Jessica Maciel es artista, cantante y comediante trans de 47 años. Pertenece a una generación que el sistema empujó —casi sin excepción— a la clandestinidad, la violencia y la muerte prematura. Que hoy siga viva constituye una declaración.
Creció en un hogar marcado por la pobreza y fue expulsada de su casa a los 13 años luego de amenazas de muerte de su propio padre. Desde entonces, su vida se volvió una sucesión de huidas, supervivencia en la calle, prostitución forzada, abusos, adicciones y un prolongado descenso a lo que ella misma describe como un “agujero negro”.
Durante más de una década, enfrentó el costado más brutal de la exclusión: durmió en trenes y plazas, fue detenida por ser trans, sufrió golpizas, intentos de asesinato y llegó a vivir al borde del suicidio. En el momento más oscuro, encontró una rendija por donde volver a respirar: una noche, casi por azar, entró a un bar, presenció un show de transformistas y recordó a la niña que brillaba en los actos escolares. Descubrió entonces que el escenario podía ser una salida. Empezó a estudiar teatro, ganó concursos, trabajó en el under y, paso a paso, reconstruyó una vida posible.
Actualmente, Jessica también es una figura relevante en redes sociales y se autodefine con humor como “tiktokersaurio”. En el mundo digital encontró no solo visibilidad y una fuente de ingresos, sino también una herramienta para narrar su historia en primera persona. Compartida por Thalía, seguida y celebrada por miles, transformó el odio en material creativo y la experiencia en discurso.

—Preséntate para el que no te conoce.
—Mi nombre es Jessica Maciel. Yo me considero una tiktokersaurio en este momento, porque fui una de las primeras trans que se volvió muy viral. Antes era muy viral en Facebook, pero TikTok me expuso de una manera que no me lo esperaba y de alguna manera me obligó a ser una profesional en las redes.
—¿Tenías claro que la red podía ser un lugar de trabajo, un lugar de ingresos?
—Te juro que no. Yo subía mucho contenido a Facebook. A mí se me ve bien, pero tengo más operaciones que el álgebra (risas). Y soy bastante grande. Vengo de la época de los 90. Yo subía contenido a Facebook. El típico de antes que subías algo para que la gente interactúe, pero ¿viste que uno lo hace por boludear? Facebook era un lugar donde uno se expresaba. Cuando sale esto de los vivos, yo empiezo a hacerlos. Al principio me identificaba con el meme ese de “dejá de hacer vivos que no te conoce nadie”. Porque claro, no me veía mucha gente. Pero yo contaba las cosas de una manera muy particular sobre lo que me pasaba en el día a día siendo trans. Yo lo llevaba todo para el lado de la sátira porque me reía de mí misma. Lo hice durante mucho tiempo y un día yo tenía conectado el Facebook a la tele, me acuerdo que estaba sentada y de repente me aparece una notificación: “Tu próximo pago será...”
—¡¿Cómo?!
—“¿Próximo pago de qué?“, dije. Y me acuerdo que entro en la computadora y había llegado como a una monetización a Facebook y ahí dije: “¿Qué pasó acá?” Tenía que configurar una cuenta de pago. Y ahí arranqué con Facebook. Nosotras tenemos como un hate especial. Hay algo del otro lado, como un hate especial que nos persigue a las trans cuando, de alguna manera, nos empieza a ir bien en redes y de repente te cambia la vida. Cuando arranco con TikTok, yo siempre fui tipo artista independiente. Yo he trabajado con Lizy y Costa, con todas en el under. Con todo ese tipo de humor que teníamos nosotras. Yo estaba haciendo un show en calle Corrientes y alguien me dice: “¿Hacemos un TikTok?” Yo no sabía lo que era. Lo hicimos, me pareció divertido. Al otro día le dije: “Che, ¿cuál es esa red social que hicimos el video?” Ahí me la descargo y empiezo a hacer lo que hacían todos. Mi casa era la casa típica, como dijo Martín Cirio, que uno pensaba que tener una pared revocada era de ricos. Yo no tenía la pared revocada de mi casa. Me acuerdo que un día hice un video y me dieron con un caño por la pares. Así que me traumé, puse una tela verde en la pared y unas luces navideñas, lo más profesional que pude y empecé a hacer mis contenidos ahí.
