“La parálisis cerebral es muy variada, cada persona tiene una sintomatología distinta”, explica Wenceslao Moreno, médico formado en neurología, quien desafió los límites que otros intentaron imponerle desde su nacimiento. “En la escuela tenía maestros que me ayudaban. En la facultad hubo docentes que me invitaron a retirarme”, recuerda sobre sus años de estudio universitario. Sin embargo, lejos de rendirse, encontró fuerza en su entorno: “Me aferré a la familia, a mis amigos de la vida, a los que me fui haciendo en la facu y a mi pasión por la medicina”.
Hoy ejerce como médico en guardias generales, terapias intensivas y centros de rehabilitación neurológica, llevando su ejemplo de superación a cada consulta. “Soy un médico normal. No hay nada que aclarar salvo que me pregunten”, afirma. Además, cultiva su espíritu de desafío físico a través del taekwondo, el jiu jitsu y escalar, actividades que fueron parte de su rehabilitación y también de su crecimiento personal.

Luis: —¿Qué es la parálisis cerebral?
Wenceslao: —La parálisis cerebral es una condición que afecta al sistema nervioso, el cerebro, en el embarazo, en el momento del parto o postparto, en un determinado tiempo. En mi caso fue durante el parto. Esto es muy variado, cada persona con parálisis cerebral tiene una sintomatología distinta. Te diría que no conozco dos iguales, y puede haber afectaciones desde un grado muy alto hasta muy bajo.
Luis: —¿Y cómo fue para vos estudiar en la Facultad de Medicina con esta condición?
Wenceslao: —Un desafío. En la escuela no escribía, tenía docentes que me ayudaban. En la facultad no estaban esos docentes y el ritmo era complicado. Hice un montón de amigos y docentes que me ayudaron, pero también hubo docentes que me invitaron a retirarme.
Luis: —¿Te pasó eso?
Wenceslao: —Sí. Textual, me decían: "Estás perdiendo el tiempo, no vas a poder estudiar, no vas a poder estar con un paciente“. Es muy duro que te digan que no vas a poder.
Luis: —Pero pudiste y te recibiste. ¿De qué te aferraste para lograrlo?
Wenceslao: —De la familia, de mis amigos, de los que me fui haciendo en la facu, en el colegio y de mi pasión por la medicina.
Luis: —¿La vocación fue siempre medicina o tu condición te acercó a eso?
Wenceslao: —Yo elegí ser médico a mitad de 5º año de la secundaria cuando un amigo me dijo que quería hacer medicina. Cuando se lo conté a mis padres, me dijeron que siempre había querido ser médico desde chico. Pero hay una parte de mi infancia que yo no me acuerdo porque tengo un bloqueo emocional muy grande de los primeros 12 años, producto de lo dura que fue mi infancia. Yo soy de Mar del Plata, estuve en Buenos Aires, pero de lo que me acuerdo por primera vez es de Rosario. Mi memoria clara empieza ahí.

Luis: —Decías que la parálisis cerebral es diversa. ¿Qué te afectó a vos?
Wenceslao: —Movimientos anormales en los brazos, aumento del tono muscular en todo el cuerpo, como una rigidez que hace que no salgan los movimientos con fluidez. Hace poco se le sumó dolor, quizás por estrés, el deporte y la exigencia laboral que tengo hoy en día. Pero nunca había tenido dolor hasta mis 28 años.
Luis: —Hablemos de deporte y actividad profesional. ¿Estás ejerciendo como médico?
Wenceslao: —Sí. Me estoy formando en neurología. Trabajo en guardia general, terapia intensiva y en un centro de rehabilitación neurológica. Hace un par de años hice un año y medio en clínica médica, dejé y me fui a formar en lo que estoy ahora que es neurología. Hago además otras formaciones, cursos y diplomaturas. Siempre todo orientado a la neurología.
Luis: —¿Notaste prejuicio en los pacientes?
Wenceslao: —No. Noté preguntas, curiosidades y miradas, pero no prejuicios. Casualmente, esos pacientes suelen tener movimientos anormales. Creo que es un poco la duda de: ¿te pasa lo mismo que a mí? Logro una aceptación muy grande de los pacientes. Y esa era una duda que tenía cuando estaba terminando la facultad: ¿qué me van a decir?
Luis: —¿Avisás de tu condición?
Wenceslao: —No, soy un médico normal. No hay nada que aclarar salvo que me pregunten.
Luis: —¿Qué les decís si te preguntan?
Wenceslao: —Que tengo parálisis cerebral desde nacimiento. Tuve toda la vida lo mismo. Gracias a Dios estoy en neurología, que es donde yo me crié básicamente, con todos neurólogos, neuro kinesiólogos y ortopedistas dedicados a neuro. Era lo que tenía que ser...

