Vivió 37 días y murió de muerte súbita en el lugar “más seguro del mundo”: el relato de la mamá que atravesó “el peor terror”

Francisca falleció el 15 de abril de 2024. Era la segunda hija de Laura y Juan. La mamá fue quien la encontró en su cuna y le avisó a su pareja: “Fran no respira”. Ya no había nada más que hacer. El trance, el trauma y el duelo de una mujer que pasó por diferentes estadíos hasta comprender que “lo más importante es saber qué les queremos dejar a nuestros hijos”, en un nuevo capítulo de Voces

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Vivió 37 días y murió de muerte súbita en el lugar “más seguro del mundo”: el relato de la mamá que atravesó “el peor terror”

Esa noche fue perfecta: se levantó, le dio de comer, la cambió, la acostó en su cuna y se volvió a dormir. A la mañana, llegó su hijo Felipe a saltar a su cama. Eran las nueve de la mañana de un lunes. Se despertó y el primer pensamiento que la despabiló fue de inquietud: le parecía raro que Francisca, su hija de apenas dos meses, no se haya despertado. La cuna estaba al lado de la cama matrimonial. Giró y la alzó. No respiraba. “Y encuentro que estaba sin vida: el terror de todas las mamás”, describe Laura.

Tiene 31 años, vive en San Isidro y es mamá de Felipe, de tres años y medio, y de Faustino, de apenas siete meses. Fue la mamá de Francisca durante 37 días, hasta que la bebé, el 15 de abril de 2024, tuvo una muerte súbita. La vida antes de ese día, la vida durante ese día y la vida que siguió: Laura cuenta en un testimonio íntimo y descarnado quién era, quién fue y quién es ahora. En esa transición personal, el recuerdo de una vida perfecta; la incredulidad, el susto y el caos de una imagen que revive todos los días; y el duelo permanente. “No es sanar porque siempre voy a tener este dolor, lo voy a llevar conmigo toda la vida, pero sí, se sigue. La vida es así”, define.

“Lo que me dijo un especialista en muerte súbita es que simplemente se olvidó de respirar”, cuenta. Pero antes de comprenderlo, atravesó la incertidumbre y la culpa, el dolor más profundo y existencial, un entierro y hasta un nuevo embarazo. Confiesa que pensó que había matado a su hija hasta que no le dieron los resultados de la autopsia, que empezó a odiar a las embarazadas, que estuvo tres meses sin cerrar los ojos y que hoy no dormir es un placer. De principio a fin, la historia de una familia que pasó por la tragedia que siempre le sucede a otro.

—¿Cuándo deciden empezar a buscar un hermano?

—Cuando Felipe estaba por cumplir un año dijimos “bueno, probemos”. Como con Felipe no nos había sido tan fácil dijimos “vamos a probar”. Y de repente vino. Al ángulo. Quedé embarazada.

—¿Primer mes?

—Primer mes, sí. Quedé embarazada de vuelta, todo era perfecto. El embarazo todo excelente. Todos contentos. Además ya tenía la parejita.

—¿Cómo le contaste a Felipe que iba a tener una hermanita?

—Ay, sabés que él nos avisó porque vino a la panza y nos dijo “mamá bebé”. No pensé que estaba embarazada. Digo “¿tan rápido?”. Pasan los días, no me viene, entonces digo “me hago un Evatest” y caigo con los dos. Voy al cuarto de Felipe que estaba con Juan y le digo “Feli, vas a tener un hermanito o una hermanita”.

—¿Se enteraron los dos juntos?

—Se enteraron los dos juntos, sí. Fue todo felicidad, todo fiesta. “¡No! -me empezó a decir Juan-. ¡Estás embarazada!”. Era toda una felicidad tremenda. Toda una felicidad enorme.

"Simplemente se olvidó de respirar”, en una charla tan íntima como profunda Laura Ghiglione reflexiona sobre la muerte súbita de su beba de 37 días.

—¿Cómo fue el embarazo?

