Sofía Zámolo inició en el mundo del modelaje a los 16 años. La consagración llegó en 2001, tras protagonizar la icónica tapa de la revista Gente titulada La rubia y la morocha, que marcó un antes y un después en su carrera. Desde entonces, construyó una trayectoria en la moda y en los medios de comunicación. Participó campañas publicitarias para marcas locales e internacionales y desfiló en las principales pasarelas de Argentina y el mundo.
En televisión, su presencia fue constante: como panelista, conductora y actriz en programas como Plan Belleza, Bailando por un sueño, La cocina del show junto a Mariano Iúdica, Cantando por un sueño y la tira juvenil Niní. También incursionó en el teatro y se desempeñó como host del ciclo Argentinos en Miami.
En el plano personal, se casó en 2016 con el empresario José Félix Uriburu y en 2020 se convirtió en madre de California. Su camino estuvo marcado por experiencias difíciles: la pérdida de su hermano durante la infancia, la muerte de sus padres y tratamientos de fertilidad fallidos. Pero incluso en medio de la dificultad, se mantuvo firme en la búsqueda y la vida la sorprendió.
En esta charla, Sofía visibiliza temas tabú desde un lugar honesto y comprometido, mostrando que detrás del glamour hay también una mujer resiliente, que aprendió a transformar el dolor en fortaleza.
Luli: — ¿En qué etapa de tu vida estás hoy, Sofi?
Sofía: — Yo siento que estoy en una mejor versión de la que era hace veinte años atrás. Si conozco a alguien hoy, le digo: “Que bueno que no me conociste hace 20 años” (risas). Pero porque también estaba en una etapa de transformación total, de encontrarme a mí, de descubrir un montón de cosas y cuando uno es más joven, es mucho más chispita en mil cosas. A partir de los 40, es otra cosa. Mi mamá siempre decía: “La vida empieza a los 40”. Y tenía razón. Empecé a adquirir un montón de seguridad en mí misma, a aprender de las experiencias y a entender que la vida pasa por otro lado.
Luli: — Cuando hablás del encuentro con vos misma, ¿a qué te referís?
Sofía: — Cuando uno es joven arrastra inseguridades. En las relaciones por ahí permitís cosas que hoy no. Ahora estoy en un momento donde quiero tranquilidad y paz. Si venís a sumar, genial. Y esto aplica a todo: a la vida, a las amigas, la pareja, el trabajo. Cuando uno es más joven busca más aprobación del otro. Hay un montón de cosas que uno vive, que te marcan y son como pequeños trámites que después a lo largo de la vida se repiten porque hay cosas que uno va a ir sanando con el tiempo y con la madurez. Ese amor propio que vas adquiriendo con los años, y a mí personalmente me pasó también cuando pasó la enfermedad de mi mamá y al haberla perdido, fue un clic para decir: “No pierdo más el tiempo con nada ni con nadie. La vida es corta y se la voy a dedicar a las personas que realmente lo valen y las personas que realmente quieren estar”.
Luli: — Para quienes no lo saben el proceso de tu mamá fue largo, doloroso y coincidió con tu embarazo. Creo que cuando te pasa algo así empezás a relativizar algunas cuestiones y hacer foco en lo que de verdad importa.
Sofía: — Sí, fue un sopapo fuerte y me costó un montón. Estuve tres años que no podía ni hablar de ella y todavía me cuesta. Mi mamá era re presente, madraza, cariñosa, protectora.Era increíble y hoy que soy mamá digo: “La aplaudo de pie. Un monumento habría que hacerle porque con cuatro pibes…"
Luli: — Valoramos más a nuestras mamás cuando nos convertimos en mamás.
Sofía: — Es como todo, hasta que uno no lo vive realmente es muy difícil imaginarlo. Podés empatizar, pero ¿hasta qué punto? También cada uno pasa por su etapa de la vida. Cuando yo era adolescente, le decía: “Mamá, no entendés nada”. Y hoy pienso “por favor, que mi hija no me diga no entendés nada” (risas).
Luli: — En ese momento estabas feliz por el embarazo y la llegada de tu hija Cali, pero al mismo tiempo te enteraste de que tu mamá estaba enferma. ¿Cómo atravesaste todo eso?
