
La CGT quedó en una encerrona después del tercer paro general. Ahora predominante en la cúpula cegetista, el ala dura no tiene una estrategia para salir de la confrontación permanente y sentarse a negociar con el Gobierno. Y el sector dialoguista quedó en minoría, condicionado por una actitud ultraopositora de sus pares que les termina dando motivos a los libertarios que quieren avanzar contra el poder sindical.
Hoy, las posibilidades de que Gobierno y CGT abran una instancia de diálogo son demasiado difusas. Para la Casa Rosada, tener en la vereda de enfrente a dirigentes sindicales enceguecidos con las protestas es una herramienta que puede aportarle votos en estas elecciones tan decisivas. ¿Por qué convocarlos a negociar, entonces?
Ante esa percepción, la dirigencia gremial empezó a buscar caminos aunque sea indirectos para llegar a forzar una negociación con la administración de Javier Milei. Uno de esos senderos tiene que ver con los empresarios. A falta de diálogo tripartito, en la CGT intentan explorar la vía del diálogo bipartito en busca de consensos y, a la vez, de mayor fuerza para presionar al oficialismo.

Los moderados de la CGT mantienen una fluida relación con la Unión Industrial Argentina (UIA) que preside Daniel Funes de Rioja y el resto del Grupo de los Seis, aunque en las últimas semanas se registró un mayor acercamiento entre Gerardo Martínez (UOCRA), el principal exponente dialoguista de la central obrera, y Martín Rappallini, actual titular de la Unión Industrial de la Provincia de Buenos Aires (Uipba) y dueño de Cerámica Alberdi, que el martes próximo asumirá al frente de la UIA.
Es una señal de esta época compleja en donde tanto en el empresariado como en el sindicalismo se acumulan quejas contra los efectos perjudiciales del trazado económico libertario en algunas áreas productivas de la Argentina.
Muchos imaginan que la nueva conducción de la UIA tendrá una impronta más dura ante el Gobierno: como lo anticipó la propia central fabril, en su próximo Comité Ejecutivo tendrán mayor presencia múltiples sectores de la industria como el alimenticio, metalmecánica, textil, química, medicamentos y automotriz, entre otros, además de la incorporación de la industria del software y la minería, y una fuerte representación de los sectores de la pequeña y mediana industria.

Y ese posible viraje de la UIA en su relación con la Casa Rosada es el que acerca a los industriales a la CGT, al menos a su ala dialoguista. En las charlas reservadas de empresarios y sindicalistas se maneja la idea de procurar acuerdos bilaterales sobre la modernización de las leyes laborales. “Sin perjudicar los derechos adquiridos de los trabajadores”, aclaran en las filas cegetistas para diferenciar lo que planean en los proyectos laborales del Gobierno, la UCR y el PRO.
¿Se trata de consensuar cambios entre empresarios y sindicalistas antes de esperar que la Casa Rosada los imponga, como ya es su marca registrada? En la CGT, donde sospechan que la nueva UIA abandonará algunas de las ideas más ortodoxas que enarbolaba, se podrán elaborar a dúo cambios en la legislación laboral, pero sin propuestas que debiliten al poder sindical como la eliminación de la cuota solidaria o la derogación de la reelección indefinida en los gremios.
Después de todo, la UIA ya había anticipado el año pasado una postura favorable al modelo sindical actual que tranquilizó a su dirigencia. Cuando se discutió el proyecto de Democracia Sindical en la Comisión de Legislación del Trabajo de Diputados, el representante de la central fabril explicitó su oposición a que se cambie la ley 23.551 de Asociaciones Sindicales, como propone el proyecto de la UCR y del PRO: “Algunos proyectos vemos que tratan de aspectos de la vida institucional de las entidades gremiales y en ese sentido sostenemos que somos respetuosos de la libertad y autonomía sindical".

