Fabián Vena es un reconocido actor argentino de teatro, cine y televisión. Comenzó su carrera a principios de los años 90 en la serie Socorro, quinto año, donde interpretó a uno de los estudiantes revoltosos. En este proyecto compartió elenco con figuras como Laura Novoa, Norman Briski y Virginia Innocenti. Su talento y carisma lo llevaron a protagonizar en 1992 la recordada serie La banda del Golden Rocket junto a Adrián Suar y Diego Torres.
A lo largo de su trayectoria, participó en producciones televisivas icónicas como Verdad consecuencia, donde desempeñó el rol de un político corrupto. La serie, que también contó con la participación de Andrea Pietra, Emilia Mazer y Damián De Santo, fue un éxito. También integró el elenco de la telenovela Resistiré en 2003, donde dio vida a Mauricio Doval, papel con el que ganó un Martín Fierro. Era un villano que se enfrentaba al personaje de Pablo Echarri y que le permitió mostrar su versatilidad como antagónico.
En el ámbito teatral y cinematográfico, participó en diversas obras como La balada del loco Villón, Calígula, La duda, La resistible ascensión de Arturo Ui, Déjala correr y Extraños en la noche, entre muchas otras. En su vida personal, Fabián está en pareja con la actriz y modelo uruguaya Paula Morales, con quien tiene un hijo llamado Valentino. Además, él es padre de dos niñas, Vida y Cielo, fruto de su matrimonio anterior; y ella es mamá de Benicio, el hijo mayor de la familia.
Actualmente, presenta en teatro la obra Quién soy yo - Filosofía Clandestina, un proyecto unipersonal en el que actúa y dirige. Se trata de una comedia cargada de humor y emoción. Cuenta la historia de un filósofo que, tras ser expulsado de la universidad, se ve obligado a dictar seminarios secretos, donde revela las cinco virtudes humanas y los cinco jinetes del apocalipsis que transformarán la moral social. La obra se presentará el próximo 25 de abril en el Teatro Picadero de Buenos Aires.

Rulo: — ¿Quién soy yo? Filosofía clandestina...
Fabián: — Es una pregunta que nunca me hice. Tengo las mejores respuestas cuando estoy haciendo la obra, porque ya están escritas por alguien y porque ya estoy en lo mío. Cuando bajo, tengo unos problemas (risas).
Rulo: — Unos líos...
Fabián: — Claro. Porque “somos muchos”, dice el tipo. Y es verdad, somos muchos. “Yo no tengo una personalidad”, dice Girondo. Soy un cóctel, un conglomerado, una manifestación de personalidades...
Rulo: — Lo importante es no tener algunas muy complejas. Personalidades que entren dentro de ciertos rangos, ¿no?
Fabián: — No sé si le vamos a poder poner un rango de tranquilidad. No sé si los que viven dentro nuestro van a decir: “Sí, está bien, con esto quedate tranquilo”. No lo sé porque somos animales. Hay algo ahí del impulso, de lo no entendido, de la fuerza animal, que uno tiene también tiene adentro. Obviamente, vivimos en sociedad y no somos el mismo animal que hace dos siglos atrás, aunque no lo sé...
Rulo: — No estuviste para chequear cómo era antes.
Fabián: — No. Chequeo lo que hay ahora y lo que viene, incluso, pero no se sabe mucho. Esa es la pregunta. Yo descubrí, siendo fanático de la filosofía, sin entenderla, sin poder academizarla porque es jodido, me di cuenta que filosofar es pensar y es hablar. Y cuando me encontré con esta obra, me di cuenta que la filosofía y el teatro tienen un parecido muy grande porque tiene que ver con preguntarse. Si el teatro te da una respuesta, está mal hecho. Está mal porque hay moral, hay una toma de decisión. Tiene que ser la pregunta constante. Dudar de todo, que es lo más cercano a un pensamiento filosófico, no te permite terminar de saber quién sos vos realmente.

Rulo: — Sos un actor reconocido y fuiste parte de grandes éxitos, como La banda del Golden Rocket. ¿Te la creíste alguna vez?
Fabián: — Me salvó la educación. Estuve muy bien educado en la actuación. Me enseñaron grandes maestros y aprendí el método que hoy enseño, de las acciones físicas de Stanislavski, un adelantado. Se adelantó a la neurociencia, a las redes, a la fama…
Rulo: — ¿Cómo es eso?
