
Detrás de cada litro de aceite y de cada alimento balanceado hay un protagonista silencioso: el expeller de soja. Este subproducto, obtenido a partir del proceso de extrusado y prensado del grano, se convirtió en los últimos años en una pieza central de la agroindustria argentina.
Es el punto de partida para elaborar raciones que alimentan a cerdos, aves y bovinos, y también la base de nuevas formulaciones texturizadas destinadas al consumo humano.
En el país funcionan unas 400 plantas PyME dedicadas a este proceso. Mantener la calidad del expeller no solo incide en la eficiencia de la producción ganadera —carne, leche, huevos—, sino también en el valor de los productos que llegan a la mesa. Por eso, investigadores del INTA destacan la importancia de cuidar la materia prima desde el inicio y asegurar su calidad a lo largo de toda la cadena.

La proteína que marca la diferencia
Alejandro Saavedra, especialista del INTA, explicó que el expeller de soja es un concentrado proteico con un contenido que varía entre el 42 y el 47 % en base seca, dependiendo de la calidad del grano y la ubicación de las plantas.
A diferencia de la harina de soja obtenida mediante solventes, este producto conserva entre un 5 y un 8 % de materia grasa, lo que le aporta energía adicional y lo convierte en una fuente de alto valor nutricional.
“Si baja la calidad del grano, inevitablemente baja la calidad del expeller”, remarcó Saavedra, quien participa en seguimientos técnicos y en la incorporación de tecnología en plantas del país. Entre esas herramientas, la espectroscopía NIRS permite analizar en tiempo real los niveles de proteína y aceite, una ventaja clave para controlar la calidad sin detener la producción.
Tecnología, temperatura y precisión
El proceso de extrusión y prensado no solo extrae el aceite del grano, sino que también estabiliza y desactiva los compuestos que podrían afectar la digestibilidad. “Cuando el control de temperaturas es adecuado, el expeller conserva los aminoácidos esenciales y reduce el daño sobre las proteínas, lo que se traduce en mayor eficiencia productiva”, explicó Saavedra.
A diferencia de los métodos tradicionales, este sistema es completamente mecánico y no utiliza hexano ni otros solventes químicos. Así, el aceite que se obtiene es más inocuo y libre de trazas residuales, una característica valorada tanto por la industria alimentaria como por los mercados internacionales.
Un insumo con proyección
La creciente demanda global de proteínas abre nuevas oportunidades para el expeller argentino. Parte de la producción se destina a la exportación y otra se integra en la cadena local de alimentos balanceados. Pero el horizonte va más allá: el mismo producto sirve como base para desarrollar texturizados de soja destinados al consumo humano, un segmento en plena expansión.
El desafío, coinciden los especialistas, está en aumentar la eficiencia de las plantas sin descuidar la calidad del grano ni del producto final.
Cuidar el expeller es, en definitiva, cuidar el eslabón que sostiene a toda la cadena de la soja: un insumo que nació como subproducto y hoy se impone como un componente esencial en la producción de alimentos.
fuente: Inta
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