María Silvina Riela es madre de Alexis, Francis y Kevin Mac Allister, tres futbolistas que alcanzaron la élite profesional y convirtieron a su familia en una de las más emblemáticas del fútbol argentino. Pero su nombre trasciende el rol materno: también es una empresaria con trayectoria al frente de una compañía dedicada al desarrollo de franquicias y a la comercialización de indumentaria, un proyecto familiar que llegó a abrir locales en reconocidos shoppings porteños.
Exesposa del exjugador Carlos Mac Allister, Riela convivió durante años con la exposición inevitable que rodea al universo deportivo. Y en tiempos recientes volvió a ocupar el centro de la escena mediática: habló sin filtros sobre la separación de Alexis y Camila Mayan, opinó sobre fallos judiciales que involucraron al futbolista y aportó su mirada sobre situaciones legales que generaron amplia repercusión.
En esta entrevista, vuelve a tomar la palabra para repasar su historia, su rol como madre y las decisiones que moldearon una vida atravesada por el fútbol, la intimidad familiar y la exposición.

—¿Cómo te presentarías ante los que no te conocen?
—Me conocen en el rol de madre, sobre todas las cosas. Soy madre de tres jugadores de fútbol, que es un montón, porque sabemos que muy pocos chicos llegan a Primera y hemos tenido el 100 por ciento de efectividad en el caso nuestro. Tres de tres (risas).
—Y no solo llegaron a Primera, sino que hay un campeón del mundo. Sos mamá de Alexis Mac Allister y ahora otro de tus hijos fue convocado a la Selección.
—Sí. Llegué recién de visitar a los chicos y viví esa sorpresa. Si bien veníamos pensando que Kevin iba a tener una oportunidad, todavía no se daba. En un momento me llamó alguien para preguntarme si tenía certificado de vacunación de fiebre amarilla de Kevin y en ese momento dije: “¡Uy! Ya está”.
—O sea que te enteraste antes que él.
—Sí. De hecho, yo estaba en Bélgica, en donde viven con Tatiana, en Amberes. Cuando recibí ese llamado decidí no decir nada y me tocó irme a Manchester para ir a ver a Alexis, en un partido de Liverpool-Manchester. Cuando entro a la cancha, me acomodo y recibo el llamado de Kevin…
—¿Y te hiciste la sorprendida?
—No, ahí sí se lo dije. Lo felicité. Estaba muy emocionado. Y me dice: “¿Por qué no me dijiste?” Le digo: “Porque esas sorpresas son lindas vivirlas”. Yo no me iba a anticipar a eso, necesitaba que él lo viviera de esa manera.
La familia Mac Allister y el impacto del fútbol
—¿Cómo es acompañar a un jugador de fútbol que llega al estrellato máximo?
—Yo ya lo había vivido como esposa, porque Javier había logrado salir de La Pampa al fútbol de Buenos Aires, que ya era un montón porque no teníamos tantos jugadores que lo habían podido lograr. Javier lo había logrado, así que yo ya viví un noviazgo con alguien que había llegado a Argentinos Juniors y en el medio a la Selección, Boca y después la Selección Mayor. Entonces, la verdad es que yo ya había vivido acompañar con lo bueno y con lo malo, porque como todas las profesiones tiene partes buenas, partes malas, tristes, como pasó con Javier que no llegó al Mundial ‘94, quedó afuera de la convocatoria. Después tener estos hijos, que uno los cría en pos de todas sus necesidades, sus sueños y que se fuera dando que llegaran al fútbol máximo, fue como un premio por tanto esfuerzo de ellos. Yo acompaño más desde el silencio, no soy tan predicadora. Acompañé con el día a día, con mostrarles que hay que ir a trabajar, que hay que tener objetivos…
—¿Desde chiquitos ya veías que se encaminaban para seguir los pasos del papá o lo fueron descubriendo con el tiempo?
—Lo fuimos descubriendo con el tiempo. La realidad es que como nos separamos con Javier y ellos eran muy chiquitos, tomamos el fútbol como una terapia. El que ahora es mi consuegro, que es Fernando Batista, me dijo: “¿Por qué no traés los chicos a Parque? Así juegan al fútbol y se entretienen”. Yo trabajaba, entonces, fue un lugar importante para nosotros. Alexis era muy chiquito y no tenía edad para jugar en una categoría. Tenía tres y las categorías eran a partir de los cuatro. Pero creo que eso fue lo que lo hizo más fuerte, porque jugaba con los más grandes. Ese fue el lugar donde encontramos la contención y el fútbol los llevó a encontrar la profesión.
—Después de la separación, ¿te costó decidir dónde criar a los chicos?