—Dijiste algo que me sorprendió: “Hay un hate especial para las chicas trans”. ¿Es más heavy?
—Sí. Al principio era todo: “Te amo, te banco, sos un ejemplo” y es todo lindo. Pero cuando de repente me fue bien fue más difícil. Encima a mí ya me empezó a ir bien en TikTok, porque yo todos los contenidos los hacía onda playback. Un día me empecé a encontrar voces graciosas, iba al audio y decía: “¡Ey! Es una persona que acaba de hacer un audio y todos lo agarran y se mueren de la risa”. Y dije: “Pero si yo soy así en la vida normal, tengo que hacer esto”. Entonces, mi primer audio fue un video que me estaban maquillando y le dije a alguien que me molestara mientras lo hacía. Y yo decía: “Pará, que me estoy maquillando”. De nuevo, “pará, que me estoy maquillando” hasta que de repente grito con voz fuerte: “¡Pará, que me estoy maquillando!”. Yo recuerdo que ese audio lo hicieron todos los famosos de la Argentina y hasta la mismísima Thalía lo compartió en sus historias de Instagram.
—¡Wow! ¿Thalía?
—Sí, Thalía hace un nuevo tema y yo hago el tema y me monto muy Thalía. Aparte, imaginate, yo vengo de las épocas donde no me perdía una de ella. Y subo videos con música de Thalía y me crecieron de golpe las redes. Estaba en un vivo y me decían: “Thalía te subió, Thalía te mencionó”. Corté el vivo y veo que me había mencionado y había escrito cosas superlindas. Y después cada video que por ahí le parecía gracioso, lo subía en sus redes, y yo los tengo en mis destacadas. Eso para mí fue una locura. Después María Becerra era alguien que aparte de haberme seguido, se metía a mis vivos, me comentaba. Yo entraba en un mundo en donde no conocía a nadie y me tuve que hacer de alguna manera influencer mental, porque yo venía de otra época y no conocía a nadie. Y ella estaba siempre ahí, hasta que un día: “¡No puedo creer que te siga María Becerra!”. Y se volvían locos cada vez que me dejaba un comentario. Estas cosas son el sueño creo que de cualquiera, pero para mí mucho más. Yo dormía en la calle, imagínate Luis.

—¿Dónde naciste?
—En Polvorines, Buenos Aires.
—Ubicate ahí. ¿Cómo era tu casa?
—Mi casa era muy pobre. Mi papá paraguayo, mi mamá misionera. Nosotros vivíamos todos amontonados en un cuartito. Mi papá albañil... Éramos ocho hermanos...
—¿Y cuándo te diste cuenta que había algo distinto en vos?
—De muy chiquita. Yo a veces hoy cuando siento que hay frases que tiran como “no existen las infancias trans”, digo que me gustaría tener ese poder que tienen muchos en las redes para poder decir: “¡Guarda! Porque yo era muy chiquita cuando sentía eso”. Apenas tuve noción de vida, no sé si 7 u 8 años, ya lo sentía. Yo entiendo que hay muchos niños que a veces que juegan con los zapatos de la mamá, pero yo jugaba siempre. Me identificaba muchísimo con mis hermanas, con mi mamá. En la época de los 80 y los 90, se usaba mucho que los nenes tengan el pelo largo. Y yo era feliz con esa moda. No me olvido más. Un día fuimos a un almacén con mi hermana, yo tuve una hermana trans, que ya no está en este plano. Las dos teníamos el pelo largo y recuerdo entrar a un negocio y que una señora diga: “¡Ay! Qué hermosas nenas”. Mi mamá el contestó muy enojada: “No son nenas, son nenes”. Ahí es donde dije: “¡Ay! ¿Qué pasó acá? Si yo me siento feliz así”... Mi mamá siempre fue muy religiosa.
