Pedro Troglio es un ex mediocampista defensivo y actual entrenador. Comenzó su trayectoria en River Plate, donde ganó el campeonato argentino 1985–1986, la Copa Libertadores y la Copa Intercontinental en 1986. Luego jugó en Italia para Verona, Lazio y Ascoli, además de dos años en la liga japonesa con Avispa Fukuoka. Con la selección argentina disputó la Copa América 1989 y fue convocado al Mundial de Italia 1990, donde jugó seis partidos y anotó un gol de cabeza contra la URSS, alcanzando el subcampeonato.
Tras retirarse en 2003, inició su carrera de técnico en Godoy Cruz en 2005 y luego se consolidó en Gimnasia y Esgrima La Plata, donde fue clave en mantener la categoría y logró la mejor campaña histórica del club en el Apertura de ese mismo año. Luego, continuó dirigiendo equipos como Independiente, Cerro Porteño (donde ganó el Apertura paraguayo en 2009), Argentinos Juniors y Tigre. En 2018 vivió su tercer ciclo en Gimnasia, llevándolos a la final de la Copa Argentina .
En 2019 asumió en el club Olimpia Deportivo de Honduras, rompiendo una sequía de títulos y conduciendo al equipo a un tetracampeonato entre 2019 y 2021. Dicho club es considerado “el Boca de Honduras” por sus logros. En diciembre de 2021 regresó a Argentina para dirigir a San Lorenzo, aunque presentó su renuncia en marzo‑abril de 2022, tras una etapa irregular. Desde abril de 2025 es el entrenador de Banfield en la Primera División argentina.

Leo: — Sos un reconocido deportista de élite, ¿cómo te reconocés hoy a los 60 años ex jugador o entrenador?
Pedro: — Entrenador de fútbol.
Leo: — No decís: “Soy ex jugador o fui jugador”.
Pedro: — No. Soy entrenador porque encima ni siquiera puedo jugarlo. Hace cuatro años que dejé de jugar fútbol porque me duele tanto la rodilla... Si siguiera jugando como jugaba antes, capaz que digo ex jugador. Pero como ya ni juego, me siento más del lado del entrenador.
Leo: — ¿Y qué es más difícil?
Pedro: — Ser entrenador porque como jugador tenés que hacer lo que mejor hacés y lo que sabés. Pero como entrenador tenés que aprender vivencias. Como jugador me sacaba la locura jugando y los nervios del partido se me iban apenas terminaba. Como entrenador estás fuera de la línea de cal y después seguís con la locura. Toda esa angustia, adrenalina, esa confusión dura todo el partido y más. El jugador juega y se le va yendo solo.
Leo: — Para mí sería recomendable para los entrenadores, que quedan muy manija, que salgan a correr después o vayan al gimnasio...
Pedro: — Yo ando en bicicleta. Lo que pasa es que cuando perdés, tratás de no hacerte ver porque siempre se te acerca uno que te dice: “¡¿Qué hacés acá?! Andá a ganar un partido” y terminás discutiendo (risas). Entonces, para evitarte eso, no vas a salir de tu casa. Y eso es peor. Son dos o tres días que no salís.
Leo: — Dirigiste Honduras, Perú, Paraguay, Cerro Porteño. Acá dirigiste muchos clubes también...
Pedro: — Sí, Argentinos Juniors, Godoy Cruz, Tigre, San Lorenzo, Independiente, Gimnasia, Instituto...
Leo: — ¿En todos lados la locura por el fútbol es igual? ¿En Honduras es más light que en Argentina? ¿Cómo lo viviste?
Pedro: — Es todo igual.

