
Dentro de una canasta especialmente adaptada a la bicicleta que usa para repartir delivery, viaja Fredy. Alejandro y su perro callejero, que rescató en una favela de Brasil hace ya cinco años, son inseparables.
La postal de ambos por las calles de Rosario se viralizó en las redes. Y los vecinos que reciben al joven repartidor aplaudieron la decisión que tomó de ir a trabajar con su fiel compañero en medio de la pandemia.
“Sonaba a todo volumen Bohemian Rhapsody de Queen cuando lo miré a los ojos. Lo habían abandonado dentro de una caja en la puerta de la casa de una vecina en São Luis do Maranhão, donde yo estaba parando. Ella ya tenía dos perritos, entonces me lo quedé”, relata Alejandro Rochi Paez (27) a Infobae.

Alejandro había dejado Unquillo, Córdoba, para emprender “un viaje liberador” por el norte de la Argentina que luego lo condujo por Ecuador, Colombia, Chile y más tarde Brasil. “En casa jamás me faltó nada, pero siempre quise ser independiente. Por eso a los 14 años empecé a trabajar primero de albañil con mi abuelo y después de panadero. A los 20 me cansé, junté algo de ahorro y salí a dedo”, resalta con respecto a su cambio de vida.
Dejó su trabajo en una fábrica de automotores y las comodidades de su casa, juntó coraje, y sin mirar atrás se fue sin fecha de retorno. “Me aventuré porque no sabés todo lo que te espera hasta que estás en la ruta. En total fueron 11 meses de recorrido. Los ahorros se me terminaron al poco tiempo, nunca son suficientes. Vivía de hacer artesanías y haciendo malabares en los semáforos”, cuenta.
En la ruta lejos de casa, no solo conoció diferentes lugares y gente de todo el mundo sino que supo adoptar esta aventura como un estilo de vida. “No creo en la meritocracia, que haya que sufrir para tener lo que uno desea, al contrario primero salgo a buscar lo que quiero y ahí veo como hago para subsistir de eso. Viajar solo te vuelve muy seguro. Decidís dónde dormir, cómo solventarte... Todos los días aprendés algo”.
En 2015, le llegó el turno de conocer Brasil. Ya en el norte decidido seguir su travesía de una manera diferente y compró una bicicleta para pedalear hasta Sergipe, Joao Pessoa y São Luis do Maranhão.
“Viajaba con otros mochileros y es muy común pedalear acompañado por una perro porque son compañeros y se adaptan bien. Me faltaba el mío... y nos encontramos. Tenía solo dos meses cuando lo abandonaron, estaba lleno de pulgas y garrapatas. Lo curé y nos separamos nunca más”.
A su bici reformada con alforjas y cambios potentes, le agregó un carrito adaptado para llevar a Fredy en cada aventura. “Le hago una seña, se sube y se instala en su colchón. Está super entrenado para viajar, porque lo hace desde los tres meses. Fredy es tranquilo y obediente, el mejor compañero que existe”.

Esta dupla ya visitó ocho estados brasileños, incluido el Amazonas. Pero no todo el recorrido fue fácil. “ Fredy lo atropelló una camioneta y casi se muere. Estuve varios meses rehabilitándose, es un guerrero. En el estado Rondonia también estuvo muy enfermo... pero siempre la remamos juntos”.
Adiestrado por Alejandro, Fredy, aprendió varios trucos: “Se hace el muerto, ladra cuando le digo falar (hablar en portugués) y salta conmigo. También hace acrobacias como yo, somos dos amantes del arte callejero”.
Inseparables
Hace seis meses volvió a la Argentina. Ingresaron al país por Puerto Iguazú y bajaron hasta Rosario, donde están instalados en un hostal.
“Lo más difícil al volver fue encontrar un lugar donde me aceptaran con Fredy. Las mascotas te abren muchas puertas y a la vez te las cierran a la hora de alquilar”, cuenta Alejandro.

Para juntar algo de dinero -mientras sigue estudiando artes escénicas- Alejandro se inscribió en una aplicación de delivery, algo que podía hacer con su bicicleta. “Los dos primeros meses hubo un aumento de demanda importante, después todo volvió a la normalidad. Cuando el día esta lindo, lo subo a Fredy a su canasta. Cuando no puedo salir con él, los clientes o la gente en la calle me pregunta dónde está. Ya se acostumbraron a vernos juntos”.

Volver a la ruta, pronto
Esta dupla quiere salir nuevamente a explorar el mundo. “Me gustaría llegar a México, no sé si en bicicleta porque es agotador, un día en buenas condiciones climáticas puedo pedalear hasta 100 kilómetros, sino no más de 3 o 4. Tal vez ahora lo haría en moto u auto”.

Pero antes de lanzarse a la aventura, Alejandro sueña con tener un lugar estable para vivi con Fredy. Así inició una campaña de recaudación en su cuenta personal de Facebook. “Entre mi trabajo como repartidor y otras changas no llego con los alquileres, por eso vivo en un hostal, no todo los lugares aceptan mascotas. Quiero poder comprarme un terreno para construir una casita”.
Alejandro dice que él salió a buscar la felicidad, y la encontró: “Soy feliz viajando con el arte callejero y con Fredy a mi lado”.

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