—Divino. Divino. También fue un poco como el duelar el hecho de que Felipe era muy chiquito. Y además yo soy muy pegote de mis hijos.

—¿Cómo decidieron que se llame Francisca?

—Porque yo tenía fecha de parto para el 14 de febrero y el 14 de febrero justo era Santa Francisca. Me encantaba el nombre Francisca. Lo decidimos con Juan. También le gustó cuando se lo propuse.

—¿Son creyentes?

—Juan sí, más creyente, yo no. Desde muy chica que no soy creyente. Y después de lo de Fran menos. Pero la realidad es que yo no estoy enojada, no estoy enojada con nadie. Ni con la vida, de hecho. No estoy enojada con la vida. La vida es esto: de repente tiene curvas, contracurvas y hay que saber remarla. Y yo lo que les quiero dar a mis hijos es este ejemplo.

—¿Cómo fue el parto?

—También en el agua. Divino. Me costó porque estaba muy pendiente de Feli, lo miraba por las cámaras todo el tiempo. Y cuando él se durmió yo paré. Fue muy loco. Como que me relajé.

La vida de Laura y
La vida de Laura y su familia era perfecta, jamás se le cruzó por la cabeza que algo así le podía suceder.

—Te encontraste con Fran, ¿qué pasó ahí?

—La verdad que no sé qué. Sinceramente no sé qué pero estaba mucho más atenta que con Feli. Estaba muy relajada. Era mamá primeriza pero no tenía miedos. De repente lo hacía dormir conmigo, no pasaba nada. No sé, fue re diferente. Como si yo intuyera que algo iba a pasar. De hecho me acuerdo de que una vez estábamos yendo a la cancha con Juan a ver a River y estábamos con un amigo de él y dice “ah bueno…”, pero el segundo ya es más fácil. Le digo “te juro, estoy mucho más atenta de Fran que de Feli. No me preguntes por qué”. Y a los tres días pasa esto.

—En esos 37 días, ¿cómo fue el vínculo?

—Soy emprendedora, entonces nunca dejé de trabajar, A la noche tenía ayuda, venía una chica a dormir con ella para que yo pudiera dormir y además lo tenía a Felipe tan chiquito que seguía durmiendo conmigo, entonces nos fue muy difícil ese tema de la noche.

La mañana del 15 de
La mañana del 15 de Abril de 2024 su mundo cambió, Francisca de 37 días murió por muerte súbita.

—¿Cómo era Felipe de hermano mayor?

—Era como una relación de amor/odio. Era como “me estás sacando un poco mi lugar. No entiendo bien quién sos”. Yo sé que sabía perfectamente que era su hermana, que la iba a cuidar para siempre porque de repente la tuvimos que dejar internada por la bilirrubina alta, que Feli también había estado internado por la bilirrubina alta, y cuando se la llevaba la enfermera Feli pegó un grito desgarrador: “¿cómo se están llevando a mi hermana?”, viste. Fue tremendo para mí dejarla.

—Tenías la familia perfecta.

—Tenía la familia perfecta, sí. Mi vida era perfecta. Con el laburo me estaba yendo espectacular. Todo perfecto. Los hijos a la edad que habías soñado tenerlos. Todo estaba bien. Y pasa esto.

—¿Y una noche qué pasó?

—A la noche estaba todo perfecto. Yo me acuerdo de que me levanto, le doy de comer, la cambio, la acuesto en su cunita, me voy a dormir. Y me levanto a las nueve de la mañana sin entender nada. Sin entender nada.

—¿Hasta ese momento vos sabías lo que era la muerte súbita?

—A ver, sabía lo que era pero no sé… Nosotros lo primero que nos salió fue llevarla a un hospital. Fuimos al hospital, obviamente como es un recién nacido sin vida te mandan a hacer autopsia a ver qué es lo que pasó. Yo hasta ese momento no sabía si había hecho algo mal. No sabés lo que fue para mí eso. Estuve una semana hasta no tener los resultados de la autopsia pensando que yo la había matado. De hecho cuando pasó todo esto, me sentía muy culposa porque digo “¿por qué no me levanté antes? Mirá si de repente, no sé, podía llegar a hacer algo”.

