
A metros de la playa una pareja se detiene y observa. En dirección contraria a la cual caminan, una silueta fugaz pasó sin dejar otro rastro más que la sospecha. A ambos los invade la curiosidad. Cuando se dan vuelta distinguen a una joven girando sobre su propio eje, con unos rollers llamativos por sus cuatro rueditas verdes, que luego propone un salto imposible y lo culmina sentada, sin dejar de moverse.
Tulia Hunt es la protagonista de una secuencia que se repite cada mañana y cada tarde en Mar del Plata. Su carrera es tan veloz que la atracción es inmediata. Sus piernas viajan tan rápido que los turistas se desesperan por captar ese instante.
La mujer de 32 años, nutricionista de profesión, se llama Natalia pero jamás se daría vuelta si escuchara ese nombre por la calle. Tampoco si le gritaran “¡Nati!”. “Soy Tulia para los que me conocen en este ambiente, para mi familia y para mis amigos. Todos me llaman así”, cuenta a Infobae.
“Yo de chica hice patín artístico, desde los 7 hasta los 14. Ahí dejé por un tiempo, pero siempre me quedaron las ganas de patinar. Siempre quería volver. Y hace seis años me compré los rollers. Los agarré de manera recreativa, para volver a patinar e ir al Rosedal de Palermo cada tanto. Y me encantó”, revela.

Su intento por perfeccionarse la llevó a relacionarse inmediatamente con jóvenes que comenzaron a enseñarle las técnicas y los movimientos. Hasta que una tarde por Flores vio pasar a un grupo de patinadores por la calle. “Yo quiero hacer esto”, pensó Tulia.
“Empecé a buscar grupos en Facebook y así es como conocí más gente y me animé a salir a la calle. Descubrí que hacían salidas todos los días y que la experiencia era diferente. Los trucos que me enseñaban, la adrenalina de circular entre autos, la velocidad. Eso me maravilló”, recuerda.
Sus primeras aventuras rondaban los 20 kilómetros. “A partir de ahí me empecé a juntar con gente que la tenía re clara y te enseñaban de buena onda. Que en definitiva de eso se trata: de transmitir, llegar a más personas, que aprendan lo que uno hace. Este es mi estilo de vida, por eso a cada lado que voy me llevo los rollers”, explica.
“Acá en Mar del Plata me pasa que cuando patino desconecto, y no miro alrededor. Me doy cuenta de que se me quedan mirando, o noto que comentan cosas. Me gritan: ‘¡qué genia!’ y me encanta ver que a la gente les gusta. O cruzarme con otros patinadores y me conozcan”, agrega Tulia, quien sostiene que suele andar con música “pero sí escucho cosas y siempre lo que recibo es buena onda. Eso está bueno porque transmite mucho”.
La mujer, oriunda del barrio porteño de Flores, se subió al podio de las carreras “Chicas en Rollers” durante tres años seguidos (dos primeros puestos), la más importante de la ciudad de Buenos Aires, organizada por una de las cadenas de farmacias más importantes del país.
“Todo sirvió para expandirme y mostrar lo que hago. Hoy conozco mucha gente que son profesores de rollers y viven de eso. A mi me gusta hacerlo como hobby. Yo doy clases pero no todos los días, porque no quiero tomarlo como un ‘trabajo’. Mezclar el laburo con lo que me gusta me da miedo”, dice Tulia.
“Me recibí en 2013 como licenciada en nutrición. Pero quedó ahí. Ahora trabajo como empleada administrativa y doy clases de rollers; de entrenamiento físico en rollers más bien, que es algo nuevo. El patín está bueno complementarlo con algo de piernas. Yo ahora no estoy haciendo nada de gimnasia, pero lo ideal es hacer. Los chicos que entrenan y son profesionales tienen nutricionista, entrenadores, trabajan la fuerza y la resistencia”, indica.

En La Feliz, Tulia está vacacionando en un departamento familiar ubicado en la parte céntrica de la ciudad. Desde allí arranca todos los días para las playas del Sur, lugar al que lleva sus rollers para perfeccionar su técnica y regalar piruetas.
“Mucha gente me conoce por las redes sociales”, cuenta Tulia. En Instagram (@tuliahunt) tiene más de 18 mil seguidores y en TikTok casi 70 mil. “Siempre tengo en mente los patines. Intento patinar cada vez que puedo. Hoy por hoy no hago otra cosa: yo me los pongo y salgo, no preciso una entrada en calor”.
La mujer explica que “el patinaje en general es caro. Siempre tenés que cambiar ruedas, rulemanes, y todo es importado. Sé que hay rollers de $15 mil que son buenos. Los míos cuestan alrededor de $60 mil y cada tanto le tengo que cambiar las rueditas o los rulemanes”.

También cuenta que “una de las primeras dudas que tienen los principiantes está relacionada con el frenado. Temen no saber hacer realizarlo una vez que toman la velocidad. Yo siempre digo que no es difícil, que requiere práctica como todo y que se puede”.
Y completa: “Para mí patinar es un modo de vida. Y más hacerlo acá, al lado del mar, con estos paisajes. Sinceramente no tiene comparación. No soy de acá pero si tengo que elegir un sitio para volver y patinar es Mar del Plata. Es único”.
Fotos: Christian Heit
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