Conflictos mineros: lo que revelan los datos

Seis de cada diez conflictos sociales en el Perú están relacionados con la minería

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Viajeros avanzan a pie en
Viajeros avanzan a pie en busca de salir de la zona del conflicto y retomar su viaje - Crédito: Facebook / Difusión

Cada vez que vemos una protesta minera en las noticias, la pregunta suele ser la misma: ¿por qué protestan si la minería genera empleos y recursos para el país? Para responder esto, actualmente se desarrolla una investigación académica que analiza más de 20 años de conflictos reportados por la Defensoría del Pueblo, desde 2004 hasta la actualidad. Los primeros hallazgos revelan patrones que van mucho más allá de las cifras oficiales.

Seis de cada diez conflictos sociales en el Perú están relacionados con la minería. Pero detrás de esa estadística hay historias humanas específicas: comunidades con nombres propios que aparecen una y otra vez en los reportes de conflictividad. La investigación está aplicando técnicas de análisis de datos a estos casos para mapear exactamente qué pueblos son los más afectados y entender las dinámicas territoriales reales de la minería.

En esta investigación se ha venido reuniendo y organizando una extensa base de datos a partir de los informes periódicos de la Defensoría del Pueblo, que abarcan miles de registros de conflictos sociales. Mediante herramientas digitales, esta información dispersa se ha venido sistematizando para identificar los casos recurrentes, sus características y su evolución en el tiempo.

Los casos emblemáticos ilustran esta complejidad. En Cajamarca, el proyecto Conga desató protestas masivas por las lagunas altoandinas. En Apurímac, Las Bambas mantiene tensiones constantes relacionadas con promesas incumplidas y cambios de propiedad empresarial. En Espinar, las familias temen por la contaminación del agua y los efectos sobre su salud. Cada conflicto tiene nombres específicos: comunidades que han sido identificadas y geolocalizadas a partir de los reportes oficiales.

Con esta información, la investigación busca construir "polígonos de afectación“, es decir, mapas que muestren las áreas donde los conflictos tienen mayor presencia. El trabajo considera más de 3 mil localidades (centros poblados, comunidades campesinas, federaciones comunales, asociaciones de usuarios de agua), así como lagunas, ríos, cuencas, áreas de conservación y diversas infraestructuras humanas como carreteras, mineroductos y plantas hidráulicas.

Uno de los hallazgos preliminares más llamativos es que el impacto de la minería no se limita a las zonas inmediatas de extracción. Los corredores mineros generan efectos que se extienden muchos kilómetros más allá, afectando pueblos a lo largo de las rutas de transporte de minerales, modificando cursos de agua o generando cambios económicos y sociales profundos incluso en comunidades alejadas de la actividad minera.

Cuando se analizan las causas de los conflictos mineros identificados en torno a 10 grandes proyectos, los motivos principales que emergen son: incumplimiento de compromisos empresariales, daños ambientales, disputas por uso de recursos naturales, decisiones adoptadas sin el consentimiento de las comunidades y problemas logísticos por transporte de materiales. En muchos casos, varias de estas causas se combinan.

Además, un cuarto de los principales hotspots de biodiversidad en los Andes peruanos se superpone con concesiones mineras. Allí es donde la conflictividad suele alcanzar mayores niveles de tensión, al sumarse los intereses económicos con el valor cultural y ambiental que estos territorios tienen para las comunidades.

Pero los conflictos no son solo por razones ambientales o económicas. En el fondo subyace una sensación de exclusión: las comunidades sienten que las decisiones se toman sin su participación real. Aunque existe una ley de consulta previa desde 2011, muchos proyectos se autorizaron antes de su vigencia o mediante procesos que las comunidades percibieron más como un trámite que como un verdadero diálogo.

El trabajo también permite observar diferencias importantes en el comportamiento de las empresas. En términos de emisiones de gases de efecto invernadero, Antamina, Las Bambas y Antapaccay concentran la mayor parte del impacto ambiental. En el caso de Antamina, en 2023 se superaron las 800 mil toneladas de CO2 equivalente. A nivel económico, mientras algunas empresas han invertido más de 500 millones de dólares en proyectos sociales, otras apenas superan los 50 millones, generando percepciones de desigualdad territorial en la distribución de beneficios.

Un ejemplo especialmente ilustrativo es el contraste entre Las Bambas (Apurímac) y Pucamarca (Tacna). Las Bambas está rodeado por un denso tejido de comunidades campesinas con infraestructura relativamente desarrollada (colegios, postas de salud, comisarías), pero con altos niveles de conflictividad debido a incumplimientos y falta de confianza. En cambio, Pucamarca, en una zona más despoblada y con menos infraestructura, muestra bajos niveles de conflicto precisamente por la menor densidad de relaciones y expectativas comunitarias.

Esta investigación en curso busca aportar una visualización más precisa de los patrones territoriales de la conflictividad minera y ayudar a identificar zonas especialmente vulnerables. Sin embargo, ningún análisis técnico reemplaza el diálogo genuino y temprano con las comunidades. Entender los mapas es un primer paso; construir acuerdos duraderos exige escuchar de verdad a quienes viven en estos territorios.