
En el distrito de Moro, en la provincia de Santa, un equipo técnico y autoridades locales ingresó al sitio arqueológico Siete Huacas tras recibir un aviso sobre intervenciones no autorizadas. La zona, conocida por la presencia de evidencias prehispánicas, conserva estructuras asociadas a tradiciones culturales estudiadas desde distintas disciplinas. El objetivo de la visita realizada por la Dirección Desconcentrada de Cultura de Áncash consistió en verificar el estado del lugar y recoger información directa sobre posibles alteraciones.
El ingreso del personal permitió observar de inmediato actividades ajenas a la protección del patrimonio. La presencia de cultivos de palto, pacay, maíz, mango y frejol dentro de la poligonal reflejó una ocupación reciente. La instalación de mangueras para riego por goteo confirmó esta acción. Cerca del sector sur, los especialistas identificaron construcciones frágiles hechas con esteras y palos, además de un reservorio de agua abierto de manera informal. En otro punto se detectó una vivienda hecha con piedra y piso de cemento, lo que incrementó la preocupación del equipo.
La entidad cultural señaló que los hechos configuran una vulneración al marco legal que protege el patrimonio arqueológico. La norma aplicable prohíbe cualquier tipo de intervención en zonas declaradas intangibles. Por ello, el personal técnico afirmó que “estas acciones constituyen una afectación al patrimonio arqueológico prehispánico”. La inspección se realizó con apoyo de la Municipalidad Distrital de Moro, la Policía Nacional y Serenazgo.
Verificación de afectaciones en el sitio arqueológico

El lugar se ubica a unos 4 kilómetros al noroeste de Moro, sobre una terraza natural cercana al valle de Nepeña. Investigadores identificaron este territorio como parte del llamado Bolsón de Moro debido a un ensanchamiento visible en la cuenca. Esta característica geográfica permitió el desarrollo de asentamientos prehispánicos que articularon conexiones regionales durante distintos periodos.
Uno de los estudios más citados en la bibliografía especializada proviene de Akira Ikehara, quien en 2008 planteó la existencia de una tradición regional surgida hacia el final del Periodo Formativo Tardío. Según esa descripción, la cerámica y la arquitectura mostraron rasgos particulares en asentamientos de la parte alta del valle. La propuesta incluyó a Kushipampa, un complejo que integró una amplia red de intercambio después del declive de la sociedad chavín alrededor del 500 a. C. La fuente menciona que estos grupos “concibieron y articularon entre ellas la red de intercambio que finalmente reemplazó el sistema vigente”.
De acuerdo con investigaciones posteriores, Kushipampa funcionó como residencia de autoridades locales. Allí se desarrollaban actividades de trabajo en patios amplios, reuniones con fines políticos o religiosos y, en algunas circunstancias, prácticas de carácter deportivo. La zona cuenta con protección oficial como espacio arqueológico intangible, reconocida por el Instituto Nacional de Cultura mediante la Ley N.° 28296. Esto determina que ningún elemento de su superficie puede alterarse.
Características del complejo y su entorno

Kushipampa se ubica sobre una terraza amplia con suelo marrón rojizo. El lugar presenta plantas como gigantones, zapotes, pitajayas y achupallas. Todo el perímetro permanece rodeado por muros dobles construidos con un sistema de refuerzo alternado. Cada lado tiene accesos independientes y una entrada secundaria hecha con bloques bruñidos ordenados con precisión, con rasgos que recuerdan el estilo observado en el Templo de Sechín. El punto central del complejo se encuentra a 605 metros de altitud, mientras que el valle alcanza los 525 metros y los cerros vecinos superan los 1000.
El valle ofrece una vegetación espesa compuesta por cañaverales. El caudal del río resulta limitado durante buena parte del año, por lo que las actividades agrícolas dependen de la capa freática. Gracias a un sistema de canales y reservorios, la población local cultiva caña de azúcar, paltas, mangos, yuca, maíz y maní. También aprovecha recursos agroforestales como la caña brava y el carrizo, que crecen con facilidad debido a la irradiación solar constante en la zona.
La distribución interna de Kushipampa se divide en dos áreas: monumental y doméstica. La parte monumental incluye tres secciones cercadas con diseño ortogonal. Allí se hallan plazas amplias y un conjunto de nueve ambientes usados como patios. Uno de ellos, ubicado cerca del sector principal, posee dos accesos y un patio más pequeño, lo que lo diferencia del resto. En el borde exterior se aprecia un espacio extenso con pozos que, según distintas interpretaciones, funcionaron como viviendas pequeñas. En las pendientes cercanas permanecen antiguos canales de regadío que completan el panorama del complejo.
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