Martín Seefeld: “Hay que tener la humildad de entender que cuando un gobierno es elegido por el pueblo debemos ser democráticos”

El actor, productor y referente de la ficción nacional recorre el país con la obra “Una clase especial”. En entrevista con Infobae reflexiona sobre el humor como antídoto, la importancia de vivir el presente y los consensos para construir un país más sólido. También destaca la necesidad de una política de Estado para que vuelva la ficción nacional

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Martín Seefeld: “Hay que tener la humildad de entender que cuando un gobierno es elegido por el pueblo debemos ser democráticos”

El humor ocupa un lugar fundamental en la vida de Martín Seefeld. Disfruta lo que hace, y ahora que está de gira por todo el país con la obra Una clase especial tiene a flor de piel las emociones que el público le transmite. En diálogo con Infobae habla de todo, incluso de política: un recorrido por sus adversidades, su matrimonio de más de tres décadas, las amistades, la película de Los simuladores, y el incesante intento de vivir en el presente.

Recorrer la Argentina es maravilloso, es un país extraordinario porque tiene todo, no te cansás nunca, y yo tengo la suerte de conocerlo entero”, junto a Damián De Santo, con quien entabla una amistad hace más de 30 años, se suben a las tablas en diferentes localidades y provincias, y encarnan una dupla de maestro de seducción y alumno desesperado. “Lo que más nos dicen cuando salimos es ‘qué placer reírnos desde que nos sentamos hasta que nos vamos’, y eso nos encanta, porque la risa también es un bálsamo para digerir determinadas realidades”, dice con convicción.

—¿Sentís que en tu vida el humor te ayudó?

—Absolutamente. Sin humor yo estaría muy complicado. He tenido una vida con muchas cosas buenas, malas, y muy malas, para las que el humor siempre fue un antídoto extraordinario, que me rescató, junto con el trabajo de entender que no hay nada más valioso que este preciso instante. Ya lo hemos visto en infinidad de oportunidades. Estar consciente y presente en donde estás me parece que hace la diferencia.

—¿Te sale fácil el aquí y ahora?

—Es un laburo de conciencia, porque es un laburo estar presente. Primero la elección, después el placer de estar, la obligación de estar, y por último hacerlo con toda la energía, el amor, y toda la profundidad. Entonces cada cosa cobra valor. Todo es mucho más cortito de lo que creemos, y a veces por vivir ‘allá’ nos perdemos el ‘acá’, y cuando te querés dar cuenta es un poco tarde.

—Un amigo que tenemos en común me dijo: ‘Martín es fachero, es deportista, baila bien, es sano, hace todo bien’. ¿Es así? ¿Hacés todo bien?

—[Risas] No, no hago todo bien ni de casualidad. Sí es verdad que trato de vivir una vida sana, que me ocupo de comer bien y hacer deporte.

—¿Y si querés mostrar lo mejor de vos? ¿Con qué de todo eso te vendés?

—Es una buena pregunta. Soy bueno para escuchar y para charlar, pero creo que me vendería por mi humor, la alegría, la energía, la fiesta. Me divierto, me encanta bailar. Es algo que siempre me hizo muy bien.

—O sea que te puedo contratar como agitador para mi casamiento.

—Sí, soy buen agitador. En mi casa se bailaba todos los domingos, bailaba mi abuela, mis padres, mis amigos, mis hermanos, amigos con mis padres, y con los amigos de mis padres.

—¿Se hacía reunión todos los domingos?

—Siempre se armaba asado o lo que se podía. Cada uno llevaba algo para compartir. Venías y terminábamos siendo treinta personas. Siempre se ponía música y se bailaba. Era un poco la casa del pueblo, muy festivo, y yo aprendí a bailar de mi vieja, que bailaba divino de todo, rock, salsa, era una madrileña muy divertida.

—¿Tuviste una infancia linda?

Tuve una muy linda infancia, con todas las dificultades, pero muy linda. Mi viejo no estaba nunca, laburaba como loco. Hoy la mujer ocupa un rol preponderante, y a veces gana más que el marido, o tiene más trabajo, y el marido se ocupa de la casa, de los hijos, todo cambió. En mi casa mi mamá estaba, mamá pintaba, era una artista divina, que nos enseñó a pasar los momentos bravos lo mejor posible.

—¿Los momentos difíciles tienen que ver con las pérdidas o con cuestiones económicas?

—Cuestiones de todo tipo, económicas, personales, de salud, de pérdidas.

