
La soja crece mirando al cielo. Cuando la lluvia escasea, el cultivo más emblemático del país entra en tensión, y con él, una parte importante del motor productivo nacional. Para entender cómo mitigar los efectos del estrés hídrico, un equipo del INTA se sumergió en los procesos internos de la planta y encontró una posible aliada: la nutrición nitrogenada.
Con un enfoque centrado en la fisiología vegetal, el grupo de investigación del Instituto de Fisiología y Recursos Genéticos Vegetales del INTA, junto a la Estación Experimental Agropecuaria Manfredi, estudia de qué manera el nitrógeno puede mejorar el rendimiento y la calidad del grano en condiciones de sequía. La mirada apunta a los detalles invisibles del desarrollo de la planta, donde la disponibilidad de nutrientes puede marcar una gran diferencia.
Los efectos del estrés hídrico en la soja
Durante la etapa de llenado de grano —uno de los momentos más críticos del ciclo del cultivo—, el agua y los nutrientes determinan no solo cuántos granos habrá, sino qué tan nutritivos serán. Cuando el agua falta, la soja responde con un cierre anticipado de su ciclo, lo que provoca menor rendimiento y pérdida de calidad.
En condiciones de sequía, también se reduce la fijación biológica de nitrógeno, una de las principales fuentes de este nutriente para el cultivo. Esa menor incorporación limita el desarrollo y compromete los resultados. Frente a este panorama, los especialistas decidieron probar qué pasaría si se reforzara la disponibilidad de nitrógeno en contextos de déficit hídrico.

Más nitrógeno, mejores granos
Los ensayos mostraron un dato contundente: aunque la falta de agua redujo el rendimiento en un 71 % frente a los lotes con riego, la aplicación de nitrógeno adicional permitió amortiguar parte del daño. Se registraron aumentos del 12 % en el peso final de los granos, del 5 % en el contenido de proteína y del 30 % en el índice de cosecha, un valor que expresa cuánta biomasa total se traduce finalmente en grano.
“Fue interesante observar cómo una mayor disponibilidad de nitrógeno ayudó a mejorar la producción en escenarios de estrés hídrico”, señaló Verónica Ergo, especialista en ecofisiología del INTA. Los resultados abren nuevas puertas para pensar estrategias nutricionales que acompañen el rendimiento sin descuidar la calidad.
Más allá del rinde: una mirada integral
La investigación no se limita al impacto directo sobre el grano. El estudio profundiza en los mecanismos que regulan la absorción, movilización y partición del nitrógeno dentro de la planta. Este enfoque integral permite entender cómo ciertos genotipos podrían responder mejor bajo condiciones restrictivas, combinando productividad y calidad proteica.
El conocimiento generado podría ser una herramienta valiosa para quienes desarrollan nuevas variedades de soja. Pensar en cultivares que se adapten a escenarios de menor disponibilidad hídrica, sin resignar rendimiento ni valor nutricional, podría significar un avance clave para la sostenibilidad del sistema agrícola.
Sembrar en un clima incierto
La soja representa uno de los cultivos más importantes del país, tanto por su aporte económico como por su rol estratégico en los sistemas agrícolas. Frente a un clima cada vez más variable, encontrar formas de sostener su rendimiento y calidad se vuelve esencial.
Fuente: Inta
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