
La curiosidad llevó a la cordobesa Aylén Tarallo muy lejos de su casa, a tierras exóticas detrás de nuevos descubrimientos, no solo de cultura y geografía, sino también acerca de sí misma. Hace muy poco, se ganó un primer premio de cocina coreana, de un concurso organizado por la embajada de ese país en la Argentina, el Hansik, cuando lo suyo no pasaba por ahí. Era bastante esquiva con la cocina, confiesa. Ahora sueña con tener un restaurante coreano.
Aylén tiene 37 años, es martillera judicial y vive en Valle Hermoso, aunque nació en la vecina La Falda, en el Valle de Punilla. Antes de 2013, su vínculo con Corea del Sur era nulo. No tenía idea de nada sobre ese país asiático, hasta la llegada de un viaje laboral a la Ciudad de Buenos Aires, donde tenía que hacer una notificaciones. En el hotel en que se hospedaba conoció a unas chicas también cordobesas que le preguntaron ¿Tenés planes para esta noche? Al decirles que no, la invitaron a unirse para ir a ver al grupo de K-pop Super Junior. Lo que iban a ver era lo de menos, no los conocía, igual sacó la entrada. “Cuando fui quedé alucinada por el tipo de show. Nunca había visto algo así. La escenografía, la puesta, la calidad de la música, el sonido, todo”.
Al regresar a su casa, donde la esperaba su marido e hijos - en ese momento Aylén tenía 33- empezó a escuchar K-pop y empezó a traducir las letras, que le fascinaron. De ahí en más, empezó a escuchar ese género musical y a ver cada banda que llegaba a Buenos Aires y a Santiago de Chile, entre ellas Monsta X, Exo y a Lee Tae-Min, de SHINee.

Las jóvenes agrupaciones de cantantes le permitieron, en medio de sus coreografías, ver imágenes de la futurista y estimulante ciudad del Seúl, la capital de Corea del Sur. “Me quería interiorizar de dónde venía todo esto. Así que me programé para viajar con una empresa que vende paquetes de estudios para estudiar idiomas. De a poquito empecé a ahorrar, me pagué el viaje y me fui en 2019 por un mes”, cuenta Aylén, que dice que su marido no solo la banca sino también la alienta en todas sus locuras. “Por eso tengo una familia que es muy linda. Mi nena terminó el secundario, tiene 19 y el varón tiene 15. Son todos muy compañeros”, destaca.
Cuando llegó a la cuna del K-pop, se alojó en el barrio de Gangnam, sí, al que le dedica una canción Psy, el de Gangnam Style y empezó a cursar, pero el paquete que había contratado para perfeccionar su inglés en realidad era en coreano. “Al principio me desesperé, por la barrera idiomática, pero me encontré con gente que hablaba italiano, inglés y un chico que hablaba español que me explicó la situación”, recuerda sobre su viaje de estudios que en principio era de 15 días y lo extendió a un mes.

A Aylén no le alcanzaban los ojos para ver todo. “No me esperaba encontrarme con esa ciudad. Es un monstruo. Tecnológica. Su red de subtes, la limpieza, seguridad. La mezcla entre lo antiguo y lo moderno. Y la amabilidad de la gente, porque me habían dicho que era muy seria y seca y por el contrario, me encontré con gente cálida, que me recibió con los brazos abiertos. Me perdí dos veces en el subte y tuvieron la amabilidad de acompañarme al lugar que quería ir”, cuenta aún sin salir del asombro. Anécdotas de Seúl le quedaron muchas. Como el día que pensó que había comprado una lata de gaseosa y al probarla se encontró con una leche con pedacitos de batata. O el día que pensó que había comprado unas empanaditas y las echó en una olla para hervir y se le derritieron como un caramelo, porque eran pancitos de arroz típicos listos para comer. “He tenido varias así, como cordobesa, soy bastante cómica”, piensa sobre sí misma.

