Una historia de reinvención y pasión marcó una de las audiciones más emotivas de la temporada. Joseph Muñoz, quien hasta hace un año trabajaba detrás de una barra en una picantería arequipeña, decidió dejarlo todo para estudiar música.
Esa apuesta lo llevó al escenario de Yo Soy, donde interpretó “Yo te amo”, del legendario Sandro, con una entrega que sorprendió al jurado. Su voz tembló entre la técnica y el sentimiento, provocando que terminara con lágrimas en los ojos.
Ricardo Morán, Jely Reátegui y Carlos Alcántara elogiaron su energía, aunque le advirtieron sobre la delgada línea entre la intensidad y la sobreactuación.
Una voz nacida entre copas y canciones

El exbartender Joseph Muñoz llegó al set con una mezcla de nervios y entusiasmo. Frente al panel, integrado por Ricardo Morán, Jely Reátegui y Carlos Alcántara, confesó que su vida había cambiado radicalmente en el último año. Dejó su trabajo en una picantería arequipeña, donde se desempeñaba preparando tragos, para dedicarse a estudiar música.
“Quise darle un giro a mi vida. Dejé el bar porque quería dedicarme de lleno al canto”, explicó, antes de revelar que combina sus estudios con pequeños eventos para sostenerse económicamente. “A veces hago de mesero o bartender, y en otras ocasiones canto unas cuantas baladas o algo de salsa, depende del público”, contó entre risas.
Su historia llamó la atención del jurado. Morán, con su ironía habitual, comentó: “Me encanta que digas que son eventos casuales, como si te toparas con un grupo reunido y les cantaras ahí mismo”. Joseph sonrió tímidamente y respondió con humor: “Algo así”.
Entre bromas y complicidad, el escenario se transformó en un espacio íntimo donde el joven se preparaba para rendir homenaje a uno de los íconos más intensos de la música romántica en español.
La interpretación que desató las lágrimas

Al anunciar “Yo soy Sandro”, el público guardó silencio. Las luces se atenuaron y comenzó a sonar la melodía de “Yo te amo”. La voz de Joseph, cálida y vibrante, llenó el estudio. A medida que avanzaban los versos, la emoción fue apoderándose de su cuerpo. Cada palabra parecía salir desde lo más profundo de su historia personal.
Por momentos, su voz se quebraba, pero su interpretación mantenía una intensidad que traspasó la cámara. “Tus labios de rubí, de rojo carmesí…” cantó, mientras una mezcla de tensión y sentimiento se reflejaba en su rostro.
Al terminar, el silencio se rompió con un aplauso espontáneo. Muñoz respiró hondo, intentó sonreír, pero sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. La presentadora Jely Reátegui lo animó a soltar la tensión: “Relaja, suelta, Joseph, gracias por la entrega que has tenido. Siento que el timbre está cercano, pero no está preciso. Y ten cuidado con actuar demasiado la emoción”.
Ella agregó que le gustaba la idea de ver una versión “más oscura” del clásico Sandro. “Hay mucho que trabajar, pero te voy a decir que sí, porque creo que hay material”, afirmó.
Carlos Alcántara, visiblemente conmovido, coincidió con ella: “Si tu intención era entregarte a la pasión, lo lograste. Me conmoviste. Tu control en los tonos altos fue impecable”. El actor también destacó la energía con la que enfrentó el escenario: “A mí me ha gustado mucho tu interpretación”.
Entre correcciones y esperanza
Ricardo Morán, más analítico, intervino para ofrecer una observación técnica: “Sandro es intenso, pero no sobreactuado. Estás pisando la línea y no es necesario. Ya transmites mucho con tu presencia. Bájale un poco a la perilla”, le dijo con firmeza.
Morán también señaló aspectos de dicción y acento que debía mejorar: “El acento argentino no está apareciendo con constancia, y hay frases que no se entienden. Cuida eso para la siguiente ronda”. A pesar de las advertencias, su evaluación final fue positiva. “Tienes energía y transmites. Bienvenido”, concluyó, extendiendo una sonrisa.
Entre lágrimas, Joseph agradeció a cada uno de los jueces. “Muchísimas gracias por creer en mí”, alcanzó a decir antes de abandonar el escenario, aún conmovido por la intensidad del momento.
El público lo despidió con aplausos, mientras Jely le recordaba que debía cuidar el escalón al bajar del escenario. “Chao, chao. ¡Cuidado con el escalón!”, exclamó entre risas.
Detrás de las cámaras, el joven respiró profundo. Lo que para muchos fue solo una audición, para él significó un paso más en su propósito de transformar su vida a través de la música. Dejó de servir copas para servir emociones, y esa noche, su interpretación lo demostró.
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