Darío Cvitanich: la frase de su mamá, sus comienzos en la pensión de Banfield y por qué rechazó jugar en River

En Random, el ciclo de entrevistas de Infobae, el exfutbolista hizo un repaso de su carrera y admitió que nunca fue el mejor de su categoría, pero que logró permanecer vigente gracias a su capacidad de adaptación. “Yo viví el fútbol como una profesión y un medio de vida”, confesó

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Darío Cvitanich es un exfutbolista y actual analista deportivo argentino, oriundo de Baradero, Provincia de Buenos Aires. Con una destacada carrera como delantero, brilló en el Club Atlético Banfield, donde es el quinto máximo goleador histórico con 66 tantos. Su vínculo con el fútbol comenzó en su ciudad natal, pero fue en El Taladro donde se consolidó y llamó la atención del fútbol europeo en especial durante el Torneo Clausura 2008.

Jugó en clubes de renombre como el Ajax de Ámsterdam, Boca Juniors, Pachuca, OGC Nice, y Racing Club, entre otros. En Ajax ganó la Eredivisie 2011 y en Pachuca obtuvo su primer título internacional: la Liga de Campeones de la Concacaf 2009-10. En Boca fue parte del equipo campeón invicto del Torneo Apertura 2011 y finalista de la Copa Libertadores 2012; y en Racing fue clave para la obtención de la Superliga 2018-19 y el Trofeo de Campeones. Su trayectoria deportiva también incluyó un paso por el fútbol estadounidense y un segundo ciclo en Banfield, donde decidió cerrar su etapa como jugador en 2022.

Cvitanich es reconocido por su carisma, profesionalismo y la conexión que generó con las hinchadas de los clubes que representó. De raíces croatas, posee doble nacionalidad y en su momento fue sondeado por la selección de Croacia. Desde 2012, está en pareja con la modelo y conductora Cecilia Bonelli con quien tienen tres hijas: Lupe, Carmela y Amelia.

(Candela Teicheira)
(Candela Teicheira)

Leo: — ¿Te gusta analizar y opinar de fútbol en televisión?

Darío: — No miraba y no analizaba tanto cuando jugaba como lo hago ahora desde el otro lado y creeme que se aprende mucho más. Voy a decir algo que es real y lo siento así: cuando jugas, podés ver el fútbol y entenderlo, pero al estar con gente del fútbol y abrirte a otras opiniones, te das cuenta de que hay conceptos en los que quizás estabas equivocado y ahora de afuera, al ver mucho fútbol, distintos jugadores y demás, te das cuenta que no hay una sola verdad.

Leo: — Tenés un carrerón como futbolista. Tenés títulos por todos lados, jugaste en tu querido Banfield, en Boca, en Racing, jugaste también afuera, en el Tuluca…

Darío: — Sí. Pachuca, Ajax, Niza, un paso previo por Miami FC. Me había operado de la rodilla y decidí irme a relajar un poco la cabeza y Racing en la última etapa para retirarme en Banfield.

Leo: — Pero todo esto arranca de muy chico en la pensión de Banfield. ¿Cómo se logró ese sueño?

Darío: — El inicio fue en el 2001 cuando vengo de Baradero a Banfield.

Leo: — ¿Te acordás de la pensión, de dónde comenzó todo o no sos de mirar para atrás?

Darío: — Sí, sí, porque aparte lleva mi nombre...

Leo: — ¿Cuántos años estuviste ahí?

Darío: — Pasé cinco años: de los 15 a los 20 y no me quería ir. Estaba cómodo, pero también pasamos momentos duros.

Leo: — ¿Era lindo? ¿Era austero?

Darío: — Era austero, pero estábamos cómodos. Yo llegué en el año 2001 a Banfield, con toda la crisis del país y demás, y Banfield no estaba ajeno a eso. Éramos muchísimos chicos, vivíamos alrededor de 40 y pico, había siete habitaciones cada una para cuatro chicos y después habían amoldado una casa en la que había 24 cuchetas más en ese lugar.

Leo: — Me imagino el choque de pasar de tu casa en Baradero a la pensión con solo 15 añitos. Más allá del sueño y la ilusión que tenías…

Darío: — Al principio fue difícil porque yo vine de una ciudad que está cerca de Buenos Aires y mis viejos podían venir a visitarme. Pero pasé de la comodidad de mi casa a una pensión, a comer lo que hay y lo que tocaba, cuándo tocaba y cómo tocaba. Convivía con un chico de La Rioja que la verdad que no se iba nunca y otro de Misiones que se iba una sola vez al año y ya cuando me fui con 20 años entraban chicos de 12 años y yo decía: “¡Wow, 12 años!”. Pero te la jugabas. Nadie te garantiza nada. Hoy de muchos tengo contacto y otros no sé qué fue de la vida.

Leo: — Vos fuiste crack, eras un jugador bueno, habilidoso, pero mi pregunta va del otro lado. ¿Llega el que es más tenaz, el que tiene cabeza para aguantarse las malas?

