
Fue el 13 de diciembre de 2007: ese día ya no hubo retorno. Los médicos sabían a quién atendían, y aún después de registrar la hora de muerte algún rescoldo de esperanza debieron tener. Es que Víctor Sueiro ya había muerto otra vez antes, 17 años atrás de esa segunda muerte, pero esa vez revivió. Fue el 20 de junio de 1990. Ese día en que todo casi termina, todo empezó otra vez, pero ahora con un propósito diferente: contar el más allá.
“El éxtasis es absoluto. La luz es una luz, queda dicho (…) Sí, estoy seguro, la luz sonreía. Y si no lo entienden les ruego que me disculpen pero es así como yo lo sentía entonces”, escribió después, en uno de sus libros, intentando explicar la experiencia de la muerte.
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Morir por 40 segundos
Ese día de junio Víctor Sueiro murió durante 40 segundos y revivió. En rigor, de eso se trata el trabajo de los médicos tras un infarto: hacer que el corazón, detenido, vuelva a latir. Pero no todos los pacientes que sufren paros cardíacos atraviesan la experiencia reveladora de Sueiro ni ven la luz al final del túnel y el rollo de imágenes de la vida. Y además principalmente no todos son periodistas y presentadores de TV como lo era él, y pueden dedicar su tiempo extra a contar eso que vieron.
Pero antes de hablar de su segunda vida, recordemos su primera. Nació el 9 de febrero de 1946 en la ciudad de Buenos Aires. Su vocación fue temprana: comenzó su carrera periodística en la adolescencia, en el diario El Mundo. Más tarde participó en diferentes redacciones, la de la Revista Gente entre ellas, dirigida en ese entonces por Chiche Gelblung.
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No se detuvo en la palabra escrita. Junto a Lucho Avilés participó en el programa El juicio del gato, y junto a Alfredo Garrido, José De Zer y Laly Cobas en Teleshow. Más adelante: Siesta, Una terraza al mar, Juguemos en Familia, La cacería fantástica y Festilindo; todos programas de televisión con diferentes niveles de éxito. Una experiencia más, destacada por razones innumerables: su participación en Todo Tita, una de los pocos trabajos que hizo Tita Merello en televisión.

También, claro, su voz era una voz conocida por todos. No había muerto aún pero ya tenía cosas que decir, y lo hacía junto a Fernando Bravo en el programa radial Un mundo mejor. Y escribía a su vez guiones para las películas de Palito Ortega. Nada de todo aquello sin embargo tenía la densidad y fascinación de lo que vino después.
A partir de su primera muerte todo cambió. Su mirada de la vida y la profesión no podían mantenerse imperturbables y él sintió que tenía una misión. No le fue mal: pasó a ser uno de los autores de libros más vendidos y leídos del país. “Más allá de la vida. La fascinante experiencia de volver de la muerte, escrita finalmente por un protagonista”, fue su best seller más importante. En él cuenta qué hay después de la muerte o qué hay, más bien, después de un infarto de miocardio.
El testimonio de Víctor Sueiro
“Yo, horizontal, en la mesa de intervenciones; una sensación de estar yéndome a la nada; movimientos lentos pero tensos a mi alrededor, el doctor Wisner me dice que me estoy mareando, yo le digo ‘sí, sí’, y no recuerdo nada más porque todo se puso negro de golpe y pasé a la nada. O eso creía yo, al menos. Y no estaba del todo equivocado: fue en ese instante en que se produjo mi muerte. Pero sí me equivocaba en algo: la experiencia vivida en ese tiempo me demostró que no solo no había pasado a la nada, sino que era muy probable que hubiera pasado al Todo”, escribe en las primeras líneas.
Cada vez que se refiere a esa casi muerte dice “la Gran Experiencia”. Cuenta que primero pensó que se había desmayado pero un médico le explicó que no era un desmayo sino una fibrilación, cuando el corazón pierde control de sí mismo y empieza a latir descontroladamente, lo cual provoca un caos total en el cuerpo. Sueiro, en su Gran Experiencia, lo confundió con un desmayo y después llegó la muerte. Es que los médicos no pueden intervenir antes de que el corazón se detenga porque una acción en medio de la fibrilación puede ser más fatal aún que la muerte. Así que la dejaron venir y después sí, lo trajeron de vuelta. Pero ya no era el mismo Víctor.