—Sí, absolutamente. Aparte, pensá que nosotros somos del interior, entonces... En el momento de la separación pensé: ¿qué voy a hacer? ¿Me voy a quedar en Buenos Aires? ¿Me voy a volver a La Pampa? No sabía qué decisión tomar, los chicos eran muy chicos y, también pensaba que en La Pampa todos a los 18 años todos nos venimos a Buenos Aires. Entonces, ¿para qué me voy a ir a mi provincia si voy a tener que volver en pocos años? Lo miré por el lado del estudio. Yo también tenía mi proyecto, había empezado a trabajar. Me acuerdo que cuando nos sentamos con Javier y dijimos: “¿Cómo separamos las cosas?” Para mí no fue tan álgido porque los dos entendimos qué era lo que nos pasaba y qué era lo que queríamos para más adelante. El planteo fue: si ya sabemos que la pareja no funciona, mantengamos la familia, sostengamos la familia. Y se puede.
—¿Cuántos años estuviste en pareja con Javier?
—Y yo me casé en el año 92, había convivido con él dos años y lo conocí a los 14. Una vida entera. Es una persona muy centrada, más allá de que todos cometemos errores, es una persona centrada con la que uno se puede sentar, hablar y definir las cosas. Me acuerdo que yo era productora ganadera porque nos compramos un campito. Entonces, empecé a aprender lo que era la ganadería. Me acuerdo que nos sentamos en la casa que sigo viviendo hoy, o por momentos porque soy medio nómade ya, y Javier dijo: “De este lado está la casa y de este lado está el campo. ¿Qué elegís?” Y yo me quedé dura porque el campo no era mi profesión, pero era mi proyecto y la casa… Es hermoso tener tu casa, seguir en tu casa. Pero algo que uno a veces no piensa es que hay que mantenerla y el campo al revés, el campo producía. En ese momento decía: “¿Qué hago?” Viste que a veces el error de muchas mujeres al separarse es quedarse con muchas cosas y después tenés que salir a mantenerlas. Es difícil. A veces uno toma la peor decisión, que es quedarse con un montón de cosas que después te hace muy difícil sostenerlas.

—¿En ese momento de tantas decisiones, sentiste acompañamiento de amigas o familiares? ¿Qué te decían?
—A mí lo que me pasó es que no quise escuchar a nadie. Estuve varios meses sin hablar con nadie, excepto algunas amigas muy cercanas. Pero que no habían pasado por eso. Entonces, era difícil también que te digan algo. Lo que podían decir era por experiencia de otros o por algo que habían escuchado, pero no por sí mismas.
—Te resguardaste en vos y en el diálogo con Javier.
—Sí, sí, la verdad es que no quise… Nosotros habíamos tenido un tema anterior, que había nacido una hija extramatrimonial. Eso había dañado bastante la relación. Yo lo que no quería es que sea mal visto y que la gente me aconsejara de manera maliciosa o que no sea objetiva en el tema. Sentí que no tenía que hablar con nadie y tomar sola la decisión. Y mi casa sigue siendo el lugar de reunión.
El desafío del perdón y la llegada de Abril
—¿Pudiste perdonar eso que te pasó?
—Sí, pude perdonar. Cuesta porque es una situación que uno no piensa que le va a pasar. No es que solo hubo infidelidad, sino que había una persona. Entonces, decís: “¿Qué hago con todo esto?” Yo lo que valoro, más allá de la situación, es que a mí me lo contó Javier, no me lo contó nadie. Entonces, por lo menos, tuvo esa integridad. Yo estaba embarazada de Kevin en ese momento. Fue duro, pero lo fui procesando porque había una persona y teníamos que tomar decisiones respecto a esa persona. Se hizo el ADN en el momento y conocimos a Abril cuando yo estaba embarazada de Ale, porque después vino Ale enseguida. Abril nació en el mismo año que Kevin.
—¿Y los chicos tienen relación con la hermana?
—Sí, siempre tuvieron. Están las fotos de los cumpleaños con Abril. Incluso a veces los chicos hacían fiesta en casa y la invitaban. Creo que perdonar tiene que ver con lo que viene atrás, con los que estamos en esa situación, los hijos, todo. Perdonar también te hace fuerte, porque si vos perdonás, te haces fuerte y podés volver a empezar otra vida.
—¿Te enojaste alguna vez con todo esto que tuviste que atravesar?