En ese sentido, el miembro de la UIA resaltó: “El sector empresario no puede involucrarse en los aspectos institucionales de dichas entidades, así como tampoco las entidades gremiales tienen que involucrarse en la representación de los empleadores".
Por eso crece la idea de algunos sindicalistas de abrazarse al empresariado para presionar a Milei y lograr que se adopten medidas económicas, sociales y laborales consultando previamente a la UIA y a la CGT. Todos saben que el estilo presidencial no contempla esa alternativa, aunque suponen que si se muestran con propuestas consensuadas será difícil para el Gobierno eludir el debate y seguir desoyendo a dos sectores clave.
Este miércoles, como anticipó Infobae, se gestó una sugestiva señal tripartita en favor del diálogo social por parte del secretario de Trabajo Julio Cordero; Daniel Funes de Rioja y Gerardo Martínez durante un seminario de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en donde se trataron de “amigos”, intercambiaron elogios y ponderaron el mismo estilo dialoguista que practicaron en sus largas décadas de convivencia en las conferencias de las OIT en Ginebra, Suiza. Pero está claro que Cordero y Martínez están hoy en minoría dentro del Gobierno y la CGT.

En la CGT, para colmo, se enteraron de que el Gobierno está elaborando otra reforma laboral, de la que no tienen detalles, pero que avanzaría sin procurar el acuerdo con empresarios ni mucho menos con los sindicalistas, sectores que Milei sigue equiparando con “la casta” que frena los cambios y no lo deja gobernar.
Por algo un moderado como el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, dijo apenas se hizo la huelga general del 10 de abril: “La CGT sale a hacer un paro porque sabe que se vienen reformas en este tema (laboral) y cuando en el Congreso tengamos el número suficiente, vamos a volver a plantear aquellas reformas que planteamos en el DNU 70 y que con una medida cautelar se paralizaron”.
Es justamente lo que temían los dirigentes dialoguistas como Gerardo Martínez, que no estuvieron de acuerdo con otro paro general por dos motivos: creen que cualquier protesta debe formar parte de una estrategia más global de la CGT para que tenga eficacia y están seguros de que el Gobierno tomará represalias contra el sindicalismo a través de leyes “hostiles” y de medidas duras como las auditorías e intervenciones de obras sociales, por ejemplo.

Mientras Rappallini y Martínez asfaltan el camino para una inminente reunión UIA-CGT luego del martes próximo, el cotitular cegetista Héctor Daer (Sanidad), un dialoguista que se convirtió en combativo, ideó con su hermano Rodolfo Daer (Alimentación), secretario de Industria de la CGT, una reunión con representantes de las pymes.
Del encuentro, que se hizo este jueves en la sede de Azopardo 802, participaron representantes del sector de pequeñas y medianas empresas metalúrgicas, textiles, plásticas y del calzado, entre otros, que son las más afectadas por las medidas económicas del Gobierno. Los empresarios relataron a los sindicalistas sus problemas para fabricar y vender sus productos y todos coincidieron en una consigna: “Sin industria no hay nación”.

Por las pymes participaron miembros de ADIMRA, la CGE, Cooperala, la Cámara del Calzado, la Cámara del Cuero, FIPPBA y APYMEP, mientras que por la CGT estuvieron, además de los hermanos Daer, los otros miembros del triunvirato, Octavio Argüello (Camioneros) y Carlos Acuña (estaciones de servicio), más Abel Furlán (UOM), Hugo Benítez (textiles), Agustín Amicone (calzado), Cristian Jerónimo (vidrio), José Pasotti (caucho) y Roberto Villalba (madera), entre otros.
Finalmente se pasó a un cuarto intermedio para la primera quincena de mayo, pero quedaron en intercambiar borradores con la idea de elaborar un documento conjunto con reclamos a Milei. Aun sin tanta adhesión, incluso, uno de los sindicalistas sueña con una marcha callejera de pymes y dirigentes gremiales, como hicieron durante el gobierno de Mauricio Macri, para protestar contra una economía que, aseguran, “daña tanto a las pequeñas empresas como a los trabajadores”.
¿Se perfila una alianza empresarial-sindical para presionar a Milei? En otro signo que confirma su espíritu de división permanente, curiosamente, en la CGT hay quienes buscan a los grandes industriales y otros que se acercan a las pymes. Por ahora, cada uno hace su juego.
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