—¿Tuviste que hacerte grande de chiquito?

—Sí, yo laburo desde muy chico, desde los 18 años. Hace 40 y pico de años que laburo. Siempre tuve muchas responsabilidades y es una de las cosas que más aprendí de mi padre. Mi papá no era un hombre de muchas palabras, sobre todo en esa época, pero predicaba con el ejemplo. Se levantaba a las cinco de la mañana y salía a laburar. A mi viejo le agradezco la cultura del trabajo y de la palabra, que vale más que tu firma, como los valores, que te llevan a buen puerto.

—A esa generación le costaba más disfrutar, ¿cuándo aprendiste vos a disfrutar?

—Yo traté siempre de disfrutar la vida porque eso también lo mamé de mi vieja. Mi viejo estaba enganchado con el laburo, la lectura, era un tipo que hablaba cinco idiomas. No era cariñoso, pero uno podía mantener una conversación extraordinaria y era un tipo incondicional. Eso me marcó muy a fuego y definió el resto de mi vida.

—Hoy estás muy enamorado. Llevás 35 años con Valeria. La historia de cómo se conocieron es maravillosa: te la presenta un exnovio de tu exmujer, ¿no?

—Es así, sí, y yo sigo siendo amigo de él, del negro Alberto, que después se fue a vivir a Estados Unidos. No nos vemos nunca, porque cambió su vida, pero es un tipo muy lindo, muy linda persona.

—¿Valeria había salido con él?

—Sí, y él me la presentó cuando ya no estaban juntos. A Vale la conocí cuando yo tenía 29 y ella 23. Yo estaba replanteándome todo en mi vida. Había estudiado teatro muchos años y tenía ganas de dedicarme a eso. Pero pasé por muchas cosas, trabajé en una gerencia comercial de cuatro marcas de jeans, hasta que pegué el salto sin red.

—¿Y ella bancó ese salto?

—Sí, siempre acompañó, y entendió que independientemente del resultado que pudiera tener económicamente, estaba en una búsqueda de felicidad. Creo que la vida se trata de cumplir sueños, y si haces lo que te gusta ya tenés algo a favor.

—Trabajar en lo que a uno le gusta es un privilegio enorme.

—Es un lujo. A veces va bien y a veces no, pero es parte de la vida misma.

—¿Qué otros sueños cumpliste?

—Armé mi familia. Tengo dos hijos hermosos, Lola y Pedro, dos seres muy hermosos y muy especiales. Y el sueño también de tener amigos de verdad, amigos genuinos. En cuanto a lo laboral poder actuar, producir, contar las historias que quiero contar, y aunque hay momentos que no han sido buenos, pero hoy me siento muy orgulloso; siento que de alguna manera soy quien quería ser: actor, después productor y poder vivir de esto.

Martín Seefeld junto a su
Martín Seefeld junto a su hija Lola

—Me contaron que tenés muchos amigos y que tus cumpleaños son maravillosos, que puede estar Darín, Francella, el Puma Goity, que hay que ir a tus cumpleaños.

—Es cierto, tengo muchos amigos. Para mí la familia que uno elige es la amistad. Los hijos van a hacer su vida. Con tu mujer podés estar o no el día de mañana, pero los amigos son los que van a estar siempre. Uno igualmente va cambiando, y por ahí si tuviera que festejar un cumpleaños hoy no sería tan multitudinario, porque fui puliendo y depurando vínculos. Pero siempre fueron muy divertidos. Mis cumpleaños se llamaban ‘Sin excusas‘: no existía la excusa de ‘mañana me levanto temprano’, ‘me tengo que ir’, era compartir hasta el final.

—¿El mejor y el peor regalo que te hicieron? ¿Qué se le regala a Martín Seefeld?

—A lo material nunca le he dado bola, porque la verdad es que nadie te regala algo tan sustancial. Un pantalón, una remera, una campera, no me parece lo más importante. El mejor regalo es venir con la predisposición de estar, de divertirte y de compartir.

—Festejarte.

—Sí, festejar la vida no es una boludez, porque estás festejando estar vivo un año más, que con las pérdidas que hemos tenido, es un milagro.

—Con Damián (De Santo) comparten esa misma filosofía, y son amigos hace un montón.

—Damián es un genio. Es un compañero extraordinario, siempre con energía, con buen humor, cariñoso, preocupado, y atento. Compartimos la forma de ver la profesión y las cosas más profundas. La manera de encarar el laburo, y eso, para el teatro, que tenés que tener una mística muy especial, está buenísimo. Somos amigos hace más de 30 años.

