
“Mañana comenzarán los pases de factura en el peronismo”. Con esa frase escueta y filosa, un importante dirigente porteño de Unión por la Patria (UP) definió el momento de confusión y fastidio que se vivió en el búnker opositor en la noche del domingo, luego de la derrota de Leandro Santoro en las elecciones legislativas porteñas.
La expectativa en el esquema de “Es ahora Buenos Aires” fue decreciendo con el paso de las horas. Apenas se cerraron los comicios, del seno de la dirigencia peronista empezaron a salir versiones de una competencia que se iba a disputar “palo a palo” con Manuel Adorni, el vocero presidencial, que fue el gran ganador de la jornada.
En esos minutos posteriores al final de la elección, se rompió en mil pedazos el escenario victorioso instalado por la gran mayoría de las encuestas, y se volvieron realidad las proyecciones que hizo el Gobierno nacional la última semana, cuando intuyó que podía dar el batacazo y ganarle al peronismo y el PRO en una misma jornada.
El principal argumento que encontraron en el peronismo para explicar la derrota de ayer es la caída estrepitosa del PRO. El espacio político que lidera Mauricio Macri perdió en la Ciudad de Buenos Aires, donde gobierna desde hace 18 años. En la mala elección de Lospenatto está explicada gran parte de la derrota de Santoro.

El peronismo, aglutinado bajo la lógica de un partido vecinal, sacó el 27,35% de los votos, un resultado similar al del 2021, cuando obtuvo, también con Santoro en la cabeza de la boleta, un 25% de los votos. La diferencia sustancial es que aquel entonces votó un 75,4% del padrón electoral, mientras en la elección de ayer, la participación apenas llegó al 53,34%.
La expectativa de un triunfo de Santoro estaba basada, principalmente, en la división de los votos, en forma pareja, entre el PRO y La Libertad Avanza (LLA). Según proyectaban la mayoría de las encuestas, las dos fuerzas se repartían un mismo electorado y abrían un callejón por el medio que le iba a servir a Santoro para caminar hacia la coronación. Esa era la cuenta posible. Era la elección posible. Pero no sucedió.
En el esquema político de Santoro temían que pasara lo que, finalmente, pasó. “La campaña de Lospenatto es mala. Macri la hunde cada vez más. Y eso no nos conviene”, reflexionó, una semana atrás, un dirigente importante del armado opositor. La vio venir. No fue el único.
La oportunidad de lograr un triunfo histórico se deshizo cuando se publicaron los resultados con casi el 50% de las mesas escrutadas. La tendencia ya era imposible de romper. El “mano a mano”, que aseguraban en las entrañas del búnker que se estaba dando hasta ese momento, se convirtió en silencio. La reacción clásica que sigue a la aceptación de la derrota.

Con la mayoría de las mesas escrutadas, Santoro se paró detrás de un atril dispuesto en el microestadio de Ferro y decidió dar el mensaje final de la jornada. Estuvo flanqueado por el titular de la AGN, Juan Manuel Olmos, y el senador camporista Mariano Recalde, y acompañado por los integrantes de su lista de legisladores. Fueron a poner la cara.
Pese a la derrota, el peronismo logró renovar las 8 bancas que puso en juego y ganó dos más. Mejoró su posición dentro de la Legislatura. Pero la expectativa por alcanzar el triunfo fue tan grande que la derrota consumió cualquier dato positivo que haya florecido entre las nubes grises.
Otro dato positivo para el peronismo fue que, desde el 2005 a esta parte, es la primera vez que gana en más de dos comunas. En esta oportunidad ganó en siete. Pero el enojo y la decepción que había en el búnker opositor hicieron que se pasaran por alto esos pequeños datos en medio del triunfo violeta.
Santoro estaba visiblemente golpeado por el resultado. Una vez que asumió la derrota, duró poco en el microestadio de Ferro. Se fue a su casa con su familia. Punto final. No le habló a la militancia que lo esperaba, entre ellos muchos fiscales que habían participado de la elección. Muchos de ellos se fueron doblemente enojados del búnker: por la derrota electoral y por la ausencia de una palabra de aliento.
Los reproches empezaron a cruzar los túneles peronistas tras la derrota. “Nadie militó la campaña“, “Se hizo una campaña local con una disputa que era claramente nacional“ y “El albertismo de CABA vendía que se la sabían todas y así les fue“, fueron algunas de las definiciones que emanaron de dirigentes importantes del peronismo.

Uno de los reproches más reiterados fue la decisión de llevar adelante una campaña porteña en la que se enfrentaba al vocero del gobierno nacional. “Las condiciones del debate electoral las puso el Gobierno. Y nosotros estábamos hablando de los tachos de basura y el subte“, reflexionó un legislador de UP. Y agregó: ”Había que discutir el modelo de Milei".
Fiel a su estilo, el Gobierno jugó a fondo en la elección local. Los hermanos Milei decidieron hacer competir al vocero presidencial, una de las figuras más importantes del armado libertario, y alinearon a todo el gabinete nacional para militar la campaña en las últimas semanas. Le ganaron al peronismo y le ganaron al PRO. Fue una noche soñada. Un punto de inflexión para consolidar el armado electoral y político del oficialismo.
En la jornada de ayer, el peronismo recibió una nueva señal de alerta respecto a la división de la opción electoral. Los casi tres puntos que obtuvieron entre Alejandro Kim y Juan Manuel Abal Medina le hubiesen dado la posibilidad a Santoro de pelar la elección al límite. Ninguno de ellos entró a la Legislatura y el diputado nacional se quedó en la puerta de lo que iba a ser un triunfo histórico.
Una situación similar ocurrió el último fin de semana en la capital de Salta y en Chaco, donde la sumatoria de las distintas expresiones peronistas daban un resultado similar al del ganador. Con la elección bonaerense por delante, la discusión sobre la unidad pasa a ser un tema central para que el peronismo tenga una opción competitiva frente al crecimiento y la consolidación del proyecto libertario.
El acuerdo porteño, antes del cierre de listas, incluía una estrategia planteada a tres bandas: lista de legisladores porteños, senadores nacionales y diputados nacionales. Del consenso salió la estrategia de que Santoro encabezara la lista de legisladores y que el tridente Mariano Relcade, Matías Lammens y Ofelia Fernández se repartan en la cabeza de las dos listas nacionales.
La derrota tal vez los obligue a revisar el plan de acción.
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