—¿Qué pensabas que pasó?

—No sé, cualquier cosa. Que se podría haber ahogado. Que la puse mal. Cualquier cosa pensé.

—Hasta ese momento nunca habías leído nada del tema, no sabías que esto era algo que puede suceder.

—Sí. O sea, sabía sí que podía llegar a suceder, de hecho me acuerdo de que mi mamá nos había contado cuando éramos chicas que a una hermana de ella le había pasado pero después, nunca más nada. No tenía eso en el radar.

Hasta que no tuvo el
Hasta que no tuvo el resultado de la autopsia no logró comprender que no había hecho nada malo.

—¿Quién se dio cuenta esa mañana?

—Yo la fui a buscar y me doy cuenta de que no respiraba. Entonces se la llevo a Juan y le digo “gordo, Fran no respira”. Y entonces me dice “¿cómo que no respira?”. Empezamos a gritar todos. Fue un caos la casa. Felipe también porque no entendía qué era lo que estaba pasando, gritaba, lloraba. Nosotros también. Y abrimos la puerta y nos encontramos con los vecinos, vivimos en un departamento. Los vecinos nos llevaron al hospital y no pudieron hacer nada.

—¿En ese camino al hospital vos todavía tenías la esperanza de que algo pudieran hacer?

—Sí. De hecho le hablaba todo el tiempo, le decía.

—¿Qué le decías?

—Que iba a estar conmigo. ¿Qué le iba a decir?

—¿Hay algo de esa imagen que vuelve a vos?

—Todo el tiempo. Todos los días de mi vida. No creo que me la olvide.

—¿Se sueña?

—No. No, no lo sueño. Sí tuve en un momento muchas pesadillas con bebés: me pasaba que todo el tiempo veía bebitos que estaban sin vida pero que seas hijos míos no.

—Llegás al hospital con Fran. Entran desesperados me imagino. Los atienden rápido. ¿Quién te dice que no hay nada que puedan hacer?

—Las enfermeras. Yo no caía en cuenta. O sea, “¿cómo me va a estar pasando esto a mí?”, pensaba yo. Uno de repente empieza a pensar si sos una mala persona, si sos buena persona. Si te lo mereces, si no. Uno se pone a pensar cualquier cosa en ese momento. “¿Por qué a mí?“.

—¿Juan cómo estaba?

—Estábamos los dos desgarrados. Perder a un hijo no tiene ni nombre. Uno nunca espera que pueda llegar a pasar. Uno cuando es grande se va sometiendo a diferentes situaciones en las que puede llegar a pasar que haya un accidente o cualquier cosa. Pero durmiendo al lado mío en la cuna, ¿qué puede llegar a pasar? Si estaba en el lugar más seguro del mundo.

—Te dicen que no hay nada que hacer, se te viene el mundo encima. ¿A quién llamaste?

—A mi mamá obvio.

—¿Se lo dijiste por teléfono?

—Sí. Sí, obvio. Yo no podía hablar de hecho. La llamo, yo le decía a Juan que no sabía ni dónde estaba mi celular. Salí en pijama, en patas.

—Así llegás. ¿A qué hospital fueron?

—A la Trinidad de San Isidro. Vivíamos en San Isidro.

—¿Los atendieron bien?

—Sí, re. De hecho súper amorosos. Pero de repente te encontrás con un escenario que era policía, declaración a la comisaría. Un horror. Todo eso que es lo más desgastante, porque además de lidiar con el dolor que va a estar siempre, que uno tiene que procesar todo eso, tenés que hacer trámites y esas cosas.

—No te entregaron el cuerpo.

—No, imaginate. Para mí fue tremendo el hecho de que ni siquiera me la dieran. Después de la autopsia me entregaron solamente los aritos. Fue tremendo eso para mí. Me los llevó un policía a mi casa. Un amor.