Fabián: — Tiene una bolilla de estudio que se llama ética laboral. Por ejemplo, después de enseñarte cómo es esto de la actuación, ética laboral tiene la misma cantidad de páginas que la concentración. Habla de tu rol dentro de una sociedad y es muy interesante. Me han enseñado muy bien, de manera tal que respeto mucho mi profesión y también quiero ser respetado por mi profesión.
Rulo: — ¿Y sentís te respetan?
Fabián: — Tengo algo mejor todavía: mucho cariño y mucho afecto. Pero con respecto a creérmela, fue difícil en esa etapa que nombrás, porque éramos muy jóvenes, estábamos incluso formándonos. Yo supongo que me la debo haber creído. Pero lo más importante es que hay que creérsela sí o sí. Ese es el tema.
Rulo: — ¿Si no te la crees no sale bien?
Fabián: — Es como un futbolista: se te tienen que dar muchas cosas a la vez. El entrenamiento, la disciplina y ese día te tiene que ir bien. Tenés que creértela que sos un campeón. Hay algo de ese juego que se trasmite ahí. Una vez una amiga mía estaba en el hall de un teatro y una conocida le dice: “Che, ¿este se la cree?”. Y mi amiga le responde: “¿Sabé que sí?” (risas). Si no te creés lo que estás haciendo, te va a faltar la seguridad para tirarte al vacío cada vez que subís a escena.

Rulo: — Con todo respeto, pero te lo tengo que decir. Yo pienso que sos un creído y que te la creés porque es la única manera que encuentro para explicar lo de Paula Morales (risas). ¿Cómo fue ese encuentro?
Fabián: — Si seguís investigando un poco más, voy a estar en problemas. Porque el día que se dé cuenta la flaca…
Rulo: — ¡Ya estás adentro, amigo! Ya pasaron años y tenés un hijo en común (risas).
Fabián: — Es una persona extraordinaria. Pero es como el espectáculo que hice, Conferencia sobre la lluvia, donde citaba a Cortázar y a otros autores que hablaban de la lluvia en relación al enamoramiento. Cortázar decía: “Vos no sabés si a la vuelta de un concierto te va a agarrar una tormenta”. Y es así. No sabés si te vas a enamorar a la vuelta de la esquina y cuando eso sucede, no hay explicación lógica. Es una combinación de astros, química o no sé, que nos permite al día de hoy estar en la misma sintonía, más allá de nuestro hijo, más allá de la familia que tenemos formada y eso crece. Y si lo más importante está, que es el amor, todo lo demás se puede solucionar. Incluso frente a los movimientos tectónicos que cada uno tiene en sus personalidades, en su manera de ver las cosas y demás. Si uno es acompañado por la pareja y sigue habiendo posibilidades de estar juntos, de seguir conociéndose y creciendo, uno lo disfruta y es un privilegio. De hecho, nosotros buscamos material, queremos trabajar juntos y podemos compartir eso con mucha naturalidad.
Rulo: — ¿Y cómo funciona la familia ensamblada? Porque Paula ya tenía un hijo. Vos tenés dos hijas…
Fabián: — No es simple, pero tampoco es complejo si hay amor. Cuando empezamos a estar juntos, Beni -el más grande- que hoy tiene 19 años, en ese momento tenía seis. Mis nenas tenían 5 y 4 años. Y cuando apareció Nico, de alguna manera unió a todos los hermanos. Me acuerdo que Beni hablando con sus amigos decía: “Son hermanas de la pareja de mi mamá”. Intentaba articular algo que, cuando llegó Nino, se transformó en: “Son mis hermanas” porque había alguien que terminó uniendo a todos.
Rulo: — Se unieron todos como hermanos.
Fabián: — Y seguimos conviviendo todos juntos por más que ahora están todos grandes. Pero en su momento me empecé a enterar de casos donde había parejas que se tenían que separar porque se llevaban mal con los hijos del otro. Ahí tomé conciencia y dije: “Soy un afortunado”. Ellos lo han tenido claro desde siempre, siempre se han sentido hermanos. Cuando me di cuenta de eso, entendí que no solo tuvimos suerte sino que ellos lo tenían claro.
Rulo: — Tiene que ver también mucho con la educación que les brindaron para que lo puedan interiorizar de esta manera y lo tomen de forma muy natural.
Fabián: — Para los chicos todo es natural. Si hay rollo, es porque uno está haciéndolo. En esa fluidez, armonía y naturalidad, es donde nosotros pudimos desarrollarnos. Obviamente, con el quilombo que implica cuatro colegios, cuatro voluntades más las nuestras…
Rulo: — ¡Tuviste laburo de remisero, también! Para llevar a todos esos chicos...
