de “teatrista” habla de Linda Peretz, su ex esposa y madre de Tomás, su hijo mayor. “Mi ex mujer no iba en vacaciones de invierno nunca con su hijo. No íbamos a llevarlo al exterior o al interior en vacaciones de invierno, porque en el momento que ella protagonizaba ´La flaca escopeta´ en teatro, era cuando los chicos no iban al colegio, entonces todo eso me llevó a darme cuenta que hay que ser teatrista. Hay gente de dinero que se acerca a este negocio atraído por las luces, el brillo, pero no perduran. Se aburren rápido porque no son teatristas”.
Después de tantos años, sabe cómo hacer para que los artistas estén contentos. En este sentido cuenta dos anécdotas en las que supo montar espectáculos que tuvieron a una actriz y un actor como público principal.
La primera es sobre la consagrada actriz Thelma Biral, una de las integrantes de los elencos de la obra “Brujas”, un “tanque” que está en cartel en uno de los teatros de Rottemberg desde hace más de 30 años. “Trabajé toda la carrera de Thelma Biral, sé dónde vive, y mucho antes de ´Brujas´, le pedía al que pega afiches de las obras de teatro que los colocara en el camino que ella recorría todos los días. Y lo hacía porque, aunque yo pegara 350.000 afiches, me iba a decir que no los había visto. En cambio, me decía que se veían mucho. Le afichaba su recorrido habitual…”.

La segunda anécdota se refiere al renombrado actor español Alberto Closas, que actuaba en España y Argentina y murió en 1994. “Hacíamos temporada en Mar del Plata y Closas vivía en Santa Clara del Mar. Todos los días viajaba en auto entre las siete de la tarde y las ocho, entonces yo le pedía a la radio de Mar del Plata que pusiera en ese horario una buena cantidad de spots publicitarios de la obra. El horario más escuchado por el público era el de la mañana pero el de la noche era el que escuchaba Alberto Closas y de ese modo notaba que los spots estaban”.
Hay algo que no le gusta de los artistas. Lo dice y se pone serio. “Yo creo que el teatro es artesanal. Detesto al artista que llega con la mochila colgando mientras el público está entrando y lo ven antes de empezar la función. Para mí ir al teatro tiene una magia. Soy de la escuela en la que el artista llegaba una hora y media antes y se encerraba en el camarín a preparar su papel. No me gusta el que va a hacer un drama y lo ven pasar con la mochilita pidiendo permiso porque está llegando tarde. No creo en eso”.
Sus teatros abren “inexorablemente” de miércoles a domingo. Los actores y actrices que lo conocen saben que no pueden pedir recortar funciones. El empresario tiene una explicación para ello: “Si tenés vocación y además ganás mucho mejor que lo que en general gana el laburante que se toma dos colectivos para llegar a laburar y labura ocho, nueve horas por día más los viajes hasta su casa, al menos laburá nueve horas semanales en seis funciones de hora y media. Si un artista no hace eso, yo no quiero trabajar con él”.
En el último minuto del episodio del podcast, Rottemberg hablará con mucho respeto de Moria Casán a quien define como una verdadera “todoterreno” de la profesión. Y antes contará qué significa en su mundo la acción de “poner el dedo”, una forma de firmar un contrato solo con los pulgares. Marca el nivel de confianza mutua entre artistas y el empresario que, empujado por la vocación que lo guía desde muy pequeño, señala que: “Yo nunca sentí que trabajé en mi vida, siempre fui al teatro. Viste como la gente dice ´voy al teatro´, yo voy al teatro, nunca fui al trabajo. Es mi vocación”.
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