Ya no solo era el K-pop lo que le interesaba. La comida la deslumbró desde varios puntos de vista. “Lo que más me impactaron fueron las fermentaciones y maceraciones que tienen en la gastronomía coreana. Y los platos siempre son muy coloridos. Volví muy enamorada de la cultura y especialmente de la gastronomía”, aseguró.
Cuando regreso a su casa en las sierras, continuó alimentando ese mundo que había conocido y buscó clases de coreano online. Y dio con la escuela Puri, que dependen del Centro Cultural Coreano. Aplicó a una beca, que se otorgan todos los años y fue seleccionada. “Así que ya hace tres años que estudio coreano”, dice orgullosa. Su profesora, Rebeca Cheong es nativa.
Hasta ese momento, siempre había cocinado lo básico para su familia. Ningún exotismo. Pero mientras aprendía el idioma, el tema de la comida estaba muy presente en los diálogos. “Nos mostraban fotos y nos animaban a preparar recetas. ‘¿No te animás a cocinar?’, me dijo una de mis profes. Y a partir de ahí empecé”.
Sus primeras recetas fueron unos bulgogi, carne marinada en salsa de soja, que puede ir acompañada con fideos de arroz; también hizo mandu, que son unas empanaditas de cerdo y verdeo, que se cocina al vapor. Y el tradicional kimchi. “Lo hicimos hace poco. Hemos hecho experimentos. Pobre mi familia probando cosas. Los he usado de conejillos de india”, dice con humor. “Ahora me dice todo el mundo que quiere venir a comer. Se ve que tan mal no cocinaba (se ríe a carcajadas). Cuando hice por primera vez bulgogi pensé que llevaba picante. Y mi profesora me dijo: -‘No, es agridulce. -¿Le metiste picante?’ -Sí.”.

Cuando le enseñaron el kimchi, fermento a base de repollo asiático y especias picantes, dice que le salió rico, aunque un tanto picante. Este plato es tan importante para los coreanos, que el día de inmigrante coreano se conoce en la Argentina como el Día Nacional del Kimchi, que fue el 22 de noviembre. A raíz de estas celebraciones, Aylén participó del Concurso Hansik, que organiza la Embajada de la República de Corea del Sur en la Argentina.
Cuando se enteró del concurso siguiendo la cuenta de Instagram de la Embajada de Corea del Sur, Aylén le dijo a su familia que se iba a inscribir. Y descreyendo un poco en que en verdad lo hiciera la animaron: ¡dale, dale, anotate!
Se anotó y quedó seleccionada. “Así que fui a participar como cocinera amateur y todavía no creo que haya ganado. Saqué el primer puesto. Éramos cinco participantes. La mayoría tenía una idea de gastronomía coreana. Teníamos todos distintos platos. Yo pensé que iba a cocinar una cosa y me tocó otra que fue el bibimbap, que la verdad es lo hice siguiendo un poco la receta prearmada”, precisa.

Para el jurado Aylén destacó con su bibimbap, que nunca había preparado en su vida. Ella cuenta qué lleva: “una base de arroz, salteado de verduras que pueden ser morrones, acelga, huevo, brotes de soja, zanahoria y arriba un huevo. Y también carne salteada, tipo bulgogi. Es un plato bastante laborioso y complejo de realizar porque tiene muchísimas cosas”.
El primer premio lo recibió de manos del Embajador Yongsoo Lee. Y además, Aylén no se volvió a Valle Hermoso con las manos vacías: se llevó varios artefactos para la cocina, como una batidora, una licuadora, una minipimer, un termo, una mochila inteligente, auriculares y un teléfono de la marca coreana más famosa.
Después del premio, la cordobesa habló con su profesora de coreano y le dijo que le gustaría en un futuro cercano abrir un pequeño local en la zona, de gastronomía coreana. Y aprender un poco más seriamente sobre gastronomía. “Lo estoy considerando. Arrancar con algo chiquitito y después este si nos va bien, ampliarnos”, dice ilusionada y agrega: “Y tengo otra meta personal, volver a Corea”.
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