—¿Te explicaron en ese momento lo que había pasado o no te dijeron nada?

—No me dijeron nada porque teníamos que esperar a la autopsia. Hasta tener los resultados de la autopsia yo había tenido algo que ver. No sabía qué carajo había hecho.

Fue su hijo Felipe quien
Fue su hijo Felipe quien le dio la fuerza necesaria para seguir adelante

—¿Juan qué te decía esos días?

—Nos era muy difícil. No hablábamos mucho de eso porque era como que él estaba enroscado en su tema, yo estaba enroscada en el mío. Los dos lo transitamos muy diferente.

—Vos mientras tanto tenías que maternar a un bebé de un año y nada.

—Sí. Sí. De un año y nueve meses.

—¿Cómo le explicaste que su hermanita no iba a volver?

—Fue Juan, el mismo día que había pasado. Porque él de repente se preguntó tipo qué hace toda esta gente acá en mi casa. No entendía nada. Entonces cuando volvemos a casa más tranquilos, Juan le dijo que su hermanita se había ido a una estrella. De hecho es lo que le decimos hoy. Para él es “Francisca que está en el cielo, mi hermanita que me cuida desde el cielo”. Para él es eso.

—¿Una semana tardó la autopsia?

—Sí. Sí.

—¿Qué decía el pediatra mientras tanto?

— Que son cosas que pasan. Que es muerte súbita. Que no hay nada que lo prevenga. Que no se puede hacer nada. Eso es lo único.

—¿Qué decía el resultado de la autopsia?

—Que había sido muerte súbita, sí. Pero de hecho ni siquiera nos habían dado los resultados de la autopsia porque no te los dan a vos, se los dan al comisario para ver si el comisario te detiene o no. Entonces fuimos a buscar los resultados a la comisaría, me acuerdo de que era de noche, y el chico nos decía no les puedo dar los resultados de la autopsia. Y entonces le digo, pero por favor decime si tuve algo que ver. Me dijo “quedate tranquila que vos no tuviste nada que ver”. Y ahí se solidarizó con nosotros y nos dejó sacarle una foto a la autopsia, a los resultados. Para yo poder entender algo. No sé, mandárselo a mi obstetra, a la pediatra. De repente yo pensaba que había tenido algo mal en mi cuerpo, que la había gestado mal. Se te ocurre cualquier cosa en la cabeza.

—Cualquier cosa. Que hay una enfermedad que no se detectó.

—Claro. Por eso, después de todo lo que pasó, me hice 480 estudios.

—¿En el hospital después de decirte que no pueden hacer nada pudiste estar con ella o no?

—Sí, pero fue muy duro también. Fue muy duro. Yo no quería que se la llevaran. Después me dijeron “la tenemos que llevar, vengan para acá”, y ya está, no la vimos más.

—Se te vino el mundo encima.

—Sí. Y si no hubiera sido por Felipe, sinceramente no sé qué hubiera sido de mí.

—La fuerza de algún lado salió.

—De Felipe y también de pensar un poco en el ejemplo que les queremos dar a nuestros hijos. Yo no quería que él vea que tenía una mamá depresiva, o que había cosas que le daban mucho miedo. Uno después va entrando un poco más en razón.

—¿Cambió en algo tu maternidad hacia él?

—No. Te soy sincera: siempre fui como soy hoy. Lo que siento es que lo veo ahora más en el segundo, en esta maternidad que estoy pasando ahora, tener que levantarme a la noche para darle de mamar para mí es un placer hacerlo.

A los pocos meses llegó
A los pocos meses llegó la noticia del embarazo de Faustino que transcurrió con pérdidas desde la semana 12.

—En algún momento deciden que había que continuar armando esta familia.

—Pasaron tres días, vamos a almorzar con Juan. Los dos destrozados. Y le digo “yo me siento vacía”. Tengo un cuerpo recién parido sin un bebé. Odiaba a las embarazadas. Odiaba a los nenes chiquitos. Odiaba a todos, entendés. Era como que por qué todos pueden y yo no. Me costó mucho ese proceso de decir “bueno, vas a poder”. Pero me costó hasta hace tres meses. Tampoco me voy a hacer la luchadora. Hasta hace tres meses era el “¿por qué a mí?”. Pero, bueno, vamos a almorzar con Juan y le digo que quería volver a ser mamá.

