
Cuando le preguntan por qué es vegetariana, Verónica Flores (36) responde “Porque puedo. No es una obligación comer carne, es cultural”.
No recuerda exactamente cuando dejó de comer carne. Calcula que tendría 23 años, aproximadamente y que estaba en tercer año de su carrera de Kinesiología en la Universidad de Buenos Aires.
Para Verónica su motor para continuar alimentándose así es su repudio contra el maltrato y la matanza animal. “Sé que no comiéndolos es un empezar. Mi granito de arena”.
Antes comía pollo, carne de vaca, pescado. No era la fanática de los asados. Y no extraña esa manera de alimentarse. El olor de la parrilla que enloquece a los carnívoros, a ella no le seduce para nada. No le interesa. No le tienta. Dice que cuando se cambia de hábitos, eso pasa al olvido. No se necesita.

Si hay algo le afectó en su vida fue pasar en la ruta por al lado de los camiones que transportan a las vacas y ver sus caras asomando con sus expresiones.“Todos los animales sienten. Tiene sistema nervioso y sienten. Pueden sentir el maltrato, igual que un perro o un gato. Como amo a los animales, simplemente elijo no comerlos”, explica.
De chica siempre tuvo perros y sintió amor por ellos como si fueran un integrante más de la familia. “Siempre tuvimos mucha cercanía en mi familia con los animales. El novio de su madre le regaló una pieza tallada con último perro, Donatello, un sharpei.
Dice la vegetariana que para justificar la alimentación carnívora suele decirse que está en la naturaleza del hombre comer animales, que tenemos colmillos. “Si ponés un bebé en una cuna con una manzana y un conejo, si se come el conejo te regalo un auto. Un niño no piensa que es comida, así que no es instinto”, plantea.

“Aprendía a cocinar cuando me hice vegetariana, porque no es sacar algo del freezer y ya está. Requiere algo más de preparación”, explica. Por otra parte, sus padres le recomendaron que fuera a una nutricionista para saber cómo suplantar la proteína animal, por los aminoácidos de los vegetales. “Cuando lo combinás de la manera correcta obtenés la proteína vegetal”, explica.
Verónica está a un paso de ser vegana. No consume leche de vaca, sino de almendras. Solo que requiere tiempo de investigación para saber cómo reemplazar ingredientes. “Lo veo más complejo en lo social, pero no es imposible, se puede”.
Asegura que hoy es cada vez más fácil dejar la carne. “Ahora el mundo en general está más preparado para el vegetariano. Hace unos años me pasaba de ir a un restaurante, y tener que optar entre papas fritas o pastas. No había nada. Ahora está mucho más aggiornado con opciones veganas, vegetarianas. Lo mismo pasa en una hamburguesería, hoy tenés de soja, de quinoa. Antes no”, contrasta. Y agrega: “Trato de no comer alimentos procesados porque la industria le pone porquerías, es otro tema”.

Cuando conoció a su pareja, Ezequiel (33), tuvo un gran gesto con ella. La invitó a cenar y le preparó hamburguesas de lentejas. “Era la primera vez que las hacía y la verdad es que estaban pasables. Un poco secas (se ríe)”. La mejor manera de empezar la relación.
“La verdad es que lo hizo todo fácil. Se adaptó bastante porque su alimentación pasó a ser 70 % vegetariana, 30 % carnívora. Y ese 30% casi no lo consume dentro de casa”, cuenta. Consume carne cuando sale a comer afuera. Cuando van a casa de un familiar. Cuando los invitan a un asado. Si no hay verduras en la parrilla, Vero lleva su tupper.
Cocinar dos platos diferentes todos los días resulta imposible para dos personas que salen a trabajar. “El que llega primero cocina para los dos y terminamos comiendo tortilla de papa, tarta de verdura, lo más práctico para los dos”, relata. A ella le encantan las berenjenas en todas sus cocciones. La lasagna vegetariana, las verduras grilladas, las empanadas de verdura también están entre sus favoritos.
Y a Ezequiel le gustan las milanesas, y no siempre las come en restaurantes. También las come en su casa. Para tenerlas, se ocupa de ir a comprarlas, porque Verónica, que suele hacer las compras, no pisa la carnicería. “Él va y compra las milanesas hechas. Yo no las manipulo, las cocina él”, explica.

Yo no te las pongo ni al horno, no quiero formar parte del proceso, no quiero estar en la cadena del consumo animal”, argumenta.
Por más que se dé esta situación, aún cuando llega agotado después de una cirugía a las dos de la mañana y le pida a ella que le haga las milanesas y ella se niegue, Verónica jamás intentó convencerlo de pasarse al vegetarianismo. “No intenté convencerlo, es justamente algo que no hago nunca. No me gusta estar cuestionando al otro ni tratar de persuadir. Tiene que surgir de cada uno. El sentimiento real y genuino es la clave para mantenerlo en el tiempo”, subraya.
Entiendo que la gente quiera consumir carne, no juzgo. Simplemente trato de ser consecuente con la bandera que levanto.
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