Sofía: — Mamá empezó con algunos episodios, no se sentía bien. Fue a hacerse estudios y ahí empezamos a ver algo raro. A la vez, yo estuve un mes de viaje afuera porque había tratado de quedar embarazada y no lo lograba. Me fui a hacer un tratamiento afuera y tenía muchos embriones, pero no llegaron a evolucionar. Volví con una tristeza inmensa y pasó todo lo de mamá. Un 26 me enteré lo de mamá y el 27 me enteré que estaba embarazada. Una cosa así. Fue de un día para el otro. Yo trataba de quedar, no pasaba nada y me entero que estaba embarazada. Encima vino naturalmente, gracias a Dios vino. Yo no estoy para nada en contra de los tratamientos. Hice tratamiento y no quedé. Nunca me llegaron a transferir los embriones, pero veníamos como de tanto dolor... Finalmente la noticia de Cali llegó, pero también todo lo de mamá, que en ese momento no sabíamos cuán grave era.
Luli: — ¿Y cuándo pasó todo esto?
Sofía: — Era bastante complicado el panorama y se complicó mucho cuando arrancó la pandemia. Mamá no podía ir a ningún lado a tratarse. Había muchos lugares para hacer distintos tipos de tratamiento afuera. Yo me puse a leer todo, averiguar, a hablar con todos los médicos mientras transitaba el embarazo. Todo el periodo de quimio y toda la enfermedad de mamá fue mi embarazo entero. No podía ir a hacerme estudios acompañada de mi mamá y que me dé la mano. Mi marido tenía su papá internado en el Fleni, yo tenía a mamá en el Austral y estaba embarazada. Las únicas personas que veíamos eran nuestros papás, mientras nos preparábamos nosotros para ser papás.
Luli: — ¿Cómo hacías para sobrellevar todo es?
Sofía: — Iba al sanatorio, la veía a mamá con barbijo, con todos los recaudos. Volvía corriendo a casa, amamantaba a Cali y le hablaba mucho a ella, le decía: “Yo te amo con toda mi alma y estoy triste porque estoy perdiendo mi mamá. Pero vos sos lo más lindo que me pasó en la vida”. Amamantaba y se me caían las lágrimas sobre ella que me miraba. Yo trataba de hablarle, de explicarle y hoy en día veo que es muy sentimental y empática. Si bien todavía es chica, tiene cuatro años y medio, es muy empática.
Luli: — ¿Repetís cosas de tu mamá en tu forma de maternar?
Sofía: — Sí. A Cali todo el tiempo le estoy diciendo: “Esta es la canción le gustaba a abu Titi”. Ayer se estaba bañando y me dice: “Mamá, ¿me pone esa canción que le gustaba a la abu Titi?”. Siendo tan chiquita lo reincorpora...
Luli: — Cuando uno mira en retrospectiva, se da cuenta de lo fuertes que somos. Si te lo hubieran contado, dirías: “Yo con esto no voy a poder”. Y sin embargo, ahí estabas, amamantando y cuidando a tu mamá. Qué nivel de autoexigencia tenemos las mujeres, ¿no?
Sofía: — Un montón. Y siempre surge la pregunta: “¿Será suficiente? ¿Estoy siendo una buena mamá? ¿Le estoy dando suficiente amor? ¿Le estoy dando suficiente presencia?” No es que tenemos que agradarle a alguien o que alguien nos quiera, pero hay un montón de esto de sentirse suficiente y cumplir con expectativas.
Luli: — Contaste que habías viajado tratando de quedar embarazada y dijiste: “Quedé de forma natural, pero no tengo problema en contar que hice tratamientos”. ¿Cuánto tiempo te llevó ser mamá?
Sofía: — Dos años.
Luli: — A mí me pasó algo parecido y creo que compartirlo puede ayudar a otras mujeres. Esos momentos en los que decís: “Este mes va a ser” y, de repente, no pasa, sentís que te aspira el alma. Es un sentimiento que solo quien lo vive lo puede entender. ¿Cómo lo transitaste?
