
Carla Mamani (48) y su marido Cristian (52) habían planificado todo para tener un hijo: vivir en un lugar fuera de la locura de Buenos Aires, por eso se fueron a Monte Hermoso, establecerse, construir una casa. Pero el tiempo pasó. Y el embarazo no llegó. Tanto proyectar, que a los 40 cuando estaban listos económicamente para recibir a ese hijo, el reloj biológico no esperó. La pareja no se deprimió, tampoco optó por tratamientos de fertilidad: tomó una decisión con felicidad, el camino de la adopción. Hoy viven felices con Natasha, de 10 años, un nena que hacía dos años vivía en un hogar y estaba esperando una familia que la tratara bien y que tuvieran perros.
Carla y Cristian se conocieron en Banfield. Trabajaban en negocios linderos. Ella en una heladería y él en un kiosco. Después de ser buenos vecinos empezaron a salir y pasaron cinco años hasta la convivencia. “Siempre estábamos postergando el tema de tener hijos para más adelante cuando tuviéramos la casa, el trabajo seguro, todo planificado y por eso también nos vinimos a Monte Hermoso porque queríamos que nuestros hijos crecieran libres. Y fueron pasando los años”, cuenta Carla a Infobae, en diálogo telefónico.

“Ya teníamos la casa. El trabajo. El auto, todo, todo acomodado y dijimos vamos a ver si tenemos hijos y bueno, no llegaron”, explica. La pareja no se deprimió. Dejó pasar el tiempo, no pensaron en tratamientos de fertilidad como opción y pensaron “listo, no es lo nuestro tener hijos”. Carla y Cristian hablaron con el médico en su momento. “Son tratamientos muy invasivos, con mucha hormona, mucha cosa y a mí no me parecía. Súper respeto a los que lo hacen, tengo amigas que pasaron por eso y está muy bien. Pero yo no me sentía capacitada y no me parecía que fuera necesario. Y Cristian lo respetó”, resume.
La charla sobre la posibilidad de adopción comenzó hace cinco años. Se hablaba pero no se concretaba. Viajaban y se completaban como familia, sin embargo, empezaron a informarse sobre la adopción y ver alguna película, como Familia al instante. ¿Qué los terminó de ayudar a decidirse? El colectivo #AdoptenNiñesgrandes que alienta la adopción en Twitter. Una movida de “mapadres” que es escuchada en la red, con sus historias que llegan directo al corazón. Empezaron siguiendo a Diego Morroy, uno de los chicos de ese espacio que justo estaba en la gestión de adoptar, de empezar con la hija de él, que ahora tiene 13 años y empezamos a seguirlo en la red. “Mirá se puede”, se dijeron Cristian y Carla, entusiasmados. Bebé ya no querían. “Es que ya somos grandes y pensamos en el futuro. Yo tengo casi 50 y él tiene 52. Si tenemos un bebé dentrod e 10 años nos tiene que cuidar a nosotros. Además, no estamos para seguir el ritmo de un bebé. Yo tengo amigas que tienen hijos de 12, de 15, de 8. Yo me reflejé en ese espejo, en mis amigas que tienen hijos de esa edad. Fue lo que me pareció más atinado”, explica.

