
Durante la hora que duró la entrevista, Ricardo Barreda casi no le sacó la mirada del escote que tenía la joven estudiante de tercer año de ETER, la escuela de periodismo.
En una de las preguntas, el cuádruple femicida se quedó en silencio. Cuando ella le llamó la atención, él le respondió:
-Piba, es muy difícil no devorarte con la mirada y estar concentrado en las preguntas idiotas que hacés.
La joven se fue atemorizada y durante el camino a su casa no paraba de llorar.
En esa frase de Barreda está condensada una verdad irrefutable: el acoso y el maltrato a una mujer.
Transcurría 2013 y Barreda vivía con su novia Berta André, a quien llamaba “Chochán” despectivamente. El odontólogo platense se había hecho tristemente célebre por lo ocurrido el 15 de noviembre de 1992, día en que mató a su suegra Elena Arreche (86 años), a su esposa Gladys McDonald (57) y a sus dos hijas, Cecilia y Adriana (de 24 y 26).

El acoso que sufrió la periodista no terminó ahí. Tuvo otro momento. Cuando Barreda le dijo:
-Nena, si querés podés ponerte más cómoda. ¿Querés un vermucito? O podemos ir a un lugar más cómodo y fresco.
-No- le respondió ella, que no lograba tener el impulso para escapar de esa situación desagradable.
-Si tuviera unos años menos, te declaro mi amor -le dijo y le miraba los ojos celestes, la boca y volvía al escote.
Ella dio por termina la entrevista y él le dijo que se quedara un rato más. Que no le costaba nada, que estuviera tranquila. Que si se sentía mal podía recostarse en la cama mientras él le hacía un té.
Justo entró Berta y la joven estudiante se fue sin saludar. Esperó a que un vecino le abriera.
Barreda intentó abrirle, pero ella le dijo que no quería. Escuchó, mientras el femicida subía las escaleras, que se quejaba y la humillaba. “Flor de atorrantita y se hace la santa”, decía en voz alta, como para ser escuchado.

Barreda odiaba a las mujeres. Parece un lugar común si se habla de un hombre que mató a sangre fría a las mujeres de su familia. El dijo que lo maltrataban, que lo hacían de lado y que ese domingo las mujeres le dijeron: “Conchita andá a cortar la parra. Para lo único que servís son para los trabajos de Conchita”.
Una teoría es que él inventó esa frase (del mismo modo que decía Chochán), para justificar sus asesinatos. En su momento se habló de un hombre desesperado y humillado que perdió la cabeza por emoción violenta. Con los años quedó más cerca la teoría de que planificó los asesinatos.
Barreda iba a ser echado de su casa por adulterio.
Nunca se arrepintió. “Lo volvería a ser”, dijo en el juicio, aunque después le bajó el tono a esa frase al decir: “Fue un hecho único e irrepetible”.
En rigor, se arrepintió de su matanza en el final de su vida, cuando tenía demencia senil. Un arrepentimiento que permite dudar si lo hizo para quedar bien o realmente lo sintió.
De lo que pasaba en la casona de La Plata, en las calles 48 entre 11 y 12, donde ocurrieron los femicidios se sabe poco.
Sin embargo, las amigas de sus hijas Adriana y Cecilia aportaron detalles que fortalecen eso que se dijo antes: que el ex odontólogo odiaba a las mujeres, aun a las de su familia.