—¿Qué me podés contar del profesor de seducción que interpretás en la obra?

—Es una obra muy divertida, donde todo lo que parece ser, no es tan así, porque todo puede darse vuelta. En el medio cantamos y bailamos. Damián interpreta a un tipo recién separado, que viene de un abandono, fuera del sistema, que no sabe cómo volver al ruedo. Y viene a buscar a mi personaje, un tipo supuestamente moderno que la tiene clara, a pedirme consejos, para que lo ayude a entender la mirada femenina de hoy. La mujer cambió, el lugar y la forma de relacionarse también: hoy un tipo de 50 años que se separa, ¿a dónde va? Existe Tinder, pero cuando nosotros éramos más chicos ibas a un boliche, hoy todo es más inmediato.

—Y vos, con 35 años de experiencia, ¿cómo se hace con la pasión después de tanto tiempo?

—Muta, porque las relaciones mutan. No es solamente una cuestión energética o física. Es también complicidad. Te juega la cabeza, no solamente el cuerpo. Obviamente el deseo, que tu mujer te guste, es fundamental, pero para que funcione hay algo en la charla previa, en esa copa de vino que nos tomamos juntos, que termina definiendo todo lo que va a venir después.

—Ahora que te vas quince días al sur, ¿volvés y haces el salto del tigre con la zunga de leopardo?

—Si hay salto es de gatito, el tigre ya no está más, ya se quedó sin uñas [risas].

—A mí me dijeron que querés vivir 100 años.

—Quiero vivir todo lo que pueda vivir, y bien. Vivir es hermoso, desde lo más pequeño hasta lo más grande, es lindísimo, y hago las cosas como para tratar de estar bien. Soy cuidadoso porque en 2016 tuve arritmias, me tuvieron que hacer una ablación. Esas arritmias son eléctricas, cortocircuitos que uno va teniendo por cosas que fueron pasando. El corazón está perfecto, y hoy estoy curado.

—¿Y podés seguir haciendo deporte como siempre?

—Puedo seguir haciendo todo, llevar una vida normal. Pero me pegué un susto bárbaro, una sensación de pérdida de control, que tarda en irse.

—Qué sustazo.

—Tremendo. Reconozco que me asusté mucho. Soy más asustadizo conmigo que con los demás. Para asistir al otro no tengo impresión, pero conmigo sí. Por dentro decía: ‘No me lleven todavía, aflojen un poco que ya voy a ir. Aguántenme porque no es el momento’.

—¿Hay un miedo a la muerte?

—Sí, un poco sí, porque las balas me han picado muy cerca. He perdido mucha gente muy joven. Se me murió mi hermano también, muy joven, mi hermano de sangre. Tengo muy en claro que la finitud no tiene edad, que está ahí, a la vuelta de la esquina. Mis amigos siempre se ríen porque les digo: ‘Tengo unas ganas de vivir que me muero’. Hay algo en el deseo de esa pulsión de vida, de la pulsión de disfrutar, de hacer, con quién lo haces, y pensar para qué a mí en vez de por qué a mí. Las cosas pasan para algo. A todos nos toca y nos puede tocar en cualquier momento.

—¿Creés que hay algo después?

—Trato de ni siquiera pensarlo. Es tanto lo que hay acá, que pensar en el después no me tienta. Mejor que me sorprenda cuando esté allá arriba. Por ahora, el aquí y ahora.

—¿Le encontraste el ‘para qué’ a la muerte de tu hermano?

—Creo que la muerte de mi hermano llegó, primero para sufrirlo mucho, y después para entender que es un mensaje, que me quiso decir: ‘Fijate que se acaba esto, no seas boludo, no te quedes en pavadas‘. Y por eso siempre les digo a mis hijos: abracémonos hoy, no mañana.

—Lo mismo que decía el papa Francisco.

—A mí me marcó eso, porque yo siempre le digo. Lo mismo con ‘no nos acostemos enojados ni peleados’, porque no tiene sentido.

—¿En 35 años nunca te acostaste peleado con tu mujer?

—No sé si peleado, pero sí muy enojado. No todo lo que te digo se cumple a rajatabla ni mucho menos, a veces lo logro más, a veces menos. Soy escorpiano, bastante cabrón en algunas cosas. Vale es sagitariana, es más volátil, no se queda enganchada. Yo soy muy intenso afectivamente, de quedarme más enganchado.