—¿Sentís que era un deseo genuino o que era parte del shock?

—No, era genuino. Yo deseaba más que nada estar embarazada y de repente también volver a tener un bebé en la panza.

—Vos estabas en pleno puerperio. Sin tu bebé. Con todo ese dolor. Es un montón.

—Sí, es un montón. Las hormonas, el cuerpo. No tenía ni el alta médica.

—¿Juan qué te dijo cuando le dijiste que querías buscar otro bebé?

—Que era lo mejor que le podría haber dicho.

—¿Él no se animaba a decírtelo?

—No, sino que me iba a respetar porque sabía que por ahí existía la posibilidad de que le diga que yo no quería volver a ser mamá. Y que hay muchas madres que deciden no volver a tener hijos por miedo a que pase de nuevo lo mismo.

—¿Le dijiste eso y cómo siguieron?

—Pasa, ponele, dos semanas, lo vamos a ver los dos juntos al obstetra. Le dijimos que queríamos volver a ser papás. Me dijo “después de seis meses de haber parido, tu cuerpo va a estar 100% recuperado”. Sería lo ideal a los seis meses. Cuatro meses y medio después nos enteramos de que estaba embaraza de Faustino.

—¿Cómo se la recordaba a Fran en tu casa en ese momento?

—La realidad es que no se hablaba mucho del tema con Feli. Con Juan sí, nosotros todas las noches nos sentábamos a comer y me preguntaba “¿cómo fue tu día?”. Y yo le contaba cómo me había sentido, cómo la estaba llevando, qué era lo que él sentía.

—¿Qué extrañabas de Fran?

—Los llantos de los bebés, el llanto del bebito estaba todo el tiempo en mi cabeza. La escuchaba que lloraba.

—La gente que está alrededor muchas veces no sabe qué hacer. No sabe si hablar del tema o evitarlo. No sabe cómo acompañar. ¿Qué necesitabas vos en ese momento?

—Estoy muy agradecida con toda la gente porque si no fuera por ellos también hubiera sido mucho más difícil, pero de repente me dieron el espacio a que yo lo hablara cuando tenía ganas y no que me preguntaran. Al contrario, que me pregunten me molestaba. Me hablaba gente por Instagram y me decían “quedate tranquila que tu bebita está en el cielo con Dios”. Y para mí era peor. Era meterme una daga. Un bebito recién nacido en el único lugar que tiene que estar es al lado de su mamá. Es el lugar más seguro. No me digas que está con Dios.

—Cuatro meses y medio embarazada. ¿Qué pasó ahí?

—Yo me esperaba una mujer. Te soy sincera. Era como que la vida me la debía porque me la había sacado. Yo estaba de viaje, Juan estaba acá, y nos llaman porque obviamente nos hicimos el genético de vuelta. Me dicen “bueno, felicitaciones, estás embarazada de un varoncito”. A mí se me vino el mundo abajo. Fue como una semana acostarme llorando todos los días de por qué nuevamente. Era como duelar más todavía el hecho de ser mamá de una mujer, más allá de duelar todavía la partida de Fran. Era todo un montón.

—¿Vos tenías claro que este nuevo bebé no venía a reemplazar a Fran?

—Desde ya. Pero como una tonta pensaba que sí. Y menos mal que me mandaron a un varón. Hubiera sido muy difícil.

Faustino nació el 15 de
Faustino nació el 15 de Abril, el día del aniversario de la muerte de su hermana Francisca.

—¿Cómo transitó ese embarazo?

—Fue tremendo porque estuve con pérdidas desde la semana doce hasta dos semanas antes que nazca. Todas las semanas iba a hacerme una ecografía, me compré un monitoreo para escucharlo todo el tiempo porque de repente tenía pérdidas que generalmente pasaban a la madrugada y no podía salir corriendo a que me hicieran una ecografía. ¿A dónde iba?