“Un indicador del trato de Barreda, que reafirma los testimonios que alegan que sus hijas no llevaban amigas a su casa porque él las manoseaba y les decía barbaridades”, dijo una fuente judicial del caso en su momento, pero las pericias confirmaron que no hubo violación.
“No puedo decir que fue mano larga, ya que nunca, al menos a mí, me tocó. Si que decía cosas y su actitud generaba muchísima incomodidad. Por aquellos tiempos nosotras teníamos naturalizadas muchas cosas que hoy en día reconocemos que no correspondían. Debo decir algo. Me gustaría recordarlas a ellas y no seguir hablando de él. Demasiado tiempo y cosas se han mencionado de la vida de Ricardo Barreda ya y de la de ellas, absolutamente nada”, le dijo a Infobae Inés Creimer, una de las amigas de las dos hijas.
En su programa “Justicia en Primera Persona”, emitido meses después de la tragedia, el periodista Enrique Russo contó que habló con personas del entorno de las mujeres asesinadas por Barreda. Y una de ellas le había dicho: “No queríamos ir porque Barreda era mano larga. Era muy lanzado y desubicado” con las mujeres que visitaban la casa.
“Lo de Barreda, fue un argumento de su defensa. Además, los testigos desmintieron que le decían Conchita o lo maltrataban. Era falso. Era un hombre violento y machista, que iba con prostitutas al colegio de las hijas y se negaba a irse de la casa”, dijo otras de las amigas, que también pidió reserva de identidad porque al momento de declarar eso Barreda estaba vivo.

El biógrafo que más conoció detalles ocultos de la vida de Ricardo Barreda, Pablo Martí, reveló: “En el Hospital de Talar de Pacheco donde pasó más de un año porque no tenía dónde vivir, un grupo de enfermeras dijo que abusaba de una chica discapacitada, nunca lo pude probar y no hubo denuncia alguna”; dice el hombre que entrevistó a Barreda hasta días antes de su muerte, ocurrida el 25 de mayo de 2020 en un geriátrico de José C. Paz.
Para colmo, un oxigenista -que fue acusado de abuso- intentó llevárselo a la casa para vivir con él y cobrarle la jubilación, pero no logró su cometido.
En cambio, una enfermera se convirtió en la preferida del ex odontólogo. La llamaba para que lo atendiera y hasta le pidió que le presentara a su tía. “Sos como mi nieta, querida, aunque a veces me gustas mucho”.
“A ella también la deseaba. A ella, a la tía, a toda mujer que veía”, dice Martí.
Cuando salía a caminar por Belgrano, Barreda piropeaba o miraba de arriba abajo a algunas mujeres.
Aporta Martí: “Una mujer del hospital me contó que una chica discapacitada que deambulaba por las habitaciones Barreda la agarró y tuvo sexo. Encaraba a todas las mujeres por más que tuviera 84 años, la edad de su muerte. A una le dijo: cuando salga de acá, me caso con vos. Lo decía en serio. Lo de la chica con discapacidad no hubo denuncia pese a que se habló en su momento. Nunca estuvo solo y casi siempre tuvo más de una. Es más, en su momento salió con pacientes, se paseaba de la mano cerca del teatro más grande de La Plata estando casado con la mujer a la que mató. No le importaba nada”.

A Martí le dijo: “Querido, más que libro de los asesinatos y de mi historia, prefiero un libro de mis mujeres”.
Se dice que salió con más de 250. Improbable. “Tengo cada historia. De hecho, una vez salí con una pendeja que el padre me quería matar”, dijo meses antes de su muerte.
Cuando mató a las mujeres de su casa, Barreda tenía al menos seis amantes. Una era Pirucha, la vidente que según él le dijo que ellas iban a matarlo, la otra era con la que pasaría esa misma noche en un hotel alojamiento y otra de ellas es la que, de acuerdo a lo que le dijo a Martí, vivía en Mar del Plata y pudo cambiar la historia. “Estuve a punto de irme a Mar del Plata con todas mis cosas. Irme de esa casa, pero la dudé y ocurrió lo peor”, reveló.

“Barreda tenía una pulsión sexual y un deseo irrefrenable por las mujeres, de hecho, después de la masacre, esa noche, terminó comiendo pizza y yendo a un hotel alojamiento con su amante oficial, con la que se paseaba por el centro”, analizó Miguel Maldonado, el psiquiatra forense que lo analizó antes del juicio.
Para él ese odio a las mujeres estaba del mismo lado de la moneda del asesino: las deseaba con desesperación. Como si fueran cosas que se pueden tener para dar placer o descartarlas.
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