—Sos alguien que se compromete mucho. Un amigo tuyo murió en el atentado a la AMIA, y vos estuviste sacando escombros.

Perdí un hermano de la vida en la AMIA. Dos en realidad, porque lo perdí a él y a su hermano. Estuve ahí toda la semana hasta que lo encontré. Pasaron más de 30 años y todavía no hay nadie responsable del atentado más grande que hemos sufrido.

—Es tremendo.

Yo tengo a mi padre judío, mi madre católica, y me siento judío por elección. He leído la Torá y también la Biblia. Creo que de todas las religiones uno rescata cosas, pero me pregunto en qué lugar nos paramos. Ahí perdieron la vida una cantidad enorme de argentinos judíos, no judíos. Somos raros respecto de la vara con la que juzgamos las cosas.

—Hoy a nivel mundial se vive un momento de mucho antisemitismo. ¿Qué te pasa con eso?

—Profundo dolor. Me duele que haya gente que levante la bandera de Hamas. Me parece una aberración, una vergüenza. Una cosa es un Estado, y otra cosa es terrorismo. Podés estar de acuerdo con el gobierno de Israel o en desacuerdo, pero lo que pasó con Hamas es una masacre. Y hay gente que livianamente avala eso. Abrirle la panza a mujeres embarazadas y descuartizarles los bebés, que alguien esté de acuerdo con eso, no es humano.

—¿Vos fuiste discriminado alguna vez en tu vida por algún motivo?

—No, no fui discriminado, y yo siempre fui muy respetuoso, con la apertura de la comprensión de que cada uno es quien quiere ser y lo que desea ser. Por supuesto que sí tuve que hacer una deconstrucción de modernidad, pero no de convicción.

—¿Sentís que te tuviste que deconstruir en algo?

—En todo, para entender cómo se vive hoy, cómo viven los jóvenes, la forma en la que se relacionan. Hoy es de otra manera, y mis hijos me han enseñado mucho. Por eso también los admiro, los respeto y mis hijos son chicos libres. Tienen sus propias elecciones, viven su vida como la quieren vivir, en el marco de la educación que les dimos.

—Si le pregunto a tu mujer o a tu hija si alguna vez te tuvieron que acomodar por algún comentario ‘machirulo’, ¿qué me dirían?

—Que sí, porque alguna vez me corrigieron mi humor. Nací en otra época, pero me he deconstruido mucho. Antes hablábamos de heterosexuales y homosexuales, hoy hay veinticinco sexualidades distintas, pansexuales, transexuales, bisexuales, binarios, no binarios. Dame tiempo, dejame entender de qué se trata. Hoy hay otra, es otra la sexualidad. Es otra la libertad. A a mí me parece maravilloso. Pero uno que viene de allá tenés que comprenderlo.

—Hace algunos años estuviste en el programa de Mirtha Legrand con Javier Milei en la mesa, ¿te imaginabas en ese momento que el que tenías sentado al lado podía ser el futuro presidente de la Nación?

No. En ese momento no me lo imaginé. Pero también creo que tenemos un país que te marca el límite, porque la gente cuando no está de acuerdo con algo te lo hace saber. Y el gobernante tiene que tener claro que hay que buscar consensos, porque sino es muy difícil construir. Somos un país que necesita un presidente que imponga un estilo, y no importa el partido al que le toque gobernar, yo siempre quiero que le vaya bien, porque la realidad es que si le va bien al presidente, nos va bien a todos. Tampoco quiero que un presidente tenga poco trayecto, porque si gobierna cuatro años, cuando lleva dos y se está acomodando, se tiene que preocupar por las próximas elecciones. Es muy importante que las políticas de Estado se mantengan, porque este es un país, que a diferencia de Uruguay y Brasil, donde construyen a partir de lo bueno que se dejó, volteamos todo lo que hizo el anterior, bueno o malo, y por eso siempre estamos en el mismo lugar.

—¿Te gustaría que Milei sea reelegido?

—Si a Milei le va bien y el país sale adelante, si las cosas mejoran y empezamos a tener un país sólido, obviamente que sí. ¿Cómo no voy a querer que le vaya bien?

—¿Te gusta como viene hasta ahora?

