Guardianas del alma de una nación: catedrales del Perú

En el Día de las Catedrales, no solo miremos sus altas torres o escuchemos sus campanadas; es necesario atender a los relatos que sus muros transmiten

Guardar
Exteriores del Palacio Arzobispal, ubicada
Exteriores del Palacio Arzobispal, ubicada al lado de la Catedral de Lima. (Foto: David Solar - Infobae)

El Día Internacional de las Catedrales nos invita a no perder de vista estos espacios de fe, arte y memoria. Estos edificios han acompañado la historia de cada pueblo y, en el Perú, son el reflejo de mestizaje cultural. Estas marcaron el desarrollo urbano desde el virreinato, pues alrededor de ellas se ubicaron plazas, mercados, escuelas, etc. Así, el arte y la religión dialogaron con la sociedad que se desarrollaba con el paso de los años.

El papa Francisco I mencionó en su encíclica LAUDATO SI’ (n.151) que es necesario proteger los espacios públicos y los elementos que le dan sentido de identidad y de pertenencia a una ciudad. Es muy común que el turismo exija un equilibrio entre la devoción y el espectáculo para poder preservar las costumbres e identidades de una sociedad. En el Perú, el cuidado de las catedrales enfrenta retos como restauraciones (por fenómenos naturales, decisiones arquitectónicas tomadas sin conocimiento, etc.), urbanización acelerada, robos, etc.

Las catedrales del Perú muestran el variopinto paisaje cultural del país; repasemos algunas de ellas. En la capital del país, en el interior de la catedral de Lima no solo reposan los restos de Francisco Pizarro, sino que también contiene elementos escultóricos, como la estatua en bronce del Corazón de Jesús, testigos de los momentos de tensión política de inicios del siglo XX. El Cuzco –antigua capital del Tahuantinsuyo– tiene una catedral que se construyó reutilizando piedras de antiguas construcciones incas. La catedral de Trujillo, que ha sobrevivido a numerosos sismos y reconstrucciones, conserva un retablo mayor exento, sin apoyo a una pared; característica que comparte con la catedral del Cuzco y que son un ejemplo del patrimonio escultórico virreinal peruano. En Ayacucho, la catedral es un ejemplo del barroco mestizo de los andes peruanos. Su relevancia no solo es artística: en ella se rindió homenaje a María Estrella del Carmen Valcárcel –conocida como Madre Covadonga– referente moral y espiritual de Ayacucho en medio del periodo de violencia política de fines del siglo XX. En Iquitos, la catedral –de estilo neogótico con vitrales europeos que contrastan con el entorno– fue construida durante el auge de la extracción del caucho, símbolo de la expansión nacional en el oriente amazónico peruano.

Las catedrales no solo son espacios de fe, encuentro y educación, sino también de consuelo: así, desde la capital del Perú hasta la Amazonía, por medio de la Iglesia Católica, se han organizado la llegada de alimentos a albergues, víveres y atención a las periferias sociales. Incluso durante los desastres naturales, las propias catedrales han brindado refugio material y no solo espiritual.

En el Día de las Catedrales, no solo miremos sus altas torres o escuchemos sus campanadas; es necesario atender a los relatos que sus muros transmiten. En sus espacios se resguardan siglos de creación artística, arquitectónica y de saberes colectivos. Estos monumentos son hitos del patrimonio cultural y parte del paisaje que conforman nuestra identidad.