—Es enloquecedor tener un monitoreo en tu casa.

—Es enloquecedor, sí, pero era la manera de quedarme tranquila. Yo sabía que lo escuchaba latiendo y ya estaba bien.

—Volvió la “F”, volvió Faustino.

—Volvió Faustino. Vino. Renació digo yo. Porque nació el 15 de abril, el mismo día que se nos va Fran el año pasado.

—Qué fuerte. ¿Cuándo empezaste con contracciones ese día?

—Fue a la noche. Feli tiene una cama Montessori en su cuarto. Cuando pasó todo lo de Fran a las dos semanas -que siento que nos lo mandó ella- nos mudamos a otro departamento porque era tremendo para nosotros estar en esa misma casa. Entonces nos mudamos, le pusimos una cama en el piso y él se copó con la cama en el piso y se puso a dormir ahí. Así que empezó a dormir ahí cuando nos mudamos. Resulta que me había llamado a la noche, voy, me acuesto un rato al lado, me levanto y cuando me levanto, siento algo raro. Me acuesto en mi cama y empiezo a sentir las contracciones. Juan se empieza a alterar, a poner nervioso. Digo “no le voy a decir nada hasta que pase”. Resulta que pasan 40 minutos y yo seguía con contracciones. Entonces ya está. Le cuento, le digo “che gordo, me parece que estoy con contracciones pero quedate tranquilo que no puede nacer hoy”. Y entonces me dice “¿pero te sentís bien?”. Le digo “sí, sí, estoy con contracciones pero no puede nacer hoy”. De hecho en ese momento nos llamó Feli de vuelta y le digo a Juan “traételo así no me levanto de vuelta por las dudas”. Vino Feli, dormimos los tres, los cuatro con Fausti en mi panza, en la cama plácidamente como nunca. Al otro día me levanto, voy al baño y veo que había perdido el tapón mucoso. Yo había tenido tantas pérdidas que no sabía si era tapón mucoso u otra de las pérdidas. Entonces le mando a mi partera y a Sandro, a los dos. Me dicen “Lau, es tapón mucoso”. Todo el mundo mandándome mensajes por el aniversario de Fran y yo en trabajo de parto. Una locura.

—¿Y qué te pasó a vos cuando conociste a tu hijo?

—Fue tremendo. Porque encima era re chiquitito. Pesó 2,600 kilos. Era muy chiquitito. Era la felicidad y a la vez pensar todo el tiempo en Fran. La tenía muy presente.

—¿Cómo fueron esos primeros días?

—Uy, tremendo. Terribles.

—¿Por qué?

—Porque era pensar todo el tiempo, se me venía el fantasma a la cabeza. Entonces era médicos de acá, médicos de allá, lo llevaba a la pediatra, llamaba a pediatras para que vengan a casa. En un momento, caigo en la cuenta de decir “tengo que relajar un poco”. Fue el 1° de mayo, Día del Trabajador, me acuerdo patente: a la mañana del jueves -el viernes era el feriado del trabajador- lo había llevado a Fausti a la pediatra y a la noche escuchaba que estaba con un poco de moco. Llamo al médico, eran las dos de la mañana del 1° de mayo, entonces me dicen “al ser tan bebito te tenemos que mandar sí o sí a un pediatra pero te vamos a mandar antes al primer médico que esté disponible”. Se aparecen tres médicos para verlo a Faustino. Lo habían revisado, estaba todo perfecto, me dicen “tenemos que esperar a que venga el pediatra”. En un momento eran las tres de la mañana, 1° de mayo, Día del Trabajador, y yo ofreciéndoles café a todos los médicos para que revisen a Faustino. El pediatra me pregunta “¿cuándo lo vio su pediatra la última vez?”. Entonces me pongo a pensar y digo “hoy a la mañana lo vio”. Ahí dije “guau, estoy muy pasada de vuelta”.

