
El 10 de mayo de 1992 -mañana se cumplen 29 años- se produjo uno de los hitos de la historia de la televisión de la década de los 90. La jueza federal María Servini de Cubría pidió que se censurara parte de la apertura del programa “Tato de América” que conducía el legendario Tato Bores. Fue un caso recordado tanto por el hecho de la censura previa como por la respuesta que dio el programa de televisión que se transmitía por Canal 13.
El viernes anterior a la emisión de aquel domingo de mayo de 1992, la jueza interpuso una acción de amparo tras recibir un llamado anónimo y aunque no había visto el programa objetó dos breves escenas de unos pocos segundos. En ellas, un personaje animado por Tato -Helmut Strasse, un arqueólogo del año 2492, especializado en la por entonces desaparecida Argentina- hacía referencia a la escueta multa de 60 pesos con la cual la Corte Suprema de Justicia había sancionado el 3 de marzo de aquel año a la jueza por graves irregularidades en la causa por lavado de dinero del narcotráfico conocida como Caso Yoma. Aquella causa, de la que Servini fue apartada, era muy relevante porque estaba involucrada la familia política del entonces presidente de la Nación, Carlos Menem.
Ese mismo día la jueza Alicia Barbagallo rechazó el pedido y Servini apeló. El sábado 9 de mayo intervino la Sala II de la Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial Federal de la Capital que obligó a suspender toda imagen o mención de la jueza Servini. El fallo de la Cámara -firmado por Marina Mariani de Vidal, Eduardo Vocos Conesa y Guillermo Quintana Terán- utilizó entonces dos palabras que requirieron de un diccionario para comprender qué significaban: consideró que el sketch incurría en “ludibrio y eutrapelia”. Según el diccionario de la Real Academia Española la primera palabra significa: “Escarnio, desprecio, mofa”. En tanto la segunda tiene tres acepciones: “Virtud que modera el exceso de las diversiones o entretenimientos”, “Donaire o jocosidad urbana e inofensiva” y “Discurso, juego u ocupación inocente, que se toma por vía de recreación honesta con templanza”.
El programa se emitió y aquellas imágenes en las que se aludía a Servini fueron tapadas con un cartel que decía “Censura judicial”. Tato Bores había prometido contestar a la acción con humor. Y así fue: buena parte de la colonia artística, músicos y periodistas, cantaron “La jueza Barú Budú Budía, es lo más grande que hay”. Era una forma de nombrar sin nombrar a “La Jueza Servini de Cubría”.
Pasaron muchos años de aquel episodio. Tato murió en enero de 1996. Sebastián Borensztein, que era uno de los productores del programa censurado, es guionista y director de cine. Servini sigue siendo jueza penal federal y electoral y hace poco estuvo internada por coronavirus.
En 2019 el periodista Pablo Sirvén, entrevistó a Sebastián Borensztein. En un momento del reportaje le mostró aquel video memorable de decenas de argentinos famosos cantando “La jueza Barú Budú Budía” y el hijo de Tato explicó lo sucedido: “Fue un momento angustiantemente apoteótico de la televisión. Hubo un acto de censura previa. Lo que después supimos es que alguien hizo una operación extraña para que la jueza pisara el palito y quedara mal parada. Alguien le dijo que nosotros en el programa hacíamos algo escatológico y obsceno con ella. Y ante lo que le dijeron pidió la censura previa. No se podía mostrar la escena que duraba unos pocos segundos. Se hacía alusión a que lo poco que valdría el peso que a una jueza le habían cobrado una multa irrisoria. Hubo una operación rara. Y ante la censura previa armamos eso. Fue nuestra respuesta artística a la censura.”
En octubre de 2020 -luego de haber visto el programa- le envió una carta a Borensztein. La carta de Servini decía: “Supongo que le generará asombro recibir una esquela de mi parte, pues no nos conocemos personalmente y sobre todo porque no existe nada que nos vincule en la actualidad. Lo que me motiva es haberlo escuchado en el canal de cable “La Nación +”, en un diálogo con el periodista Pablo Sirvén… el cual éste le pregunta sobre circunstancias vinculada a un tema de censura previa referido a mi persona en el programa de su padre “Tato Bores”, y que Ud. responde con una gran honestidad intelectual, despojado de todo interés ideológico, nada más que con la verdad que conoce y que ha trascendido con el paso del tiempo. Destaco su nobleza de ánimo en aclarar que fui objeto de “una operación extraña”, tal cual Ud. la describe; siempre lamenté haber caído en esa trampa. De todas maneras, le reitero mi agradecimiento por su sinceridad”.
Días después Servini recibió la respuesta del hijo de Tato: “Estimada Señora, María Romilda Servini: Sorprendido y agradecido por lo expresado en su carta, quiero destacar la honorable actitud de su parte. Lo que dije en el programa que menciona su misiva, efectivamente es el resultado de haber entendido que a Usted le tendieron una perversa trampa, y que a mi padre, y a mí como responsable del programa de TV, nos utilizaron con enorme bajeza aquellos que pretendieron perjudicarla. Le aseguro que ese involuntario y no deseado rol desempeñado en aquella oportunidad, no fue inocuo ni para mi conciencia, ni para la de mi padre. En el programa del Sr. Pablo Sirvén tuve la grata oportunidad de decir lo que pienso, y su carta, que agradezco sinceramente, significa una saludable clausura de ese capítulo tan mortificante para los involucrados”.
El intercambio epistolar apenas si trascendió en medio del primer año de la pandemia de coronavirus. Sebastián Borensztein dio por terminado aquel capítulo iniciado en mayo de 1992 cuando la jueza Servini pidió que no se la nombrara en uno de los programas más importantes de la historia de la televisión argentina. No la nombraron, pero aquel Barú Budú Budía que mañana cumple 29 años, es imborrable.
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