
El mayor enigma que guarda la huaca Santa Catalina en La Victoria es la momia de un niño preincaico, cuidadosamente preservada en su fardo funerario original. Este vestigio, datado entre los años 900 y 1000 d.C, constituye el atractivo principal del complejo arqueológico situado en La Victoria.
Hallado sin rastros de ornamentos incas, el cuerpo embalsamado ha sido clave para identificar el pasado ychsma del recinto al aportar pistas esenciales sobre las ceremonias y costumbres de ese pueblo ancestral. Pronto, la reliquia formará parte fundamental del museo de sitio, respaldo conjunto de la autoridad distrital y el sector cultural nacional.
“Aún desconocemos lo que se esconde bajo las capas del fardo. Con el museo será posible profundizar en la historia de este menor y aclarar su origen”, asegura Martín Acuy, miembro del equipo de investigación.

La huaca Santa Catalina, reconocida desde 2002 como Patrimonio Cultural de la Nación, fue epicentro de encuentro para los Ychsmas y, siglos después, los Incas. Ambas civilizaciones se establecieron en los valles de los ríos Rímac y Lurín, destacándose en el cultivo de alimentos, la pesca y el comercio a gran escala.
Además, este escenario tuvo un papel esencial en rituales de veneración y actividades exploratorias, manteniendo vigente su relevancia para los antiguos habitantes del área.

Dentro del recinto sobresale un estilo de cerámica que refleja la creatividad y delicadeza ychsma. Antes de la hegemonía cusqueña, los maestros alfareros producían piezas sencillas, con predominio de engobe rojizo y detalles en blanco, técnica reconocida como “pintura chorreada”.
Entre las figuras descubiertas destacan los “cántaros cara gollete” y pequeños modelos humanos, asociados a cultos de fertilidad y representación simbólica. Es probable que los primeros ejemplares de esta corriente artística hayan surgido precisamente en esta huaca.

La construcción central consiste en una pirámide escalonada de diseño casi cuadrado, con ingreso mediante una rampa y escaleras hacia la zona superior. Allí, un antiguo laberinto permitía juegos de luz y sombra al amanecer y atardecer, evocando a las deidades del lugar. El material predominante fue el adobe, mezclado con piedra y barro, con presencia ocasional de bloques cilíndricos, una rareza en otras edificaciones de su tipo.
Durante décadas, la huaca enfrentó el saqueo de huaqueros y la extracción de ladrillos por parte de vecinos, quienes utilizaron estos elementos para erigir viviendas temporales en la zona. Sin embargo, la protección institucional y recientes esfuerzos de conservación han permitido rescatar numerosas piezas, sumadas a las ya expuestas en la sala principal y a las ciento veinte cajas catalogadas con restos valiosos.
El ingreso es gratuito, de lunes a viernes, de 9:00 a 17:00. Aunque el acceso se mantiene restringido por trabajos de restauración, es posible recorrer el museo, observar la momia y descubrir la riqueza histórica de este emblemático conjunto arqueológico.
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