Hicieron los trámites correspondientes. Se inscribieron en el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (RUAGA), se registraron en un Juzgado de familia de Bahía Blanca y pasaron por todos las pruebas psicológicas, presentaron certificado de salud, de ingresos, antecedentes y esperaron los llamados.
Cuenta Carla que había puesto como “voluntad adoptiva” hasta un chico de ocho años. Y después de que un asistente social les diera el alta definitiva, se preguntaron qué diferencia había entre un chico de 8 y de 10. Tendrían más opciones. Un nene de 10 años sigue siendo un niño chiquito. “Ahí a la semana empezaron a llamarnos de diferentes juzgados”.
Hubo varias entrevistas hasta que fueron seleccionados. La quinta fue la definitiva. En el medio hubo muchas emociones propias del proceso de seleccion. Entusiasmo, ansiedad, seguido de tristeza pero se dieron cuenta de que los juzgados de familia necesitaban dar con la familia ideal. “No estaban buscando satisfacer nuestra urgencia”, entendieron ambos.
Así los llamaron un 17 de agosto de 2022 de un juzgado de Mar del Plata, por una niña de 10. La historia fue compartida en la misma red social donde otros hablaban y ahora les tocó a ellos ser los protagonistas e inspirar a otros.
“Nos contaron algo de ella, nos preguntaron cómo nos imaginábamos la vida en familia. Luego tuvimos que viajar a que nos conozcan del hogar, 400 km de viaje, una vez allí, charla mediante, la psicóloga y la asistente social nos mostraron el oficio donde confirmaban que éramos los elegidos para empezar la vinculación con Natasha. Salimos flotando, llorando de emoción, de alegría, de la certeza de que lo mejor estaba empezando. A los pocos días nos conocimos por videollamada, nos dijo que quería una perra, que no la maltratemos, que quería seguir en contacto con su hermana (tiene 15 años, está en otro hogar). Pudimos prometerle que sí a todo. El 3 de septiembre nos conocimos, temblábamos nosotros, ella fresca y espontánea nos dio la mano, y salimos a pasar nuestro primer día juntos”, compartió en su cuenta de Twitter @carlamamani.
A todo le dijeron que sí, y que serían su familia si ella los elegía. Carla y Cristian tienen dos perros y eso le encantó. Natasha les contó que hacía danza y que tenía muchas amigas. Y se aseguró de que aceptaran este pedido: “No quiero que me griten, no quiero que me maltraten”. Lo dijo por ella y por una amiga que volvió al hogar por esa razón. “Le dijimos, no te preocupes que eso no va a ser así nunca. Nunca te vamos a maltratar y ahí se quedó tranquila”, asegura.

Hasta que Natasha tuvo nuevo hogar, hubo muchos viajes recorriendo la distancia de 400 km que separan Monte Hermoso de Mar del Plata. En esos paseos fueron al cine, fueron a ver una muestra de animé, que a ella le encanta, fueron a comer al puerto.
“Hasta que el 12 de diciembre (de 2022) Nati, nuestra Nati, se quedó a vivir en su casa, con sus hermanos perrunos, ya tiene amig@s, ti@s,prim@s y abuel@s que ella elige. Y lo que sigue es empezar cada día con mimos y abrazos. ¿Es fácil? No. Es hermoso, sí. Ella es hermosa”, siguió contando su mamá orgullosa en la red.
De a poquito Natasha les fue diciendo mamá y papá. A Carla un día le pidió permiso para llamarla así, pero ella piensa que al principio fue más una expresión de deseo que de sentirlo. Y con Cristian “fue más complicado porque ella nunca tuvo papá. Al principio no sabía cómo llevarse con él. Chocaron. Ahora son inseparables, se la pasan jugando, van a la plaza, hacen todas las cosas más divertidas, y nosotras las más aburridas”, dice con gracia.
El capítulo de los perros. De los dos, el que es más viejito no le presta mucha atención a Natasha, pero su otra perra la amó desde el primer día. La habitación que era de huéspedes fue la que pasó a ser de la nena, y ahí se llevó la cucha para que duerma con ella. Aunque también duerme acurrucada en su brazos. “La perra, que se llama Cleo no deja entrar a nadie a su habitación. Están de pegote las dos”, asegura Carla.
La guarda se la dieron a la familia en febrero, y calculan que cuando se cumpla el año de conocerse, saldrá la adopción plena. Carla la ve feliz a Natasha, con su nueva escuela, actividades, muchos amigos. “Ella es súper sociable. Tiene un montón de tías que va eligiendo. Amigas mías, amigas de Cristian. Ella es muy auténtica, si ve a alguien y no pega onda, saluda y se va. Pero si tiene, les dice ¿Querés ser mi tía del corazón?
Quién podría negarse.
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