Fabián: — ¡Totalmente! Un oficio más. Ya aflojó, porque se van poniendo más grandes. Pero a veces me dormía en los semáforos porque tenía que llevar a uno, a otro. Igual, me encanta. Me encanta llevarlos y verlos salir agotados porque sacaron toda esa energía.
Rulo: — ¿Cómo ves la televisión hoy en día? ¿Qué opinás de la ficción actual?
Fabián: — Qué feo. Qué momento horrible estamos viviendo, realmente. Sobre todo porque nos hemos criado con ese imaginario colectivo, con tiras, novelas, comedias, unitarios… Hemos sido muy capos en eso y te lo digo como espectador, no solo como actor.
Rulo: — Todas las tiras que hubo durante años...
Fabián: — Sí, yo me crié viendo las novelas de Migré. Tengo esas imágenes todavía en la cabeza: textos, actores… Creo que estamos viviendo un momento muy particular. No sé si es una transición o una muerte. Me imagino que dentro de 100 años, cuando analicen este tiempo, van a decir: “Pobre esta gente que vivió la transición”. Ver una televisión y un cine que están prácticamente muertos duele. Pero hay otra manera de contar a través de otros formatos. Hoy nuestros hijos tienen su propio canal de YouTube, ¿no?
Rulo: — Cada uno tiene su propia televisión.
Fabián: — El televisor ya es un aparato extraño en el living. O estamos transicionando hacia formatos distintos, como está sucediendo, o estamos falleciendo de alguna forma, lo cual lamento mucho porque tiene que ver con el arte y nosotros también porque está el guionista, el director, las actrices, los actores, el equipo técnico, que más que técnicos, son artistas de la técnica. Entonces, ¿qué hacemos? Es como que faltara algo que reúna eso de nuevo. Es necesaria la ficción. Es necesaria para contar nuestras historias. Pero todo está tan articulado en torno al precio y no el valor y lo que se puede transmitir, que en definitiva son valores humanitarios que tenemos que seguir trasladando a los demás.

Por sí o por no
Rulo invitó al actor a contestar el cuestionario levantando los carteles de Sí o No, según corresponda.
Rulo: — ¿Te arrepentiste alguna vez de hacer algún personaje?
Fabián: — No. ¿Por qué lo haría? Es como si me preguntan cuál es el mejor personaje. Seguro que es el que está por venir. Eso tiene que ver con la educación en la actuación y no con el resultado. Si algo te salió bien, es porque antes tuviste que hacer algo malo. Yo siento que, como no tenemos cultura de clásico, y a mí me gustaba ese teatro, lo tuve que aprender a los ponchazos. Y sobre todo, haciéndolo. Porque nadie te lo enseñaba.
Rulo: — ¿Pero alguna vez tuviste mala repercusión?
Fabián: — Hubo veces en que yo mismo me quería matar. Porque estaba mal lo que estaba haciendo. Porque necesitaba investigarlo más. Después de eso, pasaron años, hice otros clásicos y ahí estaba más o menos bien. Y dije: “Ah, pero si no hubiese hecho ese malo, hoy estaría pésimo”.
Rulo: — ¿Tenés algún talento oculto?
Fabián: — No (risas). El otro día vi un reportaje en el que le preguntaban a los actores: “¿Qué otra profesión hubieses querido hacer o les hubiera gustado?” Y empecé a pensar y no tengo muchas. Las que tengo son impagables. ¿Lector? ¿Veedor de fútbol? Salvo que seas comentarista, pero tampoco es que me da para eso porque tenés que estudiarlo. El otro día se me ocurrió otra, pero bastante patética, sin ningún grado de profundidad ni de realidad.
Rulo: — ¿Cuál sería?
Fabián: — No me acuerdo. Me reía con mi hijo por eso. Pero podría ser veedor de series, que también es algo que me gusta (risas).
Rulo: — Esa es una profesión hermosa. Se aplica los fines de semana (risas).
Fabián: — Yo tengo talento para eso, pero no creo que me interese ni a mí mismo para lucrar.
Rulo: — Es como un estudio de mercado. Lo que no entiendo es cómo Paula se banca ver cinco veces la misma serie…
Fabián: — Pobrecita… la eludo para que no se dé cuenta. Tampoco quiero que se entere de mi TOC.