
La salud intestinal es clave para el bienestar general, ya que los intestinos no solo cumplen un rol en la digestión, sino también en la absorción de nutrientes, la regulación del sistema inmunológico y hasta en el equilibrio del estado de ánimo. Según el Ministerio de Salud (Minsa) y el Seguro Social de Salud (EsSalud), en el Perú cada vez más personas presentan enfermedades relacionadas con el aparato digestivo, como gastritis, colon irritable y problemas de absorción, muchas de ellas asociadas a malos hábitos alimenticios, estrés y consumo excesivo de antibióticos.
En este contexto, un problema que suele pasar desapercibido pero que tiene gran impacto en la salud es la disbiosis intestinal, es decir, el desequilibrio de la microbiota intestinal. Este desequilibrio puede generar síntomas molestos y, si no se atiende a tiempo, desencadenar complicaciones más graves. Por ello, es fundamental aprender a reconocer sus señales y conocer las opciones de tratamiento.
¿Qué es la disbiosis intestinal?
La microbiota intestinal es el conjunto de microorganismos, principalmente bacterias, que habitan en el intestino. Estas bacterias cumplen funciones esenciales: ayudan a digerir los alimentos, producen vitaminas, fortalecen el sistema inmune y protegen contra microorganismos dañinos.

Cuando existe un equilibrio entre las bacterias “buenas” y “malas”, el intestino funciona de manera óptima. Sin embargo, cuando este equilibrio se rompe —ya sea por una mala alimentación, uso prolongado de antibióticos, estrés crónico, infecciones o consumo excesivo de alcohol— aparece la disbiosis intestinal. En este estado, las bacterias beneficiosas disminuyen y las perjudiciales aumentan, afectando el funcionamiento normal del intestino y del organismo en general.
Síntomas de la disbiosis intestinal
La disbiosis intestinal puede manifestarse de diversas formas, algunas de ellas muy inespecíficas, lo que dificulta su identificación. Entre los síntomas más comunes destacan:
- Problemas digestivos: distensión abdominal, gases, dolor abdominal, diarrea o estreñimiento frecuentes.
- Intolerancias alimentarias: aumento de la sensibilidad a ciertos alimentos que antes no causaban molestias.
- Cansancio crónico: la mala absorción de nutrientes afecta los niveles de energía y provoca fatiga persistente.
- Problemas en la piel: condiciones como acné, eczema o psoriasis pueden relacionarse con la disbiosis.
- Alteraciones del estado de ánimo: ansiedad, irritabilidad y depresión, debido a la conexión entre el intestino y el cerebro (eje intestino-cerebro).
- Sistema inmune debilitado: mayor susceptibilidad a resfriados, gripes e infecciones.
- Mal aliento y aftas bucales: el desequilibrio bacteriano intestinal también puede reflejarse en la salud bucal.

Estos síntomas, al ser variados, suelen confundirse con otras enfermedades. Por ello, si se presentan de manera frecuente o persistente, es importante acudir a un médico para un diagnóstico adecuado.
Tratamiento para la disbiosis intestinal
El tratamiento de la disbiosis intestinal se basa en restaurar el equilibrio de la microbiota intestinal y mejorar los hábitos de vida. Entre las medidas más recomendadas se encuentran:
- Mejorar la alimentación:
- Incluir alimentos ricos en fibra como frutas, verduras, legumbres y cereales integrales.
- Consumir alimentos fermentados como yogur, kéfir, chucrut o kombucha, que aportan bacterias beneficiosas.
- Reducir el consumo de azúcares refinados, grasas saturadas y ultraprocesados que favorecen el crecimiento de bacterias dañinas.
- Uso de probióticos y prebióticos:
- Los probióticos son suplementos o alimentos que contienen bacterias vivas beneficiosas para el intestino.
- Los prebióticos son fibras que sirven de alimento a estas bacterias, ayudando a que se multipliquen.
- Evitar el uso innecesario de antibióticos: estos medicamentos alteran gravemente la microbiota, por lo que deben usarse solo bajo prescripción médica.
- Manejo del estrés: técnicas de relajación como yoga, meditación o respiración profunda pueden contribuir a mantener un equilibrio intestinal.
- Actividad física regular: el ejercicio favorece la movilidad intestinal y el bienestar general.
- Hidratación adecuada: beber suficiente agua mejora el tránsito intestinal y contribuye al buen funcionamiento de la microbiota.
En casos más severos, el médico puede recomendar pruebas específicas para identificar las bacterias presentes en el intestino y dar un tratamiento más personalizado.
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