Luis: —Hablemos de otra faceta en tu vida que son los deportes. ¿Qué deportes practicas?
Wenceslao: —Hice natación obligado, por el tema de bajo impacto. Me operé las caderas a los 8 años y tuve que volver a caminar, la cirugía fue completa y el impacto no era lo mejor. Después de grande empecé con artes marciales: taekwondo, jiu jitsu, kickboxing, aikido y defensa personal. Soy instructor de taekwondo…
Luis: —¿Hubo dificultades físicas?
Wenceslao: —Sí, un montón. Porque son deportes que exigen flexibilidad, coordinación y motricidad, todas cosas que no tenía. Pero fue un desafío muy lindo, para mí y para mi entrenador.
Luis: —¿Escalás también?
Wenceslao: —Sí, desde los 9 años. Mi abuelo escaló el Aconcagua dos veces. Mi tía es guía de alta montaña y mi tío también. Es una filosofía de vida: hay que llegar a un punto, que está arriba de todo y en el medio hay un montón de obstáculos. Cambia el clima, el recorrido, caen piedras, pero cuando llegas arriba te das cuenta que hay que bajar, que no es el fin y eso aplica a un montón de cosas de la vida.
Luis: —¿Qué te inspira o en quién te inspirás?
Wenceslao: —Uno tiene un montón de inspiraciones, según si es en lo deportivo, en lo académico. No tengo a alguien puntual, pero sí tengo una vocación muy grande y amo lo que hago. Esto de divulgar la discapacidad, derribar mitos, estar con la gente y tener una devolución, es algo muy fuerte que te da ganas de seguir adelante todos los días. En el consultorio me pasa lo mismo, ves pacientes con muchas dolencias, los ayudás, los ves mejorar o simplemente les decís una frase que les cambia el día y eso es apasionante. Ese es mi motor de todos los días.
Luis: —¿Cuál fue la mayor dificultad que encontraste para desarrollar tu vocación?
Wenceslao: —La mayor dificultad creo que fue con la gente que me ha dicho que no iba a poder y conmigo mismo al decir en algún momento: “Hasta acá llegué”. Fue ese el desafío porque la facultad, por suerte, la pude transitar bien. Académicamente me fue muy bien y tuve mucha suerte con los amigos que encontré. Estudié siempre acompañado, tomando mate con amigos que me ayudaba a estudiar y yo los ayudaba a él, nos enseñábamos juntos. Tengo recuerdos muy lindos, pero el mayor enemigo creo que fui yo.
Luis: —¿Con qué soñás?
Wenceslao: —Con mi familia, con tener un núcleo familiar feliz y estar rodeado de amigos. Profesionalmente, con lograr todo en dentro neurología y poder equilibrar ambas cosas. Me casé hace un año con Pilar. Nos conocimos en la pandemia. A los pocos meses, me tuve que operar de la cadera, después tuve que rendir en Mar del Plata, tuve una residencia muy dura y me acompañó en todo, siempre estuvimos juntos. Estamos formando un proyecto juntos y eso es lo lindo.
Luis: —¿Cuál es el sentido de la vida para vos?
Wenceslao: —Creo que uno lo encuentra cuando es feliz, cuando está contento con lo que hace, cuando se encuentra en el sitio correcto. Eso está en el amigo, en lo deportivo, en la familia, en las pequeñas cosas...

Luis: —¿Cuánto pesó la fuerza de voluntad en este camino que recorriste?
Wenceslao: —Yo soy extremadamente terco. No me gusta el “no”... Y eso ocasiona muchas frustraciones porque no siempre podemos. Y no tiene que ver con la discapacidad sino con que no siempre podemos hacer todo. Eso es algo que trabajo mucho en psicología, pero la fuerza de voluntad es algo que a mí se me inculcó de muy chico, de no caer en la victimización, probarlo cinco veces, cien veces y si no sale, le buscamos la vuelta y vemos cómo lo hacemos. Pero no quedarme con la duda. No fue fácil y mis padres dieron todo por mí. Me dejaron ser libre para que yo me pueda exponerme al máximo. Y gracias a ellos, soy lo que soy ahora.
Luis: — Hablale a una persona que tiene algún inconveniente, ya sea físico o de cualquier tipo, que está sentado y dice: “No puedo”.
Wenceslao: —Le digo que no se etiqueten rápidamente, que no se condicionen de entrada por los pronósticos o por lo que uno mismo dice, sino que prueben, prueben día a día salir adelante, buscarle el sentido porque a veces la vida misma te va llevando. No quedarse ahí y buscar porque quizás tu vocación pasa por otro lado, el destino te quiere llevar por otro lado y eso es lo que fundamentalmente tenemos que tener como motor.
Luis: —¿Por qué sos médico?
Wenceslao: —Por vocación. Neurología no tiene nada que ver con mi condición. Yo no estudié medicina por la parálisis cerebral. Quizás la estudié porque estuve toda la vida rodeado de gente de la salud, pero me interesa mucho ayudar a la gente, estar en contacto, investigar. Me parece una vocación, una tarea muy grande en el día a día y un trabajo súper enriquecedor. Estás en un minuto entre la vida y la muerte; y ves pacientes a los que salvas. Como me pasó el otro día, estaba el paciente muy mal y con medicación, logró decirme: “Hola”. Y vos le preguntás: “¿Cómo estás?" y te responden: “Mucho mejor, pensé que me moría”. Es asombroso, todos los días.
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