Darío: — Es un debate que tengo continuamente con muchos amigos que me dicen: “Este es crack” y les digo: “¿Qué tiene de crack si gambetea cuatro o cinco? Es un muy buen jugador y listo. Después se analiza si tiene el juego, si tiene la cabeza y todas las variables que hay. Pero sin dudas sostener esos momentos difíciles hacen que por ahí te dé una ventaja en la carrera. Después hay algunos que juegan, otros que debutan. Yo siempre digo lo mismo: de mi categoría no era el mejor, nunca lo fui. Pero tuve la inteligencia de poder ver y aprovechar cada momento y estar preparado para cada momento. O sea, cuando no me tocaba, cuando en Banfield no me ponían, cuando era suplente en reserva, cuando me estaba por ir al Nacional B a préstamo, cuando había un técnico que no me quería, siempre me supe acomodar, insistir y me ayudó mucho una frase que me dijo mi mamá y no tengo tatuajes, pero si algún día me hiciera uno sería esto: “Intentarlo una vez más”.

Leo: — ¿Por qué te lo dijo? ¿Qué pasó?

Darío: — Me he ido a probar de muy chico a un montón de lugares y ya después 14 o 15 ves a tus amigos que se van de vacaciones con su familia o con los amigos y vos ya entras en esa de decir: “Che, me quiero ir de vacaciones. Basta con el fútbol”. No quedaba en ningún lado hasta que pasó lo de Banfield. Ella me dijo: “Andá una vez más”. Yo le dije: “No, má. Ya fui un montón de veces, no quiero jugar al fútbol”. Estaba frustrado, pero ella en el lavadero de mi casa me dijo: “Anda, inténtalo una vez más”. Y esa frase a mí me acompañó a lo largo de toda la carrera.

(Candela Teicheira)
(Candela Teicheira)

Leo: — ¿Cuál fue el mejor Darío? El que más te gustó a vos.

Darío: — En Niza. Había nacido justo Lupe y me agarró en una etapa a los 27 o 28 años. Yo creo que es la maduración perfecta. No sé si del deportista, al menos el futbolista, que es mi profesión. Ya había pasado mi primer etapa en Europa, me había mandado las macanas que me tenía que mandar, en el buen sentido, porque yo me fui de acá en el 2008 de Banfield a un club, a una ciudad y a un país como Holanda, sin hablar inglés, sin saber nada, no me había preparado y todo eso fue un aprendizaje de pasarla mal dentro de la cancha. Me pasó de decir: “Che, la pelota viene diferente, hay que usar las dos piernas, hay que hablar inglés para poder comunicarte algo, pero después en la cancha te hablan todos en holandés”.

Leo: — Es parte de lo que hablábamos hace un rato de que no es solo talento sino también superar desafíos.

Darío: — Por eso el jugador de fútbol es completo y no se puede analizar solo el que juega bien y por qué está. Es como todo, cuando no te adaptas a la ciudad, no sabés el idioma, ya empezás a ver el fútbol o el club como algo malo y tiene mucho que ver eso.

Leo: — ¿Fuiste un apasionado del fútbol?

Darío: — No. Apasionado de lo que hice y de lo que hago. Me gustó, pero…

Leo: — Siempre tuviste muy en claro que era un laburo.

Darío: — Exacto. ¿Viste esos que te dicen: “Yo disfruto de jugar al fútbol”? Yo disfrutaba con mis amigos. Después en la cancha no tenía más amigos, tenía compañeros y tenía competidores. Porque dentro de un equipo vos tenés pibes que compiten contra vos, los delanteros compiten contra vos. Es así...

Leo: — ¿Podemos poner eso en un lugar de desilusión o de realidad cruda?

Darío: — No, en realidad. Me ayuda mucho. ¿Sabés por qué? Me ayudó cuando me retiré. Hoy estoy feliz de haberme retirado. Me retiré cómo, cuándo y dónde quería y cómo quería. Y no volví a jugar al fútbol, por ejemplo.

Leo: — ¿Ni un picadito?

Darío: — Si es muy amateur voy o si conozco a toda la gente. Porque por ahí te cruzas con el que quiere jugar, ir a chocar y demostrar. No la paso bien así. Vamos a divertirnos...

Pareja e hijas

Leo: — Estás casado con “Chechu” Bonelli, conocida modelo y conductora. ¿Ayudó que ella sea futbolera para la relación de ustedes y para compartir con ella tu carrera en la tele?

Darío: — De hecho ella era muy de opinar y yo decía: “No tengo ganas de hablar de fútbol” (risas). Yo viví el fútbol como una profesión y como un medio de vida.

Leo: — No quiere decir esto que no seas apasionado.

Darío: — Con mis amigos de Baradero me encantaba ir a jugar al fútbol y me divertía. Desde que fui a la pensión de Banfield y empecé a ver como una competencia y que me daban un viático y podía ser un medio de vida, lo tomé como un trabajo porque con eso podía: ayudar a mi familia y tener un mejor porvenir. Quizás de otra manera no lo hubiese tenido porque mis viejos no me podían mandar a estudiar o lo que fuera. De ahí en más lo empecé a ver como un trabajo. Entonces ese trabajo a mí me llevó a ser disciplinado y aplicado al 100 por ciento. Lo malo es que me llené, me contaminé de depresión y de todas esas cosas. Entonces, no lo disfrutaba. Los lunes, martes y miércoles tenía que cumplir y el domingo era el examen.