Creo que hay un montón de aspectos en los cuales empezó a corregir. Venimos de un Gobierno que fue un desastre, de un momento del país que teníamos el dólar por las nubes, que no sabíamos ni cuánto valían las cosas. Una inflación inmanejable, y la gente votó alguien para que corrija todo eso. A mí me gusta la libertad de poder ser dueño de lo que generás, pero si yo estuviera en ese lugar trataría de buscar consensos y no daría batallas que no tienen sentido.

—Por ejemplo, ¿el enojo con ciertos artistas?

—Sí, me parece que los artistas son artistas, y que la cultura es vital. Son vitales las artes, el teatro, la música, el cine, la radio. Gracias a eso hemos sobrevivido una pandemia, porque es nuestra idiosincrasia. La cultura es nuestro ADN.

—Y que los artistas pueden pensar lo que quieran y manifestarlo.

—Por supuesto, respetar la diferencia de pensamiento. Yo soy amigo de un montón de gente que piensa distinto a mí.

—Fuiste socio mucho tiempo de Pablo Echarri.

Creo en la pluralidad, que lo que define a una persona tiene que ver con los valores morales y éticos. Su honestidad, su capacidad de trabajo, su don de gente, su familia. Hay otras cosas por las cuales medir a alguien. Después podemos pelearnos por política, discutir, no estar de acuerdo, pero no por eso no vamos a ser amigos.

—El tema es desde dónde se dice, si la diferencia viene de la honestidad intelectual, o de conveniencias y negocios con el Estado.

Hay que elegir las batallas porque el país tiene millones de cosas para solucionar. Pienso que hay que corregir solo lo que funciona mal. Toda la discusión que se armó con el tema del INCAA, por ejemplo. El INCAA era plausible de un montón de correcciones: en su forma de dar los créditos, de qué montos y a quién, en su estructura. Pero hay una confusión muy grande, porque cuando hay un producto que es virtuoso hay que sostenerlo. Y lamentablemente en 2024 no se ha filmado prácticamente nada.

—¿Tiene que ver con el INCAA?

—Tiene que ver con todo, con la situación del país, pero también con cómo es el fomento del INCAA y lo que ha pasado.

—¿Y también con un cambio en la industria?

—Sí, las plataformas coparon todo el trabajo de producción, pero necesitamos políticas de Estado. Hay que trabajar en conjunto todas las patas de la mesa para que pueda volver la ficción nacional. Todos tenemos que trabajar para que eso pueda suceder. Uruguay y Colombia se transformaron en centros de producción. Éramos nosotros, y ahora son ellos, porque tienen políticas de Estado.

(Candela Teicheira)
(Candela Teicheira)

—Ustedes desde la Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes (SAGAI) hicieron un trabajo enorme.

—Y seguimos trabajando mucho. SAGAI es una entidad que trabaja de manera transparente. Es una caja de cristal donde podés ver absolutamente todo. Tenemos triples controles, pero siempre algo se inventa, como el supuesto 2% que se cobra en los hospitales que tienen televisión en las habitaciones. Eso es mentira, no se cobra. Hay una gran falta de información, y se mete todo en la misma bolsa. No está bueno, porque cuando hay algo que funciona de manera virtuosa hay que mantenerlo, sostenerlo e incluso fomentarlo.

—Hay un fogoneo de una sociedad en ebullición, que cuando sabe cuánto cobra un artista por una presentación muchas veces salta enojada.

—Lo que pasa es que el artista en definitiva está haciendo su trabajo. En todo caso que se analice quién lo contrata, para qué y cómo. El artista va y hace su trabajo, para eso está, y de eso vive. No veo que nada juzgable. Si hay algo que está fuera de lo que corresponde, sí hay que sancionarlo. Cuando hay una cuestión de connivencia, de negocios, de amiguismo, eso es otra cosa. Lo que está mal está mal, y ahí no hay discusión.

—Incluso en esos casos se inunda de información las redes, que muchas veces es falsa.

—Por eso no participo de las redes. Solo tengo un Instagram que publico lo que trabajo y el laburo que hago, pero después me subo a un micro y voy a laburar, a hacer gira por 15 ciudades. El mundo de redes no lo consumo, no me interesa, porque se utiliza para hacer mucho daño y hay mucha agresión.

—Absolutamente.

—Creo que hay que tener la humildad de entender que cuando un gobierno es elegido por el pueblo debemos ser democráticos. No podemos ser democráticos solo cuando nos conviene. Si eligieron a quien yo no voté, tengo que desear que le vaya bien, aunque no lo haya votado. No me puedo dedicar a tirarle piedras y desearle el mal. Sí puedo expresar el desacuerdo, pero demonizar me parece egoísta porque detrás de eso hay 40 millones de argentinos que se merecen, y necesitan que les vaya bien.