Sofía: — Y sobre todo que lo vivís en tu cuerpo porque el hombre te acompaña, pero no lo vive en el cuerpo. Vos te enterás todos los meses cuando no estás embarazada. Y también pasa esto que empezás a escuchar alrededor: “Tal, se quedó embarazada” o “Busqué a la primera y quedé”. Ya una después de haber vivido esto, pensás bien el comentario que vas a hacer porque no sabés lo que está viviendo la otra. La búsqueda del embarazo, de ser mamá para las mujeres es un tema súper sensible y también privado. Por eso yo no quería contar a nadie que iba a un centro de fertilidad. Yo hablaba con los lugares y decía: “¿Puedo ir a última hora que no haya nadie?”.
Luli: — ¿Te daba vergüenza que trascienda que estabas buscando?
Sofía: — En realidad es re triste porque sentís como que estás cometiendo un pecado o como que algo falla en vos. Sentís que tenés una falla y que no podes aceptarla, pero tampoco podes aceptar que los demás vean que algo no está funcionando…
Luli: — Es que no es una falla. ¡¿Por qué lo vemos como una falla?!
Sofía: — Es un milagro quedar embarazada. Se tienen que dar un montón de componentes y de cosas como para quedar. Hay gente que queda más rápido, tiene más facilidad, y gente que no, que tiene que ajustar ya sea algo químico o emocional. Me acuerdo que lo re escondía, no quería que nadie lo sepa y que en nuestro grupo de amigos nos decían: “Chicos, ustedes que están casados hace tanto tiempo. ¿No quieren tener hijos?”
Luli: — Lo hacen desde el corazón, desde las mejores intenciones. Pero duele...
Sofía: — Sí. No lo hacen para lastimar, pero lastima. Cuando lo estás atravesando es re doloroso. Yo me acuerdo perfecto el día que me hice el test de embarazo, volvía de un programa que estaba grabando, calculando los días de atraso. Dije: “Ahora llego a casa, me hago el test y al otro día pum, todo se regulariza, se normaliza”. Y me acuerdo de estar en ese momento haciéndome el test y pensando: yo sé que me vas a salir negativo. Porque ya está, estás desesperanzada. También pensé durante mucho tiempo: por qué no a mí, por qué nosotros no nos pasa. Y después te empezás a plantear: “¿Seré mamá algún día?“ Nosotros empezamos a salir cuando yo tenía treinta y pensaba ¿habré dejar pasado mucho tiempo? ¿Habré perdido el tiempo?
Luli: — ¿Y eso lo charlabas con tu pareja?
Sofía: — No le quería meter presión. De hecho, después hice una nota para Gente y cuando dije: “Yo lo padecía cada mes, me encerraba en el baño, lloraba y preguntaba por qué a mí no, en cada test negativo”, él me dijo: “¿Vos viviste todo esto así tan duro?” Obvio que se daba cuenta del sufrimiento, pero no pensaba que era tanto. Yo no quería trasladarle a él todo lo que yo vivía porque no sé si sumaba que los dos estemos estresados, tristes y todo eso. Aparte te dicen: “No se estresen, relájense”. Y vos pensás: bueno, esperá que apreto el botón y listo. No me estresa más (risas).
Luli: — Cómo absorbemos todo nosotras también. Ellos a veces viven en Narnia y hay que decirlo…
Sofía: — Lo transitan diferente. Nosotras lo vivimos en el cuerpo. Joe fue un re buen compañero y lo positivo de haberlo vivido en la pandemia fue una intimidad total entre nosotros, transitando un embarazo súper buscado. Imaginate que durante el tratamiento, cuando me dijeron que tenía siete embriones, le dije: “¡Vamos a tener siete hijos!” (risas). Yo ya me veía teniendo un camión en mi casa para llevar siete hijos. Si bien sabés que cuando lo trasferís no sobreviven todos…
Luli: — Y ahora que ya tenés a Cali, ¿esa idea de los siete hijos queda descartada?
Sofía: — Quedó descartada (risas). Uno tiende a romantizar cuando vemos Instagram las 25 mil fotos de todo el mundo feliz y contento con los 80 mil chiquitos, todos seguiditos...
