
Los tres tenían un secreto.
Los hermanos Martín y Cristian Lanatta y Víctor Schillaci, que se habían fugado el 27 de diciembre de 2015 de la cárcel de General Alvear, llegaron a tener un plan que podría haber terminado en una masacre.
No podían imaginarlo las autoridades a cargo de la búsqueda, ni los más de mil policías que los seguían por cielo, tierra y agua. Ni los canales de noticias que transmitían casi en cadena nacional.
Pero el 6 de enero, hace ocho años, los tres prófugos que escaparon por hacia la provincia de Santa Fe, pensaron en volver a Buenos Aires y tomar una comisaría.

El trío de delincuentes quería cruzar la Triple Frontera, pero no pudieron llegar al contacto que tenían. Martín Lanatta se lo reveló a Infobae: “Estábamos jugadísimos. Nos perseguían hasta con helicóptero y de noche con radares y luces, nos teníamos que tirar al piso y armar trincheras. Por eso pensamos que lo mejor era volver a Buenos Aires, tomar una comisaría y de ahí en más que fuera lo que Dios quiera”, dijo.
El que “fuera lo que Dios quiera” pudo haber sido una masacre, un enfrentamiento con los policías o el Grupo Halcón, más policías heridos. Mejor ni pensarlo.
Schillaci lo confirmó: “Una o dos comisarías, lo que fuera necesario para sobrevivir. Y sumar gente amiga, rescatar a los presos y sumarlos con un arsenal. Pero el choque y otras contingencias hicieron que no pudiéramos cumplir ese plan B, el último que nos quedaba. Necesitábamos mantenernos con vida. Estábamos convencidos de que nos iban a detener y matar. Lo que quisieron hacer el 27 de diciembre: nos dijeron que iban a encapucharnos y ejecutarnos en una quinta alejada”.

Otros plan fallido fue disfrazarse de médicos para ir a ver a la hija de Schillaci, recién nacida. Pero estaban aturdidos.
Por otro lado, estaban jugados: no tenían nada que perder. Los tres ya cargaban con una condena a cadena perpetua por los asesinatos mafiosos de la efedrina, ocurrido el 7 de agosto de 2008 y cuyas víctimas fueron Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina. Los fugados se siguen considerando inocente de esos crímenes.
En el penal de Ezeiza, Lanatta escribió un diario de la fuga en seis cuadernos Gloria de tapa blanda: “Extraño a mis fierros. Un fusil HKmp5, un AK47 5,56, una Colt M4, un FAL 7.62, dos ametralladoras FMK3 y una 9MM, dos pistolas Glock y una Franchi Spas 15. En los días de fuga yo dormía abrazado al fusil, pero además tenía a mi alcance dos ametralladoras y dos pistolas”. Enumera las armas como si fuesen amores perdidos.
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Para los delincuentes, la fuga “fue armada”. Aseguran que los guardias y superiores los equiparon para poder escapar.
“Hasta fabricamos armas de juguete. Otra no nos quedaba. Pero lo peor es que había un plan para llevarnos a un lugar alejado y boletearnos”, dijo Lanatta. Anduvieron, según ellos, sin rumbo. Llegaron a estar ocultos en un monte de Santa Fe, adentro de una camioneta. Dormían abrazados a sus fusiles.
En la actualidad, los tres siguen presos.
Los canales de noticias transmitieron el escape como si fuera una película del género western.
Crónica TV fue un desfile de placas insólitas: “Ni se le ocurra ir al baño”, “Pida más pochoclo que sigue la película”, “Los prófugos tiran más tiros que Vicuña”, “Juegan a las escondidas”, “Son más duros que Bruce Willis”, “Preparen, apunten”, “Empezaron los tiros”, “Té para tres”, “Confirmado, los tres mañana no almorzarán con Mirtha Legrand”, “De Rambo a Cayastá”, “El trío más mentado”.

“Todo fue improvisado. Nos hicieron huir de la cárcel, lo que quedó probado en uno de los juicios, y antes de que nos tendieran una emboscada a una reunión a la que debíamos ir, nos fugamos. Fue la fuga de una fuga. No seguimos escapando porque primero chocamos, nos fuimos quedando sin fuerzas y la sed te vence”, dice Schillacci.
Durante la fuga en auto, Schillaci iba al volante, su hermano Cristian Lanatta en el asiento de acompañante y Martín atrás, con más armas que ellos. Estaba tan compenetrado en la ferocidad de la supervivencia, que por esos días si se hubiesen podido mirar en el espejo habría sentido el impulso de disparar.
Su hermano Cristian piensa lo mismo: “Nos sacaron de la cárcel para eliminarnos. Era una venganza por nuestras denuncias. Está claro que nos dejaron salir. Hay penitenciarios imputados. Y no lo hicieron por generosidad”.

El hecho más grave cometido por los tres fue cuando dispararon a Fernando Pengsawath y a Lucrecia Yudati, en ese entonces de 24 y 35 años, los dos policías bonaerenses que el 31 de diciembre de 2015 estaban apostados en control de tránsito a tres kilómetros de Ranchos, en el kilómetro 100 de la Ruta 20 que une esa localidad con Chascomús. Ella fue operada más de 60 veces. El estuvo un mes en coma. A los dos, los Lanatta se le aparecen en pesadillas.
Yudatti volvió a ver a los tres ex fugados el 17 de febrero de 2020, en una audiencia en el Tribunal Oral N°1 de La Plata, integrado por los jueces Hernán Decastelli y Cecilia Salucchi, ante quienes los Lanatta y Schillacci aceptaron la culpabilidad.
La ex policía, que demostró una fortaleza notable, le dijo a Infobae: “Tuve momentos que seguía soñando con ellos. Pero ahora no, como si verlos hubiese terminado con las pesadillas. Me sentí fuerte, y ellos nerviosos. Sin dar la cara. Mi vida por culpa del daño que me ocasionaron nunca más volvió hacer la misma. Soñé muchas veces que me despertaba tirada en la zanja con el grito de Fer que se iba a morir. Fue un momento muy duro que pasé, pero gracias al apoyo de mi familia y amigos salí adelante”.

Aquel 31 de diciembre de 2015, Martín Lanatta se bajó de la Renault Kangoo y les disparó a sangre fría a los dos policías. Subió al vehículo y huyeron a toda velocidad con su hermano Cristian y su amigo Víctor Schillaci. Por esos días, contó a Infobae una vez, andaba con el dedo en el gatillo. “No tiré a matar, si lo hubiese hecho estarían muertos porque soy un experto tirador”, se defendió. Pero para los policías Fernando Pengsawath y Lucrecia Yudati, atacados a balazos y vivos de milagro, no piensan lo mismo. “Tiraron a matar”, coincidieron.
Los hermanos Lanatta pactaron 13 años de cárcel cada uno por la doble tentativa de homicidio. Víctor Schillacci, como conductor de la Kangoo, 7.
Desde el día de la huida, durante dos semanas estuvieron a la deriva, pero armados. Desde Buenos Aires y hasta Santa Fe, robaron autos, camionetas, tomaron rehenes y se tirotearon con gendarmes y policías. Los detuvieron el 11 de enero de 2016, después de una cacería de la que participaron mil policías.
Los tres, que no pudieron cumplir el plan temerario de tomar una comisaría, fueron detenidos por su cansancio. No los venció la persecución ni las balas. Fue la sed y el hambre, sus enemigos invencibles.
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