—Era un lindo comentario que hacía la señora y tu vieja rápido salió a contestar.
—Yo me sentí feliz. Mi vieja llegó del almacén, agarró la tijera y nos dejó como dos pichones de cóndor, te juro. Yo me acuerdo que lloraba porque le decía: “Mamá, no quiero que me cortes el pelo”. Son traumas que te quedaban. Ahora imagínate. Este es mi pelo. Esto es en honor a ese día (muestra su cabellera larga).
—¿Y qué pasó con tu hermana?
—Y mi hermana cayó en lo que caímos todas las trans... Imagínate ser chiquito, tener que abandonar tu hogar, porque en ese entonces existía algo que ni yo lo supe, que era el artículo 92, que era ropa que no se adecúa al sexo. Yo no lo sabía. Yo me tengo que ir de mi casa a los 13, casi 14 años. Al tiempo, mi hermana se declara trans también. Yo no me lo esperaba, pero me lo entero por amigos y vecinos que le habían pegado. A mí, imagínate, mi papá me quiso quitar la vida cuando se enteró.
—Sin metáfora. ¿Tu papá te quiso matar?
—Sin metáfora. Me quiso quitar la vida. De alguna manera, después, con el tiempo, me reencuentro con mi papá y siento que de alguna manera me pidió perdón. Nunca me dijo: “Perdoname, hijo”, pero siento que de alguna manera me pidió perdón. Pero sí tengo esto que siempre lo recuerdo de cuando se enteraron que yo me vestía de mujer. Yo era muy chiquita y me empecé a juntar en otro barrio que había una niña trans de mi edad, a la cual la madre la amaba, tenía una madre enfermera. Entonces, para mí este era mi mejor lugar, mi mejor amiga.
—Era el universo soñado.
—Claro. Ahí nos pintábamos, nos arreglábamos. Y la madre y el padre no nos decían nada, ¿entendés? Un día salimos a comprar y era un barrio alejadito de la casa de mi mamá y me ve una vecina. Yo recuerdo que nos choca de frente. Pero Judas un poroto al lado de ella. “Qué hermosa que estás, qué lindo te queda”, me dijo. Yo me acuerdo que lo primero que le dije: “Por favor, no le digas nada a mi mamá”. Fue lo único que le dije, porque mi familia iba marcando que eso era terrible. Llego a mi casa ese día y estaban mis hermanos que me querían golpear y mis hermanas frenándolos. Yo tenía ropita de mujer escondida abajo de la cama. Y recuerdo entrar a mi habitación y que me habían hecho como una requisa, un allanamiento y mis hermanos me habían colgado las ropas en la ventanita y me habían puesto pu**, como un cartel. Fue toda una revolución. Me dijeron: “Vamos a esperar a que venga papá a ver qué dice”. Llegó papá y se quiso unir a los machos de la casa, me querían cagar a palos. Imagínate que fue el día más largo de mi vida era el debate entre mi papá, mi mamá, mis hermanos sobre qué iban a hacer conmigo. En un momento, mi mamá me dice: “Vení, vamos a hablar”. Yo era re chiquita, era una criatura. Y me dice: “Mira, ya hablé con tu papá y la única manera que vos te puedas quedar a vivir en esta casa es que nunca más en la vida te vistas de mujer”. A pesar de que eso me dolió muchísimo, yo no estaba preparada para alejarme de mi familia o de mi mamá. Y dije: “Bueno, está bien, lo acepto”. Aparte, estaba en el colegio todavía y me iba superbién en todo. Yo quería ser artista, era la payasa que hacía de todo en los actos. Y me quedo. Pero veo que había una reunión extra más tarde, donde estaban mis hermanos y mi papá. Y una de mis hermanas me dice: “Andá y fijate qué dicen”. Cuando fui a espiar escucho: “A la noche cuando se duerme la vieja, lo llevamos ahí al campo, le metemos un par de tiros, total, ¿quién va a decir que fuimos nosotros?”
