
El calendario internacional marca el 17 de diciembre como una fecha dedicada a una problemática que suele permanecer en los márgenes del debate público.
Ese día se conmemora el Día Internacional para poner fin a la violencia contra las trabajadoras sexuales, una jornada que articula memoria, denuncia y exigencia de derechos.
La efeméride nació como respuesta a asesinatos y agresiones sistemáticas, pero con el tiempo amplió su sentido hacia la defensa de la dignidad y la seguridad de quienes ejercen el trabajo sexual.
Marchas, vigilias y pronunciamientos buscan interpelar a los Estados y a la sociedad, subrayando que la violencia no es un hecho aislado, sino una consecuencia directa de la exclusión y el estigma.
El origen de una fecha marcada por la memoria

La conmemoración del 17 de diciembre tiene su punto de partida en un acto de recuerdo colectivo. La jornada fue impulsada a comienzos del siglo XXI tras una serie de asesinatos de trabajadoras sexuales que evidenciaron un patrón de violencia extrema y desprotección institucional.
El primer homenaje público reunió a activistas y familiares de víctimas, quienes colocaron cruces rojas para simbolizar a las personas asesinadas y exigir justicia.
Con el paso de los años, la fecha trascendió ese episodio inicial y se consolidó como un día de alcance internacional. Organizaciones de derechos humanos adoptaron la conmemoración como una plataforma para visibilizar agresiones físicas, abusos policiales, explotación y homicidios que afectan de manera desproporcionada a este colectivo. El recuerdo de las víctimas se convirtió así en un llamado permanente a reconocer la gravedad del problema y a no normalizar la violencia.
Violencias múltiples y una realidad persistente

La violencia contra las trabajadoras sexuales adopta diversas formas y no se limita a episodios extremos. Golpizas, amenazas, extorsiones y abusos sexuales forman parte de un escenario cotidiano que se agrava por la falta de protección legal y social. A ello se suma la discriminación estructural, que dificulta el acceso a la justicia y desalienta las denuncias.
Activistas han señalado que muchas agresiones quedan impunes debido al temor a represalias o al descrédito automático de los testimonios. “La violencia no empieza con el golpe, empieza con el estigma”, han advertido voceras del movimiento, al explicar cómo la criminalización y los prejuicios facilitan los abusos.
En ese contexto, la jornada del 17 de diciembre busca mostrar que la inseguridad no es inherente al trabajo sexual, sino al entorno de exclusión que lo rodea.
Demandas de derechos y políticas de protección

Más allá del componente simbólico, la fecha se ha transformado en un espacio de reivindicación política. Las organizaciones que impulsan la conmemoración reclaman marcos legales que garanticen derechos laborales, acceso a salud y mecanismos de protección frente a la violencia. También exigen que las autoridades investiguen los crímenes con perspectiva de derechos humanos y sin prejuicios.
En distintos pronunciamientos, se ha insistido en que la falta de reconocimiento incrementa los riesgos. “Mientras se nos nieguen derechos básicos, la violencia seguirá siendo una constante”, han señalado representantes de colectivos de trabajadoras sexuales.
La consigna central apunta a desplazar el foco desde la criminalización hacia la protección efectiva, entendiendo que la seguridad depende de políticas públicas inclusivas y de un cambio cultural más amplio.
Una jornada de visibilización global

Cada año, el 17 de diciembre se traduce en acciones simultáneas en distintas ciudades del mundo. Marchas silenciosas, encendido de velas, lecturas de nombres y campañas informativas buscan dar rostro a cifras que suelen aparecer despersonalizadas. Las cruces rojas continúan siendo uno de los símbolos más reconocibles, recordando a quienes perdieron la vida en contextos de violencia.
La conmemoración también ha ganado espacio en plataformas digitales, donde se difunden testimonios y mensajes que refuerzan la consigna de dignidad y respeto.
El objetivo común es romper el silencio y colocar el tema en la agenda pública. En esa línea, la jornada no solo recuerda a las víctimas, sino que interpela a Estados y sociedades sobre la urgencia de garantizar condiciones de vida libres de violencia para quienes ejercen el trabajo sexual.
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