
(Desde Washington, Estados Unidos) En junio de 2022, Alberto Fernández viajó a Munich (Alemania) para participar de la cumbre del G7. Era otra época: soñaba con la reelección, enfrentaba el acoso perpetuo de Cristina Fernández de Kirchner y creía que podía ejercer el liderazgo de América Latina frente a las democracias occidentales más poderosas del mundo.
A pocas horas de llegar a Alemania, mientras esperaba a la comitiva presidencial en el lobby del hotel Bayerischer Hof de Munich, dos mensajes de WhatsApp sucesivos entraron a mi celular: uno desde Washington, y el otro desde Jerusalén. Uno en inglés y otro en hebreo. Y los dos tenían la misma imagen. Esta:

Alberto Fernández se reunía con Narendra Modi, primer ministro de la India, para plantear que Argentina podía suplir los alimentos que la guerra entre Ucrania y Rusia estaban trabando en Europa. Un acto de voluntarismo geopolítico que fue muy común durante la administración peronista.
Me fui del lobby del hotel a la calle y repasé los mensajes: proponían reuniones en Viena y DC para explicar la información de los dossiers, que hasta ese momento eran secreto de Estado. Dije que sí, pero que primero debía terminar de cubrir la gira presidencial al G7.

Cuando terminó la gira por Alemania, viajé para acceder a los dos informes que fueron primicias de Infobae y que ayer, sorpresivamente, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, confirmó durante un presentación ante los medios de la Argentina.
El 27 de julio de 2022, tras chequear en otros países y con otras fuentes internacionales que los dossiers pertenecían al Mossad, Infobae publicó la información textual:
“En la foja 11, bajo el subtítulo Adquisición de los materiales explosivos, se puede leer: “Contrabando de explosivos reglamentarios (C4 y TNT) que servirían como “detonadores” de la carga explosiva –Mohammad Ibrahin Suleman Abu Abbas llevó los explosivos escondidos en una valija de mano que pesaba 5 kilos, en un vuelo comercial de Beirut a Buenos Aires (Parque Centenario)”.
En la foja 14 del informe del Mossad, Mohammad Ibrahin Suleman Abu Abbas vuelve a aparecer, aunque su nombre aparece escrito de manera incompleta y agrega otra cuota de confusión semántica.
“Fines de 1991 –después de una estadía de casi un mes en la Argentina-, Hussein (Karaki) -terrorista de Hezbollah- pidió a Hussein (Suleiman Abu- Abbas) –otro terrorista de Hezbollah- que regrese a la triple frontera a un inmueble operativo (´casa segura´) en Foz de Iguazú, adonde recibiría cierta cantidad de explosivos ocultos, los cuales debería transferir a Buenos Aires”.

El 29 de julio 2022, esta vez con la firma de Nicolás Pizzi, Infobae publicó otros capítulos del dossier de la Mossad. En esta nota, se revela el papel de Karaki en los atentados terroristas ejecutados en Buenos Aires.
Textual, Pizzi escribió:
“Entre los miembros logísticos que llevaron a cabo el atentado contra la AMIA también se destaca Hussein Ahmad Karaki, más conocido por sus apodos operativos “Saad Az Aldin, Rami” y “Abu-Ali”.
Para el Mossad, Karaki fue el comandante de la operación.

En la foja 17, el informe sostiene que Karaki, alias “Rami”, ingresó a la Argentina “a comienzos de julio de 1994, desde Foz de lguazú, para perpetrar el atentado a la AMIA”. Habría llegado a Aeroparque con un pasaporte brasileño. “Para esto, habría utilizado el pseudónimo de Lean Alberto Nain. Además, Karaki, junto a Khaled Mohammed Kazzem Kazzem, fue quien comandó la célula operativa desde la Triple Frontera”, apunta el dossier.
Karaki también tuvo un rol importante en el atentado a la Embajada de Israel. Según la inteligencia israelí, fue el encargado de comprar la camioneta Ford F-100 en una agencia de autos ubicada en Juan B. Justo 7537. Para adquirir el vehículo utilizó una fotocopia de un documento brasileño número 34031567, a nombre de Da Luz Elias Ribeiro”.
Es decir: ya se sabía que Karaki usaba la identidad falsa de Da Luz Elías Ribeiro.
Por último, Karaki no está en El Líbano.
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