—¿Y hoy sentís que hay mucha gente deseándole el mal a este gobierno?

—Como en todos los gobiernos. Hay gente que le deseó el mal a Cristina, a Macri, a Alberto. Pero tenemos que empezar a tener una conducta un poquitito más respetuosa con lo que la mayoría votó.

—Hay un menosprecio al voto ajeno.

—Sí, tenemos la soberbia de creer que somos dueños de la verdad. Y la realidad nos ha demostrado que no es así. Para poder sacar el país adelante tenemos que tener otra actitud. Yo tengo hijos, y a mí lo único que me importa es que mis hijos estén acá. No quiero que se rajen. Y si se rajan será porque les surgió una oportunidad, pero yo quiero que estén acá, que vivan en su país.

—¿Y ellos qué quieren?

—Ellos están estudiando para prepararse, y laburan. Hoy por hoy, están estudiando acá, después decidirán.

—Hablando de los más jóvenes, se viene el reencuentro de Rebelde Way, y tienen un montón de fanáticos.

—Es increíble. Seguramente voy a ir a ver a los chicos, que los adoro. Fue un programa muy importante para mí Rebelde Way -Seefeld interpretó a Franco Colucci, el padre de ficción de Mia Colucci (Luisana Lopilato)- . Primero porque fue casi a la par de Los simuladores y después porque es un público para el que yo no había trabajado. A Luisana le vi todo su crecimiento: fui a su cumpleaños de 15, a su casamiento, la vi embarazada de su primer hijo, y después con toda su familia. Con los cuatro tuve una relación hermosa, con Felipe (Colombo), con Camila (Bordonaba), y ni qué hablar con Catherine (Fulop), que somos amigos y nos reímos muchísimo.

—Que esta generación de chicos esté tan copada con Rebelde Way, que hayan agotado el teatro, en este contexto en el que vivimos de la inmediatez de TikTok, es impresionante.

—En eso Cris Morena tiene una mirada única, porque no eran series de ocho capítulos como las de ahora. Te mantenía enganchado durante cientos de capítulos. Estoy convencido de que la gente quiere nuestra ficción, las ficciones más largas. La gente amaba meterse en una novela y seguirla. A mí me encantaría volver a hacer ficción acá, que se vuelva viable. Necesitamos a los actores argentinos en la pantalla, entrar en la casa de la gente todos los días. Hay otros países, como México y Brasil, que siguen produciendo novelas, y funcionan. Tenemos que lograrlo.

—¿Estás para una novela diaria?

—Sí, me encantaría hacer una comedia romántica.

—Con Cathy Fulop podría ser, volver al ruedo juntos.

—Sí, nos divertiríamos mucho. Y tenía algo de eso nuestra dupla en Rebelde Way. Yo era un gruñón tierno, y ella era una loca hermosa enamoradiza. Había algo de esos valores, y como compañera de trabajo ella es espectacular.

—Vos sos productor también, así que hay que armarla.

Me tienen que dar el hueco para ese producto. Tenemos que laburar todos para que sea viable para el canal, los actores, los productores, y que todo funcione virtuosamente. Y para eso el Estado también tiene que participar con políticas que hagan que la gente quiera invertir y poner plata acá.

El guión para la película
El guión para la película de Los Simuladores está listo, solo resta destrabar temas contractuales con la plataforma que tiene los derechos.

—La última vez que hablamos me prometiste la película de Los Simuladores. ¿Qué pasó?

—La plataforma que tenía la posibilidad de hacer la película en este momento no la puede hacer, así que estamos destrabando las cosas para llevarla adelante. Pero el proyecto está vivo y lo vamos a lograr.

—Es que es tan esperada.

—Sí. Y gracias a Dios. Yo creo que va a salir adelante bien y creo que lo vamos a lograr.

—¿Con esa plataforma con la que estaban?

—No, creo que vamos a poder destrabar las cosas de la mejor manera como para poder justamente llevar adelante el proyecto. El hecho que la gente lo esté esperando es hermoso y eso para nosotros es una bendición así que lo vamos a llevar adelante.

—¿Existe el libro ya?

—Sí, existe el libro y la historia ya está escrita.

—Pasan los gobiernos, pasa la historia, y Los simuladores quedan.

Los simuladores quedan, sí. La gente lo esté esperando, y eso para nosotros es una bendición.

 

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