—¿Eso decía tu papá?
—Eso escuché. Y era como que estaban todos de acuerdo. Yo recuerdo que escuché eso, te juro Luis, habrán sido como las 11 de la noche. Fui, agarré todas las cositas, mi ropita y me fui a la calle.
—A la nada, sin tener a dónde ir.
—Sin tener absolutamente dónde ir.
—¿Y a dónde fuiste?
—Lo primero que hice fue ir al tren, me fui a vivir al tren. Me subía, dormía, iba de un lado al otro. Y me acuerdo que hubo un hijo de mil que me quiso abusar. Un tipo que se me acercó y me dijo: “No, ¿cómo podés estar así? Yo te voy a llevar a mi casa”. Y me llevó a Villa Rosa. Parecía tan amable el señor y yo no tenía dónde ir. Entonces, fui. Y llegamos a la casa y se me tiró encima, pero yo creo que en ese momento había crecido de golpe. Le dije: “No, por favor. Andá a bañarte. Así no puedo”. Lo recuerdo tan patente. El señor se fue a bañar y yo salí corriendo por la ventana y me acuerdo que era mucho campo que tuve que cruzar hasta llegar de nuevo a la estación. Y a partir de ahí era conocer gente del tren que por ahí dormía en asentamientos o tenían lugares donde dormir o la calle. Y como que fui aprendiendo a sobrevivir.
—Dijiste: “Creo que mi papá de alguna manera me pidió perdón”. ¿Vos lo perdonaste?
—Sí. Al principio no. Imagináte que terminar con 14 años parada en una esquina, prostituyéndote, drogándote, cuando en realidad a mí me iba bien en el colegio y no hacía nada malo, fue muy duro. Cuando estábamos con otras “travas” y hablábamos de la familia, yo decía: “Los odio. Yo creo que la mejor noticia que puedo tener es el día que me digan que se murieron. Porque los odio, los odio, los detesto”. Y después de un tiempo conozco el escenario gracias a Costa. Él me propone un concurso que había porque yo empecé a ser habitué de un lugar antes de querer quitarme la vida. Ese día que yo llegué ahí me quería quitar la vida. No tenía familia, las Navidades estaba sola, no tenía nada. Y fue un día que dije: “Basta ya. No puedo más”.
—Hasta acá llegué...
—No tenía a nadie que me saque de donde yo no quería estar. Porque yo no quería prostituirme. Un montón de cosas yo no quería. Siento que igual somos muchas las que no lo queremos. Yo no me comía ese discurso de que es un trabajo y todo. Pero me sentía súper mal. Entonces fue ese momento que dije “basta”. Iba caminando así perdida por la Marcelo T y me encuentro con este bar. Y dije: “Voy a entrar a tomar algo”. El último trago. Yo ni tomaba alcohol, imaginate. Y me siento ahí y se prendieron las luces del escenario y salieron en ese entonces la Solala, la Dytro, unas transformista históricas. Y yo me acuerdo que fue el momento en que me encontré de nuevo.

—Dijiste: “Quiero eso”.
—Y recuerdo ir con Luis Cicarelli, que era el dueño, y decirle: “¿Cómo hago para trabajar ahí?”. Y me dijo: “Para trabajar acá tenés que estudiar teatro”. Pero ahí al asco le encontré un sentido y dije: “Esta es mi salida”. Laburé, me pagué mis talleres de teatro en el Teatro San Martín y empecé a ir. Ahí me meten en ese concurso y lo gano. No sé cómo pasó que en la final, pero gané. A partir de ahí empecé a trabajar, me empezaron a dar trabajitos con Costa. La gente venía a los shows y de verdad que empecé a ganar miseria, pero podía pagar el alquiler.
