Descubren tumba de 4.500 años en valle de Moche: el enigmático “Señor de Jesús María” revela origen precerámico de la zona

La tumba principal muestra símbolos vinculados al mar y la sierra, lo que refuerza la idea de interacción cultural en el valle Moche

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En la Zona Arqueológica Monumental
En la Zona Arqueológica Monumental Castillo de Jesús María (Menocucho, Laredo) se encontró un entierro de hace 4,500 años. (Composición: Infobae / Andina)

En el interior del valle del río Moche, en la región La Libertad, investigadores peruanos y estadounidenses lograron identificar un hallazgo que cambia la manera de entender las primeras ocupaciones de esta zona. En lo que hoy se conoce como la Zona Arqueológica Monumental Castillo de Jesús María, en el centro poblado de Menocucho, distrito de Laredo, se encontraron las evidencias de un personaje que habría ejercido un rol preponderante hace aproximadamente 4,500 años.

El descubrimiento fue posible gracias al Proyecto de Investigación Arqueológico Menocucho (PIAM), que desde 2022 excava en este territorio para conocer el comportamiento y la adaptación de las comunidades precerámicas que ocuparon el valle medio y alto de Moche. Durante estas excavaciones se detectó una plataforma funeraria en la que se realizaron entierros múltiples, entre ellos el de un personaje al que los investigadores identifican como el “Señor de Jesús María”.

“Estamos ante una especie de plataforma funeraria, que fue usada para el entierro de un personaje muy importante. Hablamos de un adulto de sexo masculino. Posiblemente, se trató de un líder de la comunidad, antes que el sitio se conozca como Menocucho”, explicó Aldo Watanave, director del PIAM y docente de la Universidad de Florida, en diálogo con la Agencia Andina.

La plataforma, de unas 22 hectáreas de extensión, muestra un conjunto de tumbas construidas en piedra y barro, con un cuidadoso diseño y elementos simbólicos que dan cuenta de la relevancia social del personaje principal y de quienes lo acompañaron en este ritual.

Contexto funerario

Un individuo enterrado en posición
Un individuo enterrado en posición sentada, con pendientes de concha en forma de cruz, mortero y otros objetos simbólicos. (Andina)

El individuo principal fue colocado en una tumba de 3.5 metros de largo por 3.6 de ancho, con forma de media luna. Se le enterró en posición sentada, con el rostro orientado al este. En su pecho se hallaron dos pendientes elaborados con conchas marinas que muestran en su centro una cruz semejante a la constelación de la Cruz del Sur. Sobre su pierna izquierda se colocó una valva de Choromytilus chorus y a un costado, un mortero con su respectiva mano de moler.

A un lado de esta tumba apareció un individuo “subadulto”, dispuesto de manera extendida y mirando hacia el norte. La plataforma también conserva otra tumba secundaria de 1.65 metros de largo por 1.45 de ancho, donde un cuerpo fue colocado en posición flexionada hacia el lado izquierdo, también orientado al este. “Por el tamaño de los restos creemos que se trataría de una mujer. A la altura de su pecho se le colocó una piedra con puntas ovaladas”, precisó Watanave.

En el exterior de esta segunda tumba se encontraron restos de un infante en mal estado de conservación, lo que impide determinar su orientación. Finalmente, los arqueólogos hallaron otro individuo joven, con el cuerpo extendido y mirando hacia el norte. “Preliminarmente, creemos que cada una de las tumbas tuvo su acompañante, pero aún tenemos que hacer mayores análisis de lo encontrado”, señaló el investigador.

Las construcciones muestran muros enlucidos y un relleno interior compuesto por piedras de gran tamaño. Dos bloques de grandes dimensiones parecen haber servido de protección al personaje principal, lo que refuerza la idea de un tratamiento especial para su entierro.

Un hallazgo del periodo Precerámico

Plataforma de 22 hectáreas con
Plataforma de 22 hectáreas con entierros múltiples y muros enlucidos; tumbas acompañadas de otros individuos. (Andina)

El equipo del PIAM sostiene que este entierro corresponde al periodo Precerámico. “Está pendiente hacer fechados radiocarbónicos para precisar las fechas, pero la ausencia de cerámica en la plataforma funeraria y la presencia del mortero con la mano de moler nos permite señalar que este entierro pertenece al Precerámico, unos 4,500 años de antigüedad aproximadamente. Este sería el primero en registrarse en el interior del valle de Moche”, indicó Watanave.

Hasta antes de este descubrimiento, la única evidencia de ocupación precerámica en la zona procedía de Salaverry, lo que convierte al sitio de Jesús María en un referente clave para comprender los orígenes de la vida en este valle.

Uno de los objetos más llamativos encontrados junto al Señor de Jesús María es un mortero de piedra con decoraciones. “Tiene dos tipos de diseños: en un lado aparecen cuatro líneas en alto relieve y en el otro alrededor de 23 rectángulos. Estos últimos podrían haber sido representaciones de rostros, aunque el estado de conservación no nos permite confirmarlo”, describió Watanave.

El investigador añadió que los materiales encontrados en la tumba reflejan una relación entre el mar y la sierra. “Lo que nos muestran los hallazgos es que existió una dualidad: la parte del océano, representada en los productos malacológicos, y la parte interior, vinculada al trabajo en piedra. Es una especie de convergencia en el valle de Moche”, subrayó.

Trabajo arqueológico y comunidad

El PIAM desarrolla sus excavaciones desde 2022 en la parte media y alta del valle Moche. Sus objetivos van más allá del registro de hallazgos materiales, pues busca reconstruir la forma de vida de las comunidades que habitaron esta zona en tiempos precerámicos.

En este proceso se han encontrado cuentas, decoraciones en piedra, fragmentos de cerámica y minerales como el cuarzo, lo que sugiere una ocupación prolongada y una interacción con distintas culturas. A la vez, el proyecto incluye un componente de integración comunitaria, en el que los propios pobladores participan de las excavaciones y reciben formación sobre la importancia de preservar el sitio.

El equipo de investigación está liderado por Aldo Watanave e integrado por Elvis Monzón, arqueólogo residente, y Michelle Watanave, investigadora principal, además de comuneros de la zona que aportan en cada fase del trabajo de campo.

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