Luli: — Es hermoso, mágico y arrollador al mismo tiempo.
Sofía: — Totalmente.
Luli: — Mencionaste lo buen compañero que fue Joe en ese proceso y la unión que lograron durante el embarazo. ¿Cómo logras hoy sostenés la intimidad después de tener hijos?
Sofía: — Un hijo es un tercero en una pareja, en el buen sentido. No te viene a separar, pero es un tercero. Se va a llevar amor, cariño, tiempo y dedicación. Entonces es decir: “Bueno amor, el tiempo libre que yo te dedicaba a vos, a hacerte una comidita rica o vos me cocinabas a mí o salíamos al cine o al teatro ahora hay que dividirlo”. Pero está bueno entender que hay un tiempo para todo. Nosotros hoy estamos viviendo otra etapa. Cali es chiquita y la disfrutamos un montón, nos re necesita. Disfrutamos de estar los tres mirando una película juntos en la cama... Hay momentos para todo y todo pasa muy rápido, también.
Luli: — Están hace más de diez años juntos. ¿Cómo hacen para seguir encontrando momentos para ustedes?
Sofía: — Tratamos de meterle un poquito de planes y está bueno tener algo nosotros. Pero también entendemos que es parte del proceso y que es re rápido. Cali va a cumplir cinco años y yo siento que la tuve ayer. En dos años más ya va a tener sus planes. Tenés que tener tiempo a solas y no descuidar a la pareja, obvio. Pero también si entendés que es solo un momento y que después todo eso pasa, no te frustras tanto. El tema es la frustración. No sabemos manejar la frustración y vivimos todo el tiempo con muchas expectativas.
Luli: — ¿Cómo te llevás con el paso del tiempo?
Sofía: — Muy bien. Hoy me llevo muy bien. Antes me preocupaba por verme al lado de chicas de veinte, que están compitiendo a la par en esta carrera. Pero para mí fue muy importante, a partir de los 40, que llegó todo junto, porque me convertí en mamá, perdí mi mamá y cumplí 40, todo junto. Bueno, Cali vino unos años antes, la tuve a los 37. Pero me pasaron un montón de cosas en pocos años que me ayudaron a replantearme cosas. Me relajé un montón porque empecé a adquirir esta seguridad en mí misma. Y qué más interesante que charlar con alguien que tiene vida, experiencias, que puede compartir conocimientos y mundos, en lugar de enfocarse solo en lo superficial. Lo de afuera está buenísimo, pero creo que cuando uno está bien por dentro, eso también se refleja. Se trata de ir un poco más allá.
Luli: — Buscar nuestra mejor versión propia, no en comparación con la del al lado.
Sofía: — Lo que me pasa es que quiero ser mi mejor versión a nivel salud porque estoy mucho más consciente de lo que como, lo que tomo, de cómo me cuido, cómo entreno. También pasa que, a partir de que sos mamá, querés ser eterna, querés vivir cien años para estar al lado de tus hijos y poder vivir cada momento.
Luli: — ¿En qué sentís que te transformó tu hija?
Sofía: — En todo. Tenés que aprender a tolerar, a ser paciente, a acompañar. Me pasa también que, a través de Cali, estoy sanando temas propios. Mis papás se separaron cuando yo tenía dos años, entonces no tengo registro de mis papás juntos y la veo a Cali con su papá y para mí es un sanar constante todo el tiempo. Me emociona mucho el vínculo que tienen, me parece tan lindo, tan puro, dulce y sano. Joe es tremendo padrazo. Ahí me miro y digo: “¡Qué bien elegí!” (risas). Y se lo digo siempre. Yo no podría haber elegido mejor padre para mi hija y eso fue súper importante para mí. Y cuán importante es que los chicos tengan alrededor vínculos sanos, estés con tu pareja o no estés. También entender que si vivimos conflictos familiares es un tema de los adultos y ojalá los adultos pongan paños fríos para que los chicos no sufran toda esa parte. Vos pensás que es los chicos no entienden y no escuchan. Pero ven, escuchan, sienten todo y, a futuro, van a ser tus mejores o tus peores jueces.