Se sabe, el sector agropecuario argentino pierde con sus competidores en materia de ingresos, puesto que ninguno de ellos castiga la exportación de granos y derivados con la aplicación de retenciones. En este contexto, la Fundación Mediterránea comparó precios de insumos y equipos agropecuarios en la Argentina frente a los de otros países relevantes en la región y en el hemisferio norte, de modo de cerrar el círculo. Lo hizo a través del Instituto de Estudios Económicos sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL).
Metido de lleno en el asunto, el IERAL procedió a relevar los costos de trece bienes y servicios, clasificados en seis grupos, para la Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Estados Unidos. La referencia es a fertilizantes, herbicidas, fungicidas, transporte de carga, combustible y maquinaria. En términos generales, los resultados muestran que la Argentina es más cara en dólares que los otros países en la mayoría de los productos relevados. Así es en el 69% de los casos con respecto a Brasil, Uruguay y Paraguay, y en el 54% de los casos en relación a Estados Unidos. Las brechas no son grandes, pero existen.
La primera conclusión es que los costos de insumos y equipos agropecuarios locales están exacerbados por limitaciones concretas, lo cual revela la existencia de distorsiones que encarecen la producción agropecuaria. Entre los factores involucrados pueden citarse los resabios de las restricciones cambiarias, cargas impositivas acumulativas, regulaciones laborales muy rígidas, elevados costos logísticos internos, menor escala operativa y un contexto de mayor incertidumbre y volatilidad. Estos elementos, en conjunto, limitan el funcionamiento pleno de los mecanismos de arbitraje de precios y restan competitividad.

En el detalle de los vicios del Estado aún no superados, hay que anotar impuestos como Ingresos Brutos o tasas municipales sobre la facturación, que otros países no aplican. Además, al no reconocer como crédito el tributo que las empresas erogan en sus compras, va generándose el pago de gravamen sobre gravamen, y un sobrecosto que se traslada a los precios de los bienes a medida que estos recorren la cadena de valor. “Avanzar en la sustitución de este tipo de tributación por impuestos más neutrales, así como en las reformas pendientes, puede ser muy importante para acortar brechas de precios con aquellos países que compiten con la producción local”, recomiendan los técnicos del Ieral.
En el balance, el agro argentino da la pelea en el mercado internacional con una ecuación que sigue desequilibrada: insumos en general más caros y precios de venta más bajos. De los dos, claramente el principal problema de la competitividad del sector agropecuario radica en la exacción que pesa sobre los ingresos. Superar este doble castigo resulta fundamental para recuperar competitividad y aprovechar plenamente el potencial productivo del sector.
La tarea de estos profesionales no estuvo exenta de desafíos. La información es escasa. No existen bases de datos secundarias estandarizadas que permitan acceder de forma directa y sistemática a los precios de similares productos en distintos países, lo que obliga a recurrir a fuentes de información primarias y estrategias de relevamiento específicas, del tipo caso por caso.

En segundo lugar, porque los insumos agrícolas dependen de una cantidad diversa de factores (calidad y composición de los suelos, clima y tipos de cultivos predominantes, tecnología aplicada en los establecimientos, presencia de plagas específicas, regulaciones sobre el uso de determinados productos, infraestructura y logística disponible para la distribución, etc.), que pueden ser significativamente distintos en cada país, lo que dificulta la elección de productos homogéneos para incluir en la comparación.
Por otro lado, aun cuando se logren salvar los dos puntos anteriormente mencionados, a menos que se conozcan las tecnologías específicas de cada país (dosis de cada insumo por unidad de medida, eficiencia con que se utilizan, etc.), la información obtenida puede ser insuficiente como para inferir linealmente el nivel de los costos a los que producen cada uno de ellos.
Teniendo en cuenta que el gobierno ha logrado avances importantes en materia de estabilización macroeconómica y cambiaria (ahora afectado por el entorno de incertidumbre en el marco de las elecciones legislativas), los desafíos de mediano plazo en términos de competitividad se trasladan al terreno microeconómico.

Para estos especialistas, el foco debe estar en mejorar el funcionamiento de los mercados de bienes y factores, reduciendo las distorsiones generadas por una trama de regulaciones, impuestos y regímenes laborales centralizados, diseñada en su momento para un tipo de organización económica —burocrática e intervencionista— que no arrojó buenos resultados en términos de crecimiento y desarrollo.
Ese esquema debe dar paso a otro, que otorgue mayor libertad a los agentes privados para adaptar sus decisiones y organizar sus actividades productivas, de cualquier tamaño, en cualquier sector y región del país, en función de los recursos disponibles y las demandas locales e internacionales.
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