La experiencia de sumergirse en el hockey subacuático desafía no solo la destreza física, sino también la percepción de lo que significa formar parte de un equipo. Para Agustina Paz, jugadora del equipo Hellfish, el mayor obstáculo inicial no reside en la técnica ni en la resistencia, sino en atreverse a dar el primer paso hacia un deporte tan inusual como exigente.
“Para mí, la mayor dificultad de este deporte es animarse”, afirmó en diálogo con Infobae y subrayó que el verdadero reto es vencer la incertidumbre y lanzarse a una disciplina que, para la mayoría, resulta completamente desconocida.
El hockey bajo el agua se desarrolla en una pileta semiolímpica de 25 metros de largo, donde dos equipos de diez integrantes —seis en el agua y cuatro en relevos— compiten por llevar un tejo de plomo recubierto de plástico hasta el arco contrario. La dinámica del juego se caracteriza por la ausencia de posiciones fijas y la inexistencia de un arquero, lo que obliga a todos los jugadores a alternar roles defensivos y ofensivos de manera continua.
“No tenemos arquero. Los seis jugadores que están en cancha se mueven dinámicamente atrás del tejo, por así decirlo. Todos defienden y todos atacan al mismo tiempo. No hay una posición fija de alguien que se quede en el arco”, explicó Agustina, rompiendo con los mitos y comparaciones con el hockey tradicional.

La singularidad de este deporte se refleja también en su equipamiento. Los jugadores utilizan una máscara de buceo con nariz, aletas cortas diseñadas especialmente para mejorar la tracción, un snorkel común acompañado de un protector bucal y un gorro similar al de waterpolo para proteger los oídos.
El guante, que se adapta a la mano dominante, cumple una doble función: resguardar de golpes y facilitar el deslizamiento del stick. “Usamos un guante de silicona duro. Porque nos brinda protección contra los otros jugadores, contra el piso de la pileta, y nos ayuda a deslizar mejor el palo”, detalló Paz.
El stick (palo) es pequeño, ergonómico y se diferencia por su color —blanco o negro— según el equipo. Su manejo exige precisión y creatividad, ya que permite realizar lanzamientos en distintas direcciones y alturas bajo el agua. “El tejo vuela muy alto, puede llegar a alcanzar un metro de altura o más. Vuela muy largo también… Se pueden hacer tiros abajo del agua para arriba. El tejo se levanta y se va solo por la superficie”, relató Agustina, ilustrando la dinámica casi coreográfica que define cada jugada.

El aprendizaje en el hockey subacuático es progresivo y accesible. Según Paz, la disciplina no exige conocimientos previos de natación, ya que muchos jugadores han aprendido a nadar dentro del propio equipo. La técnica, la preparación física y la coordinación en apnea —sin tanque, solo con el aire de los pulmones y el snorkel— se adquieren con la práctica y el acompañamiento del grupo.
El campo de juego, una pileta de 25 metros, cuenta con dos arcos formados por chapas de aluminio y una canaleta central donde debe ingresar completamente el tejo para que el gol sea válido. La dinámica de los partidos, compuestos por dos tiempos de 15 minutos y un entretiempo de dos minutos, se distingue por la fluidez de los relevos. Los cambios de jugadores se realizan sin detener el juego, lo que mantiene la intensidad y exige una resistencia colectiva constante.
“Son seis que están participando dentro del agua y cuatro que están afuera, que se pueden cambiar. Simplemente el jugador que está en cancha sale nadando a la zona de relevos, y una vez que sale el relevo ya puede ingresar”, explicó.

El compañerismo y la confianza mutua son pilares fundamentales en este deporte. La necesidad de coordinarse bajo el agua, donde la comunicación verbal no es posible, fortalece los lazos entre los jugadores. “Al principio es difícil. Al estar en apnea sos consciente de que si tu compañero se ahoga, vos también”, reflexionó la jugadora de Hellfish. La solidaridad se manifiesta tanto en el recambio físico como en la atención permanente a la seguridad de los demás.
Desde el punto de vista físico, el hockey subacuático ofrece ventajas notables respecto a otros deportes. La práctica en el agua reduce significativamente el riesgo de lesiones en rodillas, caderas y tobillos, lo que lo convierte en una opción atractiva para quienes buscan alternativas seguras o necesitan rehabilitación. “Este deporte genera menos lesiones que los otros porque no tenes impacto”, afirmó.

Durante el partido, la concentración y la gestión del aire se convierten en desafíos centrales. Los jugadores alternan entre sumergirse y salir a la superficie, coordinando sus movimientos para maximizar la eficiencia de cada apnea. “Siempre estamos mirando con la máscara y el snorkel. La idea es poder mirar la jugada y estar atentos para ver cuando conviene bajar a jugar. No te tenés que meter en cualquier momento porque gastarías apnea y la idea es que sea bien eficiente el uso de ese aire”, explicó Agustina.
La cultura del hockey bajo el agua permanece, en gran medida, al margen de la visibilidad pública, a pesar de contar con más de cuatro décadas de historia. La reacción habitual ante la mención del deporte es el asombro, lo que obliga a los jugadores a recurrir a videos para ilustrar su práctica.
La práctica de esta disciplina es una experiencia integral que combina desafío físico, aprendizaje técnico, compañerismo y una cultura propia, aún a la espera de ser descubierta por el gran público.





