
En una mañana cualquiera, el aroma a pan caliente y café se mezcla en la cocina de una familia. El desayuno incluye cereales azucarados, pan tostado industrial, jugos envasados y fiambres envasados. Esta escena, habitual en millones de hogares del mundo, revela una tendencia silenciosa pero determinante: los alimentos ultraprocesados ya forman parte central de la mesa diaria y se han convertido, según científicos de primer nivel, en la causa principal de la “pandemia de enfermedades crónicas” que golpea a la población global.
Qué son los alimentos ultraprocesados y por qué preocupan
Según la serie especial publicada por The Lancet, los alimentos ultraprocesados (UPF, por sus siglas en inglés) son productos industriales elaborados a partir de ingredientes de bajo costo, aditivos, conservantes y combinaciones químicas difíciles de replicar en una cocina convencional.
Un panel internacional de 43 expertos señaló: “El motor clave del auge mundial de los UPF es el creciente poder económico y político de la industria, que antepone la rentabilidad por encima de todo”.

En la lista de UPF se encuentran productos como refrescos, panes industriales, cereales azucarados, comidas preparadas, fiambres, galletitas, snacks, helados y bebidas energéticas. Al respecto, Carlos Monteiro, epidemiólogo de la Universidad de São Paulo que acuñó el término, sostiene que estos productos cambian la estructura química de los alimentos, desmantelan la matriz natural que regula la digestión y la saciedad, y llevan a un consumo excesivo y desequilibrado.
Crece el consumo, surgen las alertas
Los estudios muestran que los ultraprocesados ocupan más del 50% de las calorías diarias de las dietas en países como Estados Unidos y el Reino Unido, mientras que en México y Brasil han pasado de un 10% a más del 20% de las calorías totales en solo cuatro décadas. Parte de Asia y los países del sur de Europa presentan cifras menores, pero con una tendencia creciente.

Un análisis sistemático de 104 estudios longitudinales concluyó que 92 de ellos detectaron una relación directa entre una dieta alta en ultraprocesados y el riesgo de padecer al menos una enfermedad crónica, como obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y depresión. “Este cuerpo de evidencia refuerza la necesidad de una respuesta urgente en salud pública”, sostuvo la epidemióloga Mathilde Touvier, del Instituto Nacional de Salud y la Investigación Médica de Francia (Inserm).
Expertos internacionales señalaron que la industria de los alimentos ultraprocesados implementa estrategias para bloquear regulaciones y dificultar cualquier intento de control estatal. Estas compañías influyen en la legislación, financian investigaciones que siembran dudas y desplazan el debate hacia la responsabilidad individual, alejando el foco del modelo de negocio.

Phillip Baker, investigador de la Universidad de Sydney, aseveró: “Necesitamos una respuesta enérgica, similar a la que enfrentó la industria tabacalera. Hay que blindar la legislación del lobby político y fortalecer alianzas que defiendan sistemas alimentarios justos, equitativos y sustentables”. En el mismo sentido, el informe destacó que UPF es el rubro más rentable del sector alimenticio: las ventas anuales superan los 1,9 billones de dólares.
¿Qué hacer frente a una crisis global?
En algunos países ya existen normativas para reformular productos o limitar el contenido de sal, azúcares y grasas. Sin embargo, el resultado ha sido insuficiente. “Hemos visto una historia de tres décadas de reformulación. Se quitaron grasas, se quitaron azúcares y se los reemplazó por alternativas, pero la obesidad y las enfermedades asociadas continúan aumentando”, afirmó Chris Van Tulleken, profesor de medicina en University College London.

El caso de Brasil se destaca por políticas activas: su programa nacional de alimentación escolar ya eliminó la mayoría de los ultraprocesados y prevé que, para 2026, 90% de la comida que se sirva en escuelas será fresca o mínimamente procesada. Otras propuestas recomendadas por los expertos incluyen el etiquetado frontal identificando los ingredientes característicos de los UPF, restricciones estrictas en el marketing a menores y la prohibición de estos productos en escuelas y hospitales.
Si bien la relación entre UPF y enfermedades crónicas es robusta, todavía persisten debates sobre la definición exacta de “ultraprocesado” y la necesidad de más estudios a largo plazo.
Como concluyó Kevin McConway, profesor emérito de estadística aplicada en The Open University: “Hay evidencias claras de que al menos algunos UPF elevan el riesgo de ciertas enfermedades. Aunque no puede decirse que todos sean peligrosos, el exceso es alarmante”.
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