
En octubre, las calles de Lima se visten de púrpura. El incienso perfuma el aire y el sonido de los cánticos se mezcla con el repique de las campanas. Miles de fieles acompañan el andar solemne del Señor de los Milagros, una de las manifestaciones de fe más multitudinarias del mundo. Sin embargo, pocos saben que la imagen que se alza sobre el anda procesional no es idéntica a la pintura original conservada en el santuario de Las Nazarenas.
El detalle parece mínimo, casi imperceptible para el ojo no entrenado, pero guarda siglos de historia y simbolismo. En la pintura mural, el pie derecho de Cristo está adelantado y clavado, mientras que en la réplica que recorre las calles es el izquierdo el que ocupa esa posición. Una diferencia que, más allá de lo visual, revela el paso del tiempo, las manos de distintos artistas y la evolución del culto al Cristo Moreno.
La venerada imagen del Señor de los Milagros, también conocida como Cristo de Pachacamilla, tiene su origen en el siglo XVII. Se trata de una pintura mural ubicada en el Altar Mayor del santuario de Las Nazarenas, en el centro de Lima. Cada octubre, millones de devotos participan en su procesión, considerada la más grande del Perú y una de las más numerosas del mundo católico.
Según la tradición, la pintura fue realizada en 1651 por un esclavo de origen angoleño llamado Pedro Dalcón, conocido como Benito. La obra surgió en un muro de adobe de la zona de Pachacamilla, donde se asentaban comunidades africanas. Con el tiempo, ese muro se convirtió en símbolo de resistencia y fe, especialmente luego del terremoto de 1655, cuando gran parte de Lima quedó destruida, pero la imagen permaneció intacta.
Un mural que dio origen a una réplica procesional

El investigador Rubén Vargas Ugarte registró que la pintura original representa a Cristo crucificado, con el pie derecho hacia adelante. Años después se añadieron figuras complementarias: Dios Padre, la Virgen María, María Magdalena, el sol y la luna. De allí surgió el apelativo de Cristo Moreno, pues entre sus primeros devotos predominaban afrodescendientes, y con el tiempo su imagen fue asociada con una tez oscura.
Cuando la devoción se extendió, la necesidad de llevar la imagen por las calles hizo imposible trasladar el muro. Fue entonces cuando Sebastián de Antuñano encargó una copia en óleo sobre lienzo, para que pudiera ser montada en un anda y salir en procesión. Esa réplica, pintada con fidelidad, pero no exactitud, se convirtió en la imagen que hoy recorre Lima. En ella, Cristo aparece con el pie izquierdo adelantado, detalle que distingue la obra procesional del mural original.
El cambio, aunque discreto, se consolidó con el tiempo y pasó inadvertido para la mayoría de fieles. Desde entonces, las procesiones del Señor de los Milagros han recorrido la capital desde 1687, año del terremoto que dio inicio a la primera salida hacia la Plaza Mayor. En aquel entonces, el lienzo era sencillo, sin adornos ni bastidores ornamentales como los que hoy engalanan el anda.
Las restauraciones que revelaron los trazos originales

Durante los años 1991 y 1992, los lienzos procesionales del Señor de los Milagros y de la Virgen de la Nube fueron sometidos a una restauración intensiva a cargo del equipo del Museo Pedro de Osma. La intervención buscó recuperar los colores y trazos originales de las obras, que con los siglos habían acumulado capas de pintura, barniz y suciedad.
En el proceso se descubrieron múltiples modificaciones. “Se advirtió a las Madres Nazarenas y a las autoridades de la Hermandad sobre los cambios que serían visibles después de la restauración”, informó el equipo restaurador. Entre los ajustes más notables se hallaron alteraciones en los rostros y proporciones de las figuras: el Cristo, que antes lucía más robusto, adoptó una silueta más esbelta; la Virgen María pasó de tener una expresión severa a una más compasiva y joven; y la posición de la mano de María Magdalena se modificó, acercando su pañuelo al rostro en un gesto de dolor.
El resultado permitió redescubrir la obra en su esencia barroca original, tal como pudo concebirla su autor en el siglo XVII. En octubre de 1991, el lienzo restaurado del Señor de los Milagros fue presentado al público, despertando asombro por la nitidez de los colores y el contraste recuperado.
Un símbolo de fe que une generaciones

El detalle del pie cambiado entre la pintura original y la réplica procesional se mantiene como una curiosidad histórica poco conocida, pero no altera el significado profundo del culto. La diferencia entre el pie derecho y el izquierdo es testimonio del paso del tiempo y de las manos que, con devoción, copiaron y preservaron la imagen que hoy congrega multitudes cada octubre.
El Señor de los Milagros sigue siendo, para millones de fieles, un símbolo de unidad y esperanza. Su imagen, reproducida en lienzos, murales y estampas, conserva la esencia del Cristo que desde el siglo XVII mira a Lima desde su santuario de Pachacamilla, con los brazos abiertos y una promesa de fe que no cambia, aunque el pie adelantado sea distinto.
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