—Tuve enojos, sí. Más ahora, pasado los años. Pero no por rencor ni nada, sino por cosas que, pasaron tantos años, hicimos todo bien, y pasan cosas que después de veintipico de años no deberían pasar ya, porque consideramos con Javier que habíamos hecho todo bien para que se pudiera seguir. De hecho no nos separamos por eso. Nos separamos porque se fueron diluyendo algunas cosas de la pareja. Después de Abril, tuvimos a Ale, tuvimos lindas vivencias. Incluso hubo proyectos, como el Club Deportivo Mac Allister. Sí después tuve un enojo hace un par de años, pero también lo pude superar. Ahora vinieron los nietos y estamos disfrutando. Abril, la hija de Javier, también fue mamá hace poquito. Así que Javier también es abuelo por el lado de ella. Estamos todos bien, todos en contacto.
—¿Cómo lograste procesar todo lo vivido y seguir adelante?
—Uno se repone. Lo que a mí me deja tranquila es que veo que mis hijos no son rencorosos, que vivieron todo de manera natural. Saben que les tocó lo que les tocó, pero aun así mantuvieron la ambición de hacer lo que ellos querían, que era seguir el camino de su padre. Hoy son personas reconocidas. Que sean buenos es lo más importante, y esas son las cosas que me llenan el corazón.
Acompañar a hijos expuestos públicamente
—¿Cómo hiciste para transitar las situaciones que se hicieron públicas siendo la mamá de jugadores exitosos?
—Primero y principal, yo tenía una convivencia con los tres chicos, vivieron conmigo hasta los 20 años. Yo no solo era su mamá, era como una administradora porque si bien yo trabajaba y tenía mis locales, tomaba franquicias de marcas reconocidas en Argentina, y los fui involucrando, cuando hicieron sus primeros contratos, aprendí cómo era el manejo, qué era lo que tenía que pedir, qué certificaciones, todo. Cuando llegaron a los 18 años, les empecé a manejar la parte legal, más allá de la comercial, que hoy manejamos también la imagen. Javier se ocupa más de la parte del fútbol, de los contratos, y yo de administrar todo lo demás junto con los chicos. Las decisiones las toman ellos, yo procedo, hago la gestión. También tocó que, cuando pasó lo que pasó, la parte legal también me hacía cargo.
—Qué difícil asesorar legalmente y ser su mamá a la vez.
—Difícil, pero también fue un beneficio. Porque cuando nos iniciaron el juicio y digo nos porque lo tomo como hacia mí también, cuando iniciaron la demanda…
—Para quienes no saben se hace una demanda por compensación económica porque no estaban casados Alexis y Camila.
—No, no estaban casados. Entonces, cuando se inicia. La contestación y todo lo iba a hacer yo, porque siempre procuré que tengan su cabeza puesta en el fútbol y lo importante entonces era cuidar su tranquilidad. Me tenía que hacer cargo porque no había otra persona que lo hiciera.
—¿Te sorprendió la demanda?
—Sí. No me lo imaginaba desde el lado que conozco bien a mi hijo y sé cómo es él. Y que no haría nada adrede ni daño. Creo que él dio todo para que esa relación terminara de la mejor manera, pero bueno pasó esto y nada. Salimos un poco a trabajar respecto a eso. Porque es trabajo también. Una contestación de demanda es retrotraerse a un montón de cosas.
—Imagino que también te impacta desde lo emocional porque también sos la mamá.
—A mí me afectó mucho desde lo emocional, porque es una persona con la que convivimos, que para nosotros estaba en la familia. Entonces, que lo haya tomado de esa manera... Yo hice lo consideré que tenía que hacer, acompañarla también, ocuparme de todas las cosas, de que ella estuviera bien. Y la verdad es que salir a contestar una demanda y remover tantas cosas, donde te encontrás con profesionales que te van indicando qué tener que hacer...
—Sí, hay estrategias legales.
—Que incluso pienso que pasó eso también. Una estrategia legal que se acercó y vio ahí un buen negocio.
—¿En qué instancia está ahora?
—Todavía está en proceso.
—¿Tuviste posibilidad de sentarte a hablar con ella?
—No.
—¿No te interesa?
—No es que no me interesa, no se dio. Después de superar la parte emocional, puse la cabeza en lo que tenía que hacer legalmente. Porque ya entra en un proceso que deja de ser una relación de dos personas y empiezan a ser un montón de leyes puestas sobre la mesa, con casos similares, estrategias legales, cosas que sucedieron en otro país. Incluso estamos en esa etapa, porque todavía no sabemos si va a ser en Argentina o no. Es complejo; por lo menos la contestación de la demanda nuestra tiene como 100 páginas.

—¿Qué creés que falló en el vínculo para que se llegara a esa instancia? Sabiendo que tal vez se podía levantar el teléfono y resolverlo de otra manera.
