
Argentina es un país que cultiva futuro: tercer productor mundial de biogás; sexto en biodiesel; octavo en bioetanol.
¿Hay más?
Sí, tercero en superficie de producción orgánica; más del 90% de la agricultura bajo siembra directa. En un mundo que corre detrás de la sustentabilidad, Argentina ya juega en la primera línea. Lo hace con tecnologías propias, prácticas agroecológicas consolidadas y una red de actores públicos y privados que empujan hacia un modelo más limpio y eficiente.
Pero más allá de los números, lo que se está construyendo es una nueva narrativa agroindustrial: una que no contrapone productividad con cuidado ambiental, sino que los hace convivir.
¿Cómo se logró llegar hasta acá? ¿Y qué falta para escalar aún más?

Producción orgánica: del margen al liderazgo
Una de las apuestas más visibles es la agricultura orgánica. Con más de 4 millones de hectáreas certificadas, Argentina se posiciona como el tercer país del mundo en superficie destinada a este tipo de producción, y el primero en América Latina, con el 40% del total regional.
Este avance se traduce en una presencia fuerte de cultivos industriales como caña de azúcar, tabaco, olivo y vid, pero también de cereales como trigo y avena, que crecieron en superficie durante el último año. Buenos Aires, Mendoza y Jujuy lideran la participación provincial. Aunque 2024 marcó una leve retracción, el recorrido de largo plazo sigue firme y por encima del promedio histórico.

Siembra directa y rotación: cuidar el suelo, cuidar el futuro
El salto hacia la sustentabilidad no se limita a los cultivos orgánicos. La siembra directa, una técnica que evita remover el suelo para preservar su estructura y biodiversidad, abarca hoy más del 90% de la superficie agrícola del país. Córdoba se destaca con un 98% de adopción, siendo referente en la región.
Complementariamente, la rotación de cultivos —clave para mantener la salud del suelo y reducir la necesidad de insumos externos— alcanzó al 48% del área en la campaña 2021/22. Estas prácticas, antes marginales, son ahora parte del núcleo duro del sistema productivo nacional.
Biotecnología y bioinsumos: producir más, impactar menos
El enfoque sustentable se sostiene también con ciencia aplicada. Argentina es el tercer productor mundial de cultivos biotecnológicos, y los datos son contundentes: el 100% de la soja y el algodón, y el 99% del maíz sembrado en el país, son genéticamente modificados. Esto permite lograr más rinde por hectárea, usando menos recursos y reduciendo el uso de agroquímicos.
A su vez, se consolidan los bioinsumos: hay más de 350 aprobados por SENASA, entre ellos fertilizantes biológicos, biofitosanitarios y fungicidas naturales. Así, el país avanza en reemplazar productos sintéticos por alternativas más amigables con el ambiente.
Energía del campo: residuos que iluminan
El proceso de transformación también llega a la energía. Desde la biomasa hasta el biodiesel, los subproductos del agro argentino ya son fuente de energía limpia y renovable. En biogás, el país se ubica tercero en América Latina, detrás de Brasil y Colombia. En este rubro, Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe concentran el 90% de la generación nacional.
En cuanto a biomasa, provincias como Corrientes, Misiones y Salta encabezan la producción. Córdoba, por su parte, marca un hito: es la única en el mundo que genera electricidad con cáscara de maní.
La cadena de valor de los biocombustibles líquidos también se fortalece. Argentina es el sexto productor mundial de biodiesel y el octavo de bioetanol, con Córdoba, Tucumán y San Luis como provincias clave. En 2024, la producción de biodiesel creció un 40%, y Buenos Aires lideró el incremento interanual.
Certificaciones que abren puertas
La trazabilidad se volvió un pasaporte comercial. Por eso, el país trabaja en consolidar sus credenciales ambientales. Las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) ya se aplican en más de 3 millones de hectáreas, y la plataforma VISEC, que garantiza producción libre de deforestación, sumó más de 900 mil hectáreas certificadas.
También se destaca el papel de la agroindustria en el financiamiento sostenible. Un 12% de los bonos sociales, verdes y sustentables (SVS) emitidos en Argentina están destinados al sector, lo que refleja el interés del mercado por impulsar esta transformación.
Una hoja de ruta posible
A pesar de un contexto económico desafiante, las buenas prácticas siguen creciendo. La innovación, las demandas del mercado internacional y la visión a largo plazo de muchos productores y empresas explican por qué Argentina no solo se adapta a las nuevas reglas de juego, sino que las anticipa.
¿Puede el país seguir escalando posiciones?
Si se reducen barreras internas y se potencian las políticas públicas, la agroindustria argentina tiene con qué convertirse en referente global de producción sustentable. Lo que alguna vez fue una promesa, hoy empieza a materializarse en cada hectárea sembrada, cada tonelada exportada y cada energía que brota del suelo.
Fuente: Bolsa de Cereales de Córdoba
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