Visita al país salvado del terror

La gran mayoría de la población está convencida que este activo que han recuperado, la paz y tranquilidad de circular, no debería perderse jamás

Guardar
Imagen de archivo de una
Imagen de archivo de una bandera salvadoreña en una rotonda en San Salvador, El Salvador. 4 septiembre 2025. REUTERS/José Cabezas

Debo admitir que cuando me invitaron a dar una charla en El Salvador dudé en aceptar porque no me terminaba de creer las noticias del éxito en el control del crimen organizado y el impresionante vuelco en los datos sobre homicidios.

El Salvador pasó de ser el país con más homicidios al año a ser el que menos muertes violentas tiene. Pensaba que, si bien podía haber avances, esto era parte de la propaganda de un régimen necesitado de legitimación nacional e internacional.

En esta corta visita no solo los grandes empresarios se rinden ante la evidencia, sino que uno lo escucha del guardia de seguridad del hotel quien perdió a su hermano en estos años aciagos y que me cuenta que antes la gente se refugiaba en sus casas apenas se ocultaba el sol y que, para el movilizarse en turnos de noche, era una aventura casi suicida. Hoy, las calles están otra vez tomadas, pero ya no de la angustia y el terror de la posibilidad de cruzarse con las mafias despiadadas y salvajes. Ahora, la calle está tomada por familias que se movilizan con tranquilidad soportando el intenso tránsito en la ciudad.

El chofer del taxi camino al aeropuerto recuerda cómo era imposible entrar a ciertas zonas de la ciudad. La propia Superintendencia de Banca y Seguros tuvo que mudarse porque estaban demasiado expuestos a barrios tomados por las bandas criminales.

Los precios de las viviendas se han disparado porque en este país donde 6 millones viven, pero hay otros 3 millones en la diáspora, empieza a tener sentido no solo regresar a la patria sino invertir en ella.

El gobierno tiene muchos retos por delante asociados al control de la violencia. Imagínese que han puesto en prisión a 80 mil personas ligadas a las bandas criminales. Piensen que cada uno de ellos era quien mantenía entre 4-5 dependientes. Hay cerca de 400 mil personas que, de la noche a la mañana, perdieron su “fuente de ingresos”. Ellos están forzados a reinventarse. Sus expectativas no son las mejores, pero es parte del precio del control total del accionar de los criminales.

El país está empezando a atraer inversiones de todo tipo. El turismo ha renacido. Recordemos que El Salvador se caracteriza por el enorme flujo de remesas (25% de su PBI) que reciben las familias de la diáspora. Esos recursos ahora financian proyectos inmobiliarios y empresas de todo tipo.

El Salvador ha vuelto a encontrar sus mercados de largo plazo. La gran mayoría de la población está convencida que este activo que han recuperado, la paz y tranquilidad de circular, no debería perderse jamás. Más allá de que el presidente Bukele se quede unos años más o no. Este es un no negociable de cara a los políticos. Los salvadoreños son conscientes de lo costoso que es perder este activo, deberíamos aprender de quienes han combatido con decisión, firmeza y estrategia al crimen organizado.

Por lo que me cuentan los presidentes previos prefirieron hacer como hacían algo, pero en realidad no hacían nada, pactar como si fuesen a respetar acuerdos de moderación que nunca se cumplieron o implorar para que recapaciten. Todas estas estrategias fueron fracasos clamorosos en la búsqueda de una paz sostenida que permita vivir y construir un futuro. Es curioso, pero escuchando cada relato de cómo era sobrevivir a la violencia y cómo es vivir ahora en paz, es imposible no sentir envidia hoy como peruano.

Eduardo Morón, presidente de Apeseg
Eduardo Morón, presidente de Apeseg