—Te escuche decir algo que podría ser el título de una novela: “Al asco le encontré sentido”.
—Sí, tal cual. Vi la salida y dije: “Voy a agarrar el asco de nuevo, voy a vivir un poco más y que sea esta mi última lucha. Esta puerta me la tengo que abrir. Esto es lo que yo siempre quise para mí”. Y fue también ese capricho de decir: “Yo les quiero mostrar a todos los que me escupieron, a los que me pegaron, a los que me exiliaron, a los que me echaron, por qué y para qué quería hacer esto”. Y lo logré. Ahí fue donde me recuperé, donde me di cuenta que la persona que yo necesitaba para sacarme del asco era yo misma. Me saqué el asco porque con el show yo no ganaba lo mismo que cuando me prostituía, pero podía dormir a la noche. ¿Sabés lo que es estar en la cama de noche y decir: “¡Wow! Me recuperé”? Porque a mí se me ve muy hegemónica y por la calle siempre te dicen: “¿Cuánto cobrás?”. No te imaginas lo que era para mi poder decir: “No, yo no trabajo”. Y capaz que apenas comía y llegaba a fin de mes, pero el poder decirle a un tipo: “No, yo no trabajo de eso”. Era un montón. Y creo que a partir de ahí me recuperé, mi vida mejoró, cada vez hacía más shows. Obviamente, en el under no ganaba bien. Pero empecé a ver que todas hacían shows privados, ahí me empiezo a anunciar, a vivir bien con eso y gracias al Facebook. Y ahí también entendí muchas cosas sobre el perdón. Con mi familia nos reencuentra la muerte de mi hermana. Mi hermana estaba internada y llamaron a la familia. En el hospital estábamos todos y hubo situaciones, porque incluso no querían que yo vaya porque me echaban la culpa de que su decisión de ser trans. Tuve que pelearme con todo el mundo, pero recuerdo que mi mamá estaba durísima conmigo. Me la cruzo en un momento de frente y quiso hablar con los del hospital y dijo cosas feas para que no me dejan entrar. Pero me acuerdo que la gente del hospital la enfrentó y le dijo: “Usted no puede decir esto. Ella es la hermana”. Recuerdo que entendí también porque la vi rota a mi mamá y dije: “Le voy a escribir una carta”. Me acuerdo que las palabras que le escribí a mi mamá fue: “Yo te escribo esta carta no para pedirte nada, porque no te pedí nunca nada. Porque durante todos estos años a mí me pasaron un montón de cosas y jamás les fui a tocar la puerta a ustedes. Y los necesité toda mi vida porque yo te amo, mami. Y lo único que te puedo ofrecer, si a vos te molesta lo que yo hice con mi vida, es pedirte perdón. No puedo hacer otra cosa más, porque ni voy a cambiar ni nunca fue mi plan cambiar, no voy a cambiar por nadie, porque esto es lo que soy. Esto es lo que me hace feliz. Hoy tengo mi casa, no me prostituyo y me estoy por casar. Estoy feliz y lo único que te puedo decir es perdón porque te amo”.
—¿Y te contestó?
—A los pocos días, vino una de mis hermanas y me dijo: “Mami, quiero hablar con vos”. Nos reunimos y fue estar de frente y que no haya palabras. Nos abrazamos y nos largamos a llorar, pensando que mi hermana iba a volver. Mi hermana no vuelve, fallece. Yo me hago cargo absolutamente todo, porque era una promesa que teníamos. Teníamos una promesa muy loca, porque ella era menor que yo. Pero yo creo que las personas en un momento de la vida sabemos cuándo nos vamos a ir. Recuerdo que ella siempre me salía con: “El día que yo me muera, nunca permitas que me pongan la lápida con nombre de varón”. Y yo me acuerdo que la miraba y le decía: “¡Ay! ¿Por qué decís esa idiotez? Si me voy a morir yo primera, que soy más grande”. Y encima pasó eso, le pusieron la lápida de varón. Era como que la lucha no terminaba.
