
El hallazgo de que un virus infantil común podría estar vinculado al desarrollo del cáncer de vejiga ha abierto nuevas perspectivas en la prevención de esta enfermedad, según una investigación liderada por el Dr. Simon Baker y su equipo de la Universidad de York.
El estudio, publicado en Science Advances, divulga que el virus BK es adquirido por muchas personas durante la infancia y que en algunos casos permanece latente. Esto puede desencadenar daños que, con el tiempo, favorecen la aparición de tumores en la vejiga.
El trabajo del equipo de la Universidad de York se centró en analizar el tejido humano que recubre el tracto urinario, conocido como urotelio. Mediante experimentos de laboratorio, los investigadores expusieron este tejido al virus BK y observaron patrones de daño en el ADN provocados por las propias defensas antivirales de las células. El Dr. Baker explicó que, en la lucha contra el virus, las enzimas diseñadas para atacar al patógeno pueden terminar dañando el ADN celular, lo que respalda la hipótesis de que la respuesta inmunitaria frente al virus BK es responsable de las mutaciones que pueden derivar en cáncer.

El Dr. Baker detalló a la Universidad de York: “En otros tipos de cáncer relacionados con virus, como el cáncer de cuello uterino, sabemos que el ADN del virus se combina con nuestro propio material genético para impulsar el desarrollo del tumor. Nuestros resultados han demostrado que, en la vejiga, la respuesta defensiva del tejido al virus provoca cambios en el ADN que pueden derivar en cáncer”. Además, el equipo descubrió que el daño genético no se limita a las células infectadas, sino que también afecta a las células vecinas, lo que podría explicar por qué la mayoría de los cánceres de vejiga no presentan rastros del virus cuando se diagnostican años después.
El impacto de este hallazgo es especialmente relevante para los pacientes trasplantados de riñón. Tras la infección en la infancia, el virus BK suele permanecer inactivo, pero en personas que reciben un trasplante y deben tomar inmunosupresores, el virus puede reactivarse y dañar los riñones, el uréter y la vejiga. Las infecciones por el virus BK suelen ser asintomáticas, pero los médicos han aprendido sobre su comportamiento a partir de la experiencia de los receptores de trasplante.
El caso de Tim Tavender, un paciente de 51 años de Southampton, ilustra las consecuencias de esta reactivación. Tras recibir un trasplante de riñón en 2015, Tim contrajo una infección por el virus BK y posteriormente desarrolló cáncer de vejiga. Tavender relató a la Universidad de York: “Fue una experiencia aterradora. El virus BK me hizo sentir mal, como si tuviera gripe constante, y reducir mis inmunosupresores para combatirlo me dejó en una situación delicada. Luego, en 2021, noté sangre en la orina. No era solo un poco, era clarete. Esa visita al médico probablemente me salvó la vida”.

La intervención quirúrgica para extirparle la vejiga se prolongó durante más de trece horas. “Al principio la odié y me sentí bastante deprimida, pero agradezco no tener cáncer y que mi cuerpo funcione bien. Ver esta investigación me llena de esperanza. Si científicos como el Dr. Baker encuentran nuevas maneras de controlar el virus BK, podrían evitar que otras personas pasen por lo que yo pasé, y eso les cambiaría la vida”, afirmó Tavender.
Según los autores, los resultados de este estudio abren la posibilidad de intervenir sobre el virus BK como estrategia preventiva. El Dr. Baker subrayó: “Este es un cambio importante en nuestra forma de pensar sobre el origen del cáncer de vejiga. Dado que los receptores de trasplante de riñón se ven afectados por el virus BK y tienen tres veces más probabilidades de desarrollar cáncer de vejiga, sospechábamos que el virus BK estaba involucrado, pero desconocíamos cómo”.
El avance logrado permite comprender cómo el virus BK puede contribuir al desarrollo del cáncer de vejiga tanto en pacientes trasplantados como en la población general, y aclara por qué los tumores no muestran rastros del virus años después de la infección. El Dr. Baker concluyó: “Esto nos motiva a buscar estrategias de prevención tanto para el cáncer de vejiga como para el daño renal causado por el virus BK. Nuestro laboratorio está desarrollando nuevas formas de controlar el virus BK”.
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