Durante los primeros meses el
Durante los primeros meses el temor por lo vivido la obsesionó.

—¿Podías dormir?

—No. Estuve hasta que cumplió tres meses sin cerrar los ojos. Yo sabía igual que hasta los seis había posibilidades, pero después de los tres meses disminuye.

—¿Pasabas toda la noche despierta todos los días?

—Sí. Sí.

—¿Tuviste úlceras en los ojos?

—Se me rompió la córnea. No sé. Pero del ojo tan seco, de no parpadear y de no cerrarlos, se lastimó la córnea.

—Es enloquecedor estar despierto tres meses de noche.

—Sí. Pero yo no me sentía enloquecida eh. Yo me sentía bárbara. En ningún momento perdí la cordura.

—¿Chequeabas si respiraba?

—Sí, todo el tiempo. Imaginate. Yo estaba así al lado de la cuna.

—¿Te compraste esos monitores?

—Sí. Se lo puse una vez y me volví loca. Me volví loca entonces dije “no puedo vivir con esto pero tampoco puedo vivir sin monitorearlo”. Todo el tiempo era alerta, alerta, alerta. Y es normal. Pero no puede vivir alguien así. Entonces qué hacía: lo monitoreaba yo. Dije “no le pongo la tobillera pero estoy yo”. Entonces estaba así en la cuna toda la noche. Me la pasé en la cuna mirándolo.

—¿Y Juan cómo estaba?

—Juan estaba mucho más relajado. Como nació el mismo día que se fue Fran, era una señal. A Faustino no le va a pasar absolutamente nada por solamente el hecho de saber que Fran lo está cuidando. Él confiaba en eso. Es tipo cerrar los ojos y decir “yo me entrego porque estoy seguro de que no va a pasar nada”. Pero yo no. Yo sabía que no iba a pasar nada pero no podía descuidarme.

"Hoy no dormir es un
"Hoy no dormir es un placer", relata Laura que luego del dolor vivido disfruta de cada segundo de su maternidad.

—Hay algo de todas esas dificultades de los primeros meses que se resignificaron por completo para vos.

—Sí. Desde ya. Para mí hoy no dormir es un placer. Verlo es un placer. Dormirlo es un placer. De hecho me pasó cuando había pasado lo de Fran que de repente estaba en un local de ropa y veo una mamá tratando muy mal a su bebita, que tendría cinco o seis meses. Un bebé de cinco meses qué puede entender. No entiende nada. Entonces yo me acerco y le digo “¿vos estarías orgullosa si mañana no tenés a tu bebé cómo le estás hablando ahora?”.

—¿Te dijo algo?

—Me miró y no me dijo nada. Y yo me fui.

—¿Pudiste en algún momento dejar de estar enojada con todas las embarazadas del mundo?

—Sí. Sí.

—¿Cuándo llegó esa calma, con el nacimiento de Fausti?

—No con el nacimiento pero sí cuando estaba embarazada de él.

—¿Cuándo te relajaste?

—Cumplió seis meses y para mí era un alivio tremendo, pero más allá de eso empecé a disfrutar realmente porque los primeros treses fueron una tortura.

—Van a tener 30 años y vas a seguir preocupada de si llegaron a su casa.

—Mira, yo es el día de hoy que lo veo a Juan durmiendo y me acerco para ver si está respirando. Y a Juan. Imaginate lo que soy con mis hijos.

—¿Podés disfrutar?

—Todo. Hasta mi oficina, que la tenía en Santa Fe y Callao, la mudé a Núñez para no perderme ni una toma de Faustino. Voy con los ojos así todos los días.

—¿Cuál es el mensaje que querés dejar, Lau?

—Lo más importante es saber qué es lo que les queremos dejar a nuestros hijos. Y lo que queremos con Juan es dejarles a nuestros hijos que tienen unos papás que se bancaron todas y que así y todo se pudo. Y que la vida es linda, porque no es fea la vida.

Si querés contar tu historia escribinos a:voces@infobae.com

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