Leo: — Lo que menos querías es que Chechu te dijera: “Amor, qué partido ¿Por qué no definiste así esto?”

Darío: — Claro. Era como: “Ya sé, lo voy a corregir en la semana”. Pero tuvimos esa relación obviamente de agradecer porque en un momento donde ella estaba creciendo en su carrera, tocó decidir entre seguir creciendo o acompañar y fue así que nos fuimos afuera, estuvimos muchos años y ahora tocó volver.

Leo: — ¿Cuánto tiempo llevan juntos?

Darío: — 13 años y tres hijas.

Leo: — Del 1 al 10, ¿qué tan buen papá te considerás?

Darío: — ¡10! Papá presente a full y me encanta. La más chiquitita sobre todo es la que más estoy disfrutando porque Lupe nació en Francia, la vi nacer y me fui a jugar al fútbol y los fines de semana no estuve y en cumpleaños no estuve. La del medio más o menos un poquito más, pero la más chiquitita Amelia nació en mi retiro, tiene dos años. Y es otro disfrute. La viví en el día a día y valoro mucho también eso.

(Candela Teicheira)
(Candela Teicheira)

River

Leo: — Sos de River, jugaste en Boca y en Argentina eso genera siempre polémica.

Darío: — Lucho contra todos los mitos del fútbol. Hay miles de jugadores que son de un club y juegan en el otro. Pero también respeto al que dice: “Yo soy de River y nunca jugaría en Boca o yo soy de Boca y nunca jugaría en River”. Conozco un montón de casos, que no vamos a entrar en detalle...

Leo: — ¿Te hubiese gustado jugar en River?

Darío: — Tuve tres veces la posibilidad y las tres veces no fui. Y eso es lo más loco, me dicen: “Sos hincha de River, jugaste en Boca y cuando te llamó River…”

Leo: — ¿Era decisión tuya y dijiste que no las tres veces?

Darío: — Sí.

Leo: — ¿Por qué?

Darío: — En 2009 me llama (Daniel) Passarella y yo estaba en Holanda. La verdad que estaba bien en el Ajax y le digo: “Mirá, yo le agradezco. Pero no”. En 2012 me fui de Boca a Holanda y nos enteramos que estaba embarazada Chechu de Lupe. De ahí viajamos porque estábamos por arreglar con Francia, justo en el medio del embarazo. Cuando estaba Matías Almeyda como el técnico de River, post ascenso, me llama. En el medio de Ajax y la ida a Niza, Francia. Y me fui a Francia. La última fue en 2017 con la semifinal, con Lanús cuando estaba en Banfield, que la verdad que había vuelto como para retirarme en Banfield y estaba bien. Era el capitán del equipo.

Leo: — ¿Estaba (Marcelo) Gallardo ya?

Darío: — Sí.

Leo: — Pasarella, Almeyda y Gallardo. O sea que te quisieron los tres...

Darío: — Mis hermanos son de River. Mi viejo, que en paz descanse, también era de River. Pero bueno, son esas cosas. Cuando lo cuento así todos me miran como diciendo: “No entiendo la lógica”. Pero la lógica me llevó a irme de Ámsterdam. Yo no la careteo con el fútbol. Nunca la careteo con el fútbol.

Leo: — Me parece que tu crudeza de detectar cómo es el negocio del fútbol te llevó a no sufrirlo.

Darío: — No lo sufrí. Yo me fui de Ajax a México, de Ámsterdam a Pachuca, que agradezco a Pachuca que me dio comida, me dio cosas, pero la verdad es que fue una decisión económica. Después me fui a Miami a jugar, con 31 años, pero no me fui al Inter, fui a la Segunda División digamos, el MLS era la North American Soccer League y, por ejemplo, un cubano que instalaba aire acondicionado era mi compañero, que se iba de ahí y laburaba de eso. La mayoría no tenían contratos. Hay momento que decidí por la guita y momentos en los que no.

Leo: — ¿Hiciste un duelo por el retiro?

Darío: — El duelo lo hice antes. Te preguntan: “¿Y por qué? ¿Por qué no seguís?”. Yo me retiré un 17 de mayo. El 16 de mayo era mi cumpleaños, estaba concentrado en el gimnasio y se acerca un chico joven de Banfield, me mira mientras yo estaba elongando y me dice: “¿Qué hacés acá?”. “Yo hice esto el primer día y fui profesional por hacer esto”, le respondí. Un día antes de retirarme, que ya estaba, yo el otro día no iba más, no había más entrenamiento, no había más obligaciones de nada, lo hice. Entonces por eso es que el trabajo me disciplinó y el fútbol me lo tomé así y lo agradezco. Ahora ya está. A hacer otras cosas.

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