—¿Qué pasó?
—Pagué la cochería, pero mi familia decide llevarla a la casa. No dejaron que vaya nadie a despedirla. No dejaron que ninguna de sus amigas entre. Yo tenía que atenderlas afuera de la casa de mi mamá, abrazarlas, llorar y decirles: “Perdón, pero no pueden entrar”. Y me dolía muchísimo porque eran sus amigas. Y ahí me hace un clic verla a mi mamá abrazada al cajón y decir: “Perdoname”. Yo me acuerdo que me largué a llorar y dije: “Qué bueno hubiese sido que la escuchen”. En un momento estaban ahí ella, mi papá y yo recuerdo mirarlos a los dos y decirles: “No me quiero ir de acá sin decirles esto. Yo me tuve que ir de acá y era muy chiquita. Yo tenía muchas ganas de seguir estudiando, de ser alguien. Y hoy soy lo que quiero ser. Yo tuve que prostituirme a los 14 años. Me pasaron cosas. Me metían presa por ser trans. Me apuñalaron, me tiraron tiros, estuve en coma. Y de todas esas heridas siempre me levanté y estuve sola. ¿Pero saben qué? Los perdono, porque si ustedes no me hubiesen tirado a la selva, yo no hubiese aprendido a sobrevivir”. Y me acuerdo que fue un momento muy loco porque se pararon, me abrazaron y después de eso es escucharlo a mi papá decirme Jésica fue increíble. O sea, papá paraguayo, un tipo cerrado. O sea, el señor que me quiso quitar la vida, cada vez que yo llegaba, decía: “¡La Jésica, la Jésica!” Y acomodaba las cosas y preparaba todo para recibirme. Por eso es que digo que él nunca me dijo perdoname, pero con eso para mí lo hizo...
—¿Nunca te vieron actuar?
—No. Me hubiese encantado, ¿eh? Siempre lo esperé, porque incluso hace años que estoy trabajando en una obra que es muy linda y siempre la invito a mi mamá, pero no va. Mi mamá es como muy cerrada todavía para eso.

—Hablale a una chica que está como estuviste vos, que no es apoyada por su familia y que dice: “No voy a poder”.
—Yo nunca tuve una persona que me salve, me salvé sola. Si bien hoy, 2025, gracias a Dios, tenemos todos los derechos que hemos ganado, yo ni siquiera pensé que iba a estar viva. Yo agradezco todos los días de mi vida, a la mañana, a la noche y antes de acostarme por eso. Hoy nosotras nos tenemos a nosotras mismas. Fuimos las más golpeadas en la época del 80, 90, en dictadura era caminar en fuego, ¿entendés? Y para las que hoy estamos vivas, para mí es un orgullo decir: “¡Uy! Todo lo que caminé. Me hicieron mierda y hasta casi me mataron para que las de hoy puedan correr". Así que corran, sean felices, vivan cada segundo. Nosotros los seres humanos somos todos individuales. No somos igual a nadie. A nosotros nos acostumbraron como en la autopista a seguir los carriles. En la vida no tiene que haber carriles. En la vida saltate el carril, maquillate, ponete música... Hoy en las redes tenemos esto y en la vida también se puede hacer. Si alguien está diciendo algo que a mí no me gusta, lo bloqueo, entonces en la vida podemos bloquear y desbloquear lo que somos. Primero porque no estamos solas. Segundo, porque podemos caminar por la calle felices. Tercero, porque hoy sí, a nivel trabajo o lo que sea, podemos ser lo que queramos ser sin depender de nadie, porque la única persona que te va a salvar es la que mirás en el espejo todos los días de tu vida.
—¿Cuándo hacemos la película de tu vida?
—Me encantaría. Lo he pensado varias veces. Porque tiene tanto… Tengo un hijo. Yo cuando tenía más o menos 17 años, fui a vivir a la casa de una mujer porque no tenía donde ir. Es un recuerdo horrible porque había muchos excesos ahí. Esta mujer, siendo un poco más grande que yo, me indujo a tener relaciones y un día me dijo: “Estoy embarazada”. Yo cuando me dijo eso fue como: “¡¿Qué?!” “Sí, estoy embarazada y es tuyo”, me respondió. Y mi mente fue como: yo nunca en mi vida me imaginé, no quiero esto para mí. Y me borré, pero no como el padre hijo de put*. Hace uno hace muchos años atrás, me dio la curiosidad porque teníamos alguien en común y gracias a Dios empezó a haber una comunicación y después un contacto real. Lo que más me sorprendió es que era como verme a mí en mi adolescencia y me di cuenta que era gay.
—¿Cuántos años tiene?
—Ahora tiene 30 y vive conmigo desde los 17 años. Lo conozco y preguntándole cosas, me di cuenta de que la mamá lo odiaba.
—“Yo sé de qué se trata”, le dijiste vos.
—“Mi mamá me odia, mi mamá tiene otros hijos y come con su marido y con sus hijos. A mí no me da de comer”, me empezó a contar cosas así. Y yo recuerdo decirle: “¿Sabes qué? Agarra tus cosas y venite para acá“. Y llegó a mi casa y para mí fue lo mejor porque fue mi compañía. Yo le decía: “Vos acá me vas a ayudar en la casa a limpiar, a hacer cosas y yo te voy a pagar todo porque yo quiero que estudies”. Hice lo que me hubiese gustado que hagan por mí. Esto era algo que realmente no lo quería mostrar por el hate de las redes, por esto de “lo adoctrinó”, cuando en realidad yo lo encontré así y reconstruimos el vínculo. Me acuerdo que en el under se hablaba de otras que se habían presentado como trans mamás. Y hace poco en las redes me empezaron a acosar con eso. “¿Por qué no hablas de tu hijo?“, me decían y empezaron a hacer memes con eso. Memes que se hicieron virales. Entonces un día me cansé y lo hablé. Hicimos un video donde pusimos una parte del programa te televisión al que habíamos ido hace un tiempo y aparecemos las dos juntas transicionadas, que encima somos iguales. Porque es una bomba, la amo a Ivana. Pero vos imaginate todo lo que hice por ella. Es la mejor compañera y es todo lo tengo en el mundo.
—¿Con qué soñás hoy?
—Una vez me contactaron para hacer una juntada de fans. Cuando llegué había más de mil niños esperándome. Y fue una locura. Pero ahí me pasó algo. Una nena que me marcó. Me trajo un regalito, se fue y al ratito volvió y me dijo: “Me olvidé decirte algo. A mí no me importa lo que vos seas. Yo siempre te voy a seguir y siempre te voy a amar”. Recuerdo que se suspendió la foto porque me largué a llorar y no paraba. Primero porque yo no pensé ni que iba a estar viva. Yo era alguien que antes tenía terror de salir a la calle y hoy no veo la hora de salir porque siempre hay alguien que me tira la mejor. Sí me gustaría en algún momento llegar coronar eso de decir: “Quiero demostrarle a la gente que me pateó y me tiró en el piso de qué estoy hecha”. Yo en este momento estoy haciendo contenido musical y le está yendo bien en mi canal de YouTube, que es el La Maciel. Y para mí es diversión y contenido. Así que mi sueño es pegarla un poquito más, el sueño de todas: llegar a la tele o a algo para poder antes de irme de este mundo, poder decirle a toda esa gente: “¿Vieron? Mirá de quién te burlabas”. Y hacer la peli, ¿por qué no?. Yo creo que La Veneno es un poroto (risas).