—Cuando ya hay un monto de por medio, estamos hablando de plata y tanta plata, ya trasciende lo emocional y estamos hablando de un negocio. Lo que a mí me deja tranquila que sé cómo actuó Alexis y después se distorsionan un montón de cosas. Él hizo lo que tenía que hacer e incluso lo habló conmigo. Cuando pasó todo lo que pasó, él venía hablando conmigo. No era que yo era ajena a la situación. Así que considero que él hizo lo mejor que pudo. Pero hay cosas que no se pueden modificar. Si uno deja de querer a una persona, ¿cómo hacés?
—Y en tu historia también pasó algo tan particular que, al extrapolarlo, pudiste aconsejarlo a él…
—Pero fue diferente. Porque lo que a mí me pasó es que nosotros no pudimos continuar la pareja, pero Javier quería y queríamos de alguna manera. En este caso Alexis yo sabía que no quería estar con esa persona. A mí me pasó también, me dejaron y es duro y te lleva un montón procesarlo. Pero está en vos si lo vas a hacer algo negativo y vas a salir a dañar a la otra persona o lo vas a procesar desde tu lado, hacerte fuerte y esperar que la vida te de otra oportunidad. Porque de eso se trata también. Yo lo que digo es que aprendo. De todo voy aprendiendo. Aprendí de leyes, a cómo responder, cuándo responder. Aprendí un montón de cosas. También estoy más atenta a los movimientos mediáticos, los equipos que se arman “team esto o team lo otro”.
—Tu hijo siempre mantuvo mucha discreción y perfil bajo. No habló del tema...
—Es que no hay mucho para decir, porque él lo que puede decir es que es una relación que se terminó, era un noviazgo. O sea, no tiene mucho para decir, ¿qué va a hacer?
—Pero del otro lado en su momento Camila dijo que había pedido sus cosas y que las cosas no estaban. Una cantidad de situaciones que como mamá imagino que te afectan.
—Pienso que son parte de las estrategias que te van dando y si vos querés hacer daño, lo vas a hacer, lo vas a tomar. Hay que ver también qué pasa con los años y que le pasa a ella. Yo también hice un análisis como mujer, porque encuentro ambigüedades: venimos años hablando de empoderarnos y de repente estamos necesitando que un hombre nos mantenga o nos dé dinero. Es ambiguo, a mí me suena ambiguo. Yo me separé con hijos chicos, yo me había casado, tenía un beneficio económico o lo que me correspondía, pero no me quedé mirando la novela tirada. Me parece que está bueno también tener tu propio proyecto como mujer, salir adelante, generar, porque el día de mañana tus hijos se van y tenés que tener lo tuyo. A mí también me dio un poquito de mal gusto el tema de mezclarlo tanto con el feminismo. Yo creo que las mujeres podemos un montón de cosas, solas, acompañadas. Nunca sentí que por ser mujer tuviera palos en la rueda. Son experiencias difíciles de manejar, porque se mezclan el interés con lo emocional. Entiendo que hay leyes, hay abogados, que acá hay mucho dinero, pero detrás de ese dinero también hay mucho esfuerzo. Porque hablamos de personas que desde chicos se han esforzado muchísimo. Hay un proceso de sacrificio detrás.
—Si pudieras tomarte un mate con vos misma, con la sabiduría que tenés ahora, pero veinte años atrás, ¿qué te dirías?
—Hace 20 años atrás justo me estaba separando, entonces si me encontrara con esa Silvina de 32 o 35 años, le diría que siga así, tomando esas decisiones aun y a pesar de los miedos, porque hubo mucho miedo. Que vaya por ese camino, pero que no cambie nada, porque en ese momento esa Silvina tenía claro que lo más importante eran sus hijos. De hecho, se lo dije a Javier un día y me dijo: “¿Cómo solamente tus hijos? Sos una mujer”, como diciéndome sos joven, podés rehacer tu vida. De hecho, estuve sola mucho tiempo hasta que pude armar pareja de vuelta y me parece que fue importante porque los resultados están a la vista: priorizar los hijos en ese momento fue lo mejor que pude hacer. Lo importante fue que, a pesar de que estábamos bien económicamente y trabajando, y que podíamos ser buenos padres aun viviendo separados, entendieron que ellos debían ir por el camino de trabajar, saber lo que querían, intentarlo y soñar. Javier les decía que siempre lo hagan con pasión. Creo que eso fue lo mejor que pudimos hacer con nuestros hijos. Los tres están muy felices con sus parejas. Ahora Alexis fue papá, muy feliz con su beba Alaia; y Kevin pronto va a ser papá también y le puso a su hijo Máximo. Estamos viviendo esta etapa ahora.