“‘Te estás mareando’ -me dijo Jorge Wisner. ‘Sí, sí’-repetí. Menos de un segundo después entraba en un túnel negro como ha de ser la nada. Con la ayuda posterior de mi amigo Wisner logré recomponer el cuadro de lo ocurrido no solo en mí, con mi propia alma (para eso no hizo falta ayuda), sino afuera, con mi cuerpo”, escribe en Más allá de la vida.
“Yo que viví la experiencia sé que uno adquiere por ella un enorme respeto, lo último que quiere es bastardearla. Por eso a menudo muchos que la vivieron callan hasta con sus médicos. Por eso y por temor a que lo tomen para la broma fácil: ‘Che, ¿y OVNIS no viste?’. Uno imagina eso y prefiere callar”, escribió después. No le fue insignificante lo que vivió, de hecho prefería evitar las entrevistas y las charlas livianas al respecto. En rigor, en esos primeros años solo dio una entrevista a Alberto Badía y luego habló a través de sus libros.
Su libro fue un boom de ventas y no habla solo de su experiencia sino también de la de otros argentinos que también volvieron de la muerte y a quienes entrevistó. Fue uno de los autores argentinos más leído del país y en sus libros no había solo un relato del misterioso acto de morir, sino también otro tipo de luz, una esperanza. Él, que había muerto, se convirtió en un referente de la vida.
“El paso de la vida a las tinieblas fue inmediato, instantáneo. Casi enseguida sentí que ya no tenía cuerpo, que yo era otra cosa”, escribe en el libro. Y sigue: “Yo, ese nuevo yo, flotaba en alguna parte fuera de los pesares que me acarreaba cargar con todo un cuerpo. Lo pienso ahora y no entonces, pero advierto que no existían allí las sensaciones que pueden cambiar una vida o -por lo menos- un humor: no hay calor, no hay frío, no hay dolor, no hay viento. Lo que queda claro, clarísimo, es que ese algo que era estaba muy cercano a lo perfecto. De repente, la luz impresionante. Era como un sol. Un sol ovalado emanando infinitos rayos que rasgaban las tinieblas de alrededor penetrándolas, matándolas, haciendo notar su poder. (…) Mi nuevo yo sentía la necesidad de acercarse, de entrar a esa luz para formar parte de ella. (…)”.

Los libros de Sueiro
Los libros a partir de ese primero siguieron llegando. Escribió la segunda parte de Más allá de la vida, luego “La gran esperanza”, “Poderes”, “Curas sanadores y otros asombros”, “El ángel, un amigo del alma”, “Año 2000, las profecías” e “Historias asombrosas”. Todos, sin excepción, éxito de ventas.
En el 2003 volvió a la televisión con “Misterios y Milagros”, por canal 13. Tuvo el mismo recibimiento que en sus libros: rating y devoción, la moneda con que trafica el medio. “Morir es como un viaje en tren: lloran los que se despiden en el andén, pero el que viaja está muy contento”, decía, y la gente, como quien entiende una verdad que persiguió por años, se conmovía.
“Es la Paz”, escribió. “Uno siente que estuvo corriendo mucho tiempo por un camino lleno de piedras, descalzo y llevando sobre los hombros, en la cintura, en el cuello, en las piernas pesas de cincuenta kilos cada una que ya no se aguantaban más”. Quién no querría creer en eso, quién no busca al final del día la paz, el silencio. Victor Sueiro, dueño de todo rigor o de toda fantasía, ofrecía esa ilusión: venta de paz para ofrecer, al fin, la paz.
Tenía 64 años cuando ya no pudo ofrecer más. Hace exactos 15 años se fue para siempre, otra vez después de un infarto. Tenía ya 10 angioplastías y 11 stents. Lo estaban operando por una afección intestinal y de pronto tuvo un paro cardiorrespiratorio. Los médicos del sanatorio Otamendi habrán guardado alguna expectativa, pero nunca revivió. Murió a la 13:30 de un día de fin de primavera. Su ataud fue cargado por familiares y amigos, entre ellos Fernando Bravo. Fanny Mandelbaum leyó un fragmento de la Biblia en la ceremonia celebrada en la iglesia Nuestra Señora del Pilar, en Recoleta. Su esposa Rosa y su hija Rocío estuvieron junto a él en todo momento. A las 16:10 su cuerpo fue enterrado para siempre, pero poco importa el cuerpo en su concepción de la existencia.
El mundo ya no tiene a Víctor Sueiro, pero él solía decir que los que se van, lo hacen solo en apariencia. En algún lado, en alguna lectura o algún recuerdo, su paz sigue trayendo la paz de muchos otros que, desde hace años, eligieron creer en el más allá.
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