Leo: — ¿En todo Latinoamérica?
Pedro: — En todos lados. Yo creo que en Europa también y como jugador lo viví. Salíamos de perder y afuera te esperaban los hinchas vestidos de Versace. Una pinta bárbara porque eran todos de plata, pero te esperaban para pegarte también. Mismo en Honduras, donde jugué nueve campeonatos, gané ocho y la Copa Concacaf. Y también me criticaban. Cuando perdíamos algún partido, era una semana de críticas. Así que sí, es igual en todos lados.
Leo: — ¿Quién fue tu ídolo en el mundo del fútbol?
Pedro: — Mi ídolo era Ricardo Enrique Bochini, el Bocha. Después hubo muchos grosos: jugué al lado del Beto Alonso y con el Beto Márcico.
Leo: — ¿Eso fue Libertadores del ’86 en River?
Pedro: — Sí, el ’86. Y después Gimnasia con Márcico. Es decir, que tuve la suerte de jugar con todos estos monstruos.
Leo: — Y con Diego…
Pedro: — Sí, con Diego desde el ‘86 más o menos al ’90.
Leo: — El fútbol profesional, del que hablamos tanto desde tu rol de jugador como el de entrenador, ¿es más cruel que lindo?
Pedro: — Totalmente. Hoy te hablo después de que el fútbol me dio la vida, pero te digo: “Me encanta más jugar con mis amigos que en esa locura”. Pero como jugador a lo mejor no me daba tanto cuenta, hoy como entrenador sí lo veo. Yo pienso que los jugadores no se dan cuenta a veces de los malos momentos. No sé los chicos de ahora que viven con las redes y ven que los están criticando todo el día. Nosotros perdíamos y no era tan grave la angustia como la que tiene un entrenador porque vos perdés más de lo que ganás, no salís campeón todos los años. Entonces, a la larga, sos más perdedor que ganador. Además, vivís bajo un estrés y una presión muy grande.
Leo: — ¿Te fue bien con el dinero? ¿Fuiste ordenado?
Pedro: — Sí, fui ordenado. Primero tuve un problema muy grande en el 2001 que hubo un grupo de gente amiga. Como no sabía invertir, viste que invertís con amigos que te dan una mano. Me había ido bárbaro, pero en el 2001 me enteré que ese dinero no estaba en las arcas donde yo creía y no lo vi nunca más. Tuve un golpe fuerte, pero tenía mis reservas, tenía una manera de salir. Después encima en el 2003-2004 tuve la suerte de que empecé a dirigir, entonces no tuve una pérdida importante. Pero después hice las cosas bien.
Leo: — ¿Y los chicos de hoy que ganan mucho dinero? ¿Sentís que lo saben manejar?
Pedro: — No, es demasiado dinero el de hoy.
Leo: — ¿Gastan más de lo que tienen?
Pedro: — Gastan. Pero como no tenés tiempo siendo jugador, seguís confiando en gente que te rodea que dice: “Te lo voy a invertir en esto”. Y vos no sabés en qué estás invirtiendo y confiás porque capaz es tu representante. Pero no te lo van a hacer gratis, van a ver si se pueden llevar más de lo normal. No te van a decir: “Me voy a llevar un 5 por ciento”. Capaz se llevan el 30 por ciento y te dicen que se llevan el 5. Esas cosas me han pasado a mí. ¡Ojo! Hay gente de buena calaña en quien confiar, pero yo no he tenido nunca suerte salvo por un amigo de toda la vida.
Leo: — Las anécdotas que escucho de la gente que estuvo al lado de Diego superan sus actitudes como persona y amigo de lo que fue como jugador. ¿Cómo lo recordás vos?
Pedro: — En un momento donde se lee o se le buscan todos los problemas que ha tenido y las cosas que ha hecho bajo esas adicciones, la persona que conocimos nosotros, en la etapa de jugador donde todavía no estaba tan mal, era algo fantástico convivir con él desde lo humano. Y después se fue poniendo grande y lo mismo. Siempre fue un tipo que ayudó y que nos acompañó, lleno de gestos hermosos.
Leo: — ¿Tenés alguno personal?
Pedro: — El día que debuto con la Selección, la primera vez que lo conozco, en el año ’87, en un partido acá contra Alemania, me toca concentrar con él, compartimos habitación y me dice: “Mañana, te espero a comer en casa”. Cuando vivía enfrente a la Escuela de Mecánica de la Armada en Libertador. Al otro día llega el mediodía y digo: “¿Qué hago? ¿Voy o no voy?” Porque no me dijo nada más, yo solo sabía que vivía ahí.

Leo: — Dijiste: “¿Me invitó o lo soñé?”
Pedro: — Y al final dije: “Bueno, voy”. No había teléfono, nada. Me bajó a abrir él y tenía que salir por un costado a la puerta, la gente lo veía... Subí y esa fue mi primera vez que compartí con Maradona. Es decir que pasé de no conocerlo a estar comiendo un día después en la casa de él.
Leo: — Te invitó la primera vez que te vio...
Pedro: — Le caí bien, estuvimos en la habitación que compartíamos y al otro día me llevó a su casa. Yo tenía 20 años y estaba comiendo con Diego en su casa. Yo tenía rulos, pelo largo y una vergüenza espasmódica porque no sabía de qué hablar. Y en un momento le digo: “Estoy emocionado”. Para que se den cuenta de que no era un pelotud* sino que estaba emocionado (risas).
Leo: — ¿Y le viste hacer esas cosas que te hacen pensar: cómo puede este tipo hacer eso con una pelotita de tenis o de ping pong?
Pedro: — Sí, los jueguitos. Yo para hacer jueguitos tengo que estar mirando la pelota, pero él estaba hablando con vos y los hacía, jodiendo, para hacerte sentir una mierd* (risas). Y después todo lo que él hacía con la pelota en los entrenamientos era impresionante, le pegaba de una manera…
Leo: — Pasa también con Messi, que uno siente que hace cosas que ni él mismo sabe cómo le salieron. Son como tocados con una varita mágica y les sale natural.
Pedro: — Para mí los que pudieron hacer grandes cosas, lo hacen porque les viene, les sale, no lo esperan ni lo provocan, les nace. Cuando Messi empieza a eludir a todos y se le vienen cinco o seis tipos, sale y lo que hace.
Leo: — Es la intuición de un adelantado, de un genio.
Pedro: — Van leyendo cuando tienen que ir enganchando cosas que nosotros ni en ped* podemos. Viene uno y vamos, viene el segundo y ya se nos nubló todo, se nos bajó la